Cuando estés abrumado
y te sientas pequeño.
Cuando haya lágrimas en tus ojos,
yo las secaré todas.
Estoy a tu lado.
Cuando haya lágrimas en tus ojos,
yo las secaré todas.
Estoy a tu lado.
Cuando las circunstancias sean
adversas
y simplemente no encuentres amigos,
como un puente sobre aguas turbulentas
yo me desplegaré
Cuando te sientas deprimido y extraño,
cuando te encuentres perdido,
cuando la noche caiga sin piedad,
yo te consolaré,
yo estaré a tu lado.
Cuando llegue la oscuridad
y te envuelvan las penas,
como un puente sobre aguas turbulentas
yo me desplegaré
y simplemente no encuentres amigos,
como un puente sobre aguas turbulentas
yo me desplegaré
Cuando te sientas deprimido y extraño,
cuando te encuentres perdido,
cuando la noche caiga sin piedad,
yo te consolaré,
yo estaré a tu lado.
Cuando llegue la oscuridad
y te envuelvan las penas,
como un puente sobre aguas turbulentas
yo me desplegaré
Simon & Garfunkel, Bridge
over troubled water (fragmento)
Entre
los tres y los seis años tuve tres accidentes que requirieron visitas al
hospital, en mi recuerdo la primera imagen tras cada uno de ellos es el rostro
preocupado de mi madre y la movilización en busca de atención médica. Por mucho
tiempo pensé que esas vivencias tempranas de dolor me habían marcado con la
huella de vulnerabilidad que suelen dejar los traumas
infantiles, hoy lo percibo con otra mirada, largos años culpé a mi madre por no protegerme del dolor,
hoy sé que gracias a ella fui un niño resiliente, mis accidentes fueron en gran
medida consecuencia de mi intensidad infantil, el dolor era inevitable, la
diferencia fue tener a una persona que aún frente a mi llanto y mis gritos de sufrimiento, no se quebró,
me sostuvo y buscó mi sanación.
Hace
catorce años, cuando estudiaba la maestría en psicoterapia psicoanalítica
encontré en internet las primeras noticias sobre la resiliencia, compartí el
concepto con maestros y compañeros, quienes me miraban con ese rictus que los
psicoanalistas reservan a los psicoterapeutas humanistas, entre escepticismo y
prejuicio de su ingenuidad. La
primera pregunta de un maestro fue: “¿es un concepto psicoanalítico?”, le respondí
que era un replanteamiento de la teoría del trauma de Freud, que también
retomaba la obra de la hija, de Anna Freud, quien afirmó que el trauma golpea
dos veces. Hasta ahí llegó la conversación. Tiempo después salió a la venta en
castellano el libro Los patitos feos
de Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra y psicoanalista; quien inició la
investigación de la resiliencia en Francia. El mismo título repelió a gran
parte de mi entorno psicoanalítico, parecía un libro más de autoayuda. Como
asiduo lector de cuentos, el título me resonó mucho, además desde que conocí la
biografía de Hans Christian Andersen, me he sentido más atraído hacia su obra.
Compré el libro, descubrí un texto maravilloso, mientras escribo lo hojeo y reviso
mis numerosos subrayados y notas, el texto cambió mi visión de la psicoterapia
y me impulso al campo de la clínica con niños y adolescentes, las palabras de
Cyrulnik se constituyeron para mí en lo que el psicoanalista Christopher Bollas
denomina “objeto transformacional”, inscribí su invitación en mi agenda
existencial: Esta nueva actitud ante las
pruebas de la existencia nos invita a considerar el traumatismo como un
desafío. ¿Existe alguna alternativa que no sea la de aceptarlo? En esa
época, en cada foro que hablaba de la resiliencia, el tema era recibido con
extrañeza, hoy es uno de los conceptos imprescindibles en los campos de la
salud mental, la educación y las políticas públicas para menores.
