domingo, 25 de diciembre de 2011

Desde Barcelona, un sopor mediterráneo interrumpido por Murakami


25 de diciembre en Barcelona, domingo y día festivo, una buen parte de la ciudad está conectada a la inactividad propia de estas fechas.
Viajando solo, la interrogante por el plan del día  se dirige primeramente a lo posible y luego al deseo. Descartadas las opciones comerciales y abarcadas una buena parte de las turísticas más importantes, quedaban dos caminos: Religio o Natura. Al ser una festividad religiosa, los templos católicos estarían abiertos, solamente que suelen cerrar de 13:30 a 16:30. Opté por Natura, habiendo visitado dos colinas de Barcelona: Montjuïc y la Colina de las cruces (Parc Güell); y el monasterio en Montserrat. Decidí que era el día de visita al Mediterráneo, el maravilloso clima y la gratuidad del  paseo, corroboraron la decisión.
Como suelen ser las playas de mares, en contraste con los de océanos, el oleaje es sutil, preciso para entonar su música sin imponer su poder  con golpes impetuosos sobre la arena. Añil profundo, gaviotas y pocas embarcaciones, constituyen la fórmula exacta para la inspiración poética.
Envuelto por un cielo azul completamente despejado, me dejé caer sobre la arena, a mirar y escuchar. Eso sí, atrapé estratégicamente mi inseparable mochila, al parecer, en Barcelona no es recomendable caer en éxtasis teresiano en sitos públicos, aunque las bellezas artísticas, naturales y humanas inviten a una mística contemplación, los roba-bolsas operan como radares de la distracción. Quizá el estímulo más complicado de evadir, por su cantidad, son las bellas catalanas. Subirse al metro es como abordar el “tranvía llamado deseo”,  una tras otra aparecen, es como habitar un hormiguero de hormigas reina. Uno se explica porque el monasterio tiene que estar lejos y en medio de la montaña, aquí los bonos celestiales por castidad se triplican, aun así, Montserrat tampoco es un refugio seguro, pues sus serranías son una sucesión de formas femeninas. Quizá un detalle inesperado es que pareciera que todas estuvieran  uniformadas, todas visten botas, jeans o mallones y  abrigo o chamarra. Debe ser la tendencia de invierno, pero llegué a la conclusión de que en la actualidad la moda no es la búsqueda de la originalidad sino la lucha por verse mejor con lo mismo. No es asunto local, pues había una gran cantidad de turistas orientales y compartían el uniforme.
Nunca había estado tan cerca del Mediterráneo, su incesante azul es un paisaje de reflexión zen, un vacío sobre el cual uno traza las líneas de su espiritualidad como rayas de un cuadro de Joan Miró.
Cuando el sol comenzó a crearme estragos, visualicé una red de restaurantes que me atrajeron como ratón tras el flautista de Hamelin. Todos enarbolan  nombres muy conceptuales, parece una muestra de lugares de la zona de Polanco en la Ciudad de México, pero ubicados a orillas del mar. Tras un recorrido por las afueras, elegí uno llamado Opium Mar, pero miré la carta antes de entrar, no pretendía romper mi romance con el Mediterráneo al recibir una cuenta exorbitante. En realidad, el precio se elevaba un poco sobre la media de lo que había visto hasta el momento, caro, pero recordando algunos lugarcillos donde te gastas tres euros menos, el lugar se perfilaba como paraíso.
Me atendió un mesero totalmente fashion: alto, delgado, trigueño, con rasgos ibérico-arábigos, en fin, un prófugo de un anuncio de Armani. Al preguntarle por los tintos que vendían por copa, desbordó un estilo gay que parecía que le había echado un piropo, lo cierto es que recibí noticias maravillosas, una opción era ese bálsamo emanado de las entrañas de la Ribera del Duero que se llama Protos. En comparación con las otras alternativas la copa tenía un precio elevado, pero el entorno lo justificaba. Cuando confirmé el pedido, pasó su mano por encima de la oreja izquierda y me dijo suavemente: ¡Vale! Como dicen por estas tierras, ¡Joder!, sentí que me aplicó aquella frase de Soltero maduro.. Pero en realidad ahí acabó la escena, al parecer era el capitán de meseros y su función era utilizar todos sus recursos de seducción en el momento clave en que uno hace el primer pedido. Seguramente sabe que agregar algo de encanto  al hambre y la fascinación de los comensales por el entorno, puede elevar el consumo.
Al visitar las instalaciones sanitarias, encontré que el lugar resguardaba un gran bar al cual convocaban  para recibir el 2012. Pensé que sería un lugar espléndido para festejar el inicio del último año maya, pero ya no estaré por aquí para esas fechas. Además una borrachera frente al Mediterráneo puede tener sus riesgos, con los sentimientos de grandiosidad provocados por el alcohol teniendo como escenario al mar con el mayor número referencias en la cultura occidental, puede emerger el Aquiles o Ulises que uno lleva dentro y  creer que ese manto de agua lo llama a grandes faenas.
Caminé otro tramo de la playa para luego encaminarme a otras rutas de Natura, crucé una de las entradas del Parc de la Ciutadella. Me dirigí a la famosa cascada diseñada por Josep Fontseré junto con su entonces estudiante, Antoni Gaudí. Pedí un café e inicié la redacción de estas líneas, tras lo cual me dispongo a seguir leyendo la magistral novela 1Q84 de Haruki Murakami, cuyas primeras dos partes (integradas en un solo libro) las porté, no sin cierto escepticismo, como libro de viaje. Mis dudas se derrumbaron desde las primeras páginas, en cuanto hago una pausa en el camino lo leo: en el transporte, en las comidas, en las noches y en mis tan gustadas escalas de lectura en parques, jardines, montañas y anexas. Esto ha tenido sus consecuencias, leí las 737 páginas en una semana, lo que me lanzó directo a La Casa del Libre, por la tercera parte. A pesar de la molestia por el hecho de que lo vendan más caro que en México, cuando en esta ciudad lo producen, lo compré y ya lo empecé a leer.
Desde mis tiempos  de lecturas rusas y de Los Miserables, no había sido atrapado de esta manera por un libro. El asunto es que ahora busco dos lunas en el cielo y en medio de tantos espacios mágicos que tiene Barcelona, siento que emerge a cada momento la Little People. No me han perdido, sucede que Murakami es un maestro de la pluma, utilizando sus propias palabras es un perceiver de la condición humana. Hay que leerlo, de otra manera  como dice el padre de Tengo, el protagonista: Si no lo entiendes sin que te lo explique, quiere decir que no lo entenderás por más que te lo explique.
Barcelona y 1Q84 quedaran impresos como un solo recuerdo en mí. En otra entrada, escribiré sobre el libro de Murakami, vinculándolo a otras series de libros que han tenido recientemente un gran  éxito, como Millenium, con las cuales comparte el tema de la violencia hacia la mujer, la cual parece intensificarse y diversificarse a cada momento, sumándose la violencia de las mujeres hacia su propio cuerpo, a través de crueles dietas, cirugías y ejercicios excesivos, esto es dolor, abstinencia y mutilación.
Por el momento seguiré mi andar catalán, mañana a Figueras, la patria chica de Dalí.  Bo adéu.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Un año más


Y en el reloj de antaño
como de año en año,
cinco minutos más para la cuenta atrás.
Hacemos el balance de lo bueno y malo,
cinco minutos antes de la cuenta atrás.
Y aunque para las uvas hay algunos nuevos,
a los que ya no están echaremos de menos.
Y a ver si espabilamos los que estamos vivos
y en el año que viene nos reímos.
1, 2, 3 y 4 y empieza otra vez
que la quinta es la una
y la sexta es la dos y así el siete es tres.

