martes, 25 de marzo de 2014

Sigmund Freud, Universitario

                          SUCINTO HOMENAJE POR EL 150 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO
                           Publicado en el número 1 de la revista "Palco Caústico"en abril de 2006


     Los pasos en el corredor delatan la pronta llegada de un estudiante, Fausto intercambia sus ropas con Mefistófeles y sale de su gabinete de estudio. Frente a la diabólica presencia el discípulo no ve a otro que al Dr. Fausto a quien expone su demanda: “Yo desearía hacerme todo un sabio, aprender cuanto haya de aprender en la tierra y en el cielo, la ciencia y la Naturaleza” (Goethe, 1831/2003, p.382). La ambiciosa petición es fuente de un delicioso diálogo en el cual Mefistófeles orienta al estudiante en la estructura de sus estudios y cuando parece que le ha otorgado un plan completo concluye con una frase que haría tambalear a cualquier neo-universitario:  “Vano será que os afanéis científicamente buscando acá y allá, pues nadie aprende sino aquello que puede aprender” (p. 383).
      Tan enfático enunciado pareciera emanado de un diálogo en un consultorio psicoanalítico, en el que el analista-Mefistóteles interviniera para señalar la condición humana de incompletud, su imposibilidad de expandirse a la totalidad. El discípulo añora ser todos los hombres, Mefistófeles afirma busca por donde desees, al final de tu efímero o prolongado camino descubrirás lo que ya sabías, solo puedes ser lo que eres.
     Cual personaje surgido del Fausto, el joven Freud no lograba acotar su pasión, era movido por “una suerte de apetito de saber” (Freud, 1925/1992, p.8) que ningún programa universitario podía satisfacer. En un primer momento creyó que el estudio de las leyes lo saciaría, más su vocación por la sospecha le esclareció que dicha decisión se sostenía en un puente imaginario con su amigo Heinrich Braun (Gay, 1990), compañero de escuela que con el tiempo llegó a ser un prominente político. Inquieto de lado a lado, Freud encontró la obra de Darwin, la cual le clavó una espina que permaneció encarnada en su deseo impidiéndole alcanzar el sosiego. Al parecer la última estocada fue dada por el profesor Carl Brühl en una conferencia en la que leyó un ensayo Sobre la Naturaleza, atribuido a Goethe[1].
      No había vuelta para atrás y el primero de mayo de 1873 le escribe a su amigo Emil Fluss: “He decidido convertirme en científico natural” (Gay, 1990, p.48). Sin embargo, su vacilación continúa y el dieciséis de junio le escribe al mismo interlocutor:
En cuanto a mis preocupaciones por el futuro, usted las toma demasiado a la ligera: me dice que quien teme a la mediocridad más que a ninguna otra cosa, ya está a salvo de ella. Pregunto ¿a salvo de qué? Seguramente, no a salvo de la mediocridad. Grandes espíritus han dudado de sí mismos ¿acaso se deduce entonces que cualquiera que duda de sus capacidades sea una gran inteligencia? […] Lo maravilloso del universo descansa en su multiplicidad de posibilidades; desgraciadamente no es una base sólida para el conocimiento de nosotros mismos (Mannoni, 1997, p. 23).

