martes, 4 de septiembre de 2012

Marilyn Monroe y el psicoanálisis: una fidelidad unilateral


Si fueras música,
serías Recuerdos de la Alhambra.
Hermosa, melancólica, exiliada de ti misma,
dolor impregnado de Channel número cinco.

Ángel arrullado en cunas maníacas,
saboreaste las letras cocidas en vapores inconscientes,
fuiste inteligencia atropellada por perturbadas miradas,
sonrisa profanada por labios prosaicos. 

Ingenua coleccionista de instantes,
entregabas por doquier tu cuerpo,
ensoñando con inoculaciones de amor,
añorante de una tierna y furtiva caricia.

Víctima de tu belleza,
te inmolaste en los altares de la vanidad,
devorada por depredadores químicos,
abandonada en el lecho que abrazó tu cadáver precoz.

Norma Jeane en la tierra,
Marilyn Monroe en el cielo,
devota del exceso,
la más humana de las humanas.

Marilyn Monroe, Juan Pablo Brand


El sexo sirve para que te amen. O para creer que te aman, en cualquier caso. O para creer que existes, simplemente. Para perderse sin pertenecer. Para desaparecer sin que te maten. Ahora me digo a menudo que hago el amor con la cámara. No es tan agradable como con un hombre, sin duda, pero también sienta bien. Te dices: no es más que el cuerpo y no es más que una mirada que te posee al pasar. 
Transcripción de la cinta magnetofónica grabada para Ralph Greenson días antes de morir, Marilyn Monroe

La profesión del psicoanálisis es solitaria… 
Técnica y práctica del psicoanálisis, Ralph R. Greenson (Último psicoanalista de Marilyn Monroe, el primero en encontrarla muerta)

No es luz lo que emana de ella, sino calor: quema la pantalla

 Jean-Paul Sartre, refiriéndose a Marilyn Monroe
 
       Una moneda es lanzada al aire, su trayectoria es la palabra del paciente entrelazando una cadena de significantes, el psicoanalista observa girar sus dos caras, amor y dolor, fundiéndose en una misma imagen, sabe que al caer la moneda mostrará una de las dos, pero solamente será para encubrir a la que subyace. De ahí que se reserve tempranas celebraciones al amor y precipitados consuelos al dolor, quizá por eso Ralph Greenson afirmaba que el psicoanalista se asemeja más a la madre de la separación corporal que a la madre de la intimidad corporal, pretende que sea la palabra la que cure, evitando los placebos del contacto físico que reconforta pero no cura. Es la madre que dice: Te quiero, pero tendrás que aprender a caminar, a hablar y a controlar tus esfínteres. Te caerás, te equivocarás y te ensuciarás pero al final lograrás vivir sin mí.
    Pero el buen Ralph, nacido Romeo Greenschpoon, no llevó a la práctica sus reconocidas enseñanzas en el tratamiento de Marilyn Monroe. Muchos pudieron ser los motivos. Tener una hermana gemela llamada Juliette, lo cual nos habla de un inicio de vida teatral, Romeo & Juliette, pero también de alguna insinuación incestuosa por parte de sus padres quienes nombraron a sus gemelos con el nombre de los amantes adolescentes más famosos de la historia moderna. Otro motivo lo pudo haber constituido la influencia de los colegas, particularmente el diagnóstico que dio Anna, la hija de Sigmund Freud, a la diva: paranoica con tintes de esquizofrenia. No podemos descartar un profundo enamoramiento justificado en las retóricas redes de la jerga psicoanalítica, donde argumentos a la luz de la  transferencia y la contratransferencia tejen el velo tras el cual muchos terapeutas ocultan su sentir. Siendo honestos, no debe ser fácil psicoanalizar a la mujer más deseada de una época, aunque fuese en un tratamiento cara a cara, pues Marilyn se resistió al uso del diván por el temor atroz que le tenía a estar en posición horizontal, por lo que tampoco lograba dormir y prefería el sexo de pie y a la luz del día.
   Ralph Greenson también tenía estrechos compromisos con los estudios cinematográficos, de ahí que participara en decisiones sobre el devenir de sus pacientes famosos en el plató. Fue conocido como “el psicoanalista de las estrellas”, establecido en Los Ángeles, su consultorio se ubicaba en Bervely Hills y su diván se vio iluminado por la presencia de personajes como Tony Curtis, Frank Sinatra y Vivien Leigh. El escenario no era el propicio para establecer un vínculo terapéutico óptimo, tenía que rendirle cuentas a Anna Freud y Marianne Kris, a los estudios cinematográficos, a sus pacientes, además de ser vigilado por el gobierno estadounidense por los vínculos incómodos que su clientela solía establecer, tanto con miembros de la mafia como con presuntos comunistas. Los soplones estaban por todos lados, en las entrañas mismas de Hollywood, ejemplo de ello fue el colaboracionismo del famoso director Elia Kazan en la llamada cacería de brujas.
      Marilyn Monroe fue paciente de Ralph Greenson de enero de 1960 hasta la fecha misma de su muerte, la noche del 4 al 5 de agosto de 1962. Fue tan intenso el apego de la rubia al psicoanalista, que durante un tiempo le pagó a cambio de su exclusividad. Sin embargo, el vínculo de Monroe con el psicoanálisis databa de años atrás, tiempo por el que transitó por los consultorios de Margaret Hohenberg, Marianne Kris y, por una corta temporada, por el de Anna Freud en Londres.
     Impulsada por su maestro Lee Strasberg, director del Actor’s Studio de Nueva York, Marilyn comenzó un psicoanálisis con Margaret Hohenberg en febrero de 1955. Esta invitación formaba parte de los recursos propuestos por el creador de El Método, que es considerada la mayor aportación al teatro del siglo XX,  en palabras de Strasberg, el método tiene la siguiente premisa: Estamos dispuestos a ser influenciados por todo, a tratar todo, no tenemos miedo a dar nada acá. Aquí no hay nada sagrado. Cualquier cosa que nos pueda ayudar a ser mejores, a completar la labor del actor, a contribuir hacia un teatro más vivo y dinámico, es desde todo punto de vista válido y vale la pena trabajar en ello. Por tanto, veía al psicoanálisis y la introspección como vías regias para liberar a las actrices y los actores. Marilyn asistía cinco veces a la semana con Hohenberg. La psicoanalista era una judía de origen húngaro que tras especializarse en neurología y psiquiatría en la Universidad de Viena, se analizó con Eduard Hitschmann y Robert Hans Jokl, integrándose en 1925 a Sociedad Psicoanalítica de Viena, migrando en 1939 a Nueva York.
       La actriz tenía un ritual de salida de sus sesiones, al dejar atrás el consultorio, se llevaba la mano a la boca y tosía hasta hacerse daño. Posteriormente miraba hacia la calle como si hubiera lanzado algo fuera de ella.
