Para Gerardo Barajas Garrido, caballero-mago, el primer fantasiólogo que conocí
Se recrudece la batalla, las serpientes marinas dominan al galeón cuyos cañones nada pueden hacer frente a seres tan horripilantes, todo parece perdido cuando aparece el dios plateado y parte a los reptiles hasta reducirlos a indefensos gusanos. Los marinos lloran, lanzan bendiciones al dios plateado, quien levanta la embarcación para lanzarla a una caverna húmeda y pestilente, la tripulación vocifera aterrorizada…
- ¡Ya cómete los fideos de una
vez por todas!- le grita su madre.
- No comeré jamás estas
desagradables larvas, colonizarán mi estómago y mis intestinos devorarán cada
parte de mi – respondió alterado.
- Si no terminas la sopa
conocerás al monstruo en el que puedo convertirme- dijo ella mientras le miraba
con desafío.
- Me prefieres muerto que
desobediente, eso si es monstruoso- logrando colgar una lágrima de uno de sus
ojos.
- Lo que prefiero es que ocupes
tu boca en algo más útil que tus inacabables historias.
- Algún día de esta boca
saldrán historias que harán comer a millones.
- A mi no me importan los
millones, quien me importa eres tú y si no comes, tus libros harán un viaje al
país del no-me-verás-en-un-mes- afirmó la madre contundente.
Frente a una réplica tan
explícita no le quedó más que deglutir ese caldo de restos reptiles, mientras
soportaba el impulso de su vientre a lanzar de vuelta al exterior al galeón que
había arrojado dentro el dios plateado. No era la primera vez que se enfrentaba
a la tiranía de la incomprensión. Si sus padres, sus maestros, sus hermanos, en
fin, si las personas se tomaran el tiempo de escuchar sus narraciones, sabrían
que en ellas residen verdades y se esconden misterios más entretenidos que sus
conversaciones saturadas de rumores.
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