sábado, 5 de abril de 2014

Psicopatología del endeudado

Me asomé a la ventana y vi venir al cartero, 
me entretuve pensando en una carta de amor,
más no,no,no...
Era la cuenta del refri y del televisor.

Me asomé a la ventana y vi venir a Romero,
me entretuve pensando en que venia a saludar,
más no, no, no…
Eran 6 meses de renta que tenia que pagar.

Me asomé a mis adentros, sólo vi viejos cuentos,
y una manera insólita de sobrevivir,
mire hacia todos lados, dije: ¿Dios, qué ha pasado?
Nada muchacho, sólo eres un asalariado.

Por la puerta entraron mi mujer y mis hijos,
preparó la alegría que nos va a acariciar,
más no,no,no…
La despensa y la escuela se tienen que pagar, pagar, pagar, pagar, pagar…
sin descansar,
pagar tus pasos, hasta tus sueños,
pagar tu tiempo y tu respirar,
pagar la vida con alto costo
y una moneda sin libertad.
Suben las cosas menos mi sueldo.
¿Qué es lo que se espera de este lugar?

Me fui para la iglesia a buscar un milagro,
rezándole a un retablo quise ver la cuestión,
más no,no,no…
lo que vi fue al diablo de la devaluación.


Rodrigo González (Rockdrigo), Balada del asalariado (Fragmento)


     En la entrañas de un edificio que se ubicaba en el número 8 de la calle Bruselas de la Colonia Juárez, murió Rodrigo González,  víctima del terremoto que sacudió la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985. Pionero del llamado rock mexicano,  llegó a ser el profeta del nopal, voz urbana del México de las devaluaciones de tres y cuatro cifras, nos legó obras como la citada en el epígrafe, Balada del asalariado, la cual no ha perdido vigencia gracias a los oficios de los encargados de las economías nacional y mundial. En la década de los ochenta del siglo XX era casi imposible pedir créditos en México, en el 2014 es imposible pagarlos, pero aún así los seguimos solicitando.
     No enfocaré el escrito en aquellas deudas que se adquieren para atender una crisis, sino a las que se acumulan en la búsqueda del mejoramiento del bienestar y el cumplimiento de sueños de grandeza. Me siento autorizado a tratar el tema, puesto que hace unos años sufrí de la  ideación de la grandeza futura, esto es, solicitar créditos bajo la premisa que la economía personal mejorará de tal manera que uno podrá pagar todo. Esta experiencia, de la que conservo algunas secuelas, me hizo ver que quien se endeuda se comporta similar a un ludópata, esto es, un adicto a los juegos de apuesta.
     Veamos algunos síntomas que propone la Asociación Americana de Psiquiatría para diagnosticar Ludopatía, debajo de cada uno escribiré con cursivas mi traducción a los síntomas de la compulsión al endeudamiento:
   Sentirse inquieto o irritable al tratar de jugar menos o dejar de jugar.
- Sentirse inquieto o irritable al tratar de endeudarse menos o dejar de endeudarse.
   Jugar para escapar de los problemas o de sentimientos de tristeza o ansiedad.
- Endeudarse gastando en cosas innecesarias que podrían disminuir los problemas, la tristeza y la ansiedad.
   Apostar mayores cantidades de dinero para intentar recuperar las pérdidas previas.
- Pedir nuevos préstamos o créditos para pagar préstamos o créditos previos.
   Perder el trabajo, una relación u oportunidades en sus estudios o en su carrera debido al juego.
- Perder relaciones, propiedades u objetos para pagar intereses o pagos inaplazables.
   Mentir sobre la cantidad de tiempo o dinero gastada en el juego.
- Mentir sobre los motivos de la solicitud de dinero y sobre las cantidades que se adeudan.
   Hacer muchos intentos infructuosos por jugar menos o dejar de jugar.
- Hacer muchos intentos infructuosos para endeudarse menos o cubrir las deudas.
   Necesidad de pedir dinero prestado debido a las pérdidas ocasionadas por el juego.
- Necesidad de pedir dinero prestado debido a las pérdidas en el pago de intereses o de nuevas deudas.
   Necesidad de apostar cantidades cada vez más grandes de dinero para sentir excitación.
- Endeudarse con cantidades cada vez más grandes con la idea grandiosa de un cambio positivo y radical en la economía personal
   Pasar mucho tiempo pensando en el juego, como recordar experiencias pasadas o formas de conseguir más dinero con que jugar.
-       Pasar mucho tiempo imaginando un futuro económico maravilloso en el cual se podrán pagar todas las deudas y adquirir nuevos compromisos económicos.

Agrego uno más:
- Preferir la ansiedad y la presión social asociada a las deudas, a modificar el estilo de vida y disminuir los gastos.

    Ahora revisemos algunas causas frecuentes de las recaídas en el endeudamiento:

