martes, 28 de agosto de 2012

Para mi abuelo... escrito en la noche de su adiós (5 de febrero de 2008)


Comienzo a extrañarte cuando tu voz ausente aún recorre los rincones de la casa, repitiéndose en ecos que resuenan como un susurro.
Comienzo a extrañarte con tu mano estrechada a la mía, tu observando el infinito  yo deseando conservar en mi memoria cada surco de tu rostro.
Comienzo a extrañarte mientras de tus labios parece emanar una última palabra, pero callas y tu silencio se convierte en el murmullo que cada uno de quienes te amamos quisiéramos escuchar antes de verte partir.
Comienzo extrañarte y aunque mi corazón no encuentra sosiego, se ensancha para resguardarte cuidadosamente en un lugar donde permanecerás hasta su último latir.
Comienzo a extrañarte, con un llanto callado ahogo el profundo dolor al ver el cesar de la senda de tus huellas.
Comienzo a extrañarte y aunque parezca paradójico, en lo más íntimo de mi espíritu revolotean simultáneamente el niño, el adolescente y el adulto en algarabía por haberte conocido, por haberse constituido en el campo de tu genealogía y crecer con tu presencia como abuelo.
Contigo se va un miembro irremplazable de la casta de los hombres buenos.

lunes, 20 de agosto de 2012

Freud en el set existencialista de Jean-Paul Sartre



En el año 1958, Jean-Paul Sartre sufre de problemas económicos, por lo que acepta la propuesta del realizador de cine norteamericano John Huston de escribir un guión sobre el nacimiento del psicoanálisis, a cambio de un generoso pago. Sartre emprende la tarea como un trabajo circunstancial, pero en el proceso de elaboración se irá impregnando de la seductora fragancia implícita en el acercamiento al trayecto freudiano.
A finales de ese año, Huston recibe 95 páginas mecanografiadas a doble espacio cuyo contenido era una sinopsis con el título: Freud. El director acepta este esbozo y Sartre dedica el año siguiente a la redacción del guión. Al entregarlo a Huston, este le presenta una serie de objeciones al filósofo que no son conocidas en su totalidad, pero entre otras se referían a la extensión de la obra, que aportaba material para un largometraje de siete horas de duración.
Los reparos del realizador obligan a Sartre a trabajar en una segunda versión. Tras recibir constantes peticiones de Huston de modificar, cortar y suprimir contenido, el autor termina por cansarse y abandona la faena, dejándola inconclusa. Huston entregará el texto a Charles Kaufman y Wolfgang Reinhardt, quienes reducirán y transformarán considerablemente el guión, lo que lleva a Sartre a exigir que su nombre no figure en la ficha técnica. El guión original del existencialista permanecerá oculto y no se publicará sino hasta después de su muerte, acaecida en 1980.
La película se rodó en 1961, al año siguiente se exhibió en las salas cinematográficas inicialmente con el título de Freud, cambiando posteriormente por uno más sugestivo: Freud, the secret passions. Los protagonistas fueron Montgomery Clift en el papel de Sigmund Freud y Susannah York en el papel de Cecily, personaje construido con varios de los casos incluidos en el libro Estudios sobre la histeria, publicado por Breuer y Freud en 1895. York apareció en sustitución de Marilyn Monroe, quien renunció al papel inducida por quien fue su último psicoanalista, Ralph Greenson, que a su vez actuó por petición de Anna Freud, quien a pesar de haber atendido a la Monroe cuando filmaba El príncipe y la corista en Londres, se opuso a que la memoria de su padre de banalizara con la presencia de la rubia en el filme.
En cuanto a la relación entre Sartre y Huston, existen testimonios cuya lectura da cuenta de los afectos circulando entre estos creadores. Uno de los documentos es una carta que escribió Jean-Paul Sartre a Simone de Beauvoir desde una casa que el director poseía en Irlanda, donde se reunieron para trabajar sobre el guión. Con pluma sincera, escribe el filósofo: ¡Que asunto! ¡Oh! ¡Que asunto! ¡Que fuga de ideas! Todo el mundo tiene sus complejos, que van desde el masoquismo hasta la ferocidad. No creas, sin embargo, que estamos en el infierno, más bien es un enorme cementerio. Todo el mundo está muerto y con sus complejos congelados. Aquí hay muy poca vida, muy poca, muy poca. Más adelante afirma: Huston ha dicho una frase peregrina cuando hablaba de su inconsciente a propósito de Freud: “En el mío no hay nada”, pero su tono denotaba este sentido: no hay Ya nada, ni siquiera viejos inconfesables. Una enorme laguna. Ya te puedes imaginar lo fácil que es hacerle trabajar. Huye del pensamiento porque lo entristece. Nos reunimos todos en una salita, todos hablamos, y luego, de repente, en plena discusión, desaparece. Podemos darnos por contentos si lo volvemos a ver antes de comer o de cenar.
