Episodio I. All By Myself (Eric Carmen). Tengo debilidad
por las baladas románticas, no me culpo por ello, nací en la era del Pop, digno hijo de mi época recibí mi
educación sentimental a través de la música emitida por los mass media. Desde muy pequeño construí
mi teatro emocional, lugar donde he representado todo tipo de dramas, Todo por mí mismo. Me gusta Chiquitita de ABBA, principalmente por
su juego de voces, razón por la cual también disfruto muchas canciones del
grupo vasco Mocedades. Total
eclipse of the heart de Bonnie
Tyler, me estremecía profundamente, efecto que se agudizaba cuando veía el
video de la canción donde salían sujetos con ojos iluminados. Una
característica de lo que llamamos “canción” es la de ser una pequeña historia
con su entrada, su nudo (el coro) y el final. No sabría decir cuantas de estas
historias han escuchado mis oídos, tengo archivadas como mil, sin embargo,
diariamente escucho alguna nueva, por lo que si calculo una canción por cada
día de mi vida, sumaré varios miles. Aún así estoy ávido de nuevas narrativas.
Episodio II. Querida (Juan Gabriel). Algunas
canciones de la llamada música vernácula me atrapan poderosamente. Desde la
primera vez que escuché la música de Querida
en la voz de Juanga, sentí un no se qué que qué se yo. Tenía ocho años y me
solidaricé con el sentimiento de abandono del intérprete, además mi voz
infantil me permitía cantarla a tono. Quizá me contagié por los furores
edípicos que caracterizan a las canciones de Juan Gabriel, como buen hombre
mexicano me sentía huérfano potencial, sufriendo incesantemente por la amenaza
de la ausencia de la madre. A ésta se sumaron la de Cómo te voy a olvidar de los Ángeles Azules y Los caminos de la vida de la Tropa Vallenata. Toqué fondo cuando me
puso triste una canción llamada Enamorado
de un fantasma del Grupo Liberación, por esa época andaba yo muy mal. Uno
puede evaluar el nivel de su crisis recordando la música que escuchaba. Sólo de
rememorar ya se me escapó una lágrima
Episodio III. Words (David). La adolescencia llegó con
todo, como aquella canción ganadora del Festival de San Remo, cantada por Nada
Malanima, mi corazón gitano se volvió (Il
Cuore uno Zingaro). Los amores son como los países, cada uno debe tener su
himno, en el caso de los primeros casi siempre la pieza suele ser como goma de
mascar, dulce y pegajosa. Con Words estrené
mi cancionero romántico: I will always
love you (Whitney Houston), Against
All Odds (Phil Collins), It must have
been love (Roxette), Look Away (Chicago),
I do it for you (Bryan Adams) y como
cerezas (o moscas) del pastel Tú y yo
somos uno mismo (Timbiriche) y Rayando
el sol (Maná). Cualquier enamorada o enamorado de ese periodo habrá
identificado que al menos tres son temas de películas, narrativa sobre
narrativa. Uno sabe que ha vivido cuando deja de buscar “nuestra canción”, el
encanto suele terminar tras bailarla en una boda o el festejo de un arrejunton
(mexicanismo: acción de irse a vivir con una pareja sin casarse). Cuando uno
coloca todo su cancionero romántico en sus listas de reproducción y escucha
canción tras canción, es como pasearse por un panteón viendo el nombre de las lápidas,
uno deja flores (o piedras) y sigue su camino. A quien se detiene a llorarle a
una tumba, se lo comen los gusanos.
Episodio IV. I Gotta Feeling (Black Eyed Peas). En el
periodo de mi divorcio me dio por el Dance,
cuando uno baila tiene la fantasía de sacudirse residuos tóxicos, es una
especie de ritual de purificación. Así apareció Black Eyed Peas en mi vida,
seguido de Bad romance (Lady Gaga) y Cool (Gwen Stefani). El encanto terminó
con una operación de columna, gracias a la cual pude replantearme mis gustos
musicales, es mejor una hernia discal que una cerebral. Fui en búsqueda de
todos aquellos grupos de hard rock de finales de los ochenta y principios
de los noventa con el objetivo de desgagarme:
Gun’s and Roses, Skid Row, Def Leppard, Poison, etcétera. La música es como los
libros sagrados de la India, la hay para las distintas etapas de la vida. Cada
día me siento más atraído por la contemplación y la reflexión, por lo que el Dance se ha vuelto un interés de tipo
antropológico, soy un observador no participante. Las “coreografías” de Miley Cyrus en la ceremonia de entrega
de los premios MTV, indican que hemos llegado a una etapa de “omsiniwrad” (darwinismo inverso),
vamos hacia la involución, lo cual también corroboran los conductores de
automotores en la Ciudad de México, referencia que sale de contexto pero es una
verdad ineludible.
Episodio V. All around the world (Justin Bieber).
Cuando esto suceda, por favor hagan algo por mi, exijan se legalice la
eutanasia, que se me declare no apto para tomar decisiones o una lobotomía. Seguramente
en la nueva versión del manual diagnóstico de la Asociación Americana de
Psiquiatría (DSM-V) encontrarán alguna categoría para dicho trastorno, algo así
como Bieberismo, tipo I (con Selena Gómez,
por tanto, el más grave) y tipo II (sin Selena Gómez). El manual sigue el
formato Starbucks, ofrece
psicopatologías personalizadas para cada cliente, o como la Biblia, ahí
donde uno lo abre encuentra algo aplicable a su vida. Hay que estar tranquilos,
ahora hasta para el mal gusto hay psicofármacos.
Estas son algunas de mis
canciones inconfesables, pensarán que debo haberme reservado premeditadamente
muchas otras, así es, cuando elabore el trauma de haberme apegado a ellas,
escribiré el libro “Pecaditos musicales” (en homenaje a la revista de espectáculos
“Notitas musicales”), “JP Brand: Biografía
musical no autorizada” o “Dirty list”.
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