Un año más, Nacho Cano (Mecano)


       Escribo en el ocaso de este 2011, el cual muchos perciben como el umbral de la última noche vieja de la historia humana, teniendo como expectativa el cumplimiento de las profecías mayas en diciembre del 2012. En México es la antesala de un año electoral, cuyo tono ya pudimos saborear con el evento de Enrique Peña Nieto en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, esto es, los candidatos y quizá la candidata (me refiero a Josefina Vázquez Mota que no sería la primera, aunque ella así lo crea. Si la memoria no me falla hubo tres previas: Rosario Ibarra en 1988, Cecilia Soto en 1994 y Patricia Mercado en 2006), buscarán mostrarse inmaculad@s para convencernos que son la esperanza que resolverá los añejos conflictos de nuestra nación, mientras opositores y medios de comunicación estarán a la caza obsesiva de sus errores para distraernos con minucias, mientras la lista de los muertos se va engrosando y las instituciones financieras juegan con la inflación organizando “buenos fines”. Si es grave o no que Peña Nieto no supiera citar tres libros, no lo sé, la historia muestra que ha habido gobernantes muy cultos y tiránicos, el nivel de lectura de una persona por si misma no es garantía de nada. Quizá lo que si puede llamar la atención es el cinismo de la simulación, puesto que Peña Nieto fue a la FIL a presentar un libro y sí resulta sospechoso que tras haber escrito un libro no pueda citar tres textos, se pudo haber citado a si mismo si tanta confianza tiene en su propuesta.
        Lo cierto es que las fuerzas proféticas y políticas suelen ser igual de eficientes, por lo cual resulta mucho más benéfico atraer el destino a nuestra cotidianidad. Por eso decidí iniciar esta última entrada del año con el fragmento de una canción que forma parte de mis rituales personales de cambio de ciclo anual. Un año más es una pieza compuesta por Nacho Cano, quien fue parte de la agrupación Mecano. Es una canción maravillosa pues su contenido tiene fuertes raíces locales, es decir, habla de muchas tradiciones del centro de España, pero en su mensaje se vuelve universal. La conjunción de duelo y esperanza, la balanza entre logros y propósitos, los símbolos de transición y protección para enfrentar el nuevo ciclo que muestra la doble cara de toda incertidumbre: la posibilidad de lo excelso y lo siniestro, de la abundancia y la escasez, la salud y la enfermedad, el logro y el fracaso, en fin, la visión en claroscuro que se agudiza en estos periodos, aunque sabemos que la vida suele acercarse más a un policromático cuadro abstracto de Kandinsky, que a un claroscuro retrato hiperrealista de Rembrandt.
        En la tradición el tiempo simboliza el límite en la duración, principalmente en la duración de nuestra vida. El tiempo es la medida de lo terreno, de lo humano, más allá del tiempo está lo eterno, donde se borran las fronteras del espacio y habita lo que se denomina divino. Salir del tiempo es migrar del orden cósmico, es transitar de la física a la metafísica, la gran desconocida. Quizá por eso me resisto a lo eterno, porque no lo entiendo, tengo tendencias cronofílicas, restos obsesivos de protección de mis ansiedades infantiles frente a la evidencia de la muerte. Aceptar lo eterno es negar el tiempo, negar el espacio, negar el límite, negar la muerte.
        La fiesta del cambio de año simboliza un rito fuera del tiempo, el momento preciso de las 00:00 horas es un instante de eternidad, donde ha concluido el año previo y no ha iniciado el siguiente, es el lapso vacío entre el atragante de la última uva y el primer abrazo. Los celtas celebraban su año nuevo, el Samain, el primero de noviembre, durante la fiesta los humanos convivían con los habitantes del sid,  el otro-mundo. En el transcurso de la ceremonia los visitantes del sid tenían la sensación de haberse ausentado solamente algunos días o meses, cuando en realidad formaban parte del sid desde siglos atrás. Si uno de ellos pisaba el mundo humano fuera del Samain inmediatamente sumaba la edad acumulada desde que transitó al sid, esto es, moría inmediatamente por una insoportable vejez. Como los habitantes del sid la noche del 31 de diciembre nuestros muertos también se hacen presentes, o dicho con mayor precisión, se hacen ausentes, esto es, su ausencia evidencia el paso del tiempo, da prueba de que algún día estuvieron y ahora ya no están. En la brecha del no-tiempo tras las doce campanadas, nuestra mirada se dirige al lugar que ya no ocupan, escuchamos el murmullo de su silencio, pero inmediatamente después atrapamos con regocijo las sonrisas de las pequeñas y los pequeños, eslabón que nos unirá al tiempo cuando crucemos el umbral de la casa de Cronos.   
         Escribió Horacio: Dum loquimur, fugerit invida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero. Ensamblando varias propuestas de traducción, la versión que más me agrada es la siguiente: Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo envidioso se nos escapa. Aprovecha el día de hoy y no te fíes de ninguna manera del mañana. La frase Carpe Diem se popularizó cuando protagonizó el mensaje de la película de  La sociedad de los poetas muertos. El verbo Carpe se traduce también como saborear algo a bocados, seria como partir el tiempo en pedacitos para degustarlos lenta y plácidamente.
En una sociedad aspiracional como la nuestra, la frase del poeta latino llega como un remanso de serenidad en medio de la vorágine por la novedad y la permanente insatisfacción con el presente. Dedicamos horas de discurso y pensamiento al futuro mientras el presente continua su incesante huída, tememos a la muerte pero tiramos bocados a cada momento, sin darnos cuenta que todo tiempo despilfarrado es una pequeña muerte.
Como dice Mafalda, probablemente lo que acabo de escribir es tan cierto que no sirve para nada, sin embargo, es solo la problematización para arribar al verdadero punto que es el de la responsabilidad de vivir con nosotros y convivir con los otros.
Para abordar el tema, dialogaré con Viktor Frankl, quien ha sido calificado en muchas ocasiones como idealista, pero a diferencia de casi todos los teóricos “psi”, él no teorizó la violencia, sino teorizó desde la violencia. Víctima en los campos de concentración nazi (estuvo en tres, entre ellos el de Auschwitz) experimentó en primera persona el horror, vivenció el extremo de esa capacidad destructiva que es exclusiva de la especie humana. Sobreviviente de la maquinaria de la crueldad, decidió no aniquilar, ni aniquilarse, sino esforzarse por traducir a nuestro lenguaje, pues nada podemos entender de esa crueldad si no la sufrimos, el dolor no sólo de ser cosificado, sino de sentir a diario y por años las más terribles sensaciones que el cuerpo puede soportar.  Por eso, cuando Frankl habla de Sentido de la vida, le creo, pues vio frente a frente a la física de la maldad, mucho más terrible que la metafísica de la maldad, pues en la tradición occidental el demonio solamente quiere alejar a los humanos de Dios, no aniquilarlos.
Afín a los planteamientos del psicoanálisis, considero que vivimos en una condición patológica, somos seres en falta, sin embargo, la decisión de seguir viviendo se sustenta en el Sentido de la vida. Si seguir viviendo dependiera exclusivamente de la condición patológica, el suicidio sería más visitado que Facebook.
Con respecto al Sentido de vida, Frankl dice: En última instancia, el hombre no debería inquirir cuál es el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien se inquiere. En una palabra, a cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente puede responder  a la vida respondiendo por su propia vida; sólo siendo responsable puede contestar a la vida. Maravilloso mensaje en una era de crisis de la responsabilidad, actualmente pocas personas asumen la responsabilidad sobre sus vidas y sus aconteceres, hay la sensación de ser producto de… la familia, la sociedad, el sistema económico, etc. Si bien, estas instancias influyen fuertemente en nuestra vida, la responsabilidad de lo que se hace o como se procesa esta influencia, es de cada quien.
Al planteamiento de Frankl, agregaría que el Sentido de la vida se encuentra no solamente en la responsabilidad por nuestra vida, sino cuando logramos hacernos responsables de alguien o algo diferente a nosotros mismos. Desde mi perspectiva quien no logra crear en su vida algo diferente a sí mismo, difícilmente se puede asumir como trascendente. Esto aplica desde la reproducción humana, uno puede tener un coito y reproducirse, pero la creación de lo humano es un más allá de eso, es cuando uno asume la responsabilidad del ser que nace, le otorga un lugar en su subjetividad, en su hogar, en su genealogía y en la comunidad humana, impregnándolo con el perfume del amor necesario para promover su óptimo desarrollo.
Es por eso que en el rito del no tiempo me propondré ser más responsable conmigo, con mi tiempo, con mis seres amados, con la comunidad a la que pertenezco y por supuesto con las personas que confían en que con mis competencias y recursos clínicos puedo colaborar en el mejoramiento de su calidad de vida, particularmente los niños y adolescentes, quienes a diario forman en mi consultorio un espacio transicional, un  espacio potencial a partir del cual pueden vivir su patología desde una posición más creativa que destructiva y hacerse responsables  para crear algo diferente a ellos mismos  y así definir un Sentido de su vida y obsequiar a su comunidad los dones emanados de sus talentos.
Para concluir, retomo otra excelsa frase de Mafalda que resume todo lo expuesto anteriormente: ¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Sobre el arte de estar enamorado


