Un buen día, de repente, te conviertes en un hombre
sin mujer…Convertirse en un hombre sin mujer es muy sencillo: basta con amar
locamente a una mujer y que luego ella se marche a alguna parte… Y una vez
convertido en un hombre sin mujer, el color de la soledad va tiñendo hasta lo
más hondo de tu cuerpo… Y en ocasiones perder a una mujer supone perderlas a
todas.
Haruki Murakami, Hombres sin mujeres
Un
psicótico, un delincuente (al menos eso parece), un asexual, un viudo, un don
Juan, un discapacitado y un nostálgico. Siete personajes que podrían ser uno
mismo en diferentes etapas de la vida, todos hombres, todos vinculados con una
mujer a la que aman, todos influidos por ese “órgano independiente
especialmente diseñado para mentir” con el que, según el Dr. Tokai (apellido
que en castellano se presta para un buen albur), nacen todas las mujeres.
De
nuevo Murakami, con cuya obra tengo una relación compleja, en momentos me
parece muy banal, pero no puedo dejar de leerlo y al final descubro que acaba
de abordar otro gran tema de nuestra época. En su último libro, el cual arribó
a las librerías mexicanas apenas la semana pasada, Hombres sin mujeres, el autor nos comparte siete relatos sobre hombres solos, lo
cual no implica la falta de parejas sexuales sino de una compañera cómplice de
un amor exclusivo. Lo que en momentos parecieran arrebatos sentimentalistas de
Murakami, posteriormente develan un hecho casi inobjetable, la equidad de
género ha conquistado el terreno de la infidelidad, con la peculiar diferencia
de que mientras en los hombres es motivo de ostentación en las mujeres
predomina las discrecionalidad. El tema no es nuevo en la literatura, los
clásicos franceses y rusos ya dieron cuenta de ello, ahí están Madame Bovary y Ana Karenina, lo
que cambia es el abordaje, en las novelas decimonónicas se impone la
perspectiva androcéntrica y la mujer infiel sufre un castigo, en las
narraciones de Murakami sucede algo muy diferente, la infidelidad empodera a
las mujeres, ante lo cual los hombres se quedan como dice Kino, uno de los
personajes, tan sólo con “una herida y muy profunda”. La masculinidad tradicional se ha
resquebrajado, lo cual abre nuevos e interesantes horizontes de vinculación entre
los géneros, sin embargo, en este momento de transición los hombres apenas
estamos construyendo nuevos puntos de apoyo, de ahí que para muchos la pérdida
de la mujer amada sea la pérdida total de sentido y una marca permanente de
abandono.
Haré algunos comentarios a partir de algunas frases de los relatos
de este libro.
· Una
vez que te metes en el papel, es complicado encontrar la ocasión oportuna para
dejarlo. Quizá este sea
el punto de quiebre de toda pareja, asumir un rol bajo la premisa de su perpetuidad,
como si através del tiempo fuéramos los mismos. El argumento más recurrente de
la infidelidad se sustenta en el hartazgo de “más de lo mismo”. Esto tampoco implica que cada mañana se
experimente una transformación, eso al paso de los días sería en sí mismo una
rutina. Se trata de la espontaneidad y de actualizar el deseo, tiene sus
riesgos, pero es menos tedioso.
· No
conseguía quitarme de la cabeza la imagen de mi mujer en brazos de otro hombre.
Siempre reaparecía…. Yo creía que con el paso del tiempo acabaría
desapareciendo. Pero no fue así. Al contrario, su presencia se volvió más
intensa que antes. Necesitaba espantarlo. Y para eso tenía que eliminar esa
especie de rabia que sentía en mí. El hombre celoso o al que le han sido infiel, suele
quedar atrapado en el pensamiento rumiante. Trae una y otra vez la imagen
dolorosa, sea testimonial o imaginada. Cuestionan su representación de si
mismos; infravaloran sus habilidades sexuales y se inhiben o buscan conductas compensatorias; rastrean
información sobre “el otro” para encontrar sus fallas y predecir el fracaso de
la nueva relación; esperan, como Flaubert o Tolstói el castigo de la aún amada. El motor de todo esto es la ira,
es la incapacidad de pensarse “engañado”, nos educan como machos alfa y no
sabemos que hacer en la ubicación beta. La única manera de liberar estas
imágenes, es dejar fluir el enojo y aprender para el futuro que el
enamoramiento no es garantía de exclusividad, sino solamente de que se está
enamorado, y esto, mientras no se demuestre lo contario.
