martes, 23 de diciembre de 2014

Participación en Programa Radiofónico. Tema: Competencias Parentales

El martes 23 de diciembre del 2014 participé en el programa "Hablando de Mamá a Mamá" con Gina Ibarra de la estación 1470 am del Grupo Radio Fórmula de México. El tema fue: Competencias Parentales.
Para escuchar el Podcast, hay que seguir el link:


En esa página clickear el programa "Hablando de Mamá a Mamá" y aparecen los Podcast, seleccionar el que se titula "Competencias Parentales".

sábado, 13 de diciembre de 2014

The Unforgettable Fire, el festín de los cuarentones


Si das vueltas y vueltas.
Si te rompes en dos otra vez.
Si pudiera, sí.
Si pudiera, lo dejaría ir.
Rendirse, dislocarse.
Si pudiera lanzar esta cuerda de salvamento sin vida al viento.
Dejar este corazón de arcilla, verte caminar, caminar lejos
En la noche, y a través de la lluvia
En la media luz y a través de la llama.
Si pudiera, a través de mi, liberar tu espíritu
Conduciría tu corazón lejos, verte escapar
En la luz y hacia día.

U2, Bad

Recibí un mensaje el martes 9 de diciembre de mi querido amigo C, anunciando que el también querido V estará de visita en la Ciudad de México y nos convoca a reunirnos, siguiendo el ritual propio de las comunicaciones a distancia, empezó un cruce de mensajes en los que se mezclaron los acuerdos y las bromas, el humor de los contenidos me recordó porque somos amigos. Han pasado varios años desde la última vez que logramos reunirnos todos, lo cual resulta inverosímil si lo contrasto con la dinámica que solíamos tener en la adolescencia, cuando pasábamos gran parte de nuestro tiempo libre juntos. Nuestra relación no fue convencional, puesto que tuvimos un grupo de soft rock y cuando vives ese acoplamiento que solamente da la música sabes de antemano que estás unido a esas personas para siempre.
Tras múltiples intercambios de mensajes acordamos vernos en casa de P, el encuentro será la semana entrante y como el zorro de El Principito me preparo para la reunión con los viejos amigos.
Mi memoria es una especie de escenario de teatro musical, suele ir acompañada de música. En el caso de ellos la música más representativa es la del grupo irlandés U2, particularmente la de los discos: The Joshua Tree, Rattle and Hum y por supuesto The Unforgettable Fire. Se da la coincidencia de que se están cumpliendo treinta años de que salió a la venta el último, que contiene mis dos singles favoritos del grupo: Bad y Pride (In the name of love). Fue con C, con quien conocí la música de U2, sin embargo, se convirtió en la fuerza que nos unió a todos. Uno de mis recuerdos más gratos es el del concierto de la megagira de  U2, Zoo TV, en 1992, que fue la primera ocasión que vinieron a la Ciudad de México, por lo cual nos complacieron con varios de sus grandes temas. Fuimos en tropa a verlos y escucharlos al Palacio de los Deportes, en un momento durante el concierto las luces se apagaron y se escucharon las primeras notas de la canción Bad, el público enloqueció para después guardar un silencio reverencial, sin poder ni querer evitarlo mi rostro se llenó de lágrimas, me acercaba un éxtasis similar al de la Santa Teresa de Bernini cuando volteé hacia mis acompañantes sólo para descubrir que estábamos conectados, como si de un ceremonial se tratara, todos llorábamos. La salida del recinto fue un golpe terrible, como el exilio del paraíso, lo único que nos hizo reaccionar fue el grito de un policía: “Se va el último metro”, tras lo que corrimos dejando atrás nuestras lágrimas pisadas.
Vuelvo al presente para imaginar como será nuestro re-encuentro, quizá una versión casera del programa televisivo Miembros al aire, lejos ya de ser un clan al estilo la serie Vikings y más cerca de los enanos de The Hobbit añorando recuperar sus tesoros del pasado, pero incapaces de vencer a ese inclemente dragón llamado tiempo. Casi todos tenemos hijos, nos encontramos en el cruce de los treinta a los cuarenta, todos de alguna manera con algún vínculo con expresiones artísticas, algunos casados, los menos… optimistas. Sobre lo demás es prematuro hablar, en estas edades suele haber varios cambios de perspectiva frente a la vida y sus tribulaciones. La comunicación vía mensajes anuncia un buen clima, algunos nos hemos frecuentado más que otros, quienes no somos usuarios de las redes sociales estamos menos actualizados.
Antes en nuestras reuniones era obligada la aparición de la guitarra y el canto colectivo, me parece que no será el caso en esta ocasión, hay tanto por platicar que los viejos ritos serán solamente un fantasma entre nosotros que no se manifestará. Es muy probable que no nos podamos desprender de los protocolos del mundo masculino, iniciar con un saludo fuerte para después preguntar: “¿Cómo estás, ca’?, “¿Qué estás haciendo?” o “¿Cómo va la chamba?”, así es, antes que nada presentar los niveles de testosterona. Después todo se suaviza y empieza el buen tono, como la meseta del orgasmo masculino, la intensidad de estas reuniones va subiendo hasta alcanzar un clímax, tras el cual hay un relajamiento con un toque de displacer y una inercia mental. Para concluir, aparece la resistencia a dar por cerrada la noche, ya el anfitrión anunció que terminaríamos en unos “taquitos” por su casa.
El tiempo es relativo, tanto pensar en ellos, tanto recordarles, para verlos unas horas y separarnos de nuevo por años. Sospecho que por eso me adelanto, para ganar tiempo y hacerles saber lo que nuestro re-encuentro me significa. Pero no es la única opción, es probable que esto sea una forma de protección para no sentirme atrapado por los sentimientos en el momento… En realidad no lo sé. Como si me estuviera preparando para ir a un concierto, escucho la música que he compartido con ellos, desde que supe que nos íbamos a ver comencé a extrañarlos más. Al final, lo verdaderamente grande, lo más bello de la vida, es lo que hacemos En el nombre del amor.