     Hace dos mil años, Ovido escribió su Ars Amandi. Inspirado en ese poema didáctico sobre el amor, en 1956 Erich Fromm publica en inglés su multicitado pero pocas veces aplicado The art of loving,  y tres años después apareció la edición en español con el título El arte de amar. Cuarenta y cinco años después, y a pesar del maravilloso texto que matizó notablemente mi decisión de caminar por las rutas “psi”,  seguimos siendo igual de ignorantes con respecto al amor. Quizá el amor es de esos temas con respecto a los cuales habría que seguir el prudente consejo del filósofo Ludwig Wittgenstein: “De lo que no se puede hablar, hay que callar”.
       A diario, frente a mis pacientes, sean niños, adolescentes o adultos; me pregunto: “¿qué es el amor?”. Cuando una respuesta comienza a dibujarse, la noticia de algún acto humano me lleva a dudar y finalmente a renunciar a mi dilucidación.  Su naturaleza evasiva puede ser la fuente de su fuerza, como afirmaba en buen Freud, quien se entrega al amor es el más vulnerable, pues la incertidumbre de los designios de eros hace del amor una condición de alto riesgo.
       Advierte, implacable, Rainer Maria Rilke en la primera de sus Elegías del Duino: “Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo de lo terrible en un grado que todavía podemos soportar y si lo admiramos tanto es sólo porque, indiferente, rehúsa aniquilarnos”. Después de leer esto resulta inocente lanzarse a los brazos de la belleza y el amor sin un dejo de temor, lo harán solamente los ilusos, los tibios o los perversos.   
       Sin embargo, a pesar de las incontables referencias a las agudas aristas del amor, los humanos lo hacemos el protagonista de nuestros días, los consultorios psicoterapéuticos se impregnan incesantemente con el perfume de las historias de amor o el agrio tufillo del desamor.
      Lo cierto es que más allá del eterno inventario de los sinsabores del amor, estar enamorado es la más deliciosa de las locuras, es la sinrazón más sublime, la cual, como todo lo sublime, se puede convertir en un arte.  Hay quienes disfrutan del enamoramiento salvaje, otros viven tranquilos con el enamoramiento estratégico, es decir, racional y regulado. Los hay que viven el enamoramiento como una suerte de destino o quienes sólo se enamoran de reproducciones de sí mismos. Para mi, estar enamorado es un estado en permanente creación, por eso resulta absurdo afirmar “soy enamorado”,  decimos que “estamos enamorados” porque podemos dejar de estarlo. Para mí, estar enamorado es hacer de mi amor la fuente de un arte, del que emanen  a diario obras para obsequiarlas a mi amada, quien podrá palpar en ellas la medida de mi amor.   
      Para afinar la claridad de mis dichos, he decidido invitarles a degustar la bella letra de una canción de Pablo Milanés, la cual considero la canción más romántica escrita en castellano. Un solo obstáculo me ha limitado en otros momentos  para hacer explícito mi gusto por la pieza, su título, se llama Yolanda, lo cual seguramente les llevará a preguntarse sobre mi reserva. Mi madre se llama como la canción y mi mente psicoanalítica me arroja inmediatamente a las lecturas edípicas. Pero decidido a no restringirme por esto, prefiero dejar a su consideración la letra de esta bella canción, la cual iré comentando para ilustrar mi perspectiva del arte de estar enamorado. De cualquier manera, para no distraer a los lectores con detalles autobiográficos, citaré la versión de Guadalupe Pineda, la cual se titula Te amo y omite el nombre de Yolanda.
Esto no puede ser no mas que una canción
Quisiera fuera una declaración de amor
Romántica sin reparar en formas tales
Que ponga freno a lo que siento ahora a raudales
Te amo
Te amo
Eternamente te amo

      Lograr que toda expresión sea una declaración de amor es la más alta aspiración del enamorado, hacer del tiempo el lienzo donde se plasma una eterna poesía a la amada, dejando de lado las formas para liberar las palabras más sazonadas por el arrebato romántico. Decir incesantemente “Te amo”, sin sentir que la frase o la intención se erosionan con su enunciación. Purificarse del imperativo de lo novedoso, para disfrutar del placer de lo renovado. 
Si me faltaras no voy a morirme
Si he de morir quiero que sea contigo
Mi soledad se siente acompañada
Por eso a veces se que necesito
Tu mano
Tu mano
Eternamente tu mano
      ¡Milanés, en tus manos encomiendo mi corazón! Si me faltaras no voy a morirme, si he de morir quiero que sea contigo… Excelsa apología del amor no-masoquista, en tiempos donde impera el estilo Amar te duele, o lo que es lo mismo el No pain, no love, el poeta cubano nos muestra un horizonte de amor bajo en dependencia: no te necesito para vivir, pero quisiera estar hasta la muerte junto a ti. Otra no menos grande: Mi soledad se siente acompañada, por eso a veces se que necesito, tu mano… es la frase romántica más honesta que conozco. Somos una legión de soledades, nuestra vida es intransferible, más allá de las fantasías Ciencio-ficcionarias. Saber elegir la compañía a nuestra soledad es el mayor de los dones. Estamos rodeados de personas que no eligen sino acompañantes placebos o deciden vivir en medio de puros desechos tóxicos. Las compañías que uno se procura son evidencia de quienes somos, de ahí la sabiduría del dicho popular “dime con quien andas y te diré quien eres”. Enamorarnos implica el deseo de compartir nuestra intimidad con alguien, ¿a quien invitamos al espacio íntimo?, la respuesta da cuenta del valor que para nosotros tiene ese lugar donde necesariamente somos vulnerables. Hay quienes invitan a la violencia, quienes reciben a la locura,  conviven con el riesgo, en fin, pareciera que para intimidar requieren pagar una cuota de masoquismo. Por el contrario hay quienes sólo pretenden dar entrada a la perfección, expulsando a los invitados por cualquier nimiedad. Algunos se enamoran de personas que les permiten evadir la intimidad, son los social lovers. En fin, muchas pueden ser las variaciones, cada quien conoce su constelación de “intimidados” y hasta donde constituyen oportunidades para acompañar su soledad o son puros recursos de evasión de sí mismos, de su soledad.
           
