martes, 18 de noviembre de 2014

Procrastinar, la postergación de la vida


Sobre la palabra procrastinar nos dice Gabriel Zaid: Las tres palabras derivan del latín  procrastinare, procrastinator  y procrastinatio con los mismos significados. Están formadas a partir del prefijo pro  ‘hacia’ y el adverbio cras ‘mañana’; no ‘la mañana’, sino ‘el mañana’, y en particular ‘el día siguiente a hoy’.  
Ignacio Lirio afirma: La procrastinación es un complejo trastorno del comportamiento que a todo el mundo nos afecta en mayor o menor medida. Consiste en postergar de forma sistemática aquellas tareas que debemos hacer, que son cruciales para nuestro desarrollo y que son reemplazadas por otras más irrelevantes pero más placenteras de llevar a cabo. 
Los procrastinadores son las personas del mañana, las que ante planes o actividades que implican la resolución de un asunto importante optan casi siempre por aplazar o postergar. Pensado como síntoma lo más interesante es analizarlo en sus diversas manifestaciones en diferentes tipologías. Las categorías que propongo a continuación me fueron inspiradas por un esquema que consulté en la página procrastinación.org.
El procrastinador narcisista, es quien frente a las tareas a realizar sus primeros pensamientos son: “Tengo una mente brillante, soy el mejor”, seguido por arrebatos de entusiasmo en los cuales anuncia “Tengo numerosas ideas, puedo con esto y más”. El tiempo pasa y este procrastinador continúa afirmando que ha reunido una gran cantidad de ideas geniales y que le resulta difícil decidirse por una porque todas son maravillosas. En lo fáctico no presenta nada concreto. Los días siguen su curso, en un momento inesperado da a conocer que ya se decidió por una idea pero que la está trabajando, estructurando. Al final sólo resuelve cuando alguien lo dirige y le impone órdenes, actúa asertivamente sólo bajo presión. Son personas que subestiman el tiempo y sobrestiman sus capacidades. Recomendaciones para este tipo de procrastinador, que nunca trabaje solo y sin supervisión, de otra manera puede ser víctima de su grandiosidad. Recomendaciones para quienes rodean a este tipo de procrastinador, no se adelanten, reconózcanle productos, no ideas.
El procrastinador depresivo, su primera reacción frente al reto de las tareas: “No estoy motivado, no tengo ánimos para hacer nada, quizá mañana me sienta mejor”. Llega mañana: “Sigo sin ánimo, si lo hago ahora lo haré mal, esperaré a mañana”. Llega mañana, en cuanto despierta siente como un gran peso los pendientes por resolver, considera reportarse enfermo o si está con familiares fingir un profundo malestar. Si logra salir de la cama, ve sus tareas como una montaña infranqueable, no les encuentra ningún sentido y piensa que su vida será miserable hasta el día que deje de tener responsabilidades. Comienza a generar fantasías de rescate, en las cuales alguien o algo le libra de las tareas a resolver. Al final sólo la amenaza de una pérdida importante, como el trabajo, le impulsa por un breve lapso a resolver las tareas. Las recomendaciones para este tipo de procrastinador es que recurra en primera instancia a una psicoterapia, si esto no resulta suficiente, quizá tendrá que apoyarse en algún antidepresivo. Recomendaciones para quienes rodean a este tipo de procrastinador, no insistan, todo lo que le digan, éste lo utilizará para alimentar su depresión, no hay de otra, requiere ayuda profesional.
El procrastinador ansioso, su sensación ante las tareas a realizar es la de ser inseguro, indeciso e incapaz. Nunca sabe por donde empezar, es rumiador de ideas pero poco ejecutivo. No logra decidirse, conforme pasa el tiempo su ansiedad se intensifica y experimenta cierta paranoia, imagina escenarios terribles en los cuales será despedido, fracasará en la escuela o detonará un desastre familiar. Dedica largas horas a pensar que debe iniciar con las tareas, pero no da el paso hacia la actividad. Simultáneamente, por su propia inseguridad, sigue aceptando responsabilidades, lo cual incrementa sus niveles de tensión. Suele sentirse explotado y se compara de manera permanente con los demás, su conclusión es siempre la misma: ellos tienen menos carga que yo. Atrapado en su ansiedad, suele tomar malas decisiones o cometer errores que en ocasiones no solamente le impiden concluir la tarea sino tira por la borda trabajo ya realizado, por ejemplo, borrar información, perder algún papel con anotaciones, olvidar algo ya resuelto y volverlo a hacer. Recomendaciones para este tipo de procrastinador, que delimite sus actividades, ser honesto con sus capacidades, recursos y tiempos. Si la procrastinación se focaliza en una sola área de su vida, quizá sea tiempo de tomar decisiones al respecto, puesto que es una señal clara de un foco de ansiedad, un cambio podría resolverlo. Si la procrastinación es generalizada, la opción es buscar alguna actividad que disminuya la ansiedad o pedir el apoyo de otros. La psicoterapia puede ser una buena alternativa, hay a quienes les funcionan métodos como la atención plena, en caso de que la ansiedad implique un riesgo a la salud física, es probable que sea momento de solicitar ayuda médica, particularmente para el uso de ansiolíticos. Hay que aclararlo, estos medicamentos disminuyen la ansiedad pero no resuelven problemas, así que de cualquier manera habrá que contemplar las opciones arriba mencionadas. Recomendaciones para quienes rodean a este tipo de procrastinador, si es su jefe o jefa, reconsidere las funciones que puede cumplir la persona, las tareas tendrán que ser muy concretas y con una supervisión constante. Lo cierto es que estas personas pueden beneficiarse mucho del apoyo grupal, por tanto, si es su compañero de trabajo, de escuela o de vida; ayúdele a cambiar la perspectiva por otra menos ansiógena, pero no baje la guardia, porque la ansiedad es contagiosa, por lo que si comienza a sentirse a su vez ansioso, mejor recomiende cualquiera de los apoyos propuestos, de otra manera el resultado serán dos procrastinadores ansiosos.
En cualquiera de sus tipologías, la procrastinación es en la actualidad un mal endémico, hay una gran dificultad para ubicarse en el presente, las personas van arrastrando su pasado o son apabulladas por sus aspiraciones. En un mundo dinamizado por servicios y productos, el procrastinador suele quedarse al margen, al tiempo que afecta el desempeño de quienes le rodean. En el  terreno de las relaciones personales y familiares, los procrastinadores suelen alargar las decisiones o la resolución de los conflictos de manera indefinida, por tanto, requerirán que alguien más defina la salida a los problemas o decida sobre aspectos tanto cotidianos como extraordinarios. Si desean divorciarse de un procrastinador, es recomendable que busquen un buen abogado.
Lo cierto es que los procrastinadores derrochan obscenamente su ser y tiempo, lanzan sus días al desagüe bajo la premisa de que el futuro llegará con grandes glorias o serenidad. Al final el futuro les alcanza con las manos vacías.





