SUCINTO HOMENAJE POR EL 150 ANIVERSARIO DE SU
NACIMIENTO
Publicado en el número 1 de la revista "Palco Caústico"en abril de 2006
Los pasos en el corredor delatan la pronta llegada
de un estudiante, Fausto intercambia sus ropas con Mefistófeles y sale de su
gabinete de estudio. Frente a la diabólica presencia el discípulo no ve a otro
que al Dr. Fausto a quien expone su demanda: “Yo desearía hacerme todo un sabio,
aprender cuanto haya de aprender en la tierra y en el cielo, la ciencia y la
Naturaleza” (Goethe, 1831/2003, p.382). La ambiciosa petición es fuente de un
delicioso diálogo en el cual Mefistófeles orienta al estudiante en la
estructura de sus estudios y cuando parece que le ha otorgado un plan completo
concluye con una frase que haría tambalear a cualquier neo-universitario: “Vano será que os afanéis
científicamente buscando acá y allá, pues nadie aprende sino aquello que puede
aprender” (p. 383).
Tan enfático enunciado pareciera emanado de un
diálogo en un consultorio psicoanalítico, en el que el analista-Mefistóteles
interviniera para señalar la condición humana de incompletud, su imposibilidad
de expandirse a la totalidad. El discípulo añora ser todos los hombres, Mefistófeles
afirma busca por donde desees, al final
de tu efímero o prolongado camino descubrirás lo que ya sabías, solo puedes ser
lo que eres.
Cual personaje surgido del Fausto, el joven
Freud no lograba acotar su pasión, era movido por “una suerte de apetito de
saber” (Freud, 1925/1992, p.8) que ningún programa universitario podía
satisfacer. En un primer momento creyó que el estudio de las leyes lo saciaría,
más su vocación por la sospecha le esclareció que dicha decisión se sostenía en
un puente imaginario con su amigo Heinrich Braun (Gay, 1990), compañero de
escuela que con el tiempo llegó a ser un prominente político. Inquieto de lado
a lado, Freud encontró la obra de Darwin, la cual le clavó una espina que
permaneció encarnada en su deseo impidiéndole alcanzar el sosiego. Al parecer
la última estocada fue dada por el profesor Carl Brühl en una conferencia en la
que leyó un ensayo Sobre la Naturaleza,
atribuido a Goethe[1].
No había vuelta para atrás y el primero de mayo
de 1873 le escribe a su amigo Emil Fluss: “He decidido convertirme en
científico natural” (Gay, 1990, p.48). Sin embargo, su vacilación continúa y el
dieciséis de junio le escribe al mismo interlocutor:
En cuanto a mis preocupaciones por el futuro, usted
las toma demasiado a la ligera: me dice que quien teme a la mediocridad más que
a ninguna otra cosa, ya está a salvo de ella. Pregunto ¿a salvo de qué? Seguramente,
no a salvo de la mediocridad. Grandes espíritus han dudado de sí mismos ¿acaso
se deduce entonces que cualquiera que duda de sus capacidades sea una gran
inteligencia? […] Lo maravilloso del universo descansa en su multiplicidad de
posibilidades; desgraciadamente no es una base sólida para el conocimiento de
nosotros mismos (Mannoni, 1997, p. 23).
Estas líneas escritas por Freud a los
diecisiete años, lo acercan más a Mefistófeles que al discípulo, en la epístola
da cuenta de la ansiedad del aspirante a universitario al cual le dicen “estudia lo que quieras”, las posibilidades
son múltiples, pero la multiplicidad es en ocasiones causa de extravío.
A pesar de sus sospechas, Freud se inscribe a
la Facultad de Medicina de la Universidad de Viena en otoño de 1873 y le
bastaron los primeros años de estudios universitarios para descubrir que “la
peculiaridad y estrechez de mis dotes me denegaban cualquier éxito en muchas de
las disciplinas científicas sobre las que me había precipitado en mi ardor
juvenil” (Freud, 1925/1992, p. 9). De esta manera se le desentraña la sabiduría
implícita en la enunciación de Mefistófeles, la cual cité directamente de una
edición del Fausto y ahora retomo de
la traducción que Etcheverry hace de la Presentación
autobiográfica de Freud: “En vano rondará usted de ciencia en ciencia, cada
quien sólo aprende lo que puede aprender” (Goethe, Fausto, parte I, escena 4 citado en Freud, 1925/1992, p. 9).
Con la premisa de Mefistófeles, Freud va tras
las huellas de los maestros que parece pueden tener el saber que el puede
aprender. Entre 1874 y 1875 asistió a las conferencias impartidas por Franz
Brentano que también contaron con la presencia de Husserl. Brentano fue un
filósofo que rechazó el idealismo alemán, proponiendo la obra de Aristóteles
como una alternativa, así como una psicología empírica. Aunque no hay
testimonios que permitan afirmar la influencia de Brentano en Freud, al
parecer, “serían las ideas de Aristóteles contenidas en De anima” (Castro, 2006, p.33) las que incidieron más en el novel
estudiante. El impacto del pensamiento de Brentano se ve reflejado en una carta
escrita por Freud a su amigo Eduard Silbernstein “Ya no soy un materialista,
pero tampoco todavía un teísta” (Gay, 1990, p. 55). Esta confusión puede tener
su origen en la convicción de Brentano por la existencia de Dios simultánea a
su respeto por la obra de Darwin.
A partir del cuarto semestre de la carrera,
esto es, en verano de 1875, Freud optó por procurarse una programa de estudios
más personalizado, esto llevó a que concluyera sus estudios en ocho años cuando
el programa contemplaba que se cursara en cinco.
En marzo de 1876 Freud viaja a la Estación
Zoológica Experimental de Trieste, fundada por Carl Craus, Jefe del Instituto
de Anatomía Comparada. Esta
excursión científica a las costas del mar Adriático fue su primer
contacto directo con el mundo
mediterráneo que tanto lo fascinaría a través de su vida. Su línea de
investigación durante su residencia en la Estación Zoológica se relacionó con
un problema que “desconcertaba a los hombres de ciencia desde los días de
Aristóteles” (Jones, 1996, p. 49), la estructura gonádica de las anguilas.
Producto de esta investigación fue su primera publicación científica Observaciones sobre la morfología y
estructura fina de los órganos lobulados de la anguila, descritos como
testículos (referida en Freud, 1897/1991, p.223), la cual apareció publicada
en el número de abril de 1877 del Boletín de la Academia de Ciencias. El
contenido de ese texto demuestra que desde esas fechas Freud “trabajaba en la
elaboración de una teoría del funcionamiento específico de las células
nerviosas” (Roudinesco y Plon, 1998, p. 376), siendo así un antecedente de su Proyecto de Psicología (1895).
Tras la experiencia en Trieste, Freud halló
“sosiego y satisfacción plena” (Freud, 1925/1992, p. 9) en el laboratorio de
fisiología de Ernst Brücke. Este fisiólogo, cuarenta años mayor que Freud,
solía ser reservado en el trato, minucioso en la investigación y exigente en la
dirección de su área de responsabilidad. Freud se formó así en el positivismo
riguroso, le fueron transmitidos conocimientos por vía de un maestro que
previamente a establecerse en Viena formó “escuela” con Helmholtz y Du
Bois-Reymond. Estos investigadores sostenían que solamente las fuerzas
“fisicoquímicas comunes” están “activas en el organismo” agregando que los
fenómenos inexplicables debían abordarse exclusivamente con el “método fisicomatemático” (Gay, 1990).
Durante su colaboración en el laboratorio de
fisiología Freud escribió los siguientes trabajos científicos: Sobre el origen de las raíces nerviosas
posteriores en la médula espinal de abocetes (Petromyzon planeri)(1877); Sobre los ganglios raquídeos y la médula
espinal del Petromyzon (1878);
Noticia sobre un método para preparaciones anatómicas del sistema nervioso(1879); Sobre la estructura de las fibras y de las
células nerviosas del cangrejo de río (1882) (trabajos referidos en Freud,
1897/1991, pp.223-225). En su trabajo realizado en 1878 estuvo cerca de revelar
la existencia de la neurona, sin embargo, las discontinuas circunstancias
vitales de Freud llevaron a que hoy se atribuya dicho hallazgo a Waldeyer,
quien denominó a la neurona en 1891.
En 1882 la mala posición económica de Freud lo
obligó a dejar el laboratorio, pero continuó publicando artículos de neurología
hasta 1897, lo que significa que durante veinte años Freud concedió especial
interés a la investigación
neurológica. En cuanto a la marca científica y afectiva que Brücke dejó en Freud existe un dato
palmario, poco tiempo después de la muerte del fisiólogo, nació el cuarto hijo de Freud, el cual recibió
el nombre del maestro: Ernst Freud.
En el verano u otoño de 1879, Freud recibió el llamado a prestar su año
de servicio militar obligatorio. Respecto a esta experiencia Ernest Jones
(1996) refiere lo siguiente:
En aquella época esto era bastante menos riguroso que
ahora. Los estudiantes de medicina continuaban viviendo en su domicilio, y no
tenían ninguna obligación salvo estar cerca de los hospitales. La dificultad
residía en el terrible aburrimiento… El día en que cumplió veinticuatro años lo
pasó Freud bajo arresto (mayo 6 de 1880), por haber estado ausente sin
licencia. Cinco años más tarde tuvo interés en almorzar con el General
Podratzky, que lo había hecho arrestar, y a quien no guardaba rencor, pues
admitía haber faltado sucesivamente a ocho visitas (p. 66).
El aburrimiento motivó a Freud a realizar la traducción de cuatro
ensayos de las Obras Completas de
John Stuart Mill, tarea que lo mantuvo ocupado, además de gratificarlo económicamente.
Esta actividad agregó al inventario de conocimientos, habilidades y actitudes
de Freud, la de traductor profesional.
Concluido su servicio militar, Freud regresó a sus actividades
académicas y de investigación. El treinta de marzo de 1881, aprobó el último de
los exámenes necesarios para obtener su título. Jones (1996) nos ofrece una
sucinta imagen de lo que fue la graduación de Sigmund Freud: “Tuvo lugar en la hermosa aula del edificio barroco
de la vieja Universidad. Estuvo presente la familia Freud, así como Richard
Fluss con sus padres, los viejos amigos de su primera infancia, allá en
Freiberg, Moravia” (p. 68).
Al pasar de los años, Freud aseverará lo siguiente con respecto a su
quehacer como médico:
Después de cuarenta y un años de actividad médica, mi
autoconocimiento me dice que yo no he sido nunca un médico en el verdadero
sentido de la palabra. Me he hecho médico al verme obligado a desviarme de mi
propósito original, y el éxito de mi vida consiste en el hecho de que, luego de
una larga jornada que representó un rodeo, he vuelto a encontrar el camino que
me recondujo a mi senda primera (Jones, 1996, p. 39).
Las líneas precedentes dan cuenta de que Freud
aprendió “a discernir la verdad de
la admonición de Mefistófeles” (Freud, 1925/1992, p. 9). Freud fue
universitario y padeció las ansiedades propias de este periodo de formación,
sin embargo, muy tempranamente percibió con claridad que no hay ningún programa
curricular que satisfaga el hambre
de conocimiento de un sujeto, que el deseo por saber es un más allá de la universidad.
Al no encontrar un saber que saciara su apetito epistémico Freud inventa el
psicoanálisis y nos lega un tesoro simbólico el cual prevalecerá mientras sacie
la apetencia de espíritus famélicos de conocimiento.
Los pasos de Freud como estudiante ilustran lo
que ha sido una constante en la vida de varios de los autores, artistas y
científicos de la historia moderna;
esto es, que la formación universitaria es un medio y no un fin. Quien
no discierna esto, muy posiblemente se extraviará en el deseo de otros, sean
estos maestros, padres, instituciones, sociedad, mercado, etcétera. Revisar la
vida de Freud no es un tampoco un fin en sí mismo, es un medio para encontrar
aquello que puedo aprender de un autor cuya obra sigue inspirando el correr de
abundantes ríos de tinta resistiendo los embates aniquiladores de la
hipermodernidad.
El 6 de mayo de este 2006, celebraremos los 150
años del nacimiento de Sigmund Freud, ausencia causa de deseo.
Referencias
Castro, R. (2006). Viajes de Legitimación. Freud y las ideas filosóficas en Viena
1880-1900. México: Espectros
del Psicoanálisis.
Freud, S. (1897/1991).Sumario de los trabajos
científicos del docente adscrito
Dr.
Sigm. Freud, 1877-1897. Obras Completas (Vol.3) (2ª. reimp.)
(pp.
219-250). Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1925/1992). Presentación autobiográfica.
Obras Completas (Vol.20)
(3ª.
reimp.) (pp. 1-70). Argentina: Amorrortu.
Gay, P. (1990). Freud. Una vida de nuestro tiempo (2ª ed.). España: Paidós.
Goethe, J.W. (1831/2003). Fausto. Obras Completas (Vol. 1) (pp. 313-540).
España:
Santillana.
Jones, E. (1996). Vida y obra de Sigmund Freud (Vol. 1). (4ª ed.)
Argentina:
Lumen.
Mannoni, O. (1997). Freud. El descubrimiento del inconsciente (7ª ed.).
Argentina:
Nueva Visión.
Roudinesco,
E. & Plon, M. (1998). Diccionario de
Psicoanálisis. Argentina: Paidós.
[1] Cito la nota de Strachey (en Freud, 1925/1992,
p. 8, nota 7): “Según Pestalozzi (1956), el verdadero autor del ensayo (escrito
en 1780) fue el suizo G.C. Tobler; Goethe lo leyó medio siglo después y, por
una paramnesia, lo incluyó entre sus propias obras”.
Hola Juan Pablo me encantó releer el articulo y recordar con tanta nostalgia esos momentos universitarios. Te comparto que ya estoy por terminar el doctorado (en mayo), en la vida personal las cosas van con altibajos, pero tal vez los necesarios. Tú como estás? Espero que nos veamos pronto...
ResponderEliminarRoberto: Me da mucho gusto saber que estás a un mes de concluir el doctorado, muchas felicidades. Los altibajos de la vida son como la sazón en la comida, no es necesario que esté, pero sin ella el sabor es insípido. Estamos en comunicación. Un abrazo.
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