lunes, 10 de enero de 2011

2012 pesadillas infantiles


      Confieso mi total indiferencia por las profecías fin-mundistas (valga el neologismo), las considero una trampa infranqueable, un descomunal bache existencial. Si creo en ellas y suceden, pasaré angustiado los últimos días o años de mi vida. Si creo en ellas y no suceden, habré derrochado ansiedad innecesariamente. Si no creo en ellas y suceden, la única consecuencia será que despediré mi vida con la frase: “¡Uffff¡ era cierto”. Si no creo en ellas y no suceden… En fin, intento no inspirar mis reflexiones en hechos inevitables, si el mundo terminara por el señalamiento de una profecía nada puedo hacer más que estar afectivamente al día para no caer en una espiral de aspiración y remordimiento: “me faltó hacer…, no le exprese lo suficiente que le quería a…, le debí haber pedido perdón a…etcétera, etcétera, etcétera”.
      Por lo mismo, cuando fue estrenado en las salas cinematográficas el largometraje 2012 de Roland Emmerich, inspirado en la prospectiva heredada de los mayas, atrajo mi atención tanto como lo haría un poema escrito por Belinda. Terrorista de clóset, Emmerich se ha vuelto famoso por destruir construcciones y ciudades emblemáticas en sus películas: La Casa Blanca y el Empire State (El día de la independencia); la isla de Manhattan (Godzilla); la Estatua de la Libertad (El día después de mañana); entre otras.   
      Sin embargo, hace unos meses, un paciente de 10 años localizó el origen de sus involuntarios desvelos en pesadillas y pensamientos recurrentes con la temática de este filme. Como si de una epidemia se tratara, otros pacientes en un rango de edad cercano comenzaron a expresar temores similares.  En días recientes el padre de un niño que atendí hace tres años me habló solicitándome un espacio para que dialogara con su hijo, que ahora cuenta con nueve años, porque inició el año con miedos nocturnos. El bambino me narró que al abrir los ojos la mañana del primero de enero, inmediatamente pensó: “sólo falta un año para que se cumplan las profecías del 2012”, lo cual selló el eslabón inaugural de una cadena de ideas terroríficas.
      Decidí ver la película, el foco inspirador de tantos síntomas sólo puede ser a su vez un síntoma. Si bien los temores más comunes en niñas y niños de 9 y 10 años son a la escuela, a la aceptación social, a la soledad, a la enfermedad y a la muerte; tópicos que en su mayoría se abordan en 2012, la historia y la forma de narrarla y proyectarla debían tener por sí mismas una organización sintomática. Y así es.
      Utilizando algunos elementos como nombrar Noé al niño protagonista, utilizar siete “arcas” y reiniciar la historia de la humanidad (el largometraje acaba el día 27, del mes primero del año 0001) en Cabo de la Nueva Esperanza en el continente africano; el director pretende darle “fuerza simbólica” a la narración. Al ser cuestionado sobre las razones por las cuales derrumba el Cristo Redentor de Río de Janeiro y la Basílica de San Pedro en Roma, respondió que al primero lo hizo caer porque no cree en la religión organizada y la segunda porque le quiso mostrar a la gente que en una catástrofe de esta naturaleza lo peor que puede hacer es pararse frente a una iglesia porque le puede caer encima. Agrega que si bien tenía la intención de eliminar (en la película) la Kaaba, desistió frente al temor de ser perseguido a consecuencia de una fatua islámica.
       Este tipo de argumentación es a mi parecer el origen del síntoma. El que la frivolidad y la estupidez sean la fuente de producciones culturales ampliamente consumidas. La proliferación de mentes como la de Emmerich que se lanzan a “polemizar” con tradiciones ancestrales utilizando un medio de tan alto impacto como es el cine, da cuenta de una epidemia social. Se suman las imágenes de millones de personas muriendo presas del pánico mientras los protagonistas realizan actos “inteligentes” e insospechados que los salvan, dándose tiempo y ánimo para hacerse chascarrillos en medio de la desgracia, congratulándose al final por sobrevivir rodeados de montañas de carroña humana.
      No me atrevería a ofrecer una conclusión definitiva sobre los motivos del miedo de los niños frente a este filme, pero no dejo de pensar  en el concepto que les transmite del valor de la vida humana y de nuestra herencia cultural. El mensaje es si no tienes “mil millones de euros” (parece cifra de un chiste contado por niños) o eres alto político de los países del G8, no mereces pertenecer al renacimiento de la humanidad. Esto es, eres prescindible para el sistema, eres un extra en la filmación del devenir humano.
      Desde ahora hablaré del “Síndrome Emmerich”, cuyos síntomas son: nescencia atroz (afán por destruir el conocimiento para borrar la evidencia de la propia ignorancia), simborrea (flujo incontinente de símbolos mal procesados), delirios apocalípticos con pretensiones mesiánicas, obstinación narrativa y terrorismo afectivo.
Cuidemos del riesgo de inoculación en los niños del virus causante de este síndrome, transmitido viso-auditivamente en salas de cine y zonas de televisión por la cepa “VTVYDVD-1”. Ofrezcámosles contenidos con mayor densidad simbólica y posibilidades creativas, narrativas que les permitan verbalizar sus temores y confiar en el futuro. No balbuceos delirantes impulsores de la sensación de fragmentación subjetiva y existencial.

3 comentarios:

  1. Un texto complicado para referirte a las pesadillas infantiles. Te dedicas más a criticar a Emmerich que ha plantear el origen y repercusiones de este tipo de miedo en los niños. Sin embargo me gusta que expongas a una persona como él que se dedica a repartir ansiedades entre los menores y no tan menores.

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  2. Lisbeth, ciertamente la crítica a Emmerich ocupó una parte importante del texto, sucedió que el sujeto pasó de serme totalmente indiferente a representar a un verdugo de la inteligencia. Las narrativas alrededor del 2012 son similares a las del 2000 (Y2K) o a todas las interpretaciones que se han dado de los textos de Nostradamus. ¿Qué va pasar? Quien sabe, pero me parece un acto sumamente cruel transmitirle a los niños que les quedan menos de dos años de vida (pues todo se espera para diciembre del 2012).

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  3. Es algo sumamente cruel para ellos, coincido. Pero en que cabeza (parental) entra dejarles ver ese tipo de películas a su edad. ¿Dónde está el sentido de protección por parte de los adultos?

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