Me muevo hacia delante para atrapar mi propio tiempo
y el tiempo va siempre hacia atrás…
De donde no se vuelve.
y el tiempo va siempre hacia atrás…
De donde no se vuelve.
Alberto García-Alix
Es
cuatro de abril del año dos mil doce, recorro el andador Macedonio Alcalá,
puente entre dos centros de ascensión espiritual, vena que une la Catedral de
la ciudad con el Templo de Santo Domingo. Colores, olores y sabores vuelan
hasta los sentidos, recuerdan al visitante que si la diversidad tuviera un
hogar se localizaría en Oaxaca. El sol amenaza con hervir el pavimento y
abrasar la piel, en un orden que sólo natura puede imponer, los caminantes nos
organizamos sobre una estrecha franja de sombra como hormigas en dirección al
nido.
Rastreo sin buscar,
el impulso me lleva al Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), aunque me
remite a su similar en Monterrey, las dimensiones del sureño son tan sólo una
escala del norteño, pero el recuerdo de haber sido sorprendido por la obra de
Julio Galán en la tierra regiomontana me hace pensar en la oportunidad de ser
atrapado nuevamente por una obra. Las primeras salas me hacen sentir como en
esos espacios necesarios de un museo de arte, una obra temática pero lejana a
las entrañas de lo humano. Recibo un obsequio de una pared de un patio
interior, una frase del oaxaqueño Rufino Tamayo: “No quiero retratar el árbol o
el hombre, sino rehacerlos, ‘recrearlos’. Para mí esta es la función del arte.
Y esta recreación se hace por medio de la poesía”. Con esperanza renovada subo
unas escaleras donde me encuentro con una sala de video donde se proyecta una
especie de documental del fotógrafo Alberto García-Alix. Temeroso ingreso al
ala obscura, experimento resistencia frente a obras artísticas donde el creador
parece dirigirse a especialistas, asumiendo que el espectador conoce toda la
historia del arte occidental y desde ese lugar de privilegio tendrá el honor de
entender su propuesta.
Encuentro un desfile de video y fotografías en blanco
y negro, contextualizadas por la
narración de una voz rasposa al estilo Joaquín Sabina, ese peculiar sonido que
emana de gargantas donde el alcohol y el tabaco han hecho surco. No es el buen Sabina, es el mismo
García-Alix quien sigue un guión que él mismo ha escrito, al cual llamó De donde no se vuelve. La circulación de
200 fotografías capturadas entre los años 1976 a 2008 sumada a la locución de
un sobreviviente de la batalla de las jeringas, me hipnotiza, un híbrido se
apodera de mi pecho, donde danzan abrazados la fascinación y el espanto, los
rostros tan vivos y altaneros de yonkis que se eternizaron en la juventud, momificados
por lo que el mismo García-Alix llama los excesos del pasado:
Vapores de
opio donde el tiempo es sombra.
Vapores de opio sueñan letras chinas. Vapores de opio sueñan letras chinas.
Vapores de opio sueñan letras chinas. Vapores de opio sueñan letras chinas.
Morfina…
Pentazocina. Palfium. Dolantina. Pentapón. Sosegón…
Pentazocina. Palfium. Dolantina. Pentapón. Sosegón…
Pentazocina.
Palfium. Dolantina. Pentapón. Sosegón…
Ampollas de clorhidrato mórfico… Ampollas de clorhidrato mórfico…
Heroína… Heroína…
El limbo que antecede al infierno. El limbo que antecede al infierno.
Ampollas de clorhidrato mórfico… Ampollas de clorhidrato mórfico…
Heroína… Heroína…
El limbo que antecede al infierno. El limbo que antecede al infierno.
