En el
año 1958, Jean-Paul Sartre sufre de problemas económicos, por lo que acepta la
propuesta del realizador de cine norteamericano John Huston de escribir un guión
sobre el nacimiento del psicoanálisis, a cambio de un generoso pago. Sartre
emprende la tarea como un trabajo circunstancial, pero en el proceso de
elaboración se irá impregnando de la seductora fragancia implícita en el
acercamiento al trayecto freudiano.
A
finales de ese año, Huston recibe 95 páginas mecanografiadas a doble espacio
cuyo contenido era una sinopsis con el título: Freud. El director acepta este esbozo y Sartre dedica el año
siguiente a la redacción del guión. Al entregarlo a Huston, este le presenta
una serie de objeciones al filósofo que no son conocidas en su totalidad, pero
entre otras se referían a la extensión de la obra, que aportaba material para
un largometraje de siete horas de duración.
Los
reparos del realizador obligan a Sartre a trabajar en una segunda versión. Tras
recibir constantes peticiones de Huston de modificar, cortar y suprimir
contenido, el autor termina por cansarse y abandona la faena, dejándola
inconclusa. Huston entregará el texto a Charles Kaufman y Wolfgang Reinhardt,
quienes reducirán y transformarán considerablemente el guión, lo que lleva a
Sartre a exigir que su nombre no figure en la ficha técnica. El guión original
del existencialista permanecerá oculto y no se publicará sino hasta después de
su muerte, acaecida en 1980.
La
película se rodó en 1961, al año siguiente se exhibió en las salas
cinematográficas inicialmente con el título de Freud, cambiando posteriormente por uno más sugestivo: Freud, the secret passions. Los
protagonistas fueron Montgomery Clift en el papel de Sigmund Freud y Susannah
York en el papel de Cecily, personaje construido con varios de los casos
incluidos en el libro Estudios sobre la
histeria, publicado por Breuer y Freud en 1895. York apareció en
sustitución de Marilyn Monroe, quien renunció al papel inducida por quien fue
su último psicoanalista, Ralph Greenson, que a su vez actuó por petición de
Anna Freud, quien a pesar de haber atendido a la Monroe cuando filmaba El príncipe y la corista en Londres, se
opuso a que la memoria de su padre de banalizara con la presencia de la rubia
en el filme.
En
cuanto a la relación entre Sartre y Huston, existen testimonios cuya lectura da
cuenta de los afectos circulando entre estos creadores. Uno de los documentos
es una carta que escribió Jean-Paul Sartre a Simone de Beauvoir desde una casa
que el director poseía en Irlanda, donde se reunieron para trabajar sobre el
guión. Con pluma sincera, escribe el filósofo: ¡Que asunto! ¡Oh! ¡Que asunto! ¡Que fuga de ideas! Todo el mundo tiene
sus complejos, que van desde el masoquismo hasta la ferocidad. No creas, sin
embargo, que estamos en el infierno, más bien es un enorme cementerio. Todo el
mundo está muerto y con sus complejos congelados. Aquí hay muy poca vida, muy
poca, muy poca. Más adelante afirma: Huston
ha dicho una frase peregrina cuando hablaba de su inconsciente a propósito de
Freud: “En el mío no hay nada”, pero su tono denotaba este sentido: no hay Ya
nada, ni siquiera viejos inconfesables. Una enorme laguna. Ya te puedes
imaginar lo fácil que es hacerle trabajar. Huye del pensamiento porque lo
entristece. Nos reunimos todos en una salita, todos hablamos, y luego, de
repente, en plena discusión, desaparece. Podemos darnos por contentos si lo
volvemos a ver antes de comer o de cenar.
Esta
epístola nos muestra a Sartre como ese observador agudo que era, sensible a las
circunstancias como a los sentimientos que fluían de las personas que lo
rodeaban. Lo cierto es que, como le sucede a muchas personas que se acercan a
la obra freudiana y entienden su complejidad y alcances, John Huston tenía un
lazo ambivalente con el psicoanálisis, era una referencia importante en su vida
pero buscaba constantemente denostarlo. Su rencilla con los psicoanalistas lo
llevó a representar el papel del Dr. Larry Geller en 1983 en la película Lovesick de Marshall Brickman, cuya
trama es sobre un psicoanalista llamado Saul Benjamin encarnado por Dudley
Moore que se enamora de una paciente y por este motivo se le aparece el
espíritu de Sigmund Freud, protagonizado por Alec Guiness. Es una parodia y un
gesto de escepticismo a la abstinencia terapéutica proclamada por los
psicoanalistas.
