miércoles, 23 de julio de 2014

Las noches del psicoanalista

Ecos de dolor rondan el silencio,
revolotea el murmullo de los sueños,
lamento las palabras imprecisas,
se me develan los lapsos sin empatía,
mi escucha excede el tiempo de las sesiones,
las heridas del espíritu se transfieren para ser curadas,
mi vocación es resguardar los corazones,
contener la angustia que les amenaza.

Eros rebota entre Edipo y Narciso,
amamos lo que somos en lo que no somos,
odiamos lo que no somos en lo que somos,
de ahí lo claroscuro del final de consulta,
amantes y verdugos se confunden,
la razón extenuada cede paso a lo inverosímil,
es en el anfiteatro de lo absurdo
donde se disecciona el alma humana.

Las noches del psicoanalista
son conclaves de subjetividades,
pleamar de síntomas en deconstrucción,
esferas saturadas de vacío,
paciente espera de los encuentros,
tan sólo de la escucha serena emana
el alivio para las contusiones anímicas,
sanar es un don del vínculo. 

sábado, 19 de julio de 2014

Una velada con mi Tatarabuela Fidelia o las confesiones de un X-Generation





Para mi querido Gerardo, otro X-Generation que se nos casa

Mi tía Beatriz nos hizo llegar vía correo electrónico el retrato de mi Tatarabuela Fidelia, su rostro me pareció tan ajeno que sufrí un leve estremecimiento, a menos de cien años de su muerte ya es una completa desconocida. Le reservo un poco de afecto por saber que cuidó de mi abuelo cuando era niño, pero fuera de eso no conozco más detalles de su vida, por tanto, decidí recurrir a la imaginación para intentar representarme su voz, su andar, su lenguaje, sus sueños, sus aspiraciones, sus miedos, sus amores, sus secretos, sus prejuicios,  todo  esto a la luz de la reflexión de que todo eso es ahora lo que Jean-Paul Sartre denominó “una pasión inútil”.  Me cuestioné sobre la obsesión por ser recordados y los esfuerzos que hacemos para lograrlo, concluí que es una de las peores inversiones que se pueden hacer en la vida: quita tiempo, tiene mínimas garantías de lograrse, causa ansiedad y su caducidad es muy limitada.
Llegado a este punto, se incrementó la complejidad de mis planteamientos, si soy agnóstico y no tiene ningún sentido ser recordado, entonces la idea de trascendencia es absurda. Por un instante me consolé con la idea de la inmanencia, del aquí y el ahora, del bienestar, del placer, del lenguaje, de la eternización del presente… pero no tardó en arribar a mi memoria la famosa triada del Buda: enfermedad, vejez y muerte; así como la novela de Michel Houellebecq, Las partículas elementales. Me duró poco el placebo, pero encontré un tercer camino, la evasión, me puse a navegar sin brújula por internet, pasé más de una hora viendo memes sobre diferentes temas, seguí en automático la conexión de una noticia con otra, me puse a buscar películas en Netflix, depuré mi correo electrónico, hasta que comenzó a vibrar la angustia en cada rincón de mi cuerpo y no pude hacer nada durante un buen rato más que mirar la pared frente a mi, de la cual emanaron, entre el juego de luces y sombras, las facciones de mi Tatarabuela Fidelia, seguro de que de vivir todavía le tendría que hablar de “Usted”,  le pregunté: “¿Fidelia, por qué se anda escapando Usted del pasado? ¿No ve que tengo que trabajar y Usted se aparece así porque sí? Además sólo vino a causarme preocupaciones”, no contestó, y que bueno, porque de otra manera ahora no estarían leyendo esto y yo estaría tomando altas dosis de risperidona.
Sin trascendencia, ni inmanencia, ni evasión, quede atrapado en un limbo sin tiempo ni espacio, sólo atiné a desplegar mi lista de canciones y seleccionar la búsqueda aleatoria, como ha sucedido en otras ocasiones, mi computadora lanzó sal sobre mis llagas y me propuso la canción Los caminos de la vida de la Tropa Vallenata:

Los caminos de la vida,
no son como yo pensaba,
como los imaginaba,
no son como yo creía.
Los caminos de la vida,
son muy difícil de andarlos,
difícil de caminarlos,
yo no encuentro la salida.

