domingo, 6 de noviembre de 2011

Letras etéreas: vulnerabilidad, amor y libertad




Tras una vida soñando con ese instante, de pronto me encontré lanzándome de una avioneta, cayendo libre a 200 kilómetros por hora sintiendo arrebatadoras caricias del viento y la fuerza de la tierra atrayéndome a ella, celosa de que tempranamente hubiera entregado mi amor a las nubes. Libre de todo pensamiento, con el cuerpo totalmente comprometido en la experiencia, como tendría que ser toda vivencia de verdadero placer, eternicé los segundos en ese fugaz orgasmo con la naturaleza.
El solipsismo se rompió súbitamente con una voz diciéndome: “voy a abrir”, destrozando mi fantasía de poder extender mis brazos y remontar libremente el vuelo. El paracaídas hizo su labor de resistencia, el resto fueron sólo suspiros, como esa quietud postcoital, donde se visualiza el retorno a la realidad pero se conserva el furor de los momentos previos.
Crucé la frontera del tiempo, mis fantasmas del pasado fueron arrastrados por el soplo del aire. Mirar a la tierra de frente, reírme de su gravedad, me llevó a sentir la soportable levedad del ser, en el instante de la caída supe que era otro quien bajaba.
La experiencia me develó un secreto oculto en el ruido de la era actual. En un tiempo donde todo mundo valora sus “fortalezas”, una luz cayó sobre una frase que visualicé al momento de caer: “El miedo a la vulnerabilidad es la raíz de todos los miedos y el miedo devora las alas de la libertad”.  Trabajar las fortalezas negando la vulnerabilidad es como hacer ejercicio tomando esteroides anabólicos, se crea una fuerza ficticia, aparente. De ahí que estemos rodeados de gente con “talento muscular”, de “personalidades hiperanabolizadas”, espíritus secos intoxicados de sí mismos.  
Hace unos días vi la magistral obra cinematográfica de Terrence Malick, El árbol de la vida, la cual hace uno de los planteamientos más profundos a nuestra condición humana: Frente a la conciencia de nuestra vulnerabilidad ¿dónde buscamos respuestas: en la naturaleza o en la divinidad, en el devenir o en la gracia? En lo personal, me oriento por natura, creo que el único sentido de nuestra existencia es el que nosotros mismos le podemos dar a partir de nuestra maravillosa y terrorífica herencia filogenética que nos permite tener conciencia de nosotros mismos. Sin embargo, respeto profundamente a quienes como el Job bíblico, de cuya historia parte la película, abren sus brazos a la felicidad y dolor dictaminados desde esferas celestiales. Finalmente a creyentes, ateos y agnósticos, se nos contagia por igual el miedo a la vulnerabilidad y nuestras creencias o teorías tan sólo son intentos por disminuir nuestra angustia.
En los últimos años fui lanzado de un lado a otro por mis múltiples vulnerabilidades, pero resistí el impulso casi inercial a mirar al cielo y deseché el ideal occidental del “solitario”, la vida estilo “Palacio”, dejé de buscar el futuro en el espejo y me encontré , o más bien me reencontré, con los otros y en los otros. Sobreviviente de la hoguera de las vanidades, quedé hastiado del derroche narcisista de los “empoderados”, los “pro-activos” y los “creativos”; todos ellos ostentadores de una aburrida “in-vulnerabilidad”.
Dice Octavio Paz: “El hombre es un ser precario, complejo, doble o triple, habitado por fantasmas, espoleado por los apetitos, roído por el deseo: espectáculo prodigioso y lamentable. Cada hombre es un ser singular y cada hombre se parece a todos los otros. Cada hombre es único y cada hombre es muchos hombres que él no conoce: el yo plural. Cervantes sonríe: aprender a ser libre es aprender a sonreír”.
Al pisar tierra, tras largos minutos flotando en las entrañas de la atmósfera, fue deslumbrante la claridad: “aceptar mi vulnerabilidad me hará libre”. Hoy me asumo vulnerable, de ahí que recibo los embates como manifestaciones del sentimiento de vulnerabilidad de los demás, de su miedo a ser libres.




4 comentarios:

  1. Obi-Juan, me encantó leerte. Ciertamente la libertad está en el aceptar.

    Ger

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  2. Mi estimado Erick, basta recordar la frase del buen Gastón Bachelard: lo sencillo siempre será sospechoso.

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  3. Mi querido Ger, muchas gracias por tu comentario. Un abrazo

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