domingo, 10 de abril de 2011

Atisbos psicoanalíticos a los siete pecados capitales: Avaricia

















PRESENTACION
         En su libro Avaricia Phyllis A. Tickle plantea que tres son los filamentos de las religiones: la espiritualidad, la materialidad y la moralidad. Desde su perspectiva la moralidad es “el filamento religioso que más nos atemoriza y que nuestra época apenas está empezando a inspeccionar atentamente… La moralidad, en tanto que afecta a la conducta y la gobierna tanto la privada como la colectiva, es la parte más nervuda del cable de la religión y una de las más susceptibles de secularización”.
         Retomando datos estadísticos mundiales, la autora señala que nueve de cada 10 seres humanos en el mundo creen en la adhesión a un sistema religioso. El dato llamó mi atención e hizo retornar a mi mente una pregunta que me he hecho por muchos años: ¿por qué la gente necesita de una religión?
       En general las personas obvian las creencias religiosas, entre ellas se preguntan “¿en qué crees?”, pero muy pocas veces he escuchado la pregunta “¿por qué y para qué crees?”.
No responderé a estas preguntas, pues son de una gran complejidad y requerirían un consenso, sin embargo, en lo que concierne a la moralidad considero que ante la dificultad de los seres humanos a reconocernos unos a otros en nuestra alteridad, nos recargamos en sistemas morales sustentados en convicciones metafísicas, dejando como último responsable de evaluar nuestras acciones a entidades omnipotentes o leyes establecidas por energías intangibles.
         En esta tercera entrega, abordaré el tema de la Avaricia, el cual fue precedido por la soberbia y la gula.
         Para leer la Presentación general a la serie pueden seguir este link:
 


AVARICIA

Radix
Omnium
Malorum
Avaritia (Timoteo, 6, 10)

        La raíz de todos los males es la avaricia, sentencia enunciada por Pablo de Tarso en la primera carta a Timoteo y retomada en los siglos IV y V entre los fieles cristianos para graffitearla en las paredes de la capital del Imperio romano, pues distribuida como acróstico forma la palabra ROMA, logrando así denunciar los abusos de poder de los Emperadores.
          En medio del descontento ciudadano, el poeta Aurelio Prudencio Clemente, escribe Psicomaquia. Traducido, significa “La batalla del alma” o “La batalla por el alma”. Prudencio fue el primer autor en personificar los siete pecados capitales, desde aquel siglo cuarto de la era común hasta el largometraje Se7en de David Fincher, han desfilado incontables interpretaciones de los siete pecados capitales. En la historia escrita por Prudencio, Lujo precede a la Avaricia en escena, pero es vencido por Sobriedad. En medio de una cruel batalla Amor, Pompa, Gracia, Discordia y Voluptuosidad, dejan regadas por el campo sus pertenencias. Concluida la violencia aparece Avaricia acompañada de sus hijos: Preocupación, Hambre, Miedo, Ansiedad, Perjurio, Temor, Corrupción, Falacia, Ficción y Ruindad. Una vez robados todos los bienes se unen a  este selecto grupo todos los Crímenes, en conjunto se dirigen a tentar a un grupo de sacerdotes  quienes han llevado “una vida pura dedicada al Señor”. A punto de lograr su objetivo aparece Razón y libera a gran parte de los leales. Vencida, Avaricia se disfraza de Frugalidad y se autonombra “preocupación maternal” aduciendo que su intención última al cometer sus fechorías era alimentar a sus hijos. 
         La asociación de “preocupación maternal” con la Avaricia resulta sumamente interesante si se vincula con el hecho de que si bien Los siete pecados capitales es una enunciación en masculino, los siete pecados son femeninos, al menos en castellano. Sin pretensión de sobre-interpretar pero considerando que los pecados capitales se asocian a posicionamientos narcisistas y la regulación del narcisismo se define en la relación con la madre, no resulta desatinado encontrar el origen de las tendencias hacia los comportamientos “pecaminosos” en el tipo de relación establecido con la madre. Lo anterior cobra mayor sentido cuando entendemos que en sentido último, desde la tradición cristiana, los pecados son actos, palabras u omisiones que alejan a los humanos de su dios, implican desatender la Ley Máxima dictada a Moisés en el Monte Sinaí: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”.
         Desde la perspectiva psicoanalítica la función del padre es precisamente establecer la ley para separar al hijo o la hija de su madre, delimitando el narcisismo desbordado reinante en la psique de los bebés y darle cauce por el eje del lenguaje, del simbolismo cultural, a través del cual el narcisismo solipsista se orienta hacia códigos compartidos que posibilitan la convivencia con la alteridad. En el caso particular de la Avaricia sucede lo que plantea claramente Savater, el avaro guarda para sí algo que es un bien común destinado a circular, por tanto la Avaricia remitirá a un profundo temor de compartir el dinero bajo la premisa de que es precario y puede agotarse en cualquier momento. De ahí que el avaro no solamente resguarde su dinero sino también sus afectos, su propia vivencia infantil, el apego a una madre con limitantes afectivas o inconstante en sus afectos, le hicieron desconfiado y suspicaz con respecto a los demás, por tanto debe acumular pues nunca tiene la certeza de poseer algo permanentemente.
         La teoría y la clínica psicoanalítica han encontrado una tendencia a la Avaricia en los caracteres obsesivos, especialmente en los denominadas neurosis obsesivas. Para Lacan al obsesivo lo mantienen ocupado las preguntas sobre la contingencia de su vida: “¿Ser o no ser?”, “¿Estoy vivo o estoy muerto?” o “¿Por qué existo?”. El neurótico obsesivo gira incesantemente alrededor de su deseo sin tocarlo, por eso acumula, acumula y acumula, preparándose para ese momento mágico donde la vida llegará y podrá “ser feliz”. También se reserva la expresión afectiva porque lo imagina como un bien no renovable, cuando se logra distraer y expresa sentimientos de más, posteriormente se recrimina por el derroche.
         La siguiente es una extensa cita textual de Savater pero que considero de una gran sabiduría: “Uno debe saber, como contrapartida, que por mucho dinero que tenga , no va a poder encontrar más cosas de las que se pueden hallar. Porque al final, una vez que has comido tres veces al día, has hecho el amor razonablemente, has visitado algunos lugares del mundo  y tienes buena salud, no queda gran cosa por hacer. Puedes dedicarte a la poesía, a escuchar grandes obras musicales, a escribir, pero no mucho más? Los placeres materiales tienen un catálogo muy  reducido… Mientras tienes en la cartera [el dinero] imaginas que existen posibilidades ilimitadas de conseguir cosas, que pueden llegar a ser decepcionantes una vez que has cumplido con esos deseos”.
           Este fragmento expone claramente lo que para Lacan es la ética emanada del psicoanálisis, una ética del deseo la cual se sustenta en el respeto básico de las personas a resistirse a la dominación. Dice Savater: “Alguien que sólo quiere dinero es predecible”, es por eso los gurús del mercado intentan denigrar el valor de “lo que no tiene precio”, pues mientras las personas se interesen más por cosas que “el dinero no puede comprar”, menor es su capacidad de predicción. Mi pretensión no es argumentar contra el dinero, es más coincido plenamente con Savater cuando afirma: ”La gracia del dinero es que tiene un número y no te dice lo que puedes hacer con él”, en este sentido el dinero amplia el espectro de elección y reduce la dominación al momento de decidir.
          El daño deriva de la acumulación de riquezas de unos cuantos, lo cual provoca que el dinero improductivo no llegue a la gente que no lo posee. Por eso la virtud que se contrapone a la Avaricia es la Generosidad, cuando se tienen excedentes se puede ayudar a otros a salir del estado de necesidad para que accedan a la posibilidad deseante, se puede colaborar para liberar de la dominación a los congéneres. Con esto no me refiero solamente al dinero, también hay otros bienes de gran valor como el tiempo, los afectos o la misma creatividad, los cuales pueden ser compartidos con los demás.
          Cierro el texto con un dato ofrecido por Tickle, el cual no comentaré dejando a la lectora o al lector la libertad de escribir la conclusión: “En el año 1998, mil millones de dólares suponían el rendimiento de toda una vida de dos mil trabajadores estadounidenses, y cada multimillonario absorbía toda una vida productiva de otros dos mil de sus conciudadanos cada vez que incrementaba  su propia fortuna en otros mil millones”.

