viernes, 29 de abril de 2016

Band Aid: Mis recuerdos infantiles de la hambruna africana

En 1984 yo tenía 8 años, en 1984 murieron un millón de personas en Etiopía por una crisis de hambruna, en este momento 6 millones de etíopes están en riesgo de morir de hambre, los más vulnerables son los niños.
Mi conciencia nació cuando compré el LP de “Band Aid” con el single en versión corta y extensa de “Do They know it’s christmas”, que en la portada tenía una imagen idílica de la navidad europea a colores y en blanco y negro aparecían dos niños etíopes en evidente estado de inanición. Al comprar el disco cooperabas para el envío de recursos a Etiopia. Me conmovía mucho esa portada, podía pasar largos lapsos observándola con el impacto de saber que en otro lugar del mundo en que yo vivía, en el mismo instante, había niños muriendo de hambre.
El proyecto Band Aid fue lidereado por Bob Geldof, vocalista en ese momento del grupo “The Boomtown Rats”, actor principal del largometraje de “The Wall” en el papel de Pinky adulto, y compositor, junto con Midge Ure, de la canción referida.
La canción se ubica dentro de mis predilectas, porque además es un desfile de músicos cuyas producciones me gustan desde esa época: Paul Young, Boy George, George Michael, Simon Le Bon (Duran Duran), Sting y Bono (U2).  En la versión extensa se sumaban a la mitad una serie de mensajes de estos y otros artistas: Paul McCartney, David Bowie y el propio Geldof, quien tras dar todos los datos de la grabación, terminaba con la frase “I love you christmas, bye”, seguido de  un redoble en la batería de Phil Collins y la entrada final de todos cantando juntos “feed the world”, que aún en la actualidad me genera un nudo en la garganta.
No había internet y por tanto no había YouTube, así que para ver el video, el único camino era esperar horas y días viendo un canal de videos ininterrumpidos en Cablevisión, hasta que lo ponían. Como sabía lo difícil que sería verlo de nuevo, entonces lo observaba con gran atención para memorizar cada detalle y reproducirlo mentalmente cada vez que escuchara la canción.
“Hay un mundo tras tu ventana y es un mundo de grandes temores… Y no habrá nieve en África en esta navidad, el mejor regalo que tendrán este año es la vida”. Ahora que se cuida tanto a los niños de ciertos datos, me pregunto si realmente es el camino para generarles conciencia de lo que hay más allá de sus pantallas. Mi vivencia de niño fue intensa con toda esa información y las imágenes de niños con unos abultados vientres repletos de bichos. Sin embargo, un año después de esto, cuando el gran temblor causó tantos estragos en nuestra ciudad, la conciencia generada me facilitó unirme a los esfuerzos de la comunidad de una iglesia católica para la preparación de comida para la gran cantidad de personas obligadas a vivir en albergues. La suspensión de clases por varias semanas, facilitó la cooperación. Camiones del ejército llegaban a esta iglesia y descargaban víveres que nosotros transformábamos en alimentos de fácil distribución. 
Este mismo año se hizo un proyecto similar al de Band Aid, pero en Estados Unidos, al cual se le denominó “USA for Africa” y para el que Michael Jackson y Lionel Richie compusieron la canción “We are the World”. No me gusta tanto como la versión inglesa, pero cuando Bruce Springsteen canta “We are the World, we are the children”, inevitablemente me estremezco.
     En fin, considero que la mejor manera de festejar hoy a los niños es favorecer su conciencia del mundo y el tiempo en el que viven, para que en adelante enfoquen su inteligencia, entendida como la capacidad de resolver problemas y crear productos con un valor cultural (Howard Gardner), en generar mejores condiciones para sí mismos y el resto de la humanidad, pues mientras haya un niño sufriendo en el mundo, no hay manera de dormir tranquilo.

miércoles, 27 de abril de 2016

Enamorado



Dejó el diván con una pregunta,
una que no compartió con su psicoanalista,
años recostado en ese lugar
le habían mostrado los límites de lo analizable.

Días atrás había visto una pintura de Maria Szollosi,
la de una mujer pelirroja con los ojos cerrados,
quien enfrenta al viento, a la tristeza o al tiempo mismo;
envuelta en una marea de colores fríos y cálidos.

Ahora camina por la calle mientras se coloca sus audífonos,
a óptima distancia del consultorio que acaba de dejar,
selecciona el Adagio del primer concierto para violín de Bruch,
lo que da respuesta a su pregunta.

El ir y venir de las notas le muestran la posibilidad de su sentir,
minutos atrás se abstuvo de comentarlo,
temió cuestionamientos incómodos sobre pruebas de realidad,
sabía quien era, dónde estaba y el tiempo que vivía.

Estaba enamorado y no sería correspondido,
conocía varias trágicas historias que comenzaron como la suya,
frenéticos arrebatos en museos y galerías
seguidos de largas jornadas de erráticos andares.

¿Conoce a alguien que se haya enamorado de un retrato?
pudo haber preguntado hace menos de una hora,
quizá decirlo hubiera cercado la angustia,
pudo también intensificarse.

En siete días traerá con él una copia de la pintura,
sin previo aviso le mostrará la imagen a su psicoanalista,
si percibe algún brillo en su mirada,
hablará de su misterioso romance,
sólo si comparte algo de su amor, podrá entenderlo.


domingo, 24 de abril de 2016

La sabiduría del mirlo

      El Espectro ofreció cumplirle tres deseos, ella pidió tener tres vidas. La primera, la actual, como mujer. La segunda, como hombre. La tercera, como el animal que amara más al momento de morir en su segunda vida. Él las concedió con la sola consigna de que al final de su tiempo como animal, se reunieran a platicar sobre sus tres vidas.
      Vivió sesenta años más como mujer, ochenta y tres como hombre y siete como mirlo. Cuando se agotó su bello canto y sus alas revoloteaban sin lograr el vuelo, retornó el Espectro. El ave le narró su vida de mujer y su vida de hombre, le dijo que sus alegrías eran similares, así como sus miedos y sus anhelos. También coincidían en que mientras había sol estaban muy ocupados y por las noches les visitaban la nostalgia y la melancolía. Por tanto, antes de morir como hombre decidió renacer como mirlo, pájaro cuyo hermoso canto eleva su tono al amanecer y al atardecer, los que fueron sus mejores momentos como humano. Agregó que cada jornada nacemos y morimos, por eso es tan importante detenerse en el amanecer para visualizar lo que será nuestra vida mientras nos acompañe el sol y cuando se esté extinguiendo, al atardecer, reflexionar sobre lo que podemos recuperar al siguiente amanecer y llorar por lo irremediablemente perdido.
      Mientras hablaba, comenzó el atardecer, el mirlo ocupó los restos se su fuerza para cantar su último canto, quizá el más bello jamás escuchado, pues en él resonaban todo el amor y el dolor de tres vidas. Concluido el canto, murió.