Recordé aquellas noches de disertación de la adolescencia, sobre el sentimiento trágico latinoamericano en la raíz de esta canción, frente a la cual  las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides me parecían comedias. Con la intención de darme ánimos me dije: “Calma, tan sólo eres un representante más de la Generación X, sobre la que cayó el fin de la Guerra Fría, el fin de la Historia, el fin del Sujeto, el fin de las Ideologías, el fin de lo Analógico, el fin de las Religiones, el fin del Método, el fin del Milenio… creciste en una era moribunda, te tocó la moda grunge, eres contemporáneo de los integrantes de Radiohead y de Kurt Cobain, eres de una generación perdida entre los Baby Boomers y los Millennials, te educaron en un mundo caduco.
“Fidelia, ¿sigue ahí? No sé en que año nació, pero calculo que compartimos el hecho de haber crecido en el último cuarto de un siglo, Usted del XIX y yo del XX. Sé que no me puedo quejar, Usted vivió antes del descubrimiento de la penicilina, en un México convulso en tránsito del Porfiriato a la Revolución Mexicana, a la vez que se luchaba la Primera Guerra Mundial en Europa. Sé que a nuestra generación se le adelgazó la piel, que no somos ni héroes ni villanos, quizá seamos buenos críticos pero no tenemos  la arrogancia de los Yuppies ni la indolencia de los Millennials. No me mire así Fidelia, sé que en una guerra no sabría que hacer, sé que sobrevaloro mis ideas y afectos, que asumo con ingenuidad que la creatividad es mejor que la eficiencia, sé que exalto la soledad porque no estoy solo”.
En algún momento de mi vida la canción My Way cantada por Frank Sinatra me hacía llorar, fantaseaba con los últimos días de mi existencia, me atraía esa actitud de vividor desapegado que se despide con la sensación de haber hecho todo a su manera.  Ahora sé que era el sueño de mi generación, abandonar el pedestal de la Historia para andar por los caminos de la leyenda personal, con el “mochilazo” como emblema pensábamos que el mundo era un gran hostal a nuestra espera, como la memoria tenía más valor que la fotografía, exagerábamos nuestras narrativas con la intención de ofertarlas como únicas. Pero el mercado se impuso y la poética quedó restringida al espacio íntimo, poco a poco todo dejó de ser “a nuestra manera”. Por eso somos una generación fanática de las distopías, pues representan nuestro paraíso perdido.
Termina la noche y no tengo respuestas, creo que mi Tatarabuela Fidelia tampoco las consiguió, las únicas certezas son que ella estuvo y ya no está, que si ella no hubiera estado yo no estaría y si yo y su descendencia no estuviéramos, ya nadie la recordaría. ¿Será que en la genealogía está el sentido? ¿qué existimos porque otros existieron y para dar existencia a otros? ¿será que valoramos tanto a la familia porque en ella se sostiene la ilusión de continuidad? No creo que mis tataranietos lean esto, tampoco sé si me importa, de cualquier manera les resultaría tan ajeno como a mi el retrato de Fidelia.
Quizá la incertidumbre sea el núcleo de la vida humana, el no saber nos hace desear, no lo sé. Por el momento les dejo con esta oda de la Generación X cantada por las 4 Non Blondes, la pregunta que le da título es el grito de mi generación: ¿Qué está pasando? (What’s Up?). Sonó tan fuerte que otro X, Jan Koum, hizo de él una aplicación: WhatsApp.

Y así lloro algunas veces
cuando reposo en mi cama,
sólo para sacar todo lo que hay en mi cabeza
y me siento algo peculiar.
Y así me levanto y doy un paso afuera,
tomo un profundo respiro,
llego hasta arriba,
y grito a todo pulmón:

¿Qué está pasando?

sábado, 12 de julio de 2014

In Memoriam Lilia Barajas Zazueta

Desde el dolor para Lilia, Fernando y Pedro, 
querida prima, queridos primos

Comienzo a vivir sin ti,
mis manos vacías delinean tu rostro,
espejo de mis primeros recuerdos,
contigo se va el niño que fui,
tu amor es ahora sombra sin cuerpo.

Me despido de tu sonrisa,
lloro sin tu voz,
¿cómo serán los días sin tu mirada?
¿qué haré si apareces en un sueño?
¿dejarás de ser dolor sin ser olvido?

Mamá, has abandonado el tiempo,
en adelante tejeremos la historia
con el hilo del supuesto,
nos encontraremos en el silencio,
en ese espacio que sólo nosotros conocemos.



jueves, 10 de julio de 2014

Hora de cerrar (con reminiscencias de Cohen y Ginsberg)


Son las doce en el reloj del maestro Cohen,
quien me dice que es hora de cerrar,
adiós a los arrebatos y a los llantos clandestinos,
al carajo los poemas de amor,
es hora de cerrar.

Lamentarse es desahogo de necios,
la vida se fermenta bajo el tufo de la añoranza,
las esperanzas secuestran el tiempo,
sólo resta el instante,
es hora de cerrar.

Se levanta la señora estupidez,
le acompañan todos sus hijos,
tropiezan con sus propias ilusiones,
aún así sonríen,
por fortuna,
es hora de cerrar

Se derriten los cerebros de mi generación,
sus sueños taponan caños,
viven para no morir,
escarban madrigueras blindadas,
es hora de cerrar.

Regreso pero no soy el mismo,
dejé un camino de lágrimas pisadas,
mi piel transpira pasado,
las noches se colman de ausencias,
pero todo irá bien,
es hora de cerrar.