lunes, 31 de enero de 2011

La noche


De nuevo la noche,
la desdicha sopla mi rostro,
trazos de penumbra danzan ruidosamente
cantando recuerdos a mi delirante memoria.

¡Soledad¡ vocifera el silencio,
inhalo melancolía, exhalo añicos de alma,
y el tiempo, el maldito tiempo,
avanzando como un adagio.

La madrugada detenida,
mi sueño secuestrado por el espanto,
el pecho contraído hasta el absurdo,
mi piel transpirando ausencia.

El destello matutino arribará,
disolviendo a los demonios nocturnos.
Entonces abrazaré a la esperanza,
besaré a la serenidad,
me entregaré a la vida.

sábado, 29 de enero de 2011

La asfixia de Eros en los tiempos del amor líquido


El tamaño del amor es la medida de lo extraordinario, sólo quien ama entiende el sentido de actuar lo imposible.  Por eso, no dejo de cuestionarme ¿por qué si al final de todo, lo que buscamos las personas es el amor, colocamos tantos diques para detener la marea de un otro que nos ama?
Nos dice Bauman: “Sin esfuerzo, la vida no ofrece nada para hacerla digna de ser vivida”, agregando que el amor líquido es un amor sin esfuerzo, “el amor , en definitiva, se abstiene de prometer un camino fácil a la felicidad y al significado. La ‘relación pura’ inspirada por las prácticas del consumismo promete este tipo de vida fácil; pero de la misma manera convierte a la felicidad y el significado en rehenes del destino”.
Es el imperativo del “tengo que ser feliz” el cual como todo imperativo es el yugo de Eros, es vivir con la fantasía del destierro de la tristeza, negando así medio ser. Son los “vínculos kinect”, una simulación de los lazos reales los cuales puedes desconectar al gusto. El otro día alguien citaba la frase de un filósofo mexicano el cual ,si bien recuerdo, se apellida Priani: “Ahora la gente se refugia en la realidad”. Dando cuenta de un fenómeno actual, antes la gente entraba a espacios virtuales para escapar, ahora  quien desea liberarse se da de baja de Facebook o Twitter.
En busca de la superación, la felicidad y el ilusorio ser sin falta, se asfixia a Eros, la gente está más dispuesta a arriesgar su vida  que a lanzarse a la locura de Eros.  Considero que esto sucede por algo que nos explica Levinas, para que exista responsabilidad por el otro, se requiere darle rostro y actualmente la gente suele reflejarse en el otro sin poder esbozar sus rasgos, en el momento en que el otro se empaña como espejo, es “expulsado” “you are fired”
Considero que una parte importante de esto se teje al parejo de lo que Zygmunt Bauman llama los “Cuentos morales de hoy”, los cuales parecen seguir la lógica del cuento de Blancanieves: solamente puede haber una más bella. Esto es nuestro sistema de organización social está impulsado por la exclusión. Bauman ilustra estos cuentos morales actuales con dos programas televisivos que nos son bien conocidos: Big Brother y El rival más débil. La dinámica de estos programas ponen de relieve los siguientes aspectos: “En primer lugar, el castigo pasa a ser la norma y la recompensa, la excepción: los ganadores son aquellas personas que han logrado ser eximidas de la sentencia de expulsión universal. En segundo lugar, los vínculos entre virtud y pecado, de un lado, y entre recompensas y castigos, del otro, son tenues y caprichosos”.
Nancy nos dice  que el cuerpo es la libertad desencadenándose y esta libertad se da principalmente por vía de la exposición del cuerpo, de su contacto con los otros y con el mundo. Sin embargo, pareciera que en la época actual los imperativos de la exclusión, la lógica del winner (ganador), del único, del UNO, invierten esta experiencia del cuerpo, haciendo de sus imágenes la raíz del miedo, miedo a nosotros mismos, miedo a la exposición, miedo a la exclusión. Y como dice Bauman, “la repercusión más temible del miedo” es la sensación de impotencia que llevada a su extremo origina el deseo de eliminar al otro, a la violencia.  Son legiones las que dedican su cotidianidad a ser “excepcionales”, sin detenerse a ver que la ruta del empoderamiento está construida como la Muralla China, con los cadáveres (ficticios o reales) de los otros.
 Esta es la paradoja actual, se busca la perfección para acceder a todos los placeres, pero en esta búsqueda se somete al cuerpo y al deseo a la restricción, al dolor y la extenuación, dejando escapar así todo placer posible.
El cuerpo nos hace libres, nos dice Nancy, pero el miedo a la exclusión de nuestro cuerpo nos avasalla, nos dice Bauman. Quizá la evidencia de tanto dolor y depresión inundando nuestras sociedades, nos lleve a dejar atrás el anhelo de ser UNICOS fragmentados de la otredad, para vivir como uno entre otros,  expuesto no solo a la mirada, sino al contacto con el otro, al placer con el otro y porque no, al contagio del otro.
Concluyo con Bauman: “De ahí la ansiedad: el temor de perder amigos o parejas mezclado con el temor de encontrarse uno mismo en el extremo receptor de la necesidad y resolución del amigo o la pareja que dice ‘Necesito más espacio’. La ‘red’ de relaciones humanas (‘red’: el juego interminable de conectarse y desconectarse) es hoy  la sede de la ambivalencia más angustiosa”. La lógica de la exclusión ha invadido nuestra intimidad, la pareja ya no es el otro con el cual se puede crear una historia común, se juega ahora en el lenguaje líquido de la conexión-desconexión, condición que puede cambiar en un instante, lo que crea dinámicas de pareja competitivo-paranoicas que asfixian de manera inclemente a Eros.