4 comentarios:

  1. Está muy interesante lo del acrónimo ROMA, después de haber leído tanto ese pasaje, nunca le había puesto atención, muy buen dato.
    Actualmente podemos observar una obsesión colectiva por la riqueza y su efecto contrario: la eliminación de la pobreza. Esta polarización parte del hecho de que cada quien puede llegar a ser rico si así se lo propone, como si cada individuo tuviera a priori una reserva material individual esperando a ser explotada. Esto se traduce en la creencia de que la riqueza de unos no tiene nada que ver con la pobreza de otros “el que es pobre es pobre porque quiere”, escuchamos frecuentemente. Sin embargo, los recursos son limitados, si todos los humanos quisiéramos tener el nivel de vida de los europeos, necesitaríamos varios planetas similares al nuestro para darnos el gustito. Como diría Gandhi: “Hay suficiente para todos, pero no para la avaricia de todos”.

    ResponderEliminar
  2. Asi es Mike, pero además la gente es masoquista porque a pesar de las numerosas evidencias de que tener dinero no es una consecuencia d ela voluntad, le cree a sujetos como Robert Kiyosaki, autor del libro "Padre rico, Padre pobre", quien considera que quienes estudiamos algo que no sea finanzas, trabajamos y vivimos de nuestro sueldo, somos unas "ratas" criando a otras "ratas". Sin importar el insulto, las personas se asumen como ratas y compran y compran sus libros para dejar de ser ratas. Al leer los libros de este sujeto uno se queda con la idea de que el gran error de los que mueren de hambre es haber invertido en comida y no en acciones.

    ResponderEliminar
  3. El dinero, el dinero... Bueno yo te dejo en este link un poema que quizá ya conoces:

    http://www.palabravirtual.com/sabines/index.php?ir=ver_poema1.php&idp=28&pid=5159&p=Jaime+Sabines&t=Cantemos+al+dinero

    Lo curioso del dinero,en mi humilde opinión (si tal cosa es concebible), es que en lo maravilloso de su "equivalencia de valor", donde radica su infinidad de posibilidades, se gesta también la confusión de sus fronteras, base indispensable para abominaciones tales como comprar amor o simpatias.

    ResponderEliminar
  4. Es muy buen poema Miguel, muchas gracias por recordarlo pues me dio la oportunidad de leerlo nuevamente. Ciertamente la libertad abre las posibilidades y por tanto de ella puede emanar poesía o abominaciones, sin embargo, el problema no está en el dinero sino en los usuarios del mismo. El dinero será por tanto solamente un medio de expresión de la patología, más no la patología en si. Te mando un abrazo.

    ResponderEliminar