Cuando te ví sabia que era cierto
Este temor de hallarme descubierto
Tu me desnudas con siete razones
Me abres el pecho siempre que me colmas
De amores
De amores
Eternamente de amores
       El umbral del enamoramiento, en el cual deseamos profundamente que esa otra o ese otro, descubran nuestra intención y nuestro sentir, experimentando simultáneamente el temor a no ser correspondidos, miedo que inspira todas las poses pre-relacionales. Ríos de palabras corren todos los días, conjuntando propuestas para esta etapa, en ocasiones es tan grande la fobia al rechazo, que muchas personas dejan pasar frente a sí a quien pudo ser el amor de su vida. Como dice Pablo, Este temor de sentirme descubierto, tu me desnudas con siete razones… El enamorado está expuesto, está desnudo, los intentos por ocultar dicha desnudez lo hacen lucir como el personaje del cuento El traje nuevo del Emperador de Hans Christian Andersen, quien creyendo portar un majestuoso atuendo en realidad expone su desnudez a todos. La capacidad para estar expuestos sin ser invadidos por la paranoia es una de las artes mayores del estar enamorado. Los seres humanos nacemos con mecanismos para defendernos, quienes han sufrido daños tempranos suelen intensificar sus defensas colocando grandes barreras al otro por el temor a que el dolor regrese. Quien sintió su dolor acompañado por una persona suficientemente empática, puede vincularse de una manera espontánea, no niega el dolor pero lo vive como algo pasajero.
Si alguna vez me siento derrotado
Renuncio a ver el sol cada mañana
Rezando el credo que me has enseñado
Miro tu cara y digo en la ventana:
Te amo, te amo, eternamente te amo
       Una frase de Octavio Paz que cito incansablemente es la de “Amar es combatir”, cuando uno siente que ya no tiene sentido luchar por la amada, cuando uno se siente derrotado, cuando uno deja de combatir, entonces el enamoramiento empieza a evaporarse hasta convertirse en un terreno árido. Uno puede saber cuan amado es, observando el nivel de combate de la otra persona por uno. Hay que ser precavidos en esta evaluación porque la capacidad de combate también depende de personalidades y estilos, por tanto, sólo podremos medir el nivel de combate de alguien a partir de su peculiaridad. Al mismo tiempo, hay pseudocombatientes, son los simuladores que exaltan sus proezas en el amor o las realizan solamente para socializarlas y satisfacer el apetito voyeurista de sus “seguidores”. La frase Rezando el credo que me has enseñado, es la síntesis del arte de estar enamorado. Aunque remita al poema idealista nacionalista de “¡México, creo en ti…!” de Ricardo López, considero que cuando le decimos a la persona amada “Creo en ti”, es una manifestación de profunda confianza, la cual impulsa el deseo de compartir el resto de la vida con ella: “Creo en ti, creo en nosotros, creo en lo que somos y en lo que podemos ser”. Considero que encontrar personas en las cuales creer, en las cuales confiar, es la mayor faena de la vida. Pero encontrar a la persona por cuyo amor decidamos reescribir nuestro Credo es el mayor de los logros, del cual deriva una vida de creatividad, una vida existencialmente artística.
       El arte de estar enamorado es el de la confianza, creer que con ese otro (esa otra), el amado (la amada),  crearemos conjuntamente la mejor de las vidas.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Letras etéreas: vulnerabilidad, amor y libertad




Tras una vida soñando con ese instante, de pronto me encontré lanzándome de una avioneta, cayendo libre a 200 kilómetros por hora sintiendo arrebatadoras caricias del viento y la fuerza de la tierra atrayéndome a ella, celosa de que tempranamente hubiera entregado mi amor a las nubes. Libre de todo pensamiento, con el cuerpo totalmente comprometido en la experiencia, como tendría que ser toda vivencia de verdadero placer, eternicé los segundos en ese fugaz orgasmo con la naturaleza.
El solipsismo se rompió súbitamente con una voz diciéndome: “voy a abrir”, destrozando mi fantasía de poder extender mis brazos y remontar libremente el vuelo. El paracaídas hizo su labor de resistencia, el resto fueron sólo suspiros, como esa quietud postcoital, donde se visualiza el retorno a la realidad pero se conserva el furor de los momentos previos.
Crucé la frontera del tiempo, mis fantasmas del pasado fueron arrastrados por el soplo del aire. Mirar a la tierra de frente, reírme de su gravedad, me llevó a sentir la soportable levedad del ser, en el instante de la caída supe que era otro quien bajaba.
La experiencia me develó un secreto oculto en el ruido de la era actual. En un tiempo donde todo mundo valora sus “fortalezas”, una luz cayó sobre una frase que visualicé al momento de caer: “El miedo a la vulnerabilidad es la raíz de todos los miedos y el miedo devora las alas de la libertad”.  Trabajar las fortalezas negando la vulnerabilidad es como hacer ejercicio tomando esteroides anabólicos, se crea una fuerza ficticia, aparente. De ahí que estemos rodeados de gente con “talento muscular”, de “personalidades hiperanabolizadas”, espíritus secos intoxicados de sí mismos.  
Hace unos días vi la magistral obra cinematográfica de Terrence Malick, El árbol de la vida, la cual hace uno de los planteamientos más profundos a nuestra condición humana: Frente a la conciencia de nuestra vulnerabilidad ¿dónde buscamos respuestas: en la naturaleza o en la divinidad, en el devenir o en la gracia? En lo personal, me oriento por natura, creo que el único sentido de nuestra existencia es el que nosotros mismos le podemos dar a partir de nuestra maravillosa y terrorífica herencia filogenética que nos permite tener conciencia de nosotros mismos. Sin embargo, respeto profundamente a quienes como el Job bíblico, de cuya historia parte la película, abren sus brazos a la felicidad y dolor dictaminados desde esferas celestiales. Finalmente a creyentes, ateos y agnósticos, se nos contagia por igual el miedo a la vulnerabilidad y nuestras creencias o teorías tan sólo son intentos por disminuir nuestra angustia.
En los últimos años fui lanzado de un lado a otro por mis múltiples vulnerabilidades, pero resistí el impulso casi inercial a mirar al cielo y deseché el ideal occidental del “solitario”, la vida estilo “Palacio”, dejé de buscar el futuro en el espejo y me encontré , o más bien me reencontré, con los otros y en los otros. Sobreviviente de la hoguera de las vanidades, quedé hastiado del derroche narcisista de los “empoderados”, los “pro-activos” y los “creativos”; todos ellos ostentadores de una aburrida “in-vulnerabilidad”.
Dice Octavio Paz: “El hombre es un ser precario, complejo, doble o triple, habitado por fantasmas, espoleado por los apetitos, roído por el deseo: espectáculo prodigioso y lamentable. Cada hombre es un ser singular y cada hombre se parece a todos los otros. Cada hombre es único y cada hombre es muchos hombres que él no conoce: el yo plural. Cervantes sonríe: aprender a ser libre es aprender a sonreír”.
Al pisar tierra, tras largos minutos flotando en las entrañas de la atmósfera, fue deslumbrante la claridad: “aceptar mi vulnerabilidad me hará libre”. Hoy me asumo vulnerable, de ahí que recibo los embates como manifestaciones del sentimiento de vulnerabilidad de los demás, de su miedo a ser libres.




