lunes, 1 de noviembre de 2010

Capullos secos, las infancias que no fueron


Para José Ignacio y las niñas y los niños muertos en la Guardería ABC


Cuenta la tradición que el primero de noviembre arriban las almas de los niños muertos, al concluir el día se hacen presentes las almas de los adultos muertos y antes de nacer el tercer día del mes, regresan juntas al Mictlan, donde aguardarán la llegada de los difuntos noveles así como la oportunidad de presentarse nuevamente frente a los vivos para recordarles la banalidad de sus ansiedades temporales.
Agnóstico crónico, las historias de aparecidos me interesan tanto como a las jirafas el Facebook, nada similar me sucede con la memoria transmitida de esos supuestos aparecidos, esos muertos que no cesan de no morir resguardándose en los recovecos de los corazones, alimentándose de las lágrimas de duelos interminables heredados de generación en generación. Día con día, desfilan frente a mí las sombras de ausentes vueltos a la vida por las palabras o los actos de mis pacientes.
Astutos, como deben ser los espectros deseosos de permanecer, se encubren con otros recuerdos resultando imperceptibles. Quizá por su inocencia, quizá por la indiferencia frente a sus decesos, quizá por su a-historicidad, los no-natos y neo-natos muertos son los más discretos fantasmas. No hay familia en cuya genealogía no se haya roto tempranamente un eslabón pre-natalmente o neo-natalmente, sin embargo, estos candidatos a eslabones son comúnmente olvidados, morir sin vivir es una de las grandes angustias de nuestro tiempo y no hay nada más incompatible con la experiencia que estos capullos secos.
En los inicios de la fotografía era costumbre tomar daguerrotipos de los bebés o niños muertos, algunas veces solos otros rodeados por la familia. Algunas de estas imágenes son sumamente estremecedoras y resultan escandalosas para nuestras asépticas mentes que pueden ver cientos de cadáveres destrozados en el transcurso de un solo largometraje pero nos parece perverso que una madre deseé guardar al menos en imagen algún lazo con su vástago.
Este tema tiene un interés personal pues durante toda mi vida he luchado contra el semblante de un hermano no-nacido, un hermano al cual se le negó la primogenitura pero gracias al cual yo pude nacer. Él - y lo digo basándome en la certeza de mi madre sobre su sexo imposible de determinar al momento de abandonar su resguardo intrauterino - biológicamente posible, no vio jamás la luz. Yo, el menor de otros tres que le seguimos, frente a todos los pronósticos de imposibilidad biológica, nací. Mi batalla es, como dicen Simon y Garfukel, con el sonido de su silencio, esa música resonando permanente en las cuerdas vitales de mi madre, cuya memoria lo resguarda más celosamente que el mausoleo más imponente.
Año tras año me he preguntado como un ser muerto puede estar tan vivo. La respuesta llegó hace unos días, tras meses de intensos dolores físicos, dos operaciones de columna y aterradoras fantasías. Viendo la película “La Habitación Verde” de Francois Truffaut, por fin entendí con toda su profundidad la frase de Juan David Nasio, quien dice que pedir a alguien que olvide a un ser amado perdido es pedirle que lo pierda dos veces.  Frente a la incertidumbre (en mi caso incredulidad) de la existencia de un más allá, el único Mictlan se encuentra en nuestra memoria, por tanto las almas de los niños muertos sólo pueden cobijarse en ella.
Ahora entiendo a mi madre y a todas las madres que han perdido a sus bebés, olvidarlos sería borrar, negar, el deseo que impregnó a esos seres, olvidarlos sería arrebatarles el Mictlan para arrojarlos a la nada. Por lo mismo hacen resonar el recuerdo de esos sin-historia, precisamente para integrarlos en la narrativa familiar y lograr que perduren más allá de su propia memoria.
Quizá mi aprensión con mi hermano muerto, es su participación en la vida de mis hermanos vivos y la mía sin haber siquiera nacido,  siempre lo sentí como un colado con privilegios VIP. 
Este día lo he convocado al Mictlan de mi memoria, apagando hasta el murmullo más sutil de mi conciencia para dejar sonar las notas de su distancia y reconocer su música como algo propio, dejar vibrar en mi corazón el sonido de su silencio.

3 comentarios:

  1. ¡Muchas felicidades por tu blog! ya te habías tardado. Veo que hasta le pusiste design y todo, muy bien. El texto es excelente, muy profundo y comprometido. Saludos, Mike.

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  2. Mi buen Juan, descubro algo de lo que nunca habíamos hablado, y me auno al comentario de Mike. A éste sólo agrego que sería interesante escuchar tu opinión respecto a la diferencia entre ateo y agnóstico.
    Un fuerte abrazo, mi buen primo-amigo.

    Pironachas-Cosh-Chale-Etc.

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  3. Juan Pablo, Muchas felicidades por tu blog!
    Me ancantaron tus artículos son muy interesantes, profundos y entretenidos a la vez.

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