viernes, 17 de junio de 2011

Plasticidad cerebral y el ocaso del pensamiento reflexivo en la era de la tecnología de la liberación (Última de dos partes)


ELIZA nació en 1966, bautizado con dicho nombre  en honor a Eliza Doolitlle, la violetera analfabeta del Pigmalión De George Bernard Shaw y representada magistralmente por la hermosa Audrey Hepburn en la cinta My Fair Lady. ELIZA, diseñado por el ingeniero informático del Instituto de Tecnología de Massachusetts Joseph Weizenbaum, era una aplicación de software para analizar el lenguaje escrito, el cual al registrar una oración del usuario la transformaba  para generar una respuesta  casi instantánea, creando la ilusión de una conversación. Para hacer las conversaciones más espontáneas, Weizenbaum dotó al artificial interlocutor de una personalidad similar a la de un psicoterapeuta de la orientación de la escuela humanista de Carl Rogers, quien proponía que el terapeuta debía adoptar una actitud que simulara no tener conocimiento alguno del mundo. Resulta interesante presentar un ejemplo de un diálogo de ELIZA con una joven usuaria, el cual fue transcrito por Weizenbaum y es citado por Nicholas Carr en su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?. Las letras cursivas corresponden a las respuestas del programa.

Todos los hombres son iguales.
¿A qué se refiere?
Siempre están molestando con algo.
¿Puede darme un ejemplo concreto?
Bueno, mi novio me hizo venir aquí.
Su novio la hizo venir aquí.
Dice que me deprimo mucho.
Siento oír que se deprime.
Es cierto. Soy infeliz.
¿Cree que venir aquí la ayudará a no ser infeliz?
Necesito ayuda, eso seguro.
¿Qué significaría para usted recibir ayuda?
Tal vez podría aprender a llevarme bien con mi madre.
Cuénteme más de su familia.
Mi madre me cuida.
¿Quién más de su familia la cuida?
Mi padre.
Su padre.
Usted se parece a él en algunas cosas.
¿Qué parecidos encuentra?
Usted no es muy agresivo, pero creo que no quiere que yo lo note.
¿Qué le hace pensar que no soy muy agresivo?
Que no discute conmigo.
¿Por qué cree que no discuto con usted?
Porque me tiene miedo.
¿Le gusta pensar que le tengo miedo?
Mi padre le tiene miedo a todo el mundo.