¿Continuará? Quizá, quizá, quizá…

martes, 9 de diciembre de 2014

Lo que duele en esta Navidad


Para Ceci Gómez,
con todo cariño en su primera Navidad sin su papá.

Cuando era niño creía en Dios, dos eran mis ruegos constantes, poder volar y que nadie querido se muriera. Lo más cercano a volar lo viví hace tres años cuando me lancé desde un avión junto con un experimentado paracaidista. Por muchos años creí que mis peticiones habían sido escuchadas porque pasé los veinte años sin que nadie significativo se muriera, sin embargo, la muerte de mi abuela paterna abrió una puerta por la que no han cesado de salirse de la vida uno tras otro de mis seres queridos. Llegué a la conclusión de que no había ningún ser organizando todo lo existente, sino que somos entidades biológicas con conciencia, la cual nos lleva a construir todo tipo de creencias para compensar lo efímero de nuestro lugar en el universo. Esta certeza me atormentó por varios años, durante los cuales tuve oscilaciones entre la fe y el agnosticismo. Fue hasta el momento que murió mi muy querido abuelo materno, que tuve una cercanía estrecha con un cuerpo sin vida, lo cual me develó la inexistencia del alma, al tomar su mano tan fría supe que él ya no estaba y no estaría nunca más. Junto con la creencia en el alma, se derruyeron todas mis creencias.
Caídas las instituciones metafísicas, inició mi lucha con las instituciones sociales, resultaron ser tan endebles como las otras, quizá porque se sustentan también en creencias, en la esperanza de un porvenir pleno de luz. Nueva revelación, todo es una invención, creamos escenografías y personajes, para llamarles después realidad. Por primera vez visualicé el vacío a un paso de mí, nada tenía sentido, todo era una ilusión. Apareció entonces el dolor con todo su poder, así lo supe, el dolor es la única evidencia de nuestro ser en el mundo, todo lo demás son intentos por paliarlo. Fue así que escribí una tesis sobre el tema, mi planteamiento era muy específico: el surgimiento de la conciencia, es la primera afirmación de: “esto me duele”.
De ahí en adelante cada pérdida, cada malestar, lo acompaño con el pensamiento: “esto me duele” y así sé que estoy vivo y reconozco lo que me resulta realmente importante. Es una lógica escandalosa en la era de la Happy Face, pero parafraseando al buen Galileo: “sin embargo, me mueve”. Sé del gran amor que le tengo a mi hijo, porque me duele profundamente, cada vez que le escucho reír me estremece el saber que esa maravillosa risa se perderá en el instante siguiente, conforme lo veo crecer extraño sus edades previas, en cada ocasión que lo llevo a la escuela por la mañana tenemos un juego ritual que sé en algún momento se desvanecerá. Para muchos esto puede constituir una visión pesimista, para mi es la mayor ancla a la vida, vivo cada momento como único, como irrepetible, como último. La felicidad puede ser una especie de anestesia existencial, una pérdida del sentido trágico que tiene toda vida, estar vivos sabiendo (o negando) permanentemente que moriremos.