El fracaso narcotizado
no duele, tampoco el miedo…
Carlitos Gardel en cucharilla de plata…
¡Hay que bailar! Y eso hicimos la mayoría de la pandilla
Tere y yo, Willy, Fernando, Rosa, Chito y Magui, Manolo…
Carlitos Gardel en cucharilla de plata…
¡Hay que bailar! Y eso hicimos la mayoría de la pandilla
Tere y yo, Willy, Fernando, Rosa, Chito y Magui, Manolo…
Como en un
homenaje, se nombra a las caídas y los caídos por las flechas de heroína, miro las
imágenes como si frente a mí se encontrara el anuario de un panteón: “Por
favor, sonrían, graduados de la vida, generación 1980”.
El primero en morir fue mi hermano Willy y la primera en
nacer
fue su hija Nuria.
Una lección magistral de vida.
fue su hija Nuria.
Una lección magistral de vida.
Teresa estaba convencida de que éramos jóvenes con alma de
héroe
y Fernando decía que vivíamos desencajados en un estrato marginal.
y Fernando decía que vivíamos desencajados en un estrato marginal.
Mi única disciplina era la misma que hoy: hacer fotos.
Los amigos de aquellos días y nuestra común odisea,
congelados.
Éramos jóvenes. Ingenuos. Irreverentes. Inquietos.
Agitadores… Creativos…
Larga vida al Rock ‘n’ Roll!
Larga vida al Rock ‘n’ Roll!
Pero, para muchos de nosotros, nuestro error fue que nuestra
mística
estaba anclada a una épica destructiva.
estaba anclada a una épica destructiva.
En esta luz que anestesia el remordimiento, renace el
deseo...
Si pudiese me daba un homenaje.
Por matar el miedo soy capaz…
Capaz de cualquier delito.
Si pudiese me daba un homenaje.
Por matar el miedo soy capaz…
Capaz de cualquier delito.
Nuestro error fue que nuestra mística estaba
anclada en un épica destructiva… Describiendo a jóvenes de hace más treinta
años, la frase podrían apropiársela muchos jóvenes de la actualidad, es un enunciado
para un domingo, las generaciones noveles han abandonado los confesionarios
como sitio expiatorio, ahora cumplen su acto de contrición en sus habitaciones,
enterrados en sus camas, “crudeando” o luchando contra los espectros de una
noche de anfetaminas, sedientos de serotonina, escarban entre sus drogas suaves
para matar el miedo y no ser
arrastrados por el pánico o la depresión.
Educados
para recorrer líneas, caminamos desde la infancia impulsados por la idea de
avanzar, de ir hacia delante, del progreso. Es nuestra mentira más valorada,
diariamente nos imponemos el reto de “mejorar”, lavamos y enceramos nuestra
carrocería para lanzarnos a la vorágine donde miles o millones, depende donde
vivamos, se mueven bajo el mismo precepto. En cada esquina encontramos a los
nuevos profetas, quienes proclaman la felicidad afirmando que quien no es feliz
es culpable de su condición, pues la alegría es tan abundante como el aire que
respiramos, por tanto, basta desear la felicidad para que ésta llegue a
nosotros y nos impregne como el más denso perfume. De ahí que andemos
disfrazados de optimismo, complementando nuestro atuendo con amuletos contra
“la mala vibra”, contra esos “otros” que no han verificado su emisión de
contaminantes y amenazan con obstruir nuestro proceso de “atracción” de las
energías positivas.
Detrás de este
primer plano se despliega la condición humana, ese universo al cual la piel
hace frontera, donde hierve la subjetividad combatiendo a cada instante para
intentar engranar sus fuerzas con ese afuera, esa realidad plagada de
estímulos, riesgos y otros cuerpos con su respectiva subjetividad. La
conciencia de nosotros mismos, es un don paradójico obsequiado por la
evolución, saber que estamos, pero sobre todo saber que somos, nos motiva a
desear que de ese ser emanen formaciones, creaciones que nos confirmen o que
impacten en los otros. Pero la misma conciencia nos lleva a visualizar nuestra finitud, a ubicarnos
en pasado y futuro, sumados a un presente que se nos escapa perpetuamente.
