martes, 5 de marzo de 2013

Los niños peculiares de Miss Peregrine: sobre los sentimientos de soledad, orfandad y exclusión

 

Father, please…. Llamado al padre desde el lugar más extremo de la vulnerabilidad, en el instante previo a ser aniquilado, Luke Skywalker hace de su voz el instrumento de la demanda para ser salvado. El emperador lanza el veredicto al joven Jedi, representación del héroe guerrero: And now, young Skywalker... you will die. Mientras tanto Darth Vader, su padre, mira fijamente atrapado en la máscara inexpresiva, imagen arquetípica del héroe que ha renunciado a toda afectividad por desencanto del universo y sus habitantes, que al perder a la mujer amada rompió todo lazo con su condición humana. La escena alcanza el poder de las más grandes tragedias griegas, la máscara negra gira del hijo al emperador, nada se ha modificado en su estructura, sin embargo, de ella parece emanar dolor. El hijo muere envuelto en los estridentes rayos azules disparados por las manos del tirano. Sumando la poca energía vital que le queda, Darth Vader responde a la voz del hijo y levanta al emperador para aventarlo al vacío, al tiempo que suena la música de The Force Theme, mantra de una generación en la que la que Star Wars reemplazó a todas las otras referencias míticas de Occidente, cristianismo y mitos nacionales cayeron bajo el poder de la fuerza. Como si de un ritual iniciático se tratara, fui a ver The Return of the Jedi para celebrar mi cumpleaños número siete, cumpliendo así la tradición griega del cambio de etapa cada siete años. Recuerdo que al encenderse las luces de la sala de cine no sabía como ocultar mis ojos hinchados por el llanto, mi preocupación despareció cuando detecté los mismos rasgos en mis amigos. George Lucas se ensañó con nuestros espíritus, al mostrarnos en una sola película la muerte de Yoda y Darth Vader, la caída del padre simbólico y el padre biológico en una sola exhibición despertó de súbito  fantasmas que dormitaban en nuestros inconscientes. Al paso del tiempo descubro que las narrativas de orfandad tienen un fuerte impacto en niños y adolescentes, así como hay una generación Star Wars, hay una generación Harry Potter, seguidora también de las tribulaciones de un huérfano. Ahora ve la luz en México el libro El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares de Ransom Riggs una nueva saga que podría convertirse en otra mítica cinematográfica. Tómo la novela como punto de partida para analizar los sentimientos de orfandad, soledad y exclusión como referentes de nuestra subjetividad, desde sus registros real, imaginario y simbólico.
       Partamos del concepto de “peculiar”, adjetivo que captó mi atención cuando tuve conocimiento de la novela, particularmente porque es una palabra que se conserva en traducción al castellano desde la lengua original del libro (inglés). Peculiar tiene su origen en el Derecho romano, se denominaba “mercancía peculiar” a los productos dados por el padre de familia y el dueño a un esclavo para que, con su conocimiento, fuese negociada en el nombre del peculio, con esta intermediación respondían limitadamente frente a terceros en el supuesto de quiebra. La Real Academia de la Lengua Española define peculio como: Hacienda o caudal que el padre o señor permitía al hijo o siervo para su uso y comercio. Dinero que particularmente tiene cada uno, sea o no hijo de familia. Y peculiar como: Propio o privativo de cada persona o cosa.
        Lo anterior nos lleva a la conclusión que hablar de las peculiaridades de una persona implica dar cuenta de lo que le fue dado, ya sea por la genética, la educación o el vivir mismo, por ejemplo, alguna enfermedad o accidente. Por tanto, si consideramos que alguien es peculiar, implica que le fue dado algo muy especial y particular que no tienen los demás, lo cual puede entenderse desde una característica atemorizante hasta un don reconocido ampliamente.
        Al igual que en Star Wars y Harry Potter, en la historia de Ransom Riggs, hay un grupo  diferenciado del resto de los humanos, una selección de seres con poderes especiales: Jedis, magos y peculiares. Por otro lado está la masa ingente de personas corrientes que componen el grueso de la humanidad, que en el caso de la saga de Rowling se denominan muggles y en la novela de los Niños peculiares, se llaman coerlfolc. Entre los dones de los peculiares está una niña que flota (Olive), un adolescente invisible (Millard), una adolescente que produce fuego (Emma), un niño que da vida a lo inanimado y a los muertos (Enoch), un profeta (Horace), por mencionar algunos. Las Ymbrynes son peculiares que pueden manipular los campos temporales, creando bucles en el tiempo, espacios donde un día se repite incesantemente. Las Ymbrynes, como Miss Peregrine, representan a las nanas que adoptan a los niños peculiares, para que vivan indefinidamente y queden al resguardo de los peligros.
        En el caso de los Niños de Miss Peregrine, sus peculiaridades fueron fuente de rechazo y abandono. Un wight, un espíritu hueco que ha alcanzado la forma humana devorando humanos, animales y peculiares,   recuerda el pasado de varios de ellos: Emma Bloom, una chispa abandonada en un circo cuando sus padres no pudieron venderla. Bronwyn Bruntley, una enloquecida, degustadora de sangre, que no conocía su propia fuerza hasta la noche que le partió el cuello al canalla de su padrastro. Enoch O’Connor, que levanta a los muertos, nacido en una familia de empresarios de funerales que no podían comprender por qué sus clientes insistían en marcharse por su propio pie.