jueves, 22 de septiembre de 2011

Risa y Libertad: El camino del Héroe


La risa me atrapó como nunca antes, mi faceta de psicoanalista me susurró: “finalmente sucedió… te volviste loco”.  Mas el diagnóstico no menguo ni un ápice la risa, quizá la incrementó, pero eso no parecía posible. Opacados todos los sonidos por el íntimo jolgorio, mi ser levantó su voz para decir: “ya no hay tristeza, ya no hay enojo, ya no hay miedo, ya no hay nostalgia, solo risa…. ERES LIBRE” y cesé inmediatamente de reír, simplemente para escucharlo nuevamente y de manera plena: “ERES LIBRE”. Superado el impacto, supe que dicho paso no merecía menos que un ritual e inicie los planes para lanzarme de 3000 metros de altura para volar como mis queridas aves, aunque sea por unos minutos y con un sujeto atado a mi espalda asegurando que llegue bien a tierra.  ¿Qué resultará de ese vuelo? Lo narraré después del 8 de octubre.
Hoy me enfocaré en un diálogo con Fernando Savater,  quien después de haber escrito muy joven el libro La tarea del Héroe, retornó al tema en su texto El contenido de la felicidad. Haré una reflexión sobre la risa, la libertad y el camino del héroe; las cuales me encaminarán a mi lanzamiento a las entrañas del viento.
Partiré de una frase de Nietzsche, citada por el filósofo vasco: Quien tiene un carácter tiene una experiencia que vuelve. Savater asocia dicha vuelta con el deseo, con lo que se  quiere realmente, de ahí que el carácter sea la intersección entre el determinismo y el libre albedrío, es la fuerza para arrancarse de la gravedad del determinismo para levantar el vuelo hacia la libertad.
       El héroe es quien posee la fuerza, la intrepidez y la generosidad para cumplir el deseo de todo ser humano: descubrirse y elegirse a uno mismo: un atreverse a  ser plenamente, racionalmente, quien ya se es.
     El deseo no puede elegirse a sí mismo, las diferencias entre los seres humanos se definen en una mezcolanza de los medios y objetivos particulares, revueltos con la circunstancia individual conformada por la biología, la historia, la economía y los azares más contingentes, los dotes de la persona y la oportunidad inescrutable de los encuentros.
      Al descubrirse  y elegirse a sí mismo, el héroe se convierte en un fundador, pero lo que funda es a sí mismo, su identidad mítica, que nada, salvo su propia fuerza, inventa y sostiene. Por lo mismo, el héroe se inventa a sí mismo pero sobre la base de lo que es. El héroe no participa en operaciones de acoso y derribo impulsadas por la moral, ese instrumento de valoración de premio o condena cuyo fin es el control ideológico de la conducta ajena. Al héroe lo inspira la acción y no el juicio, por tanto, es guiado por una ética, la cual debe emanar de adentro y no de consensos que en muchas ocasiones han sustentado la tiranía.  Como afirma Savater, cuando la acción es vista desde el exterior ya no se observa de ella más que su casualidad inerte, su condición de resultado, pero no lo que de opción e intención libre pudo haber en su origen; por decirlo de modo más radical, considerada desde la exterioridad toda acción pertenece al ámbito de la necesidad y no al de la libertad.
        De esta manera el héroe va en contrasentido de las actuales prácticas empujadas por la profunda desconfianza del ser, donde afectos, vivencias y fantasías son puestas a votación para que las personas sepan si están viviendo legítimamente o no.
        El punto de vista del héroe es el origen de la acción, el instante irrepetible en que- cada vez como si fuera la primera vez- hay que tomar partido y jugarse la vida, jugándose en la vida. De ahí que el héroe no sea una teoría o una aspiración, es un ser-en-acto, reconoce el pasado y el futuro pero decide en el presente. El héroe es alegre y virtuoso, no en el sentido moral, sino en la búsqueda de  la areté, de la excelencia de su propio ser, al cual escucha permanentemente logrando decidir solamente desde las raíces de su condición.  El héroe no lo sabe todo, pero todo le sabe, se entrega a cada instante y en su arrojo en ocasiones sale herido o derrotado, pero aún en su desconsuelo sale triunfal pues todo movimiento a su conocimiento interior lo valora como un laurel, sin importar que haya sido impulsado por el dolor.
         Hasta los héroes más sombríos, en el momento de su gesto heroico, se rodean de una cierta aura regocijada. Y es que el héroe supera en su decisión la seriedad de la vida, porque la seriedad del mundo es la necesidad y él se sabe libre. Los héroes ríen siempre: se ríen de lo necesario, se ríen de su desventura y en su desconsuelo. Es por eso que el héroe siempre conserva un rictus de ironía. El héroe se aburre entre los serios y con esto no me refiero a los inexpresivos, en este sentido los serios son los que se visten con los imperativos del consenso social y temerosos de la alienación no se permiten la risa  frente a los monumentos que resguardan el supuesto orden social. El héroe vive las buenas costumbres como grilletes que le impiden el viaje a su interior.
En su libro sobre El concepto de ironía el espirituoso Kierkegaard afirma que  en la ironía, el sujeto es negativamente libre, pues falta la realidad que le proveería un contenido; el sujeto es libre de las ataduras con las que la realidad dada retiene al sujeto, pero es negativamente libre, y como tal, puesto que no hay nada que lo retenga, queda suspendido. Pero es esa libertad, es ese estar suspendido el que da al ironista un cierto entusiasmo, pues es como si se embriagase en la infinitud de las posibilidades, pues en caso de necesitar consuelo frente a tanta ruina puede refugiarse en la enorme reserva de la posibilidad. Quizá el límite para el buen y seductor filósofo danés es su necesidad de certezas, la cual nunca lo dejó arrancarse del cristianismo para lanzarse a la verdadera angustia, sobre la cual escribió magistralmente. El negativo que le atribuye a la ironía se sustenta en la suposición de una realidad positiva la cual supuestamente el irónico deja a un lado. Sin embargo, Kierkegaard toca en este fragmento un elemento esencial del héroe:  no hay nada que lo retenga, queda suspendido. Precisamente al negarse a proponer direcciones a los otros, nada lo retiene, pero tampoco retiene a nadie.  El héroe sabe que el deseo puede multiplicar sus rutas sin previo aviso, por tanto, su corazón no es una ciudad amurallada, sino un valle al cual se puede entrar y salir desde diferentes alturas y con diversos niveles de riesgo. Al mismo tiempo asume que al visitar otros valles nunca tiene asegurada la permanencia. No por ello, sus ojos se han secado, no es poco frecuente que salga de valles por la ruta más escarpada con la sola intención de retrasar su migración, dándose tiempo para derramar las más sentidas lágrimas, pero eso sí, dejándolas en el valle que las inspiraron, nunca traslada lágrimas de un valle a otro.
Aunque parezca paradójico, la función del héroe es profundamente social, pero el héroe mismo rara vez lo es. El héroe vive gran parte de su vida en soledad, actúa en lo social pero se busca en solitario. Quien derrama su mirada sobre los otros, queda inhabilitado para la introspección, quien valora intensamente los dones ajenos, devalúa sus propios talentos encapsulándolos con el acero de la envidia. Paranoia, significa tener la atención dirigida al exterior. Actualmente predomina el posicionamiento paranoico, el deseo se vuelca en necesidad cuando nos orientamos hacia lo que no somos, aplastando al ser con toneladas de condicionantes, con el querer ser todo menos uno mismo.
La verdad del héroe es su risa, la alegría que brota de la gran seriedad de lo irremediable momentáneamente vencida. El mayor talento del héroe es saber reconocer lo irremediable, por eso, cuando no lucha, ríe. Pues solamente lo remediable justifica el impulso y la seriedad. El héroe se ríe de la esperanza y trabaja sobre lo posible, pelea permanentemente contra los dioses, quienes lo persiguen para arrojarlo a la tragedia. Pero siempre se libera pues sabe que su única trascendencia son las semillas de deseo esparcidas durante sus batallas o lanzadas por sus carcajadas. Como buen amoroso, frente a la muerte el héroe Se pone a cantar  entre labios una canción no aprendida. Y se va llorando, llorando la hermosa vida.