El precursor del concepto fue John
Bowlby, el padre de los estudios del apego, que ya en las postrimerías de la
Segunda Guerra Mundial hablaba de esta palabra procedente de la física de los
materiales, específicamente de su resistencia a los impactos. Bowlby
consideraba que el apego está en la génesis de la resiliencia, se refería a
ella como: “el resorte moral, cualidad de una persona que no se desanima, que
no se deja abatir”. Posteriormente, los grandes pioneros como Vanistendael, Manciaux
y el propio Cyrulnik, fueron acumulando experiencias y datos para sustentar el
siguiente hecho: las vivencias traumáticas no tienen como destino único la
compulsión a la repetición, como afirmaba Freud, o el estrés pos-traumático,
como afirma la psiquiatría; si la vivencia es acompañada y sostenida por
adultos o pares suficientemente empáticos, el trauma se transforma en motor de
un desarrollo positivo. Esto es, el trauma en lugar de causar debilitamiento
fortalece al menor y en adelante tendrá una mayor capacidad para enfrentar las
adversidades. Como afirma Michael Manciaux: Resilir es rescindir el
contrato con la adversidad. Es
resistir y rehacerse.
Cada cierto tiempo dedico un instante a
rememorar a todos mis dadores de resiliencia, aquellas personas que durante mi
infancia, niñez y adolescencia; me acompañaron cuando todo parecía derrumbarse
o el dolor era muy intenso. Como lo mencioné, mi madre es la base de mis
capacidades resilientes, tras ella se encuentran mi padre y mis hermanos, el
primero por constituir siempre una base segura, si bien en la adolescencia
intenté de todo para lograr su exasperación, no lo logré, él continuó allí con
su apoyo casi incondicional y confiando en que yo lograría trazarme un proyecto
de vida. Quizá al ser el más pequeño y probablemente el más contestario, mi
hermana y mi hermano han procurado resguardarme, en tiempos difíciles ellos han
sido confidentes, cómplices y colaboradores.
No
pretendo hacer una lista exhaustiva, tanto en mi familia extensa como entre mis
amistades hay varias personas a quienes les debo la mayor de las gratitudes,
tanto por acompañarme en diversos momentos de mi vida, como por constituirse en
esa continuidad de mi plataforma resiliente. No hace mucho fui operado en dos
ocasiones de unas hernias lumbares, situación que me mantuvo en una condición
muy vulnerable, a niveles físico, anímico y económico. Recibí no solamente
grandes expresiones de afecto, sino un soporte que me permitió una buena
recuperación y disminuir los efectos de tener que estar dos meses en reposo
semi-total.
Compartir el testimonio tiene varias finalidades. En primer lugar, subrayar que
la resiliencia es sólo posible en compañía de otros, lo que significa que el Self-made man es un mito del capitalismo
que tiene la función de exacerbar el narcisismo y pretender delimitar a la raza
de los exitosos y emprendedores solitarios, que como digo, es un mito. Por otro lado, recordar
que el sentimiento de vulnerabilidad no es exclusivo de la infancia, resurge en
toda situación de adversidad, los resilientes no superan el temor a la
fragilidad frente a los embates del exterior, la diferencia con los no
resilientes, es que hacen uso de todos sus recursos frente a la adversidad, a
la vez que reconocen el momento en que hay que recurrir a otros. Finalmente, que
no es necesario creer en fuerzas metafísicas para sobrellevar la vida, la única
y verdadera salvación está en los vínculos, y no me limito a la especie humana,
puesto que muchas personas encuentran amparo en el contacto con otras especies
animales.
Todos
somos habitados por una niña o un niño herido, las narrativas de infancias
idílicas libres de dolor son las ficciones más desbordadas, finalmente las
vivencias traumáticas son los cimientos de nuestro carácter. Cuando nos caen
las adversidades, las heridas amenazan con abrirse de nuevo, son los momentos en
que tenemos que convocar a todos quienes nos han obsequiado resiliencia, quienes
nos han amado, nos han protegido o han compartido nuestros temores. A esos
seres amados quienes nos han dado el intenso deseo, en ocasiones inexplicable,
de vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario