sábado, 29 de enero de 2011

La asfixia de Eros en los tiempos del amor líquido


El tamaño del amor es la medida de lo extraordinario, sólo quien ama entiende el sentido de actuar lo imposible.  Por eso, no dejo de cuestionarme ¿por qué si al final de todo, lo que buscamos las personas es el amor, colocamos tantos diques para detener la marea de un otro que nos ama?
Nos dice Bauman: “Sin esfuerzo, la vida no ofrece nada para hacerla digna de ser vivida”, agregando que el amor líquido es un amor sin esfuerzo, “el amor , en definitiva, se abstiene de prometer un camino fácil a la felicidad y al significado. La ‘relación pura’ inspirada por las prácticas del consumismo promete este tipo de vida fácil; pero de la misma manera convierte a la felicidad y el significado en rehenes del destino”.
Es el imperativo del “tengo que ser feliz” el cual como todo imperativo es el yugo de Eros, es vivir con la fantasía del destierro de la tristeza, negando así medio ser. Son los “vínculos kinect”, una simulación de los lazos reales los cuales puedes desconectar al gusto. El otro día alguien citaba la frase de un filósofo mexicano el cual ,si bien recuerdo, se apellida Priani: “Ahora la gente se refugia en la realidad”. Dando cuenta de un fenómeno actual, antes la gente entraba a espacios virtuales para escapar, ahora  quien desea liberarse se da de baja de Facebook o Twitter.
En busca de la superación, la felicidad y el ilusorio ser sin falta, se asfixia a Eros, la gente está más dispuesta a arriesgar su vida  que a lanzarse a la locura de Eros.  Considero que esto sucede por algo que nos explica Levinas, para que exista responsabilidad por el otro, se requiere darle rostro y actualmente la gente suele reflejarse en el otro sin poder esbozar sus rasgos, en el momento en que el otro se empaña como espejo, es “expulsado” “you are fired”
Considero que una parte importante de esto se teje al parejo de lo que Zygmunt Bauman llama los “Cuentos morales de hoy”, los cuales parecen seguir la lógica del cuento de Blancanieves: solamente puede haber una más bella. Esto es nuestro sistema de organización social está impulsado por la exclusión. Bauman ilustra estos cuentos morales actuales con dos programas televisivos que nos son bien conocidos: Big Brother y El rival más débil. La dinámica de estos programas ponen de relieve los siguientes aspectos: “En primer lugar, el castigo pasa a ser la norma y la recompensa, la excepción: los ganadores son aquellas personas que han logrado ser eximidas de la sentencia de expulsión universal. En segundo lugar, los vínculos entre virtud y pecado, de un lado, y entre recompensas y castigos, del otro, son tenues y caprichosos”.
Nancy nos dice  que el cuerpo es la libertad desencadenándose y esta libertad se da principalmente por vía de la exposición del cuerpo, de su contacto con los otros y con el mundo. Sin embargo, pareciera que en la época actual los imperativos de la exclusión, la lógica del winner (ganador), del único, del UNO, invierten esta experiencia del cuerpo, haciendo de sus imágenes la raíz del miedo, miedo a nosotros mismos, miedo a la exposición, miedo a la exclusión. Y como dice Bauman, “la repercusión más temible del miedo” es la sensación de impotencia que llevada a su extremo origina el deseo de eliminar al otro, a la violencia.  Son legiones las que dedican su cotidianidad a ser “excepcionales”, sin detenerse a ver que la ruta del empoderamiento está construida como la Muralla China, con los cadáveres (ficticios o reales) de los otros.
 Esta es la paradoja actual, se busca la perfección para acceder a todos los placeres, pero en esta búsqueda se somete al cuerpo y al deseo a la restricción, al dolor y la extenuación, dejando escapar así todo placer posible.
El cuerpo nos hace libres, nos dice Nancy, pero el miedo a la exclusión de nuestro cuerpo nos avasalla, nos dice Bauman. Quizá la evidencia de tanto dolor y depresión inundando nuestras sociedades, nos lleve a dejar atrás el anhelo de ser UNICOS fragmentados de la otredad, para vivir como uno entre otros,  expuesto no solo a la mirada, sino al contacto con el otro, al placer con el otro y porque no, al contagio del otro.
Concluyo con Bauman: “De ahí la ansiedad: el temor de perder amigos o parejas mezclado con el temor de encontrarse uno mismo en el extremo receptor de la necesidad y resolución del amigo o la pareja que dice ‘Necesito más espacio’. La ‘red’ de relaciones humanas (‘red’: el juego interminable de conectarse y desconectarse) es hoy  la sede de la ambivalencia más angustiosa”. La lógica de la exclusión ha invadido nuestra intimidad, la pareja ya no es el otro con el cual se puede crear una historia común, se juega ahora en el lenguaje líquido de la conexión-desconexión, condición que puede cambiar en un instante, lo que crea dinámicas de pareja competitivo-paranoicas que asfixian de manera inclemente a Eros.

5 comentarios:

  1. Un cambio de tono visible en tu escrito, interesante la conexión/desconexión que viven las parejas, estos supuestos juegos del amor que del que se creen partícipes. Insisto, la vida es muy complicada y todos hacemos las cosas por una razón. (Análisis de consecuencias).

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  2. Lisbeth:
    Efectivamente insistes en la complejidad de la vida, lo cual es una verdad muy antigua. El análisis de consecuencias es para quienes viven el amor como un juego de estrategia, un ganar-perder, protegiéndose pemanentemente del otro. Para mí, la subjetividad humana está muy alejada de la lógica causa-efecto, por eso cuando se trata del amor coincido plenamente con la frase de Lacan: "Soy donde no pienso"

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  3. Corroboro esta última frase –la cual derrama sabiduría– con otra de Heidegger: “solamente se podrá divisar la esencia del pensar, si apartamos la mirada del pensar”.

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  4. Heidegger también decía que "la pregunta es la devoción del pensamiento", por tanto aquello que te inspira nuevas preguntas es lo verdaderamente valioso. En el actual escenario impregnado de ansiedad, las personas toman un rumbo inverso, en cuanto dudan, en cuanto les surgen preguntas, salen huyendo en busca del aparente consuelo de la "certeza"

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  5. ¡Ah, las trampas de la certeza! Querer saber es no querer detenerse precisamente en lo único que es realmente digno de ser pensado: el ser.

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