lunes, 24 de enero de 2011

Cisne negro: el nacimiento del doble en el lado obscuro de la infancia


“Porque Yo es otro… Algo me resulta evidente: estoy asistiendo al parto de mi propio pensamiento” le escribía Arthur Rimbaud a los diecisiete años a Paul Demeny. Precoz como fue su vida y también su muerte, el poeta devela la experiencia más profunda del acto creativo, no hay obra sin desdoblamiento del yo, de otra manera el resultado es una incesante reproducción de uno mismo. Crear es acallar el soy (la imaginaria, limitada, redundante y siempre tambaleante identidad) para dar libre expresión al ser (simbólico y autopoético), es mirar a nuestro doble, dialogar con nuestro Mr. Hyde frente al desfiladero  de la locura, con el riesgo permanente de caer.
En los bordes de ese precipicio ejecuta un Épaulement Nina, la bailarina  a quien da vida la hermosa Natalie Portman en la cinta Cisne Negro, de Darren Aronofsky. Nina es obsequiada con la mayor de sus aspiraciones, representar a Odette, la reina de los cisnes del inmortal ballet de Tchaikovsky, con una sola condición, debe personificar también a  Odile, el cisne negro, hija del mago Rothbart  quien lanzó el conjuro contra Odette.
Atrapada en la más agria frigidez, la danzarina arrebata a los espectadores con sus pasos como la romántica y sufrida reina de los cisnes, pero se ve impedida a bailar como Odile, cuyo papel implica un desborde erótico capaz de engañar al deseo de Sigfrido. Nina requiere escarbar en sus arcas pulsionales para encontrar el oro libido-tanático necesario para ser cisne negro. Lo encuentra, pero al halar tan de súbito los velos de lo inconsciente, arrastra también a su doble y junto con él, al demonio de la paranoia.
Para el padre del psicoanálisis el doble se origina en un aseguramiento infantil contra el sepultamiento del yo, una desmentida del poder de la muerte. Podría decirse: Yo es otro porque yo moriré y eso me resulta intolerable, siendo otro, Yo permanece (por ejemplo, la idea de un alma eterna como esencia del ser que no es Yo). Ese doble puede escindirse, separarse del yo y tratarlo como un objeto. Por eso, el doble se instituye como fuente de la autocrítica, sumándosele todas las aspiraciones frustradas y la quebrantada ilusión del libre albedrío. Así, ha devenido “figura terrorífica” y su retorno conlleva siempre la amenaza de aniquilación del yo, su empuje a la locura o la muerte.
“Soy yo…”, afirmamos al reconocer nuestra imagen. Asumimos la continuidad y mismidad sostenida por algunos psicoanalistas, para posteriormente sentirnos confrontados por ese otro que somos nosotros mismos. La mujer madura mirando su retrato en la flor de los veinte años, el hombre calvo ante una videograbación en la cual se muestra al viento jugueteando con su cabello, el viejo derramando nostalgia frente a una fotografía de un grupo de jóvenes de los cuales es el único sobreviviente, el enfermo hojeando álbumes abarrotados de recuerdos de su salud perdida. Es el doble, ese otro por el cual Otto Rank afirma que somos capaces de entregar lo más preciado de nuestra existencia. El deseo de juventud, belleza, placer, riqueza y poder, es la manifestación de ese narcisito que nos habita, aquel que se niega a simplemente ser, convirtiéndose en un crítico incesante del Yo, en un coleccionista de aspiraciones a ser otro diferente a sí mismo.
No hay refugio frente al doble, en el mejor de los casos nos resta anhelar una inmortalidad por la creación (obra), la reproducción (descendencia) o la continuación (alma). Si crear, reproducirse o continuar resulta  insoportable, siempre habrá la posibilidad de bailar con Nina en el lado Obscuro de la Luna.

