sábado, 31 de agosto de 2013

Mis canciones inconfesables



Episodio I. All By Myself (Eric Carmen). Tengo debilidad por las baladas románticas, no me culpo por ello, nací en la era del Pop, digno hijo de mi época recibí mi educación sentimental a través de la música emitida por los mass media. Desde muy pequeño construí mi teatro emocional, lugar donde he representado todo tipo de dramas, Todo por mí mismo. Me gusta Chiquitita de ABBA, principalmente por su juego de voces, razón por la cual también disfruto muchas canciones del grupo vasco Mocedades.  Total eclipse of the heart  de Bonnie Tyler, me estremecía profundamente, efecto que se agudizaba cuando veía el video de la canción donde salían sujetos con ojos iluminados. Una característica de lo que llamamos “canción” es la de ser una pequeña historia con su entrada, su nudo (el coro) y el final. No sabría decir cuantas de estas historias han escuchado mis oídos, tengo archivadas como mil, sin embargo, diariamente escucho alguna nueva, por lo que si calculo una canción por cada día de mi vida, sumaré varios miles. Aún así estoy ávido de nuevas narrativas.

Episodio II. Querida (Juan Gabriel). Algunas canciones de la llamada música vernácula me atrapan poderosamente. Desde la primera vez que escuché la música de Querida en la voz de Juanga, sentí un no se qué que qué se yo. Tenía ocho años y me solidaricé con el sentimiento de abandono del intérprete, además mi voz infantil me permitía cantarla a tono. Quizá me contagié por los furores edípicos que caracterizan a las canciones de Juan Gabriel, como buen hombre mexicano me sentía huérfano potencial, sufriendo incesantemente por la amenaza de la ausencia de la madre. A ésta se sumaron la de Cómo te voy a olvidar de los Ángeles Azules y Los caminos de la vida de la Tropa Vallenata. Toqué fondo cuando me puso triste una canción llamada Enamorado de un fantasma del Grupo Liberación, por esa época andaba yo muy mal. Uno puede evaluar el nivel de su crisis recordando la música que escuchaba. Sólo de rememorar ya se me escapó una lágrima

Episodio III. Words (David). La adolescencia llegó con todo, como aquella canción ganadora del Festival de San Remo, cantada por Nada Malanima, mi corazón gitano se volvió (Il Cuore uno Zingaro). Los amores son como los países, cada uno debe tener su himno, en el caso de los primeros casi siempre la pieza suele ser como goma de mascar, dulce y pegajosa. Con Words estrené mi cancionero romántico: I will always love you (Whitney Houston), Against All Odds (Phil Collins), It must have been love (Roxette), Look Away (Chicago), I do it for you (Bryan Adams) y como cerezas (o moscas) del pastel Tú y yo somos uno mismo (Timbiriche) y Rayando el sol (Maná). Cualquier enamorada o enamorado de ese periodo habrá identificado que al menos tres son temas de películas, narrativa sobre narrativa. Uno sabe que ha vivido cuando deja de buscar “nuestra canción”, el encanto suele terminar tras bailarla en una boda o el festejo de un arrejunton (mexicanismo: acción de irse a vivir con una pareja sin casarse). Cuando uno coloca todo su cancionero romántico en sus listas de reproducción y escucha canción tras canción, es como pasearse por un panteón viendo el nombre de las lápidas, uno deja flores (o piedras) y sigue su camino. A quien se detiene a llorarle a una tumba, se lo comen los gusanos.

Episodio IV. I Gotta Feeling (Black Eyed Peas). En el periodo de mi divorcio me dio por el Dance, cuando uno baila tiene la fantasía de sacudirse residuos tóxicos, es una especie de ritual de purificación. Así apareció Black Eyed Peas en mi vida, seguido de Bad romance (Lady Gaga) y Cool (Gwen Stefani). El encanto terminó con una operación de columna, gracias a la cual pude replantearme mis gustos musicales, es mejor una hernia discal que una cerebral. Fui en búsqueda de todos aquellos grupos de hard rock  de finales de los ochenta y principios de los noventa con el objetivo de desgagarme: Gun’s and Roses, Skid Row, Def Leppard, Poison, etcétera. La música es como los libros sagrados de la India, la hay para las distintas etapas de la vida. Cada día me siento más atraído por la contemplación y la reflexión, por lo que el Dance se ha vuelto un interés de tipo antropológico, soy un observador no participante.  Las “coreografías” de Miley Cyrus en la ceremonia de entrega de los premios MTV, indican que hemos llegado a una etapa de  “omsiniwrad” (darwinismo inverso), vamos hacia la involución, lo cual también corroboran los conductores de automotores en la Ciudad de México, referencia que sale de contexto pero es una verdad ineludible.

Episodio V. All around the world (Justin Bieber). Cuando esto suceda, por favor hagan algo por mi, exijan se legalice la eutanasia, que se me declare no apto para tomar decisiones o una lobotomía. Seguramente en la nueva versión del manual diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-V) encontrarán alguna categoría para dicho trastorno, algo así como Bieberismo, tipo I (con Selena Gómez, por tanto, el más grave) y tipo II (sin Selena Gómez). El manual sigue el formato Starbucks, ofrece  psicopatologías personalizadas para cada cliente, o como la Biblia, ahí donde uno lo abre encuentra algo aplicable a su vida. Hay que estar tranquilos, ahora hasta para el mal gusto hay psicofármacos.

Estas son algunas de mis canciones inconfesables, pensarán que debo haberme reservado premeditadamente muchas otras, así es, cuando elabore el trauma de haberme apegado a ellas, escribiré el libro “Pecaditos musicales” (en homenaje a la revista de espectáculos “Notitas musicales”), “JP Brand: Biografía musical no autorizada” o “Dirty list”.

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