        Fascinante y siniestro resulta este diálogo, el cual da cuenta de las conexiones emocionales instantáneas que establecemos los seres humanos cuando interpretamos cualquier estímulo como señal de  empatía, aún cuando sepamos que quien nos responde es un programa diseñado para dicho fin. Mayor es la sorpresa cuando nos enteramos que tres importantes psiquiatras de la época publicaron un artículo donde afirmaban que ELIZA podría ser “una herramienta terapéutica susceptible de difundirse ampliamente en aquellos centros psiquiátricos que sufren escasez de terapeutas”. El mismo Carl Sagan preveía “una red de terminales informales de uso terapéutico, como esas cabinas telefónicas dispuestas en fila, que, al precio de unos pocos dólares por sesión, nos permitiría hablar con un psicoterapeuta atento, probado y, en gran medida, no directivo”.
        El interés original de Weizenbaum se orientó hacia una nueva inquietud científica al descubrir la rapidez con que los usuarios se vinculaban con ELIZA, afirmando que la computadora “los entendía”. Narra como su propia secretaria, quien había seguido el proceso de programación de ELIZA, en una ocasión le pidió que abandonara la sala “porque estaba avergonzada de la intimidad que estaba alcanzando la conversación” con ELIZA. El ingeniero informático concluyó “En lo que yo no había caído es en que incluso una exposición muy breve a un  programa informático relativamente simple podía inducir un poderoso pensamiento delirante en personas perfectamente normales”.
         La vivencia con ELIZA, que a pesar de ser uno de los primeros “softwares” de la historia, por tanto muy rudimentario, atrapó a sus usuarios despertando sentimientos de comprensión, empatía e intimidad; lleva a preguntarse ¿qué encanto tienen las tecnologías de la información y la comunicación sobre los seres humanos que no solamente las adoptan como recursos para la solución de problemas sino que se vinculan afectivamente con ellas? ¿qué impacto tienen en el desarrollo cerebral y como pueden modificar su fisiología y morfología?
          La principal evidencia de sus efectos es en las funciones cerebrales superiores, esto es: conciencia, atención, memoria, juicio, abstracción, concentración, lenguaje y habla.
Los circuitos de la atención y la concentración son estimulados intensamente por el formato y ritmo de la Red, la cual es un sistema de alta velocidad en la entrega de respuestas y recompensas que refuerzan la repetición de acciones físicas y mentales. Sumado al apremio  físico está el social, el psicoterapeuta Michael Hausauer plantea que las personas, en particular los más jóvenes tienen “un tremendo interés por saber de las vidas de su pares y una tremenda ansiedad ante la perspectiva de quedarse descolgados del grupo”, es por esto que dejar de enviar mensajes en la Red implica un riesgo de invisibilidad y no recibirlos se convierte en prueba de invisibilidad. El innombrable Dijksterhuis, quien es un psicólogo holandés, ha probado que nuestro cerebro requiere tiempos de interrupción de la atención para lograr sacar a la conciencia datos y procesos cognoscitivos. Si no le damos la oportunidad a la conciencia para acomodar adecuadamente un problema, las regiones más profundas de la mente no facilitarán la obtención de una respuesta. Esto explica la común resolución de problemas difíciles  en sueños, sentados en el retrete, en la regadera, en fin, en actividades donde nuestra atención se relaja. El constante cambio de estimulación sin reposo que impone la convivencia con medios digitales va disminuyendo la capacidad de mantener la atención el tiempo necesario para lograr la concentración y la resolución de problemas complejos y abstractos. Sin embargo, el uso frecuente de internet favorece el desarrollo de habilidades de toma de decisión y solución de problemas de corto plazo.
         Los años ochenta recibieron con gran entusiasmo el uso del hipertexto en los procesos educativos, se argumentaba que “fortalecería el pensamiento crítico de los alumnos, al ofrecerles la posibilidad de permutar fácilmente distintos puntos de vista”. Pero al paso del tiempo el frenesí ha ido decayendo, tras descubrirse que la comprensión va disminuyendo a medida que aumenta el número de vínculos. No es necesario ser un connotado neurocientífico para comprobar esto, basta con hacer una visita a una sucursal de Starbucks y observar a los clientes, la frecuencia de sus visitas se puede inferir por la velocidad de su solicitud. Un neófito observa pasmado los tableros con más de 72 combinaciones de bebidas sin comprender el siguiente paso. Ya que ha logrado discernir los sabores, temperaturas y tipos de leche, se enfrenta al reto de entender que el llamado Alto es el chico (354 ml), el Grande es mediano (473 ml), el Venti el grande (591 ml) y el nuevo, el Trenta, tamaño ¡Oh my God! (916 ml). Por fin decide pedir un “Latte Light Grande” y quien le atiende le pregunta “¿Grande Light Latte?” porque en ese orden los especifica su manual de procedimientos, entonces el neófito se siente totalmente perdido, se vive como un cliente Tarzán frente a una cajera civilizada Jane. Lo cierto es que a mayor número de vínculos, menor es la compresión, por tanto, podemos leer el orgullo en la mirada de quien llega a Starbucks y pide su bebida con cinco especificaciones, además de un muffin caliente, el código para navegar en internet al tiempo que toma con toda seguridad la tarjeta para descargar la canción gratis de iTunes. #iGüey (código twitter), ese ya comprendió, por tanto merece un premio, que los cajeros sepan su nombre de memoria. A veces pienso que si mis estudiantes respondieran preguntas en el aula a la velocidad que piden un café en Starbucks, me sentiría más grande que Aristóteles frente Alejandro Magno,  Kaliman frente a Solín o Don Matías frente a los Parchís.
         Antes las personas solían pedir “no me interrumpas”, actualmente, como afirma Carr, deseamos ser interrumpidos, “apagar estas alertas nos pone en riesgo de sentirnos fuera, incluso aislados socialmente”, sobrevaloramos lo que ocurre en el “preciso instante”, estamos ávidos de lo nuevo aún cuando sepamos que “suele tener más de trivial que de esencial”. ClickTale, una empresa israelí, tras una investigación con una muestra internacional, encontró que el promedio en que una persona se detiene en una página antes de desplazarse a la siguiente es de 19-27 segundos, tiempo que incluye la carga de la nueva ventana. Otras investigaciones han probado la  baja de cantidad de lectura lineal en personas altamente alfabetizadas. Al parecer la tendencia es a explorar más temas pero de manera superficial.
         En 1956, George Miller, psicólogo adscrito a la Universidad de Princeton, dictó la conferencia La magia del número siete, más o menos, en la cual expuso uno de los grandes descubrimientos sobre la memoria humana, específicamente sobre la llamada memoria de trabajo o de corto plazo: no podía retener más de siete elementos de información. Si trasladamos este principio a la experiencia en la Red, se traduce en una sobrecarga cognitiva por efecto de la solución de problemas superfluos y la división de la atención. Frente a la Red nuestra memoria de trabajo se satura impidiendo el conocimiento y el aprendizaje profundos. Es por esto que los grandes defensores del uso de las grandes tecnologías desacreditan el uso de la memoria humana para labores de aprendizaje y trabajo, se crea una fantasía del no-saber para concentrase exclusivamente en la experiencia, apoyándose en prótesis mnemotécnicas para la recuperación de información.
         En una frase rayana en lo poético, Carr afirma: “La Web es una tecnología del olvido”. Esto explica la ansiedad de muchas personas por hacerse constantemente presentes en Facebook y Twitter, se asume que los mensajes son tan efímeros que para cumplir el sueño del Gansito Marinela (“Recuérdame”) no se trata de contenido sino de cantidad. Investigaciones en oficinas han arrojado el dato que la gente consulta su correo electrónico aproximadamente cuarenta veces por hora, una por cada minuto y medio.
         Personalmente considero que si una función tanto cognitiva como social, están alterando la Red y las nuevas tecnologías, es la memoria. Es suficiente pensar el reto que implicará escribir la biografía de alguien nacido después  de 1989: no hay cartas, no hay escritos a mano, las fotos relevantes se pierden en el mare magnum de las imágenes en las computadoras, esto siempre y cuando no ingrese un virus o una descarga y elimine la información. Quizá en un futuro no muy lejano se herede una memoria externa o la contraseña a Facebook como una manera de preservar la historia personal. Es realmente paradójico que en la era de las tecnologías del olvido sea en la que las personas aspiran más a la trascendencia histórica. En épocas no muy remotas, esto era privilegio de unos cuantos, ahora, todos queremos nuestra parcela en la memoria, de ahí que yo esté escribiendo estas líneas y tú, lectora o lector, estés buscando una manera de hacerte presente en las redes digitales, ya sea través de un mensaje conmovedor de correo electrónico, escribiendo frases “originales” en FB o Twitter o archivando fotos, música, etcétera, etcétera.
         No hay vuelta para atrás, las tecnologías han rediseñado nuestros cerebros y nuestras formas de socialización, la actitud nostálgica tan sólo distrae del verdadero problema a enfrentar que es el acuerdo de principios éticos y de convivencialidad en las redes sociales y en toda la internet. Estamos en el ocaso de aquello que conocíamos como reflexión, palabra cuyo origen remite a doblar, curvar, lo cual se puede aplicar desde la luz hasta una idea o un consejo. Reflexionar, en sentido filosófico, es curvar las ideas para sacar conclusiones. Concluir implica establecer una postura la cual conlleva consecuencias. Actualmente todo elemento fijo se considera sospechoso, de ahí que reflexionar sea considerado un acto irrelevante o peligroso, pues todo aquel que se atreva a enunciar afirmaciones con efectos de largo plazo se le considera arrogante, loco o radical.
        Soy usuario frecuente de la Red, me he beneficiado ampliamente de ella, sin embargo, me sumo a la conclusión a la que llegó Weizenbaum tras ser testigo del impacto de su programa ELIZA: hay que tener la conciencia y la valentía  de negarse a delegar en las computadoras las más humanas de nuestras actividades mentales e intelectuales, en particular “aquellas que requieran sabiduría”