Nuestra relación con el tiempo nos empuja a la obsesión por vivir, haciendo de
la vida algo extraordinario cuando en realidad es algo dado, a diferencia de
los animales no humanos, nosotros condicionamos la existencia a ciertos
criterios que nos llevan a calificarla de buena o mala.
Síntoma de la
aspiración a la felicidad perpetua, los yonkis mutan en happy face, se burlan del esfuerzo, hacen de su limbo un Parnaso,
seducen a musas inventadas por ellos, ensoñando una vida asombrosa, pero el
tiempo les muestra su creación, un cráter tallado por su girar sobre sí mismos:
Fernando, la
noche que murió, mirándome fijamente, dijo:
«Respirar… Un día más.»«Respirar… Un día más»…
«Respirar… Un día más.»«Respirar… Un día más»…
Fernando decía
que lo que aprendió en sus últimos diez años de vida cabía
en una caja de cerillas.
en una caja de cerillas.
Ahogado
en drogas, angustia y paranoia; solo, no por voluntad, sino por la extinción de
su mundo, García-Alix se curó en el encuentro:
Mordí el
corazón de un pájaro…
Pero mi alma
mira. Mira hacia delante.
Se busca a sí misma. Se busca a sí misma.
Se busca a sí misma. Se busca a sí misma.
Hoy con Laoda
y mañana en otros ojos.
La magia de la
vida es el encuentro.
El encuentro
nos mueve. Nos posiciona… Nos acerca.
Sus fotografías congelaron el tiempo,
pudo ser dios de manera intermitente, en los momentos donde el disparo de su
cámara abría su ojo para alojar la
memoria. García-Alix, abandona la mística de la épica destructiva para
entregarse al éxtasis de las luces y sombras, a la mística de la imagen, la
cual es aún ficticia, pero es más tangible y duradera que los arrebatos por
heroína. Las siguientes líneas de Alberto García-Alix, son las que acompañan el
último acto de su video, es una cita extensa, pero fragmentar el texto
implicaría romper su maravilloso ritmo, sería negarle a la lectora o al lector
de este escrito, arribar Al otro lado de
la vida… De donde no se vuelve por la vía construida por el fotógrafo,
quien nos obsequia estas explosiones de subjetividad y nos invita a pensar en
nuestra propia vida, a inventariar las fotografías que nos llevan una y otra vez adonde no volvemos, a los
momentos en que habitamos cavernas,
a periodos sórdidos donde hicimos de la autodestrucción nuestra mística y del
dolor nuestra ceremonia sagrada. Regresar a ese otro lado de la vida, simplemente para sonreír por sabernos todavía
vivos y ponernos menos serios pues hagamos lo que hagamos, nuestros retratos
serán en cien años, como dice García-Alix, los de un cadáver.
Recomiendo
acompañar la lectura con la pieza Like a
dream del genial Zbigniew Preisner: http://www.youtube.com/watch?v=PA97WPmdJZY
No puedo tener
una mirada inocente. Mi intención nunca es honesta.
Es maliciosa. Es maliciosa.
Recojo ecos vivos de lo que vieron mis ojos.
Es maliciosa. Es maliciosa.
Recojo ecos vivos de lo que vieron mis ojos.
Recojo ecos
vivos de lo que vieron mis ojos.
Poseer
presencias me excita. Me alimenta.
En esos
momentos ni yo me conozco.
Fotografío lo vivo como ya muerto, con la intencionalidad de un forense y…Fotografío lo vivo como ya muerto, con la intencionalidad de un forense y…
¡Ahí te quiero ver! No es fácil.¡Ahí te quiero ver! No es fácil.
Fotografío lo vivo como ya muerto, con la intencionalidad de un forense y…Fotografío lo vivo como ya muerto, con la intencionalidad de un forense y…
¡Ahí te quiero ver! No es fácil.¡Ahí te quiero ver! No es fácil.
Un juego
masoquista, atrapar mi suspiro en la foto.