     Estas líneas escritas por Freud a los diecisiete años, lo acercan más a Mefistófeles que al discípulo, en la epístola da cuenta de la ansiedad del aspirante a universitario al cual le dicen  “estudia lo que quieras”, las posibilidades son múltiples, pero la multiplicidad es en ocasiones causa de extravío.
      A pesar de sus sospechas, Freud se inscribe a la Facultad de Medicina de la Universidad de Viena en otoño de 1873 y le bastaron los primeros años de estudios universitarios para descubrir que “la peculiaridad y estrechez de mis dotes me denegaban cualquier éxito en muchas de las disciplinas científicas sobre las que me había precipitado en mi ardor juvenil” (Freud, 1925/1992, p. 9). De esta manera se le desentraña la sabiduría implícita en la enunciación de Mefistófeles, la cual cité directamente de una edición del Fausto y ahora retomo de la traducción que Etcheverry hace de la Presentación autobiográfica de Freud: “En vano rondará usted de ciencia en ciencia, cada quien sólo aprende lo que puede aprender” (Goethe, Fausto, parte I, escena 4 citado en Freud, 1925/1992, p. 9).
      Con la premisa de Mefistófeles, Freud va tras las huellas de los maestros que parece pueden tener el saber que el puede aprender. Entre 1874 y 1875 asistió a las conferencias impartidas por Franz Brentano que también contaron con la presencia de Husserl. Brentano fue un filósofo que rechazó el idealismo alemán, proponiendo la obra de Aristóteles como una alternativa, así como una psicología empírica. Aunque no hay testimonios que permitan afirmar la influencia de Brentano en Freud, al parecer, “serían las ideas de Aristóteles contenidas en De anima” (Castro, 2006, p.33) las que incidieron más en el novel estudiante. El impacto del pensamiento de Brentano se ve reflejado en una carta escrita por Freud a su amigo Eduard Silbernstein “Ya no soy un materialista, pero tampoco todavía un teísta” (Gay, 1990, p. 55). Esta confusión puede tener su origen en la convicción de Brentano por la existencia de Dios simultánea a su respeto por la obra de Darwin.
       A partir del cuarto semestre de la carrera, esto es, en verano de 1875, Freud optó por procurarse una programa de estudios más personalizado, esto llevó a que concluyera sus estudios en ocho años cuando el programa contemplaba que se cursara en cinco.
      En marzo de 1876 Freud viaja a la Estación Zoológica Experimental de Trieste, fundada por Carl Craus, Jefe del Instituto de Anatomía Comparada. Esta  excursión científica a las costas del mar Adriático fue su primer contacto directo  con el mundo mediterráneo que tanto lo fascinaría a través de su vida. Su línea de investigación durante su residencia en la Estación Zoológica se relacionó con un problema que “desconcertaba a los hombres de ciencia desde los días de Aristóteles” (Jones, 1996, p. 49), la estructura gonádica de las anguilas. Producto de esta investigación fue su primera publicación científica Observaciones sobre la morfología y estructura fina de los órganos lobulados de la anguila, descritos como testículos (referida en Freud, 1897/1991, p.223), la cual apareció publicada en el número de abril de 1877 del Boletín de la Academia de Ciencias. El contenido de ese texto demuestra que desde esas fechas Freud “trabajaba en la elaboración de una teoría del funcionamiento específico de las células nerviosas” (Roudinesco y Plon, 1998, p. 376), siendo así un antecedente de su Proyecto de Psicología (1895).
      Tras la experiencia en Trieste, Freud halló “sosiego y satisfacción plena” (Freud, 1925/1992, p. 9) en el laboratorio de fisiología de Ernst Brücke. Este fisiólogo, cuarenta años mayor que Freud, solía ser reservado en el trato, minucioso en la investigación y exigente en la dirección de su área de responsabilidad. Freud se formó así en el positivismo riguroso, le fueron transmitidos conocimientos por vía de un maestro que previamente a establecerse en Viena formó “escuela” con Helmholtz y Du Bois-Reymond. Estos investigadores sostenían que solamente las fuerzas “fisicoquímicas comunes” están “activas en el organismo” agregando que los fenómenos inexplicables debían abordarse exclusivamente con el “método  fisicomatemático” (Gay, 1990).
Durante su colaboración en el laboratorio de fisiología Freud escribió los siguientes trabajos científicos: Sobre el origen de las raíces nerviosas posteriores en la médula espinal de abocetes (Petromyzon planeri)(1877); Sobre los ganglios raquídeos y la médula espinal del Petromyzon (1878); Noticia sobre un método para preparaciones anatómicas del sistema nervioso(1879); Sobre la estructura de las fibras y de las células nerviosas del cangrejo de río (1882) (trabajos referidos en Freud, 1897/1991, pp.223-225). En su trabajo realizado en 1878 estuvo cerca de revelar la existencia de la neurona, sin embargo, las discontinuas circunstancias vitales de Freud llevaron a que hoy se atribuya dicho hallazgo a Waldeyer, quien denominó a la neurona en 1891.
      En 1882 la mala posición económica de Freud lo obligó a dejar el laboratorio, pero continuó publicando artículos de neurología hasta 1897, lo que significa que durante veinte años Freud concedió especial interés  a la investigación neurológica. En cuanto a la marca científica y afectiva  que Brücke dejó en Freud existe un dato palmario, poco tiempo después de la muerte del fisiólogo, nació  el cuarto hijo de Freud, el cual recibió el nombre del maestro: Ernst Freud.
En el verano u otoño de 1879, Freud recibió el llamado a prestar su año de servicio militar obligatorio. Respecto a esta experiencia Ernest Jones (1996) refiere lo siguiente:
En aquella época esto era bastante menos riguroso que ahora. Los estudiantes de medicina continuaban viviendo en su domicilio, y no tenían ninguna obligación salvo estar cerca de los hospitales. La dificultad residía en el terrible aburrimiento… El día en que cumplió veinticuatro años lo pasó Freud bajo arresto (mayo 6 de 1880), por haber estado ausente sin licencia. Cinco años más tarde tuvo interés en almorzar con el General Podratzky, que lo había hecho arrestar, y a quien no guardaba rencor, pues admitía haber faltado sucesivamente a ocho visitas (p. 66).

