Para Beto,
por todas las navidades
pasadas,
por tu amor truncado,
por el dolor que causa tu
primera ausencia.
En memoria de Eucario
Torres Chávez,
víctima adolescente en un
asalto la noche del 2 diciembre de 1990.
“Quizá será la fiebre
llevamos en la sangre,
quizá será la forma que
tenemos al sentir...”
En el altar
de la memoria,
lloro las
lágrimas no lloradas por mis ancestros,
soy el
centinela de sus dolores,
portador de
sus sueños vulnerados,
soy la
cicatriz de sus desdichas.
Sus cenizas
revolotean errantes,
persiguen la
puerta hacia la infancia de los tiempos,
canto
plegarias al vacío de sus creencias,
mi voz es el
coro de sus deseos marchitos,
nada
conservo de su aroma,
se borró su
tacto de mi piel.
Sólo
encontrarán la paz en el olvido,
al abandonar
la casa del recuerdo
para ser
viajeros en la diáspora genética,
ahí donde la
palabra se rinde al poder del acto.
Juan Pablo Brand, Mis
ancestros
La
navidad es una espina que comienza a dolerme con el arribo del frío, con un
impulso masoquista escucho los villancicos que sellaron mis sueños infantiles,
sucede que cuando me descuido soy presa de un intenso sentimentalismo y por
tanto fácilmente me dejo atrapar por el anzuelo de las subidas de voz típicas
de las canciones navideñas, la versión de Oh
holy night en voz de Celine Dion puede exprimirme los ojos hasta secarlos.
Mi dolor nace del despojo de la magia, siendo niño viví navidades de ensueño,
quizá por un pacto no escrito de mi familia materna de hacer de estas fechas
algo grande, donde se desdibujaban las fronteras de la realidad. Somos tantos
primos que podíamos representar una pastorela con todo y borregos, impregnados
por las tradiciones del norte del país, lo nuestro era Santa Claus, quien representado por alguno de los tíos nos
hacía sentir privilegiados y poseedores de un trato VIP al recibir la visita
del rey del Polo Norte dos veces en una misma noche.
Aún
con mis marcadas distancias con el catolicismo, debo reconocer que pase
momentos maravillosos al interior de una iglesia, la Parroquia de Santo Domingo
de Guzmán, perteneciente a los vestigios del antiguo barrio de Mixcoac en la
Ciudad de México. Por esas inexplicables sincronicidades, en dicho lugar se
congregó una comunidad que se consolidó durante el trabajo de colaboración para
apoyar a las víctimas del sismo de 1985, momento en que se suspendieron las
actividades escolares y pudimos estar aproximadamente dos semanas preparando
alimentos para que fueran distribuidos entre los damnificados. A lo anterior se
sumó la fuerza espiritual de quien era el párroco en aquella época y ahora es
el rector de la Basílica de Guadalupe, Enrique Glennie Graue. Yo tenía nueve
años y me sentía participe de algo importante, pareciera que cada uno
tuviéramos un lugar especial, y esto alcanzaba su culmen en las celebraciones
de la noche de navidad, momento en que con una vela encendida cada uno y cada
una aportábamos nuestra pequeña luz para iluminar la gran galería del templo de
la que retiraban la luz eléctrica.
Finalmente
estaban mis vecinos, que también iban a la mencionada iglesia. Vivía en una
privada que era como un pequeño pueblo, un pueblo mágico. En una ocasión,
siendo ya joven, en pleno disfrute de tiempo de ocio puse a trabajar mi memoria
para hacer una lista con los nombres de los vecinos y visitantes que habían
pisado esa privada, desistí al llegar al número 600, cantidad considerable ,
partiendo de que solamente había seis casas. De esos, al menos 500 habían entrado a mi casa. En algunos
momentos llegamos a convivir en fechas especiales aproximadamente cuarenta o
cincuenta niñ@s, con quienes se organizaban grandes posadas en las que era
necesario el desfile de varias piñatas para no dejar a nadie con el deseo de
golpearla o sin dulces.
Por
todo lo anterior mis navidades tenían una dimensión que hoy visualizo como
irreal, a partir de cierto momento, como una gran inversión en medio de una
caída súbita de la bolsa de valores, todo comenzó a diluirse, como las migajas
de Hansel y Gretel, puedo hacer con mis pérdidas un camino que me lleva a la
casa del desencanto.