La fotografía se asienta en la fe de lo que es visible. La fotografía se asienta en la fe de lo que es visible.
Por tanto, el suspiro no puede verse pero fotografiar me obliga a encontrarlo. Por tanto, el suspiro no puede verse pero fotografiar me obliga a encontrarlo.
A multiplicar lo que miro. A multiplicar lo que miro.
La fotografía se asienta en la fe de lo que es visible. La fotografía se asienta en la fe de lo que es visible.
Por tanto, el suspiro no puede verse pero fotografiar me obliga a encontrarlo. Por tanto, el suspiro no puede verse pero fotografiar me obliga a encontrarlo.
A multiplicar lo que miro. A multiplicar lo que miro.
Jugar con el
exceso de ver y de verme…
Delimito el
espacio.
Decido el cómo y el dónde mirar. Decido el cómo y el dónde mirar.
Decido el cómo y el dónde mirar. Decido el cómo y el dónde mirar.
Mirar por la
cámara protegiéndome y encerrándome por fin en mí mismo.
Tras la cámara
me convierto en un cíclope.
Un único ojo anhelante. Un único ojo anhelante.
Un único ojo anhelante. Un único ojo anhelante.
La toma
fotográfica me lleva al trance…
¡Ah! ¡Cazar el
momento!
Apropiarme de ese algo más que busco…
Apropiarme de ese algo más que busco…
Apropiarme de
ese algo más que busco…
¡Poseer…!¡Poseer…!
¡Poseer…!¡Poseer…!
Sí, poseer con
malicia. Intencionadamente.
Me muevo en la
noche intentando iluminar mi sombra.
Si ayer
fotografiaba silencios, hoy fotografío mi propia voz.
Este viaje
tejido sobre una memoria de luces, destellos, ilusiones ópticas,
persigue una revelación.
Un puente.
Un puente sobre el abismo. Un renacer constante.
El aliento.
persigue una revelación.
Un puente.
Un puente sobre el abismo. Un renacer constante.
El aliento.
Una vez más
una convulsión me agita…
La tensión de
un anhelo eternamente insatisfecho conduce mis ojos.
Los detiene…
Sombras rotas…
Letras chinas…
Fundido en
ellas redimo los reproches del destino…
Me consuelo…
Me consuelo…
Un ajuste de
cuentas: 214 x 1 = 317.
Camino bajo
farolillos rojos...
Nietzsche dijo
que no hay mundo sin espejo.
Un espejo para desnudar el alma.
Un espejo para desnudar el alma.
La
escenografía visible de un sentimiento al compás de mis emociones.
Hoy tengo la
conciencia de que una forma de ver es una forma de ser.
Soy fotógrafo.
La fotografía
es el espacio donde imaginarme.
En la
fotografía, destino y presente sueñan en el latir de un fragmento de tiempo,
un permanente pasado.
un permanente pasado.
Un permanente
pasado…
No hay retorno
posible.
Con las
fotografías un mar de recuerdos se despierta.
Se agita. Se encrespa…
Se agita. Se encrespa…
Fotos y más
fotos que dejan tras de sí un eco. El eco de mis pasos.
La fotografía
es un certificado de presencia... De ausencia.
La fotografía
es iconografía de muerte. Está en su naturaleza.
En ella ya no somos como somos. Somos como éramos…
En ella ya no somos como somos. Somos como éramos…
Ciertamente en
la fotografía hay un elemento fatalista.
En cien años
todos calvos. Quiero decir que una colección de retratados
es una colección de futuros cadáveres.
es una colección de futuros cadáveres.
La fotografía
es un poderoso médium.
Nos lleva al
otro lado de la vida.
Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras,
siendo sólo presencia, también vivimos.
Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados.
Por fin domesticados… Congelados.
Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras,
siendo sólo presencia, también vivimos.
Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados.
Por fin domesticados… Congelados.
Al otro lado
de la vida... De donde no se vuelve.
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