El aburrimiento motivó a Freud a realizar la traducción de cuatro ensayos de las Obras Completas de John Stuart Mill, tarea que lo mantuvo ocupado, además de gratificarlo económicamente. Esta actividad agregó al inventario de conocimientos, habilidades y actitudes de Freud, la de traductor profesional.
Concluido su servicio militar, Freud regresó a sus actividades académicas y de investigación. El treinta de marzo de 1881, aprobó el último de los exámenes necesarios para obtener su título. Jones (1996) nos ofrece una sucinta imagen de lo que fue la graduación de Sigmund Freud: “Tuvo lugar  en la hermosa aula del edificio barroco de la vieja Universidad. Estuvo presente la familia Freud, así como Richard Fluss con sus padres, los viejos amigos de su primera infancia, allá en Freiberg, Moravia” (p. 68).

Al pasar de los años, Freud aseverará lo siguiente con respecto a su quehacer como médico:
Después de cuarenta y un años de actividad médica, mi autoconocimiento me dice que yo no he sido nunca un médico en el verdadero sentido de la palabra. Me he hecho médico al verme obligado a desviarme de mi propósito original, y el éxito de mi vida consiste en el hecho de que, luego de una larga jornada que representó un rodeo, he vuelto a encontrar el camino que me recondujo a mi senda primera (Jones, 1996, p. 39).

     Las líneas precedentes dan cuenta de que Freud aprendió  “a discernir la verdad de la admonición de Mefistófeles” (Freud, 1925/1992, p. 9). Freud fue universitario y padeció las ansiedades propias de este periodo de formación, sin embargo, muy tempranamente percibió con claridad que no hay ningún programa curricular que satisfaga  el hambre de conocimiento de un sujeto, que el deseo por saber es un más allá de la universidad. Al no encontrar un saber que saciara su apetito epistémico Freud inventa el psicoanálisis y nos lega un tesoro simbólico el cual prevalecerá mientras sacie la apetencia de espíritus famélicos de conocimiento.
      Los pasos de Freud como estudiante ilustran lo que ha sido una constante en la vida de varios de los autores, artistas y científicos de la historia moderna;  esto es, que la formación universitaria es un medio y no un fin. Quien no discierna esto, muy posiblemente se extraviará en el deseo de otros, sean estos maestros, padres, instituciones, sociedad, mercado, etcétera. Revisar la vida de Freud no es un tampoco un fin en sí mismo, es un medio para encontrar aquello que puedo aprender de un autor cuya obra sigue inspirando el correr de abundantes ríos de tinta resistiendo los embates aniquiladores de la hipermodernidad.
     El 6 de mayo de este 2006, celebraremos los 150 años del nacimiento de Sigmund Freud, ausencia causa de deseo.


Referencias
Castro, R. (2006). Viajes de Legitimación. Freud y las ideas filosóficas en Viena
1880-1900. México: Espectros del Psicoanálisis.

Freud, S. (1897/1991).Sumario de los trabajos científicos del docente adscrito
Dr. Sigm. Freud, 1877-1897. Obras Completas (Vol.3)  (2ª. reimp.)
(pp. 219-250). Argentina: Amorrortu.

Freud, S. (1925/1992). Presentación autobiográfica. Obras Completas (Vol.20) 
(3ª. reimp.) (pp. 1-70). Argentina: Amorrortu.

Gay, P. (1990). Freud. Una vida de nuestro tiempo (2ª ed.). España: Paidós.

Goethe, J.W. (1831/2003). Fausto. Obras Completas (Vol. 1) (pp. 313-540).
España: Santillana.

Jones, E. (1996). Vida y obra de Sigmund Freud (Vol. 1). (4ª ed.)
Argentina: Lumen.

Mannoni, O. (1997). Freud. El descubrimiento del inconsciente (7ª ed.).
            Argentina: Nueva Visión.

Roudinesco, E. & Plon, M. (1998). Diccionario de Psicoanálisis. Argentina: Paidós.



[1] Cito la nota de Strachey (en Freud, 1925/1992, p. 8, nota 7): “Según Pestalozzi (1956), el verdadero autor del ensayo (escrito en 1780) fue el suizo G.C. Tobler; Goethe lo leyó medio siglo después y, por una paramnesia, lo incluyó entre sus propias obras”.

2 comentarios:

  1. Hola Juan Pablo me encantó releer el articulo y recordar con tanta nostalgia esos momentos universitarios. Te comparto que ya estoy por terminar el doctorado (en mayo), en la vida personal las cosas van con altibajos, pero tal vez los necesarios. Tú como estás? Espero que nos veamos pronto...

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    1. Roberto: Me da mucho gusto saber que estás a un mes de concluir el doctorado, muchas felicidades. Los altibajos de la vida son como la sazón en la comida, no es necesario que esté, pero sin ella el sabor es insípido. Estamos en comunicación. Un abrazo.

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