     Margaret Hohenberg llegó a tener una gran influencia en Marilyn, le prohibía ver a ciertas personas o le aconsejaba sobre la elección de sus personajes. En 1956 la actriz viaja a Londres para la filmación del único largometraje realizado por Marilyn Monroe Productions,  El príncipe y la corista, para la cual Monroe eligió a Laurence Olivier como director y co-protagonista. La relación fue degenerando al paso del rodaje, Marilyn comenzó a recurrir a sus viejas artimañas para sabotear su trabajo actoral: drogarse, llegar con retraso o desaparecer. Al concluir la película declaró: Creo que Olivier me odiaba. Incluso cuando me sonreía, su mirada era infecta. Yo me encontraba mal la mitad del tiempo; pero él, o no se lo creía o se la sudaba. Me miraba como si estuviera oliendo un tarro de peces muertos. Como si yo tuviera la lepra o algo igual de atroz. Me sentía ridícula constantemente. Cabe agregar que en ese tiempo, Olivier estaba casado con quien fue su esposa veinte años, Vivien Leigh (la mítica Scarlett O’Hara de Lo que el viento se llevó), que también fue paciente de Greenson y fue diagnosticada con Trastorno Bipolar, en los tiempos en que todavía se denominaba a esta categoría psiquiátrica Trastorno maniaco-depresivo. Al parecer la vida de Olivier con Leigh no fue un valle de rosas, pero la amó hasta el día de su prematura muerte.
      Marilyn entró en crisis y logró que su psicoanalista viajara a Londres para atenderla. Las sesiones tuvieron lugar en el mismo plató donde se rodaba la película. Superada por las demandas de Marilyn y no pudiendo interrumpir por más tiempo su práctica en Nueva York, Hohenberg encuentra una solución y deja en manos de Anna Freud la atención de la corista.
     En agosto de 1956, Marilyn arriba en un Rolls Royce negro al domicilio que fuera la última morada de Sigmund Freud, Maresfield Garden 20. Anna Freud no aceptó con facilidad recibir a la ahora productora cinematográfica, temía una mala publicidad, pero finalmente accedió. La hija del Professor utilizó técnicas de juego para tratar a la rubia, iniciando el proceso con una visita al jardín de niños del ahora nombrado Centro Anna Freud. Para la psicoanalista el acelerado tratamiento es un éxito total, Marilyn logra terminar la filmación y regresa a Nueva York. En una tarjeta que todavía se conserva en los archiveros del mencionado Centro, la hija del fundador del psicoanálisis apuntó su conclusión clínica con respecto a Marilyn Monroe: Paciente adulta. Inestabilidad emocional, impulsividad exagerada, necesidad constante de una aprobación externa. No soporta la soledad, tendencia a depresiones en caso de rechazo, paranoica con tintes de esquizofrenia. A manera de comentario clínico, el diagnóstico no fue nada halagüeño.  
      En 1957, la Monroe interrumpió su análisis con Margaret Hohenberg. De este periodo se conserva un sueño escrito por Marilyn en una hoja estilo Art Decó, que era distintivo de la papelería del hotel Waldorf-Astoria. El texto es largo, por lo cual resumiré su contenido: Aparecen Lee Strasberg y la psicoanalista, el primero es un reconocido cirujano y la húngara es su asistente. Han diagnosticado a su paciente y procederán a realizar una operación que traerá a Marilyn de nuevo a la vida. Tras abrirla lo único que encuentran los médicos al interior de su cuerpo es aserrín, el cual se esparce por todo el piso. En el sueño, Strasberg se decepciona por la vacuidad de la operada la cual la hace inútil para el teatro, la Dr. H. pierde las esperanzas de cualquier cura psiquiátrica y Arthur (Miller), su último esposo, también se siente frustrado.
      El recuerdo onírico da cuenta de la pasividad con la que Marilyn se entregaba al escrutinio de los demás, dejando a todos emitir su opinión sin argumentar nada a su favor.
     Marilyn solicita a Anna Freud la referencia de otro psicoanalista y ella responde con la recomendación de Marianne Kris, quien era integrante distinguida de la familia psicoanalítica. Su padre fue el pediatra de las hijas e hijos de Sigmund Freud, ella fue amiga de Anna desde la infancia y posteriormente se casó con Ernst Kris y emigró a Nueva York. Ernst Kris, junto con Heinz Hartmann y Rudolph Loewenstein, fueron las figuras que encabezaron la institución psicoanalítica en Estados Unidos en las décadas de los cincuenta y sesenta. Antes de migrar a Norteamérica, Loewenstein radicó en París y fue el único analista del famoso Jaques Lacan, en un tratamiento que duró de 1933 a 1939. Años después, Lacan lanzará diatribas contra estos tres psicoanalistas, denominándolos en su Seminario “el triunvirato de Nueva York”.
      Estando en análisis con Kris, Marilyn comienza a repartir su residencia entre Nueva York y Los Ángeles, por tanto solicita a su psicoanalista que le refiera con alguien en la ciudad californiana, es así que llega a la consulta de Ralph Greenson. Por esta razón, Marilyn tiene dos psicoanalistas simultáneamente, los cuales solían escribirse cartas discutiendo el caso de su paciente compartida.
El fin de la relación analítica con Marianne Kris es un relato de gran dramatismo. Asustada por las rutas decadentes por las que ha decidido circular Marilyn, esto es, abuso de drogas, medicinas, alcohol y sexo; la psicoanalista decide internarla en la clínica psiquiátrica Payne Whitney. Al ingresar a la clínica, la actriz va completamente drogada, por tanto firma el obligado consentimiento de internamiento sin pleno uso de sus facultades. Marilyn tiene 34 años, edad en que su madre fue internada en un psiquiátrico del que nunca salió. Al salir del sopor químico y darse cuenta del lugar donde se encuentra, hace uso de su derecho a realizar una llamada telefónica para informar de su situación a su perpetuo guardián, el beisbolista Joe DiMaggio, quien tras unos meses de matrimonio con Marilyn quedó prendado de ella de por vida y resguardó sus intereses hasta veinte años después de la muerte de la diva, encargándose de que se decorara con flores tres veces a la semana el mausoleo de su amada. DiMaggio vuela esa misma noche a Nueva York y cuatro días después Marilyn está fuera de la clínica, y Marianne Kris fuera de su vida. Años después la psicoanalista confesará a Anna Freud y a Ralph Greenson que había hecho algo terrible, algo realmente terrible. No es lo que quería, pero es lo que acabé haciendo.