lunes, 10 de noviembre de 2014

Puentes sobre aguas turbulentas, los dadores de resiliencia


Cuando estés abrumado 
y te sientas pequeño.
Cuando haya lágrimas en tus ojos,
yo las secaré todas.
Estoy a tu lado. 

Cuando las circunstancias sean adversas
y simplemente no encuentres amigos,
como un puente sobre aguas turbulentas
yo me desplegaré

Cuando te sientas deprimido y extraño,
cuando te encuentres perdido,
cuando la noche caiga sin piedad,
yo te consolaré,
yo estaré a tu lado.

Cuando llegue la oscuridad
y te envuelvan las penas,
como un puente sobre aguas turbulentas
yo me desplegaré

Simon & Garfunkel, Bridge over troubled water (fragmento)


Entre los tres y los seis años tuve tres accidentes que requirieron visitas al hospital, en mi recuerdo la primera imagen tras cada uno de ellos es el rostro preocupado de mi madre y la movilización en busca de atención médica. Por mucho tiempo pensé que esas vivencias tempranas de dolor me habían marcado con la huella de vulnerabilidad que suelen dejar los  traumas  infantiles, hoy lo percibo con otra mirada,  largos años culpé a mi madre por no protegerme del dolor, hoy sé que gracias a ella fui un niño resiliente, mis accidentes fueron en gran medida consecuencia de mi intensidad infantil, el dolor era inevitable, la diferencia fue tener a una persona que aún frente a mi llanto y  mis gritos de sufrimiento, no se quebró, me sostuvo y buscó mi sanación.
Hace catorce años, cuando estudiaba la maestría en psicoterapia psicoanalítica encontré en internet las primeras noticias sobre la resiliencia, compartí el concepto con maestros y compañeros, quienes me miraban con ese rictus que los psicoanalistas reservan a los psicoterapeutas humanistas, entre escepticismo y prejuicio de su ingenuidad.  La primera pregunta de un maestro fue: “¿es un concepto psicoanalítico?”, le respondí que era un replanteamiento de la teoría del trauma de Freud, que también retomaba la obra de la hija, de Anna Freud, quien afirmó que el trauma golpea dos veces. Hasta ahí llegó la conversación. Tiempo después salió a la venta en castellano el libro Los patitos feos de Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra y psicoanalista; quien inició la investigación de la resiliencia en Francia. El mismo título repelió a gran parte de mi entorno psicoanalítico, parecía un libro más de autoayuda. Como asiduo lector de cuentos, el título me resonó mucho, además desde que conocí la biografía de Hans Christian Andersen, me he sentido más atraído hacia su obra. Compré el libro, descubrí un texto maravilloso, mientras escribo lo hojeo y reviso mis numerosos subrayados y notas, el texto cambió mi visión de la psicoterapia y me impulso al campo de la clínica con niños y adolescentes, las palabras de Cyrulnik se constituyeron para mí en lo que el psicoanalista Christopher Bollas denomina “objeto transformacional”, inscribí su invitación en mi agenda existencial: Esta nueva actitud ante las pruebas de la existencia nos invita a considerar el traumatismo como un desafío. ¿Existe alguna alternativa que no sea la de aceptarlo? En esa época, en cada foro que hablaba de la resiliencia, el tema era recibido con extrañeza, hoy es uno de los conceptos imprescindibles en los campos de la salud mental, la educación y las políticas públicas para menores.
El precursor del concepto fue John Bowlby, el padre de los estudios del apego, que ya en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial hablaba de esta palabra procedente de la física de los materiales, específicamente de su resistencia a los impactos. Bowlby consideraba que el apego está en la génesis de la resiliencia, se refería a ella como: “el resorte moral, cualidad de una persona que no se desanima, que no se deja abatir”. Posteriormente, los grandes pioneros como Vanistendael, Manciaux y el propio Cyrulnik, fueron acumulando experiencias y datos para sustentar el siguiente hecho: las vivencias traumáticas no tienen como destino único la compulsión a la repetición, como afirmaba Freud, o el estrés pos-traumático, como afirma la psiquiatría; si la vivencia es acompañada y sostenida por adultos o pares suficientemente empáticos, el trauma se transforma en motor de un desarrollo positivo. Esto es, el trauma en lugar de causar debilitamiento fortalece al menor y en adelante tendrá una mayor capacidad para enfrentar las adversidades. Como afirma Michael Manciaux:  Resilir es rescindir el contrato con la adversidad.  Es resistir y rehacerse.     