viernes, 19 de agosto de 2011

Espectros del delirio: Síndromes de falsa identificación delirante

Introducción a la serie
Se denomina Síndromes psicológicos infrecuentes a padecimientos cuya incidencia es de 0.001%, esto es, afectan a una de cada cien mil personas, encontrándose muy distantes de las estadísticas de trastornos como la depresión, que agrupa en su regimiento al 15% de la población, esto es, 15 personas de cada 100 están deprimidas.
         La palabra delirio proviene del latín delirare que significa salirse del surco, por tanto el delirante es quien se sale del surco. El famoso manual psiquiátrico de Kaplan, define la idea delirante como Creencia falsa que se basa en una deducción incorrecta relativa a la realidad exterior, que se sostienen firmemente a pesar de las pruebas o la evidencia contradictoria objetiva y manifiesta, y a pesar de que otros miembros del entorno cultural no comparten la creencia.  Acotar lo que es un delirio resulta sumamente complicado, si partiéramos de una visión estrictamente científica, todas las creencias religiosas estarían dentro del campo de las ideas delirantes. Por esto,  el consenso es uno de los criterios más utilizados para determinar si una idea es delirante o no. Si en Occidente alguien afirma: “Creo en Dios, vive en el cielo y le habla a los humanos de maneras insospechadas”, compartirá su idea con un alto porcentaje de la población. Pero si dice: “Creo en Dios, vive en mi BlackBerry y me manda mensajes”, entonces será considerado un alienado, alguien que no se encuentra parado en la línea de la cordura, que se ha salido del surco, un delirante, que en lugar de ingerir una porción de harina consagrada recibirá unos comprimidos oblongos, ranurados, de color blanco y hechos con la substancia activa risperidona.
Los delirios pueden ser entendidos, en el campo psi, desde tres grandes perspectivas: cognitivo-conductual, psicoanalítica y médico-psiquiátrica. ¿Cuál es el modelo más adecuado? Personalmente creo que el enfoque que elige un especialista no depende tanto de la pertinencia del modelo sino de la personalidad y creencias del especialista, que lo hacen preferir una perspectiva por encima de las otras.