Sin creer ya en lo que le dio origen, la Navidad no cesa de dolerme, sus rituales festivos generan un realce de lo que he perdido, personas a las que abrace y con las cuales sonreí incontables ocasiones, la fantasía infantil a la espera de regalos y de un mundo mejor, el sueño de un amor inagotable o la creencia en una mágica transformación.
En este momento las notas de O Holy Night cantada por Celine Dion hacen vibrar mis tímpanos junto con todos mis circuitos emocionales, la maravillosa voz y la música convocan a la nostalgia, un llanto seco desborda mi memoria, soy de nuevo el niño ansioso por el dilatado avance de los minutos en camino a la noche buena, impaciente en una misa eterna, rodeado por el delicioso frío anunciando una bóveda celeste despejada con los pocos destellos que nos permitían ver el reflejo y la contaminación de nuestra ciudad, ropas de fiesta por doquier y una atmósfera de paz que no se extendería más allá de la madrugada. Luego un largo recorrido hasta el lindero sur de la metrópoli, en dirección a ese oasis separado del mundo que era de la casa de mis tíos, donde convergía una legión de familiares. Abrazos, sonrisas, juegos, comida y una tradición heredada de nuestros ancestros sinaloenses, Santa Claus como invitado VIP; en realidad un tío disfrazado siempre con unos lentes al estilo Jackie Kennedy para ocultar el área libre dejada por las barbas. Al fin, el momento esperado, el ritual de los regalos, rostros infantiles fascinados, rostros infantiles decepcionados, rostros infantiles envidiosos, Santa Claus no siempre era democrático. Todo acababa con nuevos abrazos y la promesa de volver al recalentado.
Pero como dijo el buen Bob Dylan, los tiempos están cambiando, no sólo se diluyeron la inocencia y la ilusión, sino también la esperanza. Sin lugar a dudas el único villancico posible en México este año será: Noche sin paz, noche de horror, todo muere en derredor, entre los narcos pidiendo su buz, viene anunciando la fosa común, brillan las balas del sur, brillan los gestos de horror… Y esto me duele.
En este escenario mi confianza se asienta en las personas, en cada voluntad que opta por la no-violencia y en re-dirigir sus impulsos de sobrevivencia por una vía más inteligente, la del bien común y la buena convivencia. Los sentimentalismos me generan sospecha, son pasiones inútiles, sólo en el entrecruzamiento entre la emoción y la razón encontraremos lo propiamente humano. Me sumo así a las palabras del gran poeta inglés, Henry Howard:

La buena vida es para mi…
sabiduría y simplicidad,
saber dormir sin ansiedad.


     Ese es mi deseo para todos en estas fiestas, una buena vida, sabia, simple y con ansiedades moderadas. Pero como diría el canto mariachi, dependerá de Si nos dejan…

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Participación en Programa Radiofónico. Tema: Alexitimia.

El lunes 1 de diciembre del 2014 participé en el programa "Hablando de Mamá a Mamá" con Gina Ibarra de la estación 1470 am del Grupo Radio Fórmula de México. El tema fue: ¿Qué es alexitimia?
Para escuchar el Podcast, hay que seguir el link:


En esa página clickear el programa "Hablando de Mamá a Mamá" y aparecen los Podcast, seleccionar el que se titula "¿Qué es alexitimia?".