Cada cierto tiempo dedico un instante a rememorar a todos mis dadores de resiliencia, aquellas personas que durante mi infancia, niñez y adolescencia; me acompañaron cuando todo parecía derrumbarse o el dolor era muy intenso. Como lo mencioné, mi madre es la base de mis capacidades resilientes, tras ella se encuentran mi padre y mis hermanos, el primero por constituir siempre una base segura, si bien en la adolescencia intenté de todo para lograr su exasperación, no lo logré, él continuó allí con su apoyo casi incondicional y confiando en que yo lograría trazarme un proyecto de vida. Quizá al ser el más pequeño y probablemente el más contestario, mi hermana y mi hermano han procurado resguardarme, en tiempos difíciles ellos han sido confidentes, cómplices y colaboradores.
No pretendo hacer una lista exhaustiva, tanto en mi familia extensa como entre mis amistades hay varias personas a quienes les debo la mayor de las gratitudes, tanto por acompañarme en diversos momentos de mi vida, como por constituirse en esa continuidad de mi plataforma resiliente. No hace mucho fui operado en dos ocasiones de unas hernias lumbares, situación que me mantuvo en una condición muy vulnerable, a niveles físico, anímico y económico. Recibí no solamente grandes expresiones de afecto, sino un soporte que me permitió una buena recuperación y disminuir los efectos de tener que estar dos meses en reposo semi-total.
Compartir el testimonio tiene varias finalidades. En primer lugar, subrayar que la resiliencia es sólo posible en compañía de otros, lo que significa que el Self-made man es un mito del capitalismo que tiene la función de exacerbar el narcisismo y pretender delimitar a la raza de los exitosos y emprendedores solitarios, que como digo, es un mito. Por otro lado, recordar que el sentimiento de vulnerabilidad no es exclusivo de la infancia, resurge en toda situación de adversidad, los resilientes no superan el temor a la fragilidad frente a los embates del exterior, la diferencia con los no resilientes, es que hacen uso de todos sus recursos frente a la adversidad, a la vez que reconocen el momento en que hay que recurrir a otros. Finalmente, que no es necesario creer en fuerzas metafísicas para sobrellevar la vida, la única y verdadera salvación está en los vínculos, y no me limito a la especie humana, puesto que muchas personas encuentran amparo en el contacto con otras especies animales.
Todos somos habitados por una niña o un niño herido, las narrativas de infancias idílicas libres de dolor son las ficciones más desbordadas, finalmente las vivencias traumáticas son los cimientos de nuestro carácter. Cuando nos caen las adversidades, las heridas amenazan con abrirse de nuevo, son los momentos en que tenemos que convocar a todos quienes nos han obsequiado resiliencia, quienes nos han amado, nos han protegido o han compartido nuestros temores. A esos seres amados quienes nos han dado el intenso deseo, en ocasiones inexplicable, de vivir.


sábado, 1 de noviembre de 2014

Bloody-land.mx, cada día es día de muertos

¿Adónde iremos desde aquí?
desterrados en nuestro propio suelo,
muertos antes de volar,
nuestra sangre lava las manos del tirano,
sacrificados por el crimen de pensar.

La diosa democracia cubierta de carne humana,
nos pisotea para que seamos libres,
alimentados con estupidez,
perpetuamos la orgía del poder
mientras lamemos el anzuelo de la felicidad.

Dar vida a un ser humano es crear a la humanidad,
asesinarlo es el exterminio de todos,
el retumbar de los corazones temblorosos,
anuncia el dolor por el fracaso de la especie,
el don de la razón trocado en arma suicida.

Habitantes de una atroz distopía,
presas de un sistema depredador,
ungidos en la liturgia de la crueldad,
sólo habrá sosiego en la no violencia,
la paz no es el fin de la guerra,
es el inicio de la libertad.