Esta epístola nos muestra a Sartre como ese observador agudo que era, sensible a las circunstancias como a los sentimientos que fluían de las personas que lo rodeaban. Lo cierto es que, como le sucede a muchas personas que se acercan a la obra freudiana y entienden su complejidad y alcances, John Huston tenía un lazo ambivalente con el psicoanálisis, era una referencia importante en su vida pero buscaba constantemente denostarlo. Su rencilla con los psicoanalistas lo llevó a representar el papel del Dr. Larry Geller en 1983 en la película Lovesick de Marshall Brickman, cuya trama es sobre un psicoanalista llamado Saul Benjamin encarnado por Dudley Moore que se enamora de una paciente y por este motivo se le aparece el espíritu de Sigmund Freud, protagonizado por Alec Guiness. Es una parodia y un gesto de escepticismo a la abstinencia terapéutica proclamada por los psicoanalistas.
Pero Huston tenía su propia visión de la convivencia con Sartre, con respecto al cual dice: Nunca he trabajado con nadie tan testarudo y categórico como Sartre. Es imposible sostener una conversación con él. Es imposible interrumpirle. Sin tomar aliento, me ahogaba en un torrente de palabras… A veces, agotado por el esfuerzo, tenía que salir de la habitación. El murmullo de su voz me seguía un rato y cuando volvía, ni siquiera se había dado cuenta de mi ausencia.
En una ocasión, Huston, influido por un cortometraje titulado Let there be Light, de 1945 y que abordaba el tema del tratamiento por hipnosis de los neuróticos traumatizados por la guerra, intenta hipnotizar a Sartre, lo cual concluyó con un fracaso absoluto.
Definitivamente la prestigiosa École Normale Supérieure de París y Hollywood operan con ritmos y códigos diferentes. Pero cabe preguntarse: ¿qué esperaban estos interlocutores de su colaboración?
En cuanto a las fuentes que utilizó Sartre para escribir el guión, se encuentra, en primer lugar, la biografía “oficial” (esto es, bendecida por Anna Freud y la Asociación Psicoanalítica Internacional) escrita por el guardián de la institucionalidad,  Ernst Jones, la cual apareció traducida al francés en el año de 1958 y hablaba de la época que interesaba al autor y a Huston, la del Freud joven hasta la publicación de La interpretación de los sueños. Otros documentos que sirvieron como referencia fueron la correspondencia entre Freud y Fliess, los Estudios sobre la histeria, el caso Dora y la Interpretación de los sueños, de la cual realizó una lectura superficial y sólo extrajo algunos sueños de Freud.
Es indudable que estas lecturas modificaron de forma radical la imagen que Sartre tenía del fundador del psicoanálisis. Los rasgos de Freud: su intransigencia en lo que se refería a la elucidación de la verdad, su oposición a la psiquiatría y la medicina de su época, el antisemitismo que vivió de manera frecuente, su soledad, su pobreza y su desprecio por los honores; llegan a fascinar a Sartre, hasta el punto de perdonarle su exclusividad y sus celos por Martha (esposa de Freud), lo cual es algo insólito en él y contradice su afirmación de que no se puede pedir a la vez agradar y amar.
Pontalis, prologuista del guión, recuerda que cuando el filósofo estaba leyendo el libro escrito por Jones, comentó: Pero oigan, su Freud era un neurótico hasta la médula. Estas palabras cobran relevancia si consideramos que Sartre fue un asiduo adversario a los conceptos de pensamiento inconsciente y represión.
Otro factor que influyó en el gusto de Sartre por Sigmund Freud, es que prefería la compañía de mujeres a la de los hombres, y en particular le agradaban la histéricas, esas mujeres con líos, diría el escritor. Es por eso que veía con simpatía a esas vienesas nerviosas y llenas de fantasmas que con un mismo movimiento atraen, desafían y se burlan del hombre-médico envarado por su traje dominguero y por su ciencia que quiere sin fallo.
La realización de una película sobre Freud, tuvo su antecedente en 1925, cuando Karl Abraham, discípulo del Professor lo incita a aceptar una propuesta seria para un filme sobre su vida y sus descubrimientos. En una carta le escribe: El proyecto se acomoda al espíritu de nuestro tiempo y sin duda alguna llegará a realizarse. Desde un principio, Freud se muestra inconforme y, tras la insistencia de Abraham, se enfada y le dice que lo está coaccionando, agrega en una carta: Mi principal objeción radica en que no me parece posible hacer de nuestras abstracciones una presentación plástica que tenga algún valor. No se puede pretender que demos nuestro beneplácito a algo insípido.
Finalmente se rueda esta película con la colaboración de Abraham y Sachs, pero sin la de Freud. La realización estuvo a cargo de Pabst, llevó como título Secretos de un alma, y se inspiró en la correspondencia Freud-Abraham.
Tanta polémica alrededor de representar a Freud en la pantalla grande, despierta mi curiosidad con respecto al contexto de la realización del largometraje de David Cronenberg A Dangerous Method. Probablemente en una época de crisis de las instituciones son pocas las figuras “intocables”. Aunque siendo honestos, las mayores licencias se las toma Cronenberg en la narración de la relación de Carl Jung con Sabina Spielrein, unidos, desde su perspectiva, por un lazo sadomasoquista. ¿Contaremos en algún momento con más datos? Quizás, quizás, quizás…