     Dejando a un lado el aspecto fantástico de los poderes, el énfasis en la diferencia es el aspecto central de la historia, ya que traducido a una realidad más cruda, el abandono de los niños se da por la incapacidad de padres para sostener su parentalidad con hijas e hijos con alteraciones físicas, limitaciones de movilidad o trastornos neurológicos o de desarrollo. En lugar de bucles del tiempo y de Casas Hogar para estos peculiares, tenemos instituciones para marginar, medicalizar y sedar la diferencia, para no romper la armonía de un sistema donde la felicidad es el objetivo. La televisión y el internet son los nuevos circos donde se exhiben a estos peculiares, donde los normales, los muggles y coerlfolc en una mezcla de estremecimiento y placer voyeurista, celebran el no encontrarse entre los peculiares.
     Abandonad@s, huérfan@s o marginad@s, legiones de niñas, niños y adolescentes buscan a una Miss Peregrine para que les adopte y sostenga su peculiaridad. En el análisis arquetipal del huérfano encontramos que sus características positivas son el realismo, su capacidad de resiliencia, la interdependencia y la empatía. Al tiempo que puede tender al cinismo, a victimizarse o victimizar y a la queja constante. En una época donde impera la ansiedad por la homogeneidad, las peculiaridades implican una confrontación y por tanto se les desea marginar o hacerlas espectáculo para que pierdan realismo.
      El sentimiento de orfandad es primo hermano del sentimiento de soledad, pero su intensidad es mayor puesto que se experimenta como irreversible. El sentimiento de orfandad nos habita a todos. Siguiendo los planteamientos de Lacan con respecto a los tres registros subjetivos podemos proponer que hay una orfandad real, una imaginaria y otra simbólica. Hay quienes han perdido a su madre, a su padre o a los dos y por tanto su vivencia es de privación, de ausencia absoluta. La orfandad imaginaria, que es la que viví con mis amigos en la sala de cine a los siete años, es la que nos representamos en fantasías, sueños o vía una narrativa. Es común el fantaseo de la muerte de los padres en niños y adolescentes, como una vía para expresar el odio por alguna vivencia con ellos o como una predisposición a recrear abandonos para sufrir vicariamente. La orfandad imaginaria despierta frustración, sentimos una pérdida o la negación de un bien como una falta primaria. Cuando conocemos las biografías de Luke Skywalker, Harry Potter o los peculiares, nos preguntamos ¿cómo sería la vida sin mis padres? ¿Tras una vida anónima podría aparecer un Rubeus Hagrid, un Obi-Wan Kenobi o una Miss Peregrine que haría de mi peculiaridad un don maravilloso que haría transitar del peculiar marginado al peculiar heroico?
     Finalmente la orfandad simbólica, cuando quedamos fuera del discurso de nuestros padres o cualquiera de sus representaciones: maestros, autoridades, instituciones, etcétera. El extremo de la orfandad simbólica es no contar con nombre o apellidos, los cuales nos vinculan a una genealogía y a una herencia de usos y costumbres. El ser hablados por los otros, desde que reconocemos por primera vez nuestro nombre hasta que escuchamos la última despedida, nos permite saber que tenemos un lugar en el mundo desde el cual podemos hablar y por tanto recibir respuesta. Si alguna característica tienen los huérfanos de las historias analizadas es que son ampliamente nombrados por figuras simbólicas que dan cuenta de su existencia y reconocen sus peculiaridades. Miss Peregrine, conoce detalladamente a cada uno de sus niños peculiares y les ofrece un tiempo y espacio acorde a sus características. Es por esto que no entierra a un peculiar muerto trágicamente, el cual no se descompone por la incesante repetición del 3 de septiembre de 1940, espera poder librarlo de la muerte misma.
      El sentimiento de orfandad da origen al sentimiento de exclusión. Cuando nos sentimos expulsados de un sistema experimentamos soledad y abandono, exaltamos el valor de dicho sistema no por sus méritos propios sino solamente por la falta que implica la marginación. Niñas, niños y adolescentes saben de esto, consciente o inconscientemente  y por tanto castigan o se burlan de otros con la estrategia de excluirlos del grupo de amigos. Es una expresión de poder y quizá el origen de la violencia. Es por esto que las historias de niños o adolescentes que han sido excluidos o alienados de su grupo y que posteriormente son adoptados por un sistema que afina sus talentos y les lleva por las rutas del reconocimiento, resultan tan atractivas. De alguna u otra manera, todas y todos hemos sido excluidos y por tanto nos identificamos con los personajes.
      Mowli (El libro de la selva), Huckleberry Finn, Oliver Twist, Cenicienta, Blancanieves, Bella, Annie (la huerfanita), Pip (Grandes esperanzas), Jane Eyre, Tom Sawyer, Peter Pan, Heidi, Candy Candy, Remi, Superman, Batman, Spider-Man, Iron-man, Tormenta, Daredevil, Billy Elliot, etcétera, etcétera… Todas y todos huérfan@s, inspiradores de miedos, fantasías, pesadillas, expectativas. Narrativas literarias, cinematográficas, televisivas o teatrales; nos atrapan con ganchos lanzados a nuestra subjetividad. Estamos solas y estamos solos, somos peculiares, pero sólo aparentemente, porque nos entrelaza nuestra condición humana, la cual se impulsa por intensos afectos, siendo algunos de los más fuertes los sentimientos de orfandad, soledad y exclusión. Basta con recordar y reflexionar sobre todo lo que hemos hecho y hacemos para pertenecer, para dimensionar el ímpetu de estos sentimientos. Como canta magistralmente el buen Pablo Milanés, la nuestra es una soledad acompañada.

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