2 comentarios:

  1. Desconocía la existencia de ELIZA aunque sabía de los esfuerzos que se han hecho por alcanzar los objetivos que ese software persigue. Pero siguiendo tu linea de pensamiento, acumular información no implica sabiduría.

    Sin embargo soy un convencido que la Red es un extraordinario recurso de la enseñanza. Construyo ejercicios para ella, pero mi objetivo inicial es mi propio aprendizaje cuyos esfuerzos me gusta compartir. Mi técnica consiste en presentar textos cortos y posteriormente reforzar su aprendizaje con la reproducción de algunas partes del mismo, a través de una sopa de palabras, así como con la construcción y solución de un crucigrama con palabras seleccionadas del propio texto. Ejercicios que me han ayudado a ejercitar la memoria. Específicamente estoy hablando de ejercicios en inglés y francés basados en la historia de Canadá, anexo un ejemplo de lo que estoy diciendo en el siguiente "link":

    http://www.barajaszazueta.ca/PagesEn/History/0104_Cartier/0104_Cartier.htm

    Ricardo

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  2. Ricardo:
    En otra ocasión había hecho los ejercicios que habías publicado, acabo de hacer los de Jacques Cartier. El método que utilizas me parece maravilloso, considro que promueve el desarrollo de la memoria más descuidada actualmente que es la semántica. Se le da prioridad a la procedimental y a la experiencial, pero se desacredita el aprendizaje de conceptos. Como menciono en el texto, yo usuario de la Red y para quienes gustamos de escribir, es un recusrso de primer orden, nos ahorrar largos viajes de biblioteca a biblioteca, de archivo a archivo o de libreria en libreria. Como toda tecnología, el efcto depende del uso que se le de.
    Un abrazo.

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