  • La familia: Uno de los mayores apegos es al estatus social, por tanto, la tendencia es a desear conservar el que ya se  tiene o mejorarlo. La posibilidad de un descenso en el estatus suele ser uno de los mayores motivos de ansiedad y depresión, particularmente en las clases medias. De ahí que los miembros de una familia no dimensionen lo que los proveedores tengan que hacer para sostener su estatus, aunque esto implique endeudamientos para conservar una propiedad, un coche, escuelas costosas, vestimenta de marcas caras, rituales vacacionales, un ritmo de gastos cotidianos alto, entre muchos otros.
  • El orgullo y las fantasías narcisistas:  Una vez que alguien se ha asentado en un estilo de vida, teje a partir de ahí su red de relaciones y establece usos y costumbres. El principio de que no basta con ser sino hay que parecer, conlleva la socialización en espacios específicos, la decoración del cuerpo (con ropa, accesorios, cosméticos, aromas o cirugías), el consumo de ciertos productos o los viajes a ciertos lugares. Todo esto se constituye en prótesis narcisistas que  sostienen la imagen de si mismo y sus atribuciones positivas. Es por eso que el endeudado compulsivo se ve impulsado principalmente por el temor a ver difuminada esta imagen ideal y se alimenta de una imaginería que le lleva a representarse escenarios futuros donde todo se resolverá. Al igual que el ludópata, tiene la sensación de que tiene un don especial para la suerte o un talento atípico que le traerán no sólo las glorias sino el capital para sostener o mejorar su estilo de vida.
  • Los bancos: Basta con que uno se discipline y empiece a cubrir sus deudas con los bancos, para que éstos inicien una campaña de acoso. Desde mi experiencia, ya referida, he creado mecanismos mentales para dimensionar los intereses de un crédito, por tanto, por más que me envíen correspondencia con la cantidad que me podrían prestar en números gigantes y la tasa de interés en un pequeño mensaje, mi sistema inmunocrediticio libera todas sus defensas. A manera de ejemplo contaré una experiencia. Hace un tiempo, la universidad donde trabajo cambió de institución bancaria para el pago de los sueldos, en el umbral de las fiestas navideñas de ese año, me llamó una persona representante del banco, como había sucedido en otras ocasiones, hablaba con acento de otro país, así que ni siquiera supe desde donde llegó la llamada. La voz me informó que había ganado el privilegio de recibir un crédito el cual me ayudaría a vivir una temporada navideña de ensueño llena de regalos y festejos. Conocedor de que estas personas están entrenadas para registrar cualquier inflexión de voz o afectiva, así como todo silencio reflexivo, le respondí inmediatamente con el objetivo de terminar la llamada: “No celebro la navidad, ni doy ningún regalo”. Cómo si esperara una respuesta así, dijo sin chistar: “Bueno pero igual y tiene hijos y Santa Claus y los Reyes Magos agradecen siempre un apoyo”. A lo cual respondí: “En mi familia no se promueve ninguna de esas creencias”. Advierto que todo esto era solamente una estrategia para cerrar el capítulo, pero la voz parecía haber recibido una capacitación de primer nivel y cuando descubrió que había construido una muralla contra todo agregado positivo, cambió el tono y con voz más afligida me dijo: “Pero no pueden descartarse situaciones adversas, una enfermedad o incapacidad, o quizá una tragedia mayor”. Mi respuesta: “Agradezco la preocupación de su banco y de usted por mi salud y mi trascendencia, pero esté tranquila –era una mujer- tengo seguro de gastos médicos y en caso de que me muera ya no necesitaré el dinero”. No cedió: “¿Pero no ha pensado en su familia, en sus hijos?”. Respondí: “Reitero mi agradecimiento por su preocupación, pero ya les he transmitido a quienes podrían tomar alguna decisión en caso de que falleciera, que no es necesario contratar un velatorio o pagar una cremación, que me sentiré más tranquilo sabiendo que aportaré algo a la formación de mejores médicos para este país, por tanto, pueden donar mi cuerpo a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México”. Ella estaba a punto de agregar otro motivo para aceptar el crédito, pero como no creo en el más allá y lo único que le restaba era ofrecerme un crédito para pagar un lote celestial, simplemente le dije: “Gracias por su tiempo y preocupación” y colgué. En resumen, los bancos nos quieren endeudados: In our debts they trust.


El crédito puede ser un recurso benéfico siempre y cuando esté anclado a un ingreso correspondiente a los compromisos económicos que se adquieren. Sin embargo, las estrategias crediticias están diseñadas de tal manera que acarician lo más profundo de nuestro sistema aspiracional, la estructura y el lenguaje que les acompaña levantan en brazos a nuestro narcisismo hasta que decimos: “Yo quiero, yo puedo” y va el tarjetazo, como Lancelot desenvainando la espada.  Tenemos implantado el chip del progreso, por tanto, asumimos de que el futuro siempre será mejor y por tanto nos creemos capaces de enfrentar los pagos diferidos en los meses subsiguientes, sobre todo cuando son en las fechas cercanas a los fines de año, ya que por los rezagos de las fantasías infantiles, sentimos la certeza de que un simple tránsito de año transformará positivamente nuestra vida, nuestro entorno y nuestra economía.
No todo endeudamiento es patológico, pero quien haya vivido al menos un episodio de endeudamiento compulsivo, quizá tenga que explorar las raíces de dicho evento, pues en cualquier momento se puede repetir. También es importante distinguirlo de las conductas características de los episodios maniacos del trastorno bipolar donde es frecuente que las personas se impliquen en compras desproporcionadas.
Ya lo dijo mi querido Nietzsche en su Genealogía de la Moral, el concepto culpa procede del concepto “tener deuda”, probablemente aún con la tendencia de los habitantes de Occidente a distanciarnos de las religiones, no logramos liberarnos de la idea del “pecado original”, hemos permutado los pecados por las deudas y los confesionarios por los escritorios de los ejecutivos bancarios, hemos cambiado a los padres primigenios del judeocristianismo, Adán y Eva, por los adoptivos Dan y Deba. Esto explicaría porque muchas personas después de una compra grande a crédito no experimentan satisfacción sino aflicción y culpa.
Antes la gente se ponía borracheras de buró (consumir alcohol de manera solitaria en casa), ahora se emborracha por el Buró… de crédito
Termino con un retorno al epígrafe, un fragmento de la canción de Rockdrigo que puede convertirse en la plegaria del endeudado:

¿Dios, qué ha pasado? 
Nada muchacho, sólo eres un asalariado.



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