Pero
Huston tenía su propia visión de la convivencia con Sartre, con respecto al
cual dice: Nunca he trabajado con nadie
tan testarudo y categórico como Sartre. Es imposible sostener una conversación
con él. Es imposible interrumpirle. Sin tomar aliento, me ahogaba en un
torrente de palabras… A veces, agotado por el esfuerzo, tenía que salir de la
habitación. El murmullo de su voz me seguía un rato y cuando volvía, ni
siquiera se había dado cuenta de mi ausencia.
En una
ocasión, Huston, influido por un cortometraje titulado Let there be Light, de 1945 y que abordaba el tema del tratamiento
por hipnosis de los neuróticos traumatizados por la guerra, intenta hipnotizar
a Sartre, lo cual concluyó con un fracaso absoluto.
Definitivamente
la prestigiosa École Normale Supérieure
de París y Hollywood operan con
ritmos y códigos diferentes. Pero cabe preguntarse: ¿qué esperaban estos
interlocutores de su colaboración?
En
cuanto a las fuentes que utilizó Sartre para escribir el guión, se encuentra,
en primer lugar, la biografía “oficial” (esto es, bendecida por Anna Freud y la
Asociación Psicoanalítica Internacional) escrita por el guardián de la
institucionalidad, Ernst Jones, la
cual apareció traducida al francés en el año de 1958 y hablaba de la época que
interesaba al autor y a Huston, la del Freud joven hasta la publicación de La interpretación de los sueños. Otros
documentos que sirvieron como referencia fueron la correspondencia entre Freud
y Fliess, los Estudios sobre la histeria,
el caso Dora y la Interpretación de los
sueños, de la cual realizó una lectura superficial y sólo extrajo algunos
sueños de Freud.
Es
indudable que estas lecturas modificaron de forma radical la imagen que Sartre
tenía del fundador del psicoanálisis. Los rasgos de Freud: su intransigencia en
lo que se refería a la elucidación de la verdad, su oposición a la psiquiatría
y la medicina de su época, el antisemitismo que vivió de manera frecuente, su
soledad, su pobreza y su desprecio por los honores; llegan a fascinar a Sartre,
hasta el punto de perdonarle su exclusividad y sus celos por Martha (esposa de
Freud), lo cual es algo insólito en él y contradice su afirmación de que no se puede pedir a la vez agradar y amar.
Pontalis,
prologuista del guión, recuerda que cuando el filósofo estaba leyendo el libro
escrito por Jones, comentó: Pero oigan,
su Freud era un neurótico hasta la médula. Estas palabras cobran relevancia
si consideramos que Sartre fue un asiduo adversario a los conceptos de
pensamiento inconsciente y represión.
Otro
factor que influyó en el gusto de Sartre por Sigmund Freud, es que prefería la
compañía de mujeres a la de los hombres, y en particular le agradaban la
histéricas, esas mujeres con líos, diría
el escritor. Es por eso que veía con simpatía a esas vienesas nerviosas y llenas de fantasmas que con un mismo
movimiento atraen, desafían y se burlan del hombre-médico envarado por su traje
dominguero y por su ciencia que quiere sin fallo.
La
realización de una película sobre Freud, tuvo su antecedente en 1925, cuando
Karl Abraham, discípulo del Professor lo
incita a aceptar una propuesta seria para un filme sobre su vida y sus descubrimientos.
En una carta le escribe: El proyecto se
acomoda al espíritu de nuestro tiempo y sin duda alguna llegará a realizarse. Desde
un principio, Freud se muestra inconforme y, tras la insistencia de Abraham, se
enfada y le dice que lo está coaccionando, agrega en una carta: Mi principal objeción radica en que no me parece
posible hacer de nuestras abstracciones una presentación plástica que tenga
algún valor. No se puede pretender que demos nuestro beneplácito a algo
insípido.
Finalmente
se rueda esta película con la colaboración de Abraham y Sachs, pero sin la de
Freud. La realización estuvo a cargo de Pabst, llevó como título Secretos de un alma, y se inspiró en la
correspondencia Freud-Abraham.
Tanta
polémica alrededor de representar a Freud en la pantalla grande, despierta mi
curiosidad con respecto al contexto de la realización del largometraje de David
Cronenberg A Dangerous Method.
Probablemente en una época de crisis de las instituciones son pocas las figuras
“intocables”. Aunque siendo honestos, las mayores licencias se las toma
Cronenberg en la narración de la relación de Carl Jung con Sabina Spielrein,
unidos, desde su perspectiva, por un lazo sadomasoquista. ¿Contaremos en algún
momento con más datos? Quizás, quizás, quizás…