      Ralph Greenson se convertiría así en su psicoanalista de tiempo completo. En el año 1960, el director John Huston invitó a  Marilyn Monroe a representar a Cecily, la protagonista de su película Freud: Pasiones secretas, la cual representaría a todas las histéricas del libro de Breuer y Freud Estudios sobre la histeria. A pesar de haber sido su psicoanalista express, Anna Freud se opuso rotundamente a que la rubia apareciera en el largometraje, considerando que esto dañaría la memoria de su padre. Utilizó la vía más rápida y eficaz para lograr su objetivo, instó a Marianne Kris y a Ralph Greenson que incluyeran el tema en el análisis de su paciente y la convencieran de rechazar el papel, lo cual se logró con facilidad. Este hecho pareciera confirmar la crítica que Michel Foucault hizo al psicoanálisis, afirmando que los consultorios funcionaban como confesionarios. Al igual que el uso de estos últimos, pareciera que la confidencialidad tiene sus límites y cuando se ve amenazada la institucionalidad, los consultorios se convierten en juzgados.
      La relación Monroe-Greenson cobró una intensidad que desbordó por todo Hollywood. Se veían todos los días de la semana, en ocasiones hasta dos o tres veces por día, la actriz era atendida en casa del psicoanalista, si se encontraba bajo el influjo de las drogas el alcohol o bajo el peso de la ansiedad o la depresión, le daban alojamiento. Justificándose bajo el rubro de modificaciones a la técnica, argumentando que su paciente no era analítica y requería otro abordaje, la adoptó como parte de su familia, así que comía y cenaba con ellos, asistía a sus fiestas, se hizo amiga de los hijos del médico. Greenson decidía sus tiempos, sus compromisos y sus viajes, con base en las necesidades de Marilyn. Antes que dirigirse a la actriz, los estudios y los directores lo consultaban a él. Le prescribía una gran cantidad de medicamentos, a los cuales la actriz sumaba los que le recetaban otros especialistas. El sarcasmo de los colegas del psicoanálisis y del cine llevó a reconocerlos como Romeo & Marilyn.
      La madrugada del 4 al 5 de agosto, el ama de llaves de Marilyn, Eunice Murray, reclutada por el mismo Greenson, sigue las instrucciones del psicoanalista y le llama al percibir un escenario extraño. Ralph es el primero que ve el cuerpo sin vida de Marilyn Monroe y llama a la Comisaría de West Los Angeles para informar: Marilyn Monroe ha muerto de una sobredosis.
      Al morir, la herencia de Marilyn Monroe fue valuada en 1.6 millones de dólares, en el año 2011 los herederos de los derechos de su imagen obtuvieron ganancias por 27 millones de dólares, más de lo que ganó la actriz en toda su vida. Su testamento estipuló la entrega de una fuerte suma a Marianne Kris para que pudiera continuar con su trabajo en las instituciones o grupos psiquiátricos de su elección. Los derechos y sus regalías tuvieron como beneficiaria a la Hampstead Clinic de Londres, ahora denominada Centro Anna Freud. Por tanto, cada vez que se difunde la imagen de Marilyn Monroe, la institución psicoanalítica recibe fondos.
      Ralph Greenson, vivió a la sombra de Marilyn Monroe el resto de su vida, concluida en 1979. En un claroscuro que iba de la admiración por el lugar que tuvo en la vida de la diva que al morir se mitificó como diosa de la cultura pop, hasta los señalamientos como partícipe de su muerte y complicidad con los Kennedy en el supuesto asesinato de Marilyn.
     ¿Pudo Greenson librar a Marilyn Monroe de su  muerte prematura? Es algo difícil de responder. Si fuera cierta la versión del asesinato, los testimonios lo deslindan como partícipe. Si fuera cierta la versión del suicidio tampoco se le podría acusar, el responsable último de un suicidio es el suicida mismo. Si fuera cierta la versión de muerte por sobredosis accidental, quizá Greenson no saldría tan bien librado, él mismo le procuraba fuertes medicamentos a la actriz y con tal de que ésta cumpliera sus compromisos con los estudios cinematográficos, no se detenía en medicarla para mantenerla al menos de pie y actuando.
      La conclusión de todo esto es que no se puede tener un doble papel cuando del psicoanálisis o la psicoterapia se trata, sólo puede haber un beneficiario directo, si este beneficiario son las instituciones, las empresas, las escuelas, etcétera, no lo podrá ser simultáneamente el paciente. En su trayecto por las rutas psicoanalíticas, Marilyn Monroe nunca se pudo constituir como paciente, tod@s sus psicoanalistas tuvieron una coartada al atenderla. Marilyn le fue fiel al psicoanálisis, aún después de su muerte, pero el psicoanálisis no le correspondió a Marilyn.
      Concluyo con un poema que Norman Rosten, gran amigo poeta de Marilyn Monroe, encontró entre sus pertenencias y que estaba dirigido él. No es alta literatura, pero es literatura que llega a lo alto, la suma de una vida estelarmente dolorosa:

No llores, muñeca
No llores, no.
Que yo te abrazo y te acuno
Shhh, shhh, ahora hago como si
no fuera tu madre muerta…
Al final del camino
Clic clac clic clac
Como mi muñeca en su cochecito
que pasaba sobre las grietas
nos iremos muy lejos.
           

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