sábado, 11 de junio de 2011

Plasticidad cerebral y el ocaso del pensamiento reflexivo en la era de la tecnología de la liberación (Primera de dos partes)


        Munich 1953, Academia Bávara de las Bellas Artes, un auditorio abarrotado de ansiosos escuchas del polémico filósofo Martin Heidegger, quien tras ser acusado de colaboracionista nazi, no se repliega, muy al contrario, de su pensamiento emanan incesantemente ideas definitorias del devenir intelectual de Occidente. Su público aglutina figuras como Werner Heisenberg, Ernst Jünger y José Ortega y Gasset. Tras una de excepcional disertación, Heidegger concluyó: “el preguntar es la devoción del pensamiento”, frase que convirtió el banquete académico en un escenario más cercano a un espectáculo, pues e público se levantó enardecido para brindar su aplauso al gran pensador.
        El tema de la conferencia fue La pregunta por la técnica. Desde su perspectiva existe una contraposición entre nuestro vínculo contemporáneo con la naturaleza y el que tenían los griegos. Éstos, orientados por la Aletheia, el deseo por la verdad, esperaban que de la naturaleza brotara la luz, mientras que en la actualidad, con nuestra actitud técnica, provocamos a la naturaleza. La provocación aglutina todas las formas de apoderamiento. La intervención técnica transforma a la naturaleza, lo que conlleva consecuencias que solamente se pueden solucionar con más técnica, lo cual va constituyendo un círculo el cual es nombrado engranaje por el filósofo: “La sociedad industrial existe sobre el fundamento de su inclusión en su propia hechura”.
         Este engranaje  ha sido hecho por los seres humanos, pero al paso del tiempo hemos perdido la libertad frente a él, lo entronizamos como un destino unidimensional carente de alternativas, lo que amenaza con difuminar otras formas de encuentro con el mundo y de estancia en él. Sin embargo, para el mismo Heidegger no hay solución al problema actual de la técnica, es decir, el cambio no puede venir de la voluntad humana, sino solamente por vía de un evento del destino.
         Sesenta años después de esta conferencia, Nicholas Carr, publica su libro Superficiales ¿Qué esta haciendo internet con nuestras mentes?, el cual fue finalista en la categoría de no ficción de los premios Pulitzer 2011. En este texto,  Carr, quien todavía no pierde la capacidad de preguntarse, parte de una interrogante que lo lleva a una discusión de 270 páginas: ¿Y si toda mi lectura es online no tanto porque  ha cambiado el modo en que leo, es decir, por pura conveniencia, sino porque el modo en el que PIENSO ha cambiado?”
        Retomando la obra, ya clásica de la comunicación, del investigador Marshall McLuhan, autor de conceptos como “aldea global” y de la multicitada frase  “El medio es el mensaje”, Carr recupera algunas ideas de este autor las cuales han sido leídas infinidad de veces, pero al parecer muy pocos lectores se han detenido a reflexionar. McLuhan afirma “los efectos de la tecnología no se dan en el nivel de las opiniones o los conceptos…[más bien alteran] los patrones de percepción continuamente y sin resistencia”. El problema planteado por este autor no es menor, lo que está diciendo es que la exposición a una tecnología,  a un medio, no influye tanto por sus contenidos, como se suele pensar, sino que modifica la percepción en si, esto es, nuestros circuitos neuronales.  
       Numerosas investigaciones neurocientíficas recientes han corroborado lo que fue una intuición para McLuhan, de ahí que sea justificado preguntarse ¿qué cambios se están dando en los cerebros de la gente y en la sociedad considerando que las estadísticas señalan que quienes tienen acceso a internet pasan el 30% de su tiempo libre frente a la pantalla de la computadora, sin considerar el tiempo de conexión en el trabajo, el uso de celulares y otras tecnologías de la información y la comunicación? Se calcula que un adolescente estadounidense envía y recibe en promedio 2, 272 de mensajes al mes, esto es casi 76 diarios. Una consecuencia ya comprobada con estudios de rastreo ocular, es que la gente al leer ya sigue un trazo de “F”, esto es: Empezaban con un vistazo a las dos o tres primeras líneas del texto. Luego bajaban la vista un tanto para escanear unas líneas más a mitad de pantalla. Por último, dejaban pasear la vista un rato, como un cursor, un poco más abajo, hacia la parte inferior izquierda de la ventana. Estamos dejando atrás la lectura característica en occidente, esto es, renglón por renglón de izquierda a derecha.
        Pero estos cambios tienen una historia, apasionante y trágica, es la narración de grandes logros y terribles pérdidas, lo cual tiene su origen en una maravillosa capacidad del cerebro la cual se empezó a estudiar a mediados del siglo XX, la plasticidad cerebral, nuestra masa encefálica adapta sus funciones al uso o desuso de nuestros sentidos y a sus pérdidas anatómicas. Resulta interesante hacer un análisis de ¿qué hemos ganado y qué hemos perdido? y finalmente reflexionar si, como dice Heidegger, estamos atrapados en un engranaje, si tenemos atados unos grilletes cognitivos al dios Google, a Yahoo, Amazon, eBay, MP3, Blackberries, iPods, Wi-Fi, Youtube, Wikipedia, Facebook, Twitter, blogs, en fin, la nube digital. Esta reflexión crea un hipervínculo entre tú, estimada lectora o estimado lector, y yo. El hecho de que yo escriba en este medio y tú me leas, nos une en una historia común la cual no sabemos si construimos voluntariamente o nos es impuesta por un engranaje. Caminemos juntos el recorrido que nos trajo aquí y que cada quien decida, pues letras vemos, pero cerebros no sabemos.
En 1993, el gran Iván Illich publicó su libro El viñedo del texto, en el cual analiza la transición de la lectura monástica, es decir: en latín, en voz alta y grupal; a la lectura escolástica, esto es: en lenguas maternas, silenciosa e individual. Aunque en sus Confesiones, San Agustín ya hacia referencia a su impresión al ver a San Ambrosio leer para sí mismo, fue realmente en el París del siglo XII cuando se dio la gran revolución de la lectura, cuando los monasterios dejan de tener la exclusividad de la lectura, cuando deja de ser una obligación, ingresando al campo de la schola, ese concepto latinizado originado en una palabra griega que significa ocio, más específicamente, aquellas actividades que se realizan en los tiempos libres. Los monjes tenían que seguir la regla, no podían leer a voluntad, es hasta el siglo XII que se transita a la lectura silenciosa, con este cambio se posibilita la autogestión lectora, dando paso al nacimiento de la universidad. Para Illich, esto se debió en gran parte a un libro, el Disdalicon, escrito por Hugo de San Víctor.  El autor del viñedo del texto, platea que esta obra hereda una tradición tecnológica, el alfabeto. Resume la transmisión de la siguiente manera:

El siglo XII heredó veintitantas letras romanas. La secuencia básica de estas letras se remonta a través de los etruscos y los griegos del siglo VII hasta los fenicios, y de allí, a alguna tribu semítica nórdica de Palestina. La Edad Media heredó además un conjunto de instrumentos para escribir: las tablas de cera, el pergamino, el estilo, la caña, la pluma y el pincel. .

         Estos son los antecedentes del libro, el cual permitió el acopio de obras mayores en un solo tomo. Los libros facilitaron la circulación del conocimiento y la lectura individual. Con estos nuevos recursos, los esfuerzos de Hugo de San Víctor se enfocaron en lograr hacer de personas analfabetas pero con capacidades intelectuales particulares, unos flamantes estudiantes, esto a través del Studium,  el cual consideraba un deber para ese grupo selecto.
     En 1445, se desató otra gran revolución en la lectura, cuando el orfebre alemán Johannes Gutenberg imprimió dos centenares  de ejemplares de la Biblia con su maravilloso invento, la imprenta de tipos móviles. Para 1483, costaba lo mismo la impresión de 1,025 ejemplares de los Diálogos de Platón, que pagarle a un escribano por la transcripción de una obra, medio exclusivo por el cual se reproducían anteriormente las obras. Esto permitió la dispersión de los documentos escritos, lo que mostró su efecto social en 1517 con la impresión y distribución de las 95 tesis de Lutero por toda Alemania y Europa, provocando una Reforma la cual desmembró una iglesia con tres siglos ininterrumpidos de hegemonía en el viejo continente.
      En 1865, fue inventado otro recurso técnico que modificó las formas de escritura, La Writing Ball Malling-Hansen, la primera máquina de escribir la cual ha quedado grabada con fuego en la memoria de la historia del pensamiento, gracias a que Friedrich Nietzsche, encargó una en 1882. Encontró una solución en esta máquina, la cual le permitía escribir con los ojos cerrados, evitando así terribles dolores de cabeza. Tal fue el impacto en su vida que le dedicó una oda a la “supermáquina”:

Como yo, estás hecha de hierro
más eres frágil en los viajes.
Paciencia y tacto en abundancia,
con dedos diestros exigimos.

      La mención a este recurso cobra relevancia, pues será el modelo para la posterior Personal Computer (PC).
        Fue en 1954 cuando comenzaron a producirse en serie las primeras computadoras, basadas en un dispositivo informático imaginario bosquejado por Alan Turing, genio matemático que había descifrado los códigos de Enigma utilizados por los nazis durante la segunda mundial y quien se suicidó en 1954 ingiriendo una manzana impregnada de cianuro tras haber sido procesado judicialmente por la práctica de su homosexualidad en Estados Unidos. No sabemos si recurrir a la manzana fue un acto de ironía inspirado en la leyenda de Isaac Newton.
      De esta manera ingresamos a los pródromos de la era digital sumados a las grandes revoluciones de las ciencias cognitivas de la segunda mitad del siglo XX. Es un hecho, nuestros cerebros se han modificado. Concentración, atención, memoria, capacidad de reflexión y crítica, en fin, las funciones mentales superiores se han metamorfoseado,  ahora queda por saber ¿cómo?
       Lo cierto es que miles de millones de dólares e infinidad de tecno-delirios están implicados en esta revolución del pensamiento. Como un aperitivo a la siguiente entrega de esta serie, les dejo una cita de Nicholas Carr, con la cual cierra el capítulo Iglesia de Google:

Google no es ni Dios ni Satanás; y si hay sombras en el Googleplex [ 47,000 m2 de edificios en Mountain View, California, que conforman el centro operativo de Google], no son más que delirios de grandeza. Lo preocupante de los fundadores de la empresa no es su infantil deseo de crear una máquina increíblemente genial que sea más lista que sus creadores, sino la torpe concepción de la mente humana que da lugar a tal deseo.

4 comentarios:

  1. La plasticidad cerebral y las nuevas tecnologías me resultan de interés personal. Empecé a trabajar con computadoras en 1965, todavía utilizábamos tarjetas perforadas para comunicarnos con la máquina. Computadoras y telecomunicaciones todavía no celebraban su indisoluble matrimonio. He vivido ligado a estas tecnologías por más de cuarenta y cinco años. Ahora, a los 69 años y gracias a ellas puedo seguir trabajando desde mi casa, además también las utilizo como medio de distracción y entretenimiento. Siempre me he calificado como un hombre de pensamiento ecléctico, Google y Wikipedia me han facilitado el acceso a mucha información, pero también me han ayudado a mejorar el manejo de lenguas extranjeras, particularmente el inglés y el francés. Así paso casi el 60% de mi tiempo asociado a las nuevas tecnologías. Nunca me había puesto a pensar la forma que ellas han impreso en la plasticidad de mi mente.

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  2. Ricardo:
    Es un tema complejo y apasionante, el cual estoy abordando de manera sumamente sintética y general. No puede haber una regla en la plasticidad cerebral, en primer lugar se pone en juego nuestra genética, luego nuestra historia de vida, principalmente la de los primeros años, luego se suman otros factores como tipo de educación, manejo de idiomas, accidentes, uso de substancias, etc. Se requeriría hacer un estudio personalizado tomando en cuenta todos estos factores aunados a la forma y contenido de consumo a través de las tecnologías. A esto habría que agregar personalidad y sobre todo los niveles de ansiedad de cada persona. Ha sido un tema inquietante para mí, pero a pesar de la omnipresencia del internet, apenas hace algunos años empezaron a salir estudios bien sustentados. Un abrazo

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  3. Ciertamente, hacer una crítica a la tecnología con medios tecnológicos no es solamente irónico, sino también patético. Alguna vez quise difundir el pensamiento de Illich por medio del Twitter… desistí rápidamente, me dí cuenta del absurdo de mi propósito. ¿Porqué no es posible? Porque Illich es uno de los pensadores anteriores a la ecatombe de la lectura escolástica, o a lo que comúnmente se llama cultura libresca. Las nuevas generaciones aunque sigamos leyendo libros, ya no podemos leer como se leía antes, ya que crecimos a la par de una gran mutación epistemológica. Leer a Heidegger o a Illich se va a volver dentro de unos años una actividad paleontológica, si no es que ya lo es. Concuerdo con Carr, acepto completamente su tesis, el alto uso de internet me ha llevado a esa misma prgunta y a otras por el estilo. Finalemente, internet es el sueño de Leibniz hecho realidad, la encarnación “personalizada” de la metafísica oxidental, una manifestación más del olvido del ser. Es por esto que no tiene caso luchar contra la tecnología, diría Heidegger, ya que aún el mayor olvido del ser, es una manifestación del ser. Hay que pasearse entonces por los jardines mientras bombardean Berlín… aunque la técnica hiciera posbiles todas nuestras fantasias, siempre quedará abierto bajo nuestros pies el abismo de lo que no es.
    Esperamos la segunda parte. Saludos.

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  4. Mike:
    En la siguiente entrega explicaré los cambios cerebrales que se han dado, en general, en la población usuaria de internet. Para Carr resultan especialmente interesantes las generaciones de los baby boomers y la X, o sea, nosotros, porque nos tocó vivir en "propio cerebro" la revolución tecnológica. Iniciamos nuestro estudios utilizando una variación de la máquina que Nietzsche adquirió un siglo atrás, y en cuestión de tres décadas portamos ipads, iphones, blasckberries, etc. Ya en otra serie de escritos había desarrollado el impacto que tuvo en nuestra generación el habernos iniciado con el Atari y el Intellevision, hasta llegar al twitter. Todavía podemos afirmar que nos tocó la era pre-digital, somos escolásticos remasterizados, lo cual en ocasiones nos pone nostálgicos.
    Un abrazo

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