lunes, 10 de enero de 2011

2012 pesadillas infantiles


      Confieso mi total indiferencia por las profecías fin-mundistas (valga el neologismo), las considero una trampa infranqueable, un descomunal bache existencial. Si creo en ellas y suceden, pasaré angustiado los últimos días o años de mi vida. Si creo en ellas y no suceden, habré derrochado ansiedad innecesariamente. Si no creo en ellas y suceden, la única consecuencia será que despediré mi vida con la frase: “¡Uffff¡ era cierto”. Si no creo en ellas y no suceden… En fin, intento no inspirar mis reflexiones en hechos inevitables, si el mundo terminara por el señalamiento de una profecía nada puedo hacer más que estar afectivamente al día para no caer en una espiral de aspiración y remordimiento: “me faltó hacer…, no le exprese lo suficiente que le quería a…, le debí haber pedido perdón a…etcétera, etcétera, etcétera”.
      Por lo mismo, cuando fue estrenado en las salas cinematográficas el largometraje 2012 de Roland Emmerich, inspirado en la prospectiva heredada de los mayas, atrajo mi atención tanto como lo haría un poema escrito por Belinda. Terrorista de clóset, Emmerich se ha vuelto famoso por destruir construcciones y ciudades emblemáticas en sus películas: La Casa Blanca y el Empire State (El día de la independencia); la isla de Manhattan (Godzilla); la Estatua de la Libertad (El día después de mañana); entre otras.   
      Sin embargo, hace unos meses, un paciente de 10 años localizó el origen de sus involuntarios desvelos en pesadillas y pensamientos recurrentes con la temática de este filme. Como si de una epidemia se tratara, otros pacientes en un rango de edad cercano comenzaron a expresar temores similares.  En días recientes el padre de un niño que atendí hace tres años me habló solicitándome un espacio para que dialogara con su hijo, que ahora cuenta con nueve años, porque inició el año con miedos nocturnos. El bambino me narró que al abrir los ojos la mañana del primero de enero, inmediatamente pensó: “sólo falta un año para que se cumplan las profecías del 2012”, lo cual selló el eslabón inaugural de una cadena de ideas terroríficas.
      Decidí ver la película, el foco inspirador de tantos síntomas sólo puede ser a su vez un síntoma. Si bien los temores más comunes en niñas y niños de 9 y 10 años son a la escuela, a la aceptación social, a la soledad, a la enfermedad y a la muerte; tópicos que en su mayoría se abordan en 2012, la historia y la forma de narrarla y proyectarla debían tener por sí mismas una organización sintomática. Y así es.
      Utilizando algunos elementos como nombrar Noé al niño protagonista, utilizar siete “arcas” y reiniciar la historia de la humanidad (el largometraje acaba el día 27, del mes primero del año 0001) en Cabo de la Nueva Esperanza en el continente africano; el director pretende darle “fuerza simbólica” a la narración. Al ser cuestionado sobre las razones por las cuales derrumba el Cristo Redentor de Río de Janeiro y la Basílica de San Pedro en Roma, respondió que al primero lo hizo caer porque no cree en la religión organizada y la segunda porque le quiso mostrar a la gente que en una catástrofe de esta naturaleza lo peor que puede hacer es pararse frente a una iglesia porque le puede caer encima. Agrega que si bien tenía la intención de eliminar (en la película) la Kaaba, desistió frente al temor de ser perseguido a consecuencia de una fatua islámica.
       Este tipo de argumentación es a mi parecer el origen del síntoma. El que la frivolidad y la estupidez sean la fuente de producciones culturales ampliamente consumidas. La proliferación de mentes como la de Emmerich que se lanzan a “polemizar” con tradiciones ancestrales utilizando un medio de tan alto impacto como es el cine, da cuenta de una epidemia social. Se suman las imágenes de millones de personas muriendo presas del pánico mientras los protagonistas realizan actos “inteligentes” e insospechados que los salvan, dándose tiempo y ánimo para hacerse chascarrillos en medio de la desgracia, congratulándose al final por sobrevivir rodeados de montañas de carroña humana.
      No me atrevería a ofrecer una conclusión definitiva sobre los motivos del miedo de los niños frente a este filme, pero no dejo de pensar  en el concepto que les transmite del valor de la vida humana y de nuestra herencia cultural. El mensaje es si no tienes “mil millones de euros” (parece cifra de un chiste contado por niños) o eres alto político de los países del G8, no mereces pertenecer al renacimiento de la humanidad. Esto es, eres prescindible para el sistema, eres un extra en la filmación del devenir humano.
      Desde ahora hablaré del “Síndrome Emmerich”, cuyos síntomas son: nescencia atroz (afán por destruir el conocimiento para borrar la evidencia de la propia ignorancia), simborrea (flujo incontinente de símbolos mal procesados), delirios apocalípticos con pretensiones mesiánicas, obstinación narrativa y terrorismo afectivo.
Cuidemos del riesgo de inoculación en los niños del virus causante de este síndrome, transmitido viso-auditivamente en salas de cine y zonas de televisión por la cepa “VTVYDVD-1”. Ofrezcámosles contenidos con mayor densidad simbólica y posibilidades creativas, narrativas que les permitan verbalizar sus temores y confiar en el futuro. No balbuceos delirantes impulsores de la sensación de fragmentación subjetiva y existencial.