Síndromes de falsa identificación delirante
       Una mujer de 53 años ingresa al consultorio del psiquiatra francés Jean Marie Joseph Capgras, corre el año de 1923, la dama se autodenomina Madame de Río-Branco y tiene una fuerte convicción: sus familiares y otras personas allegadas a ella, tienen las misma apariencia de siempre pero ella sabe que han sido suplantados por sosies, quienes le han robado una fortuna, la cual en realidad nunca existió. El término sosies, emana de una narración de la mitología griega, en la cual Zeus toma la forma de Anfitrión, el rey de Tirinto, y su sirviente toma la forma del siervo de Anfitrión, Sosias. Las metamorfosis fueron motivadas por el deseo de Zeus de tener relaciones sexuales con Alcmena, la esposa de Anfitrión.  
        Madame Río-Branco se casó en 1898, teniendo 29 años. Su primer hijo murió a los pocos meses de nacer, posteriormente  dio a luz a unas gemelas y una de ellas murió a una edad muy temprana. Luego tuvo unos gemelos que también murieron. Para Madame, un hijo fue muerto por envenenamiento, los demás fueron secuestrados
Afirma que su hija (la única sobreviviente) y su esposo, han sido sustituidos por dobles. Asegura que su “auténtico” marido nunca hubiera permitido que la ingresaran en un hospital psiquiátrico. Lo han asesinado y lo han sustituido con ochenta dobles. Agrega que durante el periodo de la primera guerra mundial, unas dos mil jóvenes actuaron como sustitutas de su hija.
Quien secuestra y sustituye a las personas es una “sociedad” a la cual ha denunciado ante las autoridades de París. Es un grupo que mantiene en cautiverio bajo el suelo de París, a miles de personas “auténticas” las cuales han sido sustituidas por sosies.
Fascinado por el caso, el Dr. Capgras lo publicó, junto con Jean Reboul-Lachaux, en el Bulletin de la Societé Clinique et Médicine Mentale, denominando el padecimiento como “Ilusión de sosias”. Un año después, Capgras, ahora con su discípulo Carette, describió el caso de otra mujer con síntomas similares. En 1924, Depovy y Montassut, bautizaron al conjunto de signos y síntomas característicos de estos casos como Síndrome de Capgras, el cual es una de las cuatro variantes del Síndrome de falsa identificación delirante.
El Síndrome de Capgras se caracteriza  por la idea delirante de que alguien, habitualmente un pariente cercano o un amigo, ha sido sustituido por un doble para hacerle daño al delirante. Para hacer el diagnóstico, es importante descartar que no existe compromiso de conciencia o demencia severa, pues en estas condiciones los errores de reconocimiento son frecuentes y variables. Existe un intenso debate alrededor de si se debe considerar estas características como un síndrome o solamente como síntomas de un padecimiento mayor como: esquizofrenia, déficit de vitamina B12, hipertiroidismo, diabetes mellitus, intoxicaciones, traumatismos cráneo-encefálicos, accidentes vasculares, entre otros.
Desde la perspectiva médico-psiquiátrica-neurológica hay propuestas explicativas de la etiología (origen) del Síndrome de Capgras, sin embargo, dichas propuestas abarcan a todos los Síndromes de falsa identificación delirante, por tanto, reservaré dichos datos para el final del texto.
Con los lentes psicoanalíticos puestos, haré un brevísimo comentario que debe tomarse con reserva, pues solamente tiene como fin facilitar la comprensión. En general, la psicosis es considerada por el psicoanálisis como un conflicto de interacción entre la subjetividad y la realidad, donde por la fragilidad en la integración psíquica el sujeto fragmenta la representación de sí mismo, despersonalizándose. Los delirios y las alucinaciones acompañan al psicótico, para Freud son los últimos recursos con los que cuenta la persona para conservar cierta cohesión, son como una especie de prótesis psíquicas. En la psicosis, el incipiente yo, recurre a mecanismos de protección muy básicos, que son la escisión y la proyección,  esto es, frente al conflicto se divide subjetivamente (escisión) y lanza hacia fuera los contenidos amenazantes (proyección), depositándolos casi siempre en otra persona. Esto origina las ideas delirantes de persecución, pues la persona tiene la convicción que el sujeto de su proyección personifica sus elementos conflictivos.
Retomando el caso de Madame Río-Branco, se explicarían sus delirios como producto de su ambivalencia subjetiva. Al no poder elaborar el duelo por sus hijos muertos, sistematiza un delirio para convivir con su ausencia: no están muertos, sólo secuestrados. La imposibilidad de enfrentar la ambivalencia de sentimientos hacia su esposo y su hija, la llevan a fragmentarlos, a la hija en dos mil representaciones, al esposo en ochenta. De esta manera puede conservar en su interior las representaciones positivas de sus seres amados, sin las cuales, probablemente caería en una angustia aniquilante.
Cabe señalar que todavía a finales del siglo XIX y principios del XX, eran muy frecuentes las muertes infantiles, por lo mismo, la pérdida de los hijos  infantes se minimizaba, no permitiéndole a muchas mujeres expresar el profundo dolor que sentían por el deceso de sus pequeñas y pequeños.
Una mujer de 27 años, quien nació junto con el siglo veinte, asegura que hay personas de su entorno las cuales encarnan a otras que ya conoce. Cree que la persiguen para asediarla y atormentarla. Considera que dichas personas pueden realizar todo tipo de transformaciones y ordenar a otras personas que se transformen.
Manifiesta un comportamiento burdo y tiene problemas en la piel que le hacen ver mayor. Es hija de un obrero, ella ha trabajado en el servicio de limpieza de grandes casas, en una cafetería, en una fábrica, en un restaurante; pero no logra conservar un empleo más de unos cuantos meses. Aunque no presenta signos y síntomas de amnesia o desorientación, ha llegado a dormir  en albergues de caridad. Afirma tener un gusto especial por los temas espirituales y elevados y por el teatro, al grado de ahorrarse comidas para pagar su entrada. Le molesta la vulgaridad en la gente, considera a los hombres como dominados por sus apetitos, lo cual los coloca en una categoría inferior a las mujeres. No comprende porque es la única persona de su familia que no se ha casado si es la más sofisticada del grupo.
Tiene delirios de persecución donde sus principales perseguidoras son las actrices Robine y Sarah Benhardt (la actriz francesa más famosa de todos los tiempos). Ellas la persiguen desde mucho años atrás, adoptando la apariencia de gente que ella conoce, interfieren su pensamiento con amenazas, la obligan a detener algunos actos y la obligan a ejecutar otros contra su voluntad, como masturbarse.
La mujer del relato fue la primera persona  diagnosticada con el Síndrome de Frégoli, entidad nosológica que toma su nombre de Leopoldo Frégoli, el mayor transformista de la historia, quien empezó su carrera en 1890. El actor dejó grabadas películas donde se le ve cambiar de vestuario hasta veinte veces en dos minutos (conózcanlo y practiquen su italiano en: http://www.youtube.com/watch?v=N1YQR6yh3AU&feature=BFa&list=PLC152D4CF744A49CE&index=9).
Fueron los psiquiatras Courbon y Fail, quienes tomaron el apellido del transformista para denominar en 1927 el síndrome que les hizo pasar a la historia. La principal característica de este síndrome, es la creencia que tiene la persona delirante de que alguien le persigue ahí donde vaya, el perseguidor puede cambiar su apariencia voluntad prefiriendo adquirir la imagen de familiares o amigos.
En el caso de la joven, la cual nunca develó su nombre, era la gran actriz Sarah Bernhardt quien la perseguía, en uno de tantos eventos la estrella se le   presentó transformada en enfermera en un hospital  y se introdujo en su cuerpo obligándola a masturbarse. Robine Bernhardt nunca existió, el origen de este nombre se encuentra en la historia de la misma actriz, cuyo nombre de pila era Rosine Bernhardt. La elección de perseguidores famosos como foco de un delirio, es frecuente en las personas psicóticas. Esto se explica de la siguiente manera. Como referí anteriormente, los mecanismos que anteceden a la creación de los delirios paranoicos, son los de escisión y proyección. En el caso del  Síndrome de Frégoli, se repite el tipo de vínculo establecido con las personas allegadas, todo parte de una idealización de las figuras de amor, las cuales al frustrar y provocar sentimientos agresivos en el delirante estos los proyectan en otras personas. Sarah Bernhardt fue primeramente idealizada por la joven, una vez colocada en ese lugar se dieron las condiciones necesarias para convertirla en rastreadora. Es por esto que a mis estudiantes de Psicología suelo decirles “cuídense de las idealizaciones”, pues quien te idealiza está viendo una más allá de ti mismo y cuando te des-idealiza, la caída al más acá suele ser muy intensa, su frustración narcisista se acompaña de fuertes  sentimientos destructivos. En el caso de la psicosis esa frustración se sintomatiza como delirio.
En 1932, el mismo Courbon, pero en esa ocasión en coautoría con Tusques, publicó un trabajo describiendo el Síndrome de intermetamorfosis, que consiste en la convicción delirante de que personas cercanas modifican su aspecto a voluntad intercambiándose por otros. Regularmente el intercambio es entre las mismas personas, así A pasa a ser B, B pasa a ser C y así sucesivamente. Otra manera de expresarlo sería que la Madre se intercambia con la Hermana, la Hermana con el Padre, el Padre con el Abuelo, etc.
El último de los Síndromes de falsa identificación delirante, es el Síndrome de los dobles subjetivos, el cual fue categorizado por el psiquiatra George N. Christodoulou. Este síndrome se caracteriza por la convicción de la persona delirante de que otros se están transformando físicamente en ella. En la literatura, el cine, el teatro, la televisión, las historietas (manga) y la música; se le conoce como el Fenómeno Doppelgänger, es un vocablo alemán utilizado para definir al doble fantasma de una persona viva, proviene de doppel, que significa doble, y gänger, que se traduce como andante. La palabra fue acuñada por Jean Paul, no el autor de estas líneas, sino el escritor alemán de la transición del siglo XVIII al XIX. El término se utiliza para denominar a cualquier doble de una persona. Para ilustrar este fenómeno, contamos con una genial serie de televisión creada por David Lynch y Mark Frost, llamada  Twin Peaks. Sobre el mismo tema, recientemente pudimos ser espectadores privilegiados en las salas cinematográficas de la obra mayor de Aronofsky:  Cisne Negro. Los ejemplos de este fenómeno son numerosos, les recomiendo revisar un amplio listado en la entrada de Wikipedia de este concepto: http://es.wikipedia.org/wiki/Doppelg%C3%A4nger
      Los avances en las tecnologías biomédicas han permitido hacer diagnósticos neurológicos más finos. Actualmente contamos con estudios como la resonancia magnética, la tomografía con emisión de positrones o la tomografía computarizada con emisión de fotón único. Estos recursos para el diagnóstico, han permitido detectar lesiones cerebrales  en dos tercios de los pacientes con signos y síntomas de Síndromes de falsa identificación delirante. Se localizan principalmente en el hemisferio derecho, especializado en la integración de la información procedente de los sentidos. Al parecer, el origen del padecimiento es una interrupción en la integración de información entre la corteza parietotemporal derecha (El cerebro está dividido en cuatro lóbulos: frontal, temporal, parietal y occipital. El lóbulo temporal se ubica detrás de la llamada sien y el parietal se encuentra por arriba de este extendiéndose hasta la mitad superior de la cabeza), el sistema límbico (especializado en el procesamiento de emociones) y algunos ganglios basales. Esta alteración explicaría la falsa identificación, el delirio tendría su causa en un trastorno de la vía dopaminérgica, o lo que es lo mismo, una afectación en la transmisión de un químico cerebral llamado dopamina. Suele ser un trastorno crónico, esto es, tiende a empeorar.
      Estos síndromes todavía constituyen un misterio para las “ciencias neuro-psi”, pero más allá de la teoría que cada persona juzgue más pertinente para explicarlos, se debe considerar el sufrimiento de las personas aquejadas por estos delirios, que los mantienen atrapadas permanentemente en un cautiverio psíquico. Se han registrado casos de asesinatos asociados a estos padecimientos, motivados por la intensa angustia asociada a las falsas identificaciones.
En la siguiente entrega de la serie Espectros del delirio, revisaré los siguientes Síndromes psicológicos infrecuentes:
-       Síndrome de Cotard: Presencia de delirios nihilistas en los cuales  la persona piensa que se encuentra muerta o que el mundo no existe.
-       Síndrome de Münchausen: Fingir enfermedades para recibir atención médica. También es una forma de maltrato infantil, madres y padres que inventan o provocan enfermedades en sus hijos para finalmente recibir ellos la atención de los médicos.
  


jueves, 11 de agosto de 2011

El banquete de los perfectos

Para Paulina Sánchez Baranda, 
quien está en estado de coma por la 
ineptitud de dos médicos.



Presentación
       Recientemente en medio de un caos de papeles encontré el texto de un cuento que escribí en 1996, cuando tenía 20 años y estudiaba la Licenciatura en Psicología. Decidí darle unos cuantos retoques y publicarlo en el blog, para compartir con las lectoras y los lectores un cuento cuya redacción disfrute enormemente.