· Existen
una clase de personas que, debido a una excesiva despreocupación, a sus pocos
desvelos, se ven obligadas a llevar una vida sorprendentemente artificiosa…
Para poder ser fieles a sí mismas (por decirlo así) en el mundo torcido y
complejo que las rodea, estas personas necesitan entregarse a una serie de
operaciones de ajuste, aunque, por lo general, ellas mismas ni siquiera se dan
cuenta de las penosas artimañas a las que tienen que recurrir para sobrevivir. Este fragmento se refiere al Dr. Tokai, que cómo su apellido lo dice, al menos en
castellano, lo suyo es tocar ahí, es cirujano plástico y don Juan. Es un
personaje paradigmático, aquel que sabe que el enamoramiento es la perdición
del amante ocasional, su secreto es una mezcla de sosiego, paciencia,
diversificación, discreción y… dinero para financiar el misterio. Lo suyo son
las mujeres casadas o que ya han encontrado al “amor de su vida”, aún así “alrededor
de un tercio de las mujeres que contraían felizmente el sagrado matrimonio lo
llamaban de nuevo por teléfono al cabo de unos años”. Lo anterior da cuenta de
que quizá el matrimonio fiel sea una misión imposible para la tercera parte de
la humanidad. Es probable que para muchas personas, hombres y mujeres, la única
manera de sobrevivir un matrimonio sea a condición de poder escapar en
ocasiones por la ventana de la infidelidad. Aún con la disciplina y artilugios
del Dr. Tokai “un buen día, quién iba a imaginárselo, se enamoró perdidamente.
Como un astuto zorro que por descuido cae en la trampa”, y así comenzó su
caída, que es una historia que convulsiona el corazón pero que me reservo para
dejárselos como aliciente para leer el libro.
· No
dejó la empresa porque se sintiera insatisfecho con su trabajo, sino por un
imprevisto problema conyugal: se enteró de que el compañero de trabajo con
quien mejor se llevaba mantenía relaciones con su esposa. En general, la infidelidad de los
hombres es impulsada por sus genitales, la de las mujeres por su corazón, ya
sea en su modalidad de amor, desamor o venganza. Muchas infidelidades de los
hombres no tienen una historia sino sólo una circunstancia, es difícil
encontrar una infidelidad de mujeres sin una narrativa. De ahí que en el caso de Kino, que su
esposa haya terminado en un romance con el que podría denominarse su mejor
amigo, no es una historia extraordinaria. En primer lugar porque gran parte de
nuestras amistades constituyen fragmentos compensatorios de nuestra
personalidad y en ocasiones esas compensaciones resultan ser más interesantes
que nosotros mismos. Ante eso, lo
único que queda decir es: “te quedas con la mejor parte de lo que no soy”.
· Lo
que quiero decir es que M era la chica de quien debí enamorarme cuando tenía
catorce años. Pero en realidad fue mucho más tarde cuando me enamoré de ella y,
para entonces, ella (por desgracia) ya no tenía catorce años. Nos equivocamos en el momento de
conocernos. Como quien confunde el día de una cita. La hora y el lugar eran
correctos. Pero no la fecha. Esta cita es maravillosa,
profunda y, a mi parecer, cierta. Mi muy admirado Peter Blos, ese gran
psicoanalista que logró entender la adolescencia con tal claridad que tras
cinco décadas de la publicación de
su obra monumental Psicoanálisis de la
adolescencia, buena parte de sus postulados siguen siendo vigentes, en
particular su propuesta de etapas de la adolescencia. El buen Blos, planteó en
aquel clásico que la adolescencia media, que podría circunscribirse al periodo
entre los 15 y 18 años, es la única edad en la que realmente experimentamos el
enamoramiento. Coincido con él, tras esa etapa vamos siempre tras la repetición
de esa enajenación romántica con poco éxito y altas posibilidades de ridículo y
frustración. Para sintonizarme, en estos momentos elijo de mi musiteca la
canción “She’s a rainbow” de The Rolling
Stones, cada vez que la escucho pienso “cómo me gustaría dedicarle a
alguien esta canción”, pero de forma inmediata me parece completamente ridículo
y siento profundamente no haberla escuchado durante mi adolescencia para
poderla dedicar sin reparos. Murakami propone los catorce años, quizá siguiendo
el cliché aristotélico de dividir la vida en periodos de siete años. En
realidad la edad psicológica no necesariamente coincide con la cronológica, por
lo que habría que hablar más bien de esa etapa con mucha hormona y poca
conciencia del ser en el mundo.
Aún
con el toque dramático que le da Murakami al tema, pues en cuestiones de amor él
es de la vieja escuela, creo que esta temática nos aporta a los hombres un
motivo de reflexión de primer orden. Desde los brazos maternos, pasamos de brazos
en brazos de mujeres que nos “cuidan” y “regulan” nuestra dicotomía intelecto-emocional.
Mi pregunta es ¿para qué? Si vamos a vincularnos hagámoslo desde otro lugar, de
otra manera tan sólo reproduciremos ad absurdum
una coreografía relacional que nos despoja imperceptible pero continuamente de nuestro ser y nuestro
tiempo. Mi enhorabuena a quienes deseen hacer de su vida una oda a la separación-individuación.
Mi respeto a quienes perciban su vida como el gran bloque de mármol al que hay
que dar forma día con día y del que nunca se conoce su resultado final.
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