Con
mi hijo retornan algunos de los encantos de la navidad, pero su mismo entusiasmo
es la expresión de mi pérdida, su mayor expectativa son los regalos que
recibirá y los buenos momentos que pasará jugando con ellos. Para mí los
regalos eran un agregado de una gran fiesta y la expectativa era tener nuevos
juegos y juguetes para jugarlos con otros. Ahora que lo veo en pugna con uno de sus primos por usar un
iPad, siento que vive una especie de capitalismo infantil en lucha permanente y
solitaria por el objeto de deseo, mientras que pienso que yo viví una especie
de comunismo infantil donde el juego era un constructo co-creado, había propiedad, pero el juego era de
todos. Había batallas y exclusiones, pero difícilmente estabas solo.
Cuando
la navidad es pura nostalgia, es señal de que ha perdido su fuerza ritual. Más
allá de su sentido religioso o económico, la navidad es de las pocas
celebraciones que nos convocan para renovar nuestra historia, llorar a quienes
se han ido y actualizar el pacto de convivencia con nuestros seres más
queridos. Es un tiempo de transmisión transgeneracional donde niñas y niños
escuchan las narrativas de su familia para enlazarse con una tradición
simbólica, para que en un futuro la hagan suya o la repudien, pero no vayan por
la vida anémicos de referentes. Si conservo alguna esperanza en navidad es para
obsequiarle a mi hijo aquello que tuve siendo niño, particularmente esa
profunda sensación de pertenecer y participar en algo más grande que él mismo,
lo cual da contorno a las intensas fuerzas narcisistas que nos habitan y
orienta hacia lo otro, donde la vida humana cobra sentido.
Mi estimado Juan Pablo! Siento y comprendo tu dolor y nostalgia por la perdida de tu ser querido, ya que acabamos de perder al abuelo de Pablo y aunque uno piensa que está preparado para esos acontecimientos, la frialdad y la hipocresía consumista de la época navideña hace más intensa su ausencia. Como mencionas, los hijos son los motores que nos impulsan a sobreponenrnos de nuestras pérdidas y a enfrentar épocas difíciles como éstas, aunque a su ves al ir creciendo inicien sus propias reflecciones.
ResponderEliminarComo siempre te he dicho, me gusta mucho como escribes y nos pones a refleccionar.
Deseo que tu corazón encuentre paz, con ayuda de recuerdos hermosos y el amor de tu pequeño. Te mando un cariñoso abrazo!!!!
Claudia: Siento mucho tu pérdida, la enfermedad y la muerte son los grandes límites de la vida, los que nos recuerdan nuestra condición vulnerable y temporal, así como lo impredecible de la presencia de los seres queridos. Agradezco profundamente los buenos deseos, la paz es ante todo una convicción y en lo particular creo en ella. Un abrazo de vuelta y que el dolor sea fuente de renovación.
Eliminar¿Cómo pasamos a vivir de forma superficial algo tan profundo? ¿Cómo se convirtió "el Sol que nace de lo alto" en una serie de luces artificiales y multicolores?
ResponderEliminar...quiero pensar que fue decisión personal o el automatismo de vivir sin "conciencia". Cada uno se permite épocas superficiales o se reta a entrar en sus profundidades. ¡Ésta, es una nueva oportunidad para hacer ejercicio de la creatividad y en una actitud esperanzada, construir nuevas tradiciones, renovando las que guardan raíces verdaderas; tradiciones más humanas, menos vacías, menos pasajeras y más sólidas!
Gracias por lo que sus escritos aportan a mí y otros lectores. Sea este invierno frió una puerta para encontrar y redescubrir cálidos corazones. Un abrazo, y en mi convicción de fe, mis plegarias por todos los que están sin estar presentes.
Quizá nos falta lo que Heidegger llama la "Serenidad para con las cosas", le atribuimos tantos beneficios a las cosas, particularmente a las tecnologías, que nos ahorramos la reflexión. Como dice el filósofo, y lo dijo en 1955, en la actualidad predomina el pensamiento calculador, la sistematización de las ideas con un fin predeterminado. Uno de los placeres más grandes y económicos de la vida es pensar libremente, sin objetivo, sin coartada, pues es ahí donde nos perdemos para encontrarnos, donde se manifiesta nuestro ser de manera espontánea, sorprendiéndonos con alegría o angustia. Esto sólo se puede lograr en la serenidad, al margen de los apegos. El frío, la época, la convivencia, son una oportunidad para reflexionar, no para ser mejores, sino para ser más auténticos. Un abrazo.
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