El banquete de los perfectos
La mesa está puesta. Los sirvientes se han encargado de distribuir platos, copas, cubiertos, servilletas y lo más importante: las vasijas. Las que al final de la reunión estarán llenas de la viscosidad proveniente de los razonamientos de los siete comensales de la mesa heptagonal, labrada cuidadosamente para dar cabida solamente a una persona en cada lado, evitando así el riesgo de cualquier pretensión de invasión profana.
El anfitrión, Julius, debe su nombre al hecho de haber nacido el día siete del séptimo mes del año. Sus padres, convencidos de su perfecta creación, decidieron rendir homenaje al número siete, símbolo de la perfección.
Los perfectos tienen como costumbre reunirse los días siete a la séptima hora, para lo cual faltan unos minutos.
Julius se encarga de revisar los últimos detalles, que los siete platillos se encuentren listos, así como los mozos que se encargarán de servir la mesa. Los sirvientes siempre deben sumar siete o múltiplos de siete. El anfitrión no guarda dudas sobre el éxito de la reunión, ha preparado su discurso y durante todo el mes ha condicionado su psique para que en el momento que se realice el rito vomitivo, no tenga ningún contratiempo que lo pudiera poner en ridículo.
El reloj indica las siete, antes de que concluya el sonar de las campanadas, el mayordomo anuncia la llegada de los seis caballeros.
Julius sonríe mientras saluda a cada uno de los perfectos. Inicia la ronda con Henry, conocido como “El caudillo de la armonía perfecta”, sobrenombre ganado por su virtud en la música, dominando la composición, la ejecución y la percepción. El siguiente en recibir el saludo de Julius es Charles, “El príncipe de la perfección poética”, su obra El ego sufriente, es considerada la cumbre de las letras universales.
El anfitrión se entretiene halagando a Charles por la perfección de su obra, por lo que Sir Christian se adelanta a saludarlo, es falta grave hacer esperar a un perfecto. Julius abandona su charla, otorgándole su mano al reconocido mago y vidente, quien recibió la condecoración de “Maestro del imperio” a manos del emperador Omnipotencius III. Después de cruzar unas palabras con Sir Christian, Julius estrecha la mano de Johannes, acaudalado petrolero de los países orientales, conocido como “El perfecto idiota”. No con intención de considerarlo humano de rango inferior, al contrario, su sabiduría es tan profunda que al expresarse nadie lo entiende, sus palabras son ininteligibles para el vulgo. De ahí su sobrenombre, sin embargo, los perfectos no conocen los límites intelectuales, así que los dichos de Johannes son para ellos claros como estornudos.
Julius siente una mano que lo toma por el hombro, voltea consternado, mientras se pregunta encolerizado: “¿Quién osa tocarme sin mi consentimiento?”. Pero al descubrir el rostro del sacrílego, una sonrisa se apodera de su expresión. Era su Excelentísimo Serenísimo amigo Carlos de Astud, el conde masón, con quién compartió  sus tiempos de estudiante de leyes. Hijo de una de las familias más renombradas y acaudaladas del sur del país, se había visto en la necesidad de mandar construir un archivo de siete plantas para poder poner en orden la incontable cantidad de títulos y reconocimientos de los que había sido merecedor en su no tan extensa carrera profesional. Los dos perfectos estrecharon sus manos con el saludo obligado de los grado 33 de la logia de los iluminados, para luego fundirse en un abrazo.
Julius percibió que se estaba extendiendo demasiado en los saludos, descortesía que podía valerle el señalamiento ignominioso como “humano demasiado humano, esclavo de sus afectos”, la represalia más temida por los perfectos. Así que decidió proponerle a su gran amigo conversar en otra ocasión y darle la bienvenida al reconocido maestro de la seducción y de las artes románticas, Chorers Jull. A la fecha se le reconocen 4000 conquistas, sin incluir sus amores de infancia. Ha cruzado el mundo en busca de aventuras y a su paso ha dejado ríos de sangre y lágrimas, nacidos de los corazones estallados de cientos de mujeres inflamadas por su pasión.
Al concluir la recepción, el ilustre anfitrión exhorta a sus invitados a tomar asiento alrededor de la mesa, donde cada silla tiene grabada en una placa de oro el nombre de cada uno, indicando el lugar que deben ocupar.
Durante el mes previo, los perfectos dedicaron largas jornadas a la preparación de sus discursos, que son el rito neural de las reuniones. Es una tradición la cual inicia con un discurso tan altamente erudito que congestiona primero su cerebro para después saturar con sapiencia hasta los más recónditos recovecos de su vientre, llevándolos a la nausea y al vómito. La regurgitación es lanzada a una vasija. Una vez que los siete perfectos han depositado el contenido de sus entrañas, lo vacían en el perfecto que se encuentra sentado a su derecha, quien logré mayor inmovilidad en un comensal, obtiene del Soberano Gran Inspector General “El ojo dorado” al dueño del líquido más viscoso, lo que denota el grado de erudición de su discurso. Quien a través del tiempo acumula siete ojos de oro, recibe el la condecoración del compás y la escuadra.
Los meseros sirven la comida, la cual es deglutida bajo las más estrictas normas. Se prohíbe cualquier tipo de expresión mientras se ingieren los alimentos. Es por esto que los halagos al arte de gourmet de Julius, esperan hasta el final del banquete.
La comida es seguida por la distribución de copas servidas con Louis XIII. Tras paladear la bebida, los perfectos invitan a Carlos de Astud a tomar la palabra. Es precepto antiguo de esta logia, el que las sesiones sean abiertas por aquel miembro que haya recibido el máximo reconocimiento en la sesión previa, distinción que tuvo el distinguido masón.
         Luego de tomarse unos minutos para relajarse, el primer orador del día se puso en pie e inició su intervención:

Excelentísimos señores, es un honor para mí fundar la isla de erudición que seguramente hoy emanará de esta mesa, sé también que para ustedes es un gran honor poder escucharme.
Esta mañana trataré sobre pensamientos enraizados en las profundidades del raciocinio humano, debatiré sobre las leyes morales que deben regir a los seres humanos.

El conde razonó siguiendo los más doctos caminos, estaba casi por terminar el contenido preparado cuando su vientre se vació en la vasija. El casi llegar al final de su discurso fue una claro indicador de que no sería el triunfador de esa mañana, lo sabía por propia experiencia, en una ocasión sus palabras iniciales fueron tan sapienciales, que vomitó al instante, obteniendo sin competencia “El ojo dorado”.
Uno tras otro, los perfectos derramaron omnisciencia. Se abordaron temas como GADU, las Leyes, la Verdad, la Libertad, en fin, los más altos principios de las agrupaciones humanas.
Al concluir los discursos, los siete perfectos se pusieron en pie, tomaron su vasija y derramaron su contenido sobre el comensal de la derecha. Esperaron unos minutos, antes de que el Soberano solicitara hacer los movimientos estipulados en los códigos, los cuales permiten valorar el nivel de inmovilidad.
Al iniciar los balanceos, todos los perfectos, a excepción de Charles, quedaron estupefactos al notar a Julius como el más entumecido. La conmoción no se debía  al hecho de que fuera el anfitrión, muchos  dueños habían sido petrificados anteriormente. El origen del espanto era que quien había lanzado su vómito sobre Julius era Charles, quien además de ser un perfecto nombrado recientemente a raíz de la publicación de su famoso poema, su discurso trató sobre el amor. Todos se preguntaban: ¿cómo un tema tan vehemente puede condensar tanta viscosidad?
No había registros desde la Edad Media de un antecedente similar, aceptar el triunfo implicaba la extinción de la logia, el amor no podía triunfar sobre la razón. Se miraron de soslayo, Chorers Jull tomó su vasija y golpeó la cabeza de Charles con toda la fuerza que le dejó disponible el poco viscoso líquido de Carlos Astud. El poeta sólo alcanzo a gritar “¡Egooooo!” antes de caer muerto.
Un lugar quedó vacío, situación inconcebible para una logia de perfectos. El protocolo era explícito, el Soberano Gran Inspector General hizo traer al mayordomo. Primero le pidió arrastrar los desagradables restos de Charles del comedor, luego le ordenó arrancar la placa de oro, tras lo cual le pidió trajera de la calle a cualquier humano que pudiera suplir su lugar en la suma de los múltiplos de siete de los sirvientes y luego le entregó “El ojo dorado” reconociendo la implacable erudición de su silencio. Todos aplaudieron al tiempo que enunciaron: “¡Elogio al Celebérrimo Mayordomo del Gran Arquitecto del Universo, el séptimo de los siete perfectos!”.
El Soberano clausuró la mañana con el lema de la agrupación: “Supremacía y Razón, sucumban los esclavos de la pasión”.