Si das vueltas y vueltas.
Si te rompes en dos otra vez.
Si pudiera, sí.
Si pudiera, lo dejaría ir.
Rendirse, dislocarse.
Si te rompes en dos otra vez.
Si pudiera, sí.
Si pudiera, lo dejaría ir.
Rendirse, dislocarse.
Si pudiera lanzar esta cuerda de salvamento sin vida al
viento.
Dejar este corazón de arcilla, verte caminar, caminar lejos
En la noche, y a través de la lluvia
En la media luz y a través de la llama.
Dejar este corazón de arcilla, verte caminar, caminar lejos
En la noche, y a través de la lluvia
En la media luz y a través de la llama.
Si pudiera, a través de mi, liberar tu espíritu
Conduciría tu corazón lejos, verte escapar
En la luz y hacia día.
U2, Bad
Conduciría tu corazón lejos, verte escapar
En la luz y hacia día.
U2, Bad
Recibí
un mensaje el martes 9 de diciembre de mi querido amigo C, anunciando que el
también querido V estará de visita en la Ciudad de México y nos convoca a
reunirnos, siguiendo el ritual propio de las comunicaciones a distancia, empezó
un cruce de mensajes en los que se mezclaron los acuerdos y las bromas, el humor
de los contenidos me recordó porque somos amigos. Han pasado varios años desde
la última vez que logramos reunirnos todos, lo cual resulta inverosímil si lo
contrasto con la dinámica que solíamos tener en la adolescencia, cuando
pasábamos gran parte de nuestro tiempo libre juntos. Nuestra relación no fue convencional,
puesto que tuvimos un grupo de soft rock
y cuando vives ese acoplamiento que solamente da la música sabes de antemano que
estás unido a esas personas para siempre.
Tras
múltiples intercambios de mensajes acordamos vernos en casa de P, el encuentro
será la semana entrante y como el zorro de El
Principito me preparo para la reunión con los viejos amigos.
Mi
memoria es una especie de escenario de teatro musical, suele ir acompañada de
música. En el caso de ellos la música más representativa es la del grupo
irlandés U2, particularmente la de los discos: The Joshua Tree, Rattle and
Hum y por supuesto The Unforgettable
Fire. Se da la coincidencia de que se están cumpliendo treinta años de que
salió a la venta el último, que contiene mis dos singles favoritos del grupo: Bad
y Pride (In the name of love). Fue
con C, con quien conocí la música de U2, sin embargo, se convirtió en la fuerza
que nos unió a todos. Uno de mis recuerdos más gratos es el del concierto de la
megagira de U2, Zoo TV, en 1992, que fue la primera
ocasión que vinieron a la Ciudad de México, por lo cual nos complacieron con
varios de sus grandes temas. Fuimos en tropa a verlos y escucharlos al Palacio
de los Deportes, en un momento durante el concierto las luces se apagaron y se
escucharon las primeras notas de la canción Bad,
el público enloqueció para después guardar un silencio reverencial, sin poder
ni querer evitarlo mi rostro se llenó de lágrimas, me acercaba un éxtasis similar
al de la Santa Teresa de Bernini cuando volteé hacia mis acompañantes sólo para
descubrir que estábamos conectados, como si de un ceremonial se tratara, todos llorábamos.
La salida del recinto fue un golpe terrible, como el exilio del paraíso, lo
único que nos hizo reaccionar fue el grito de un policía: “Se va el último
metro”, tras lo que corrimos dejando atrás nuestras lágrimas pisadas.
Vuelvo
al presente para imaginar como será nuestro re-encuentro, quizá una versión
casera del programa televisivo Miembros
al aire, lejos ya de ser un clan al estilo la serie Vikings y más cerca de los enanos de The Hobbit añorando recuperar sus tesoros del pasado, pero incapaces
de vencer a ese inclemente dragón llamado tiempo. Casi todos tenemos hijos, nos
encontramos en el cruce de los treinta a los cuarenta, todos de alguna manera
con algún vínculo con expresiones artísticas, algunos casados, los menos…
optimistas. Sobre lo demás es prematuro hablar, en estas edades suele haber
varios cambios de perspectiva frente a la vida y sus tribulaciones. La
comunicación vía mensajes anuncia un buen clima, algunos nos hemos frecuentado
más que otros, quienes no somos usuarios de las redes sociales estamos menos
actualizados.
Antes
en nuestras reuniones era obligada la aparición de la guitarra y el canto
colectivo, me parece que no será el caso en esta ocasión, hay tanto por
platicar que los viejos ritos serán solamente un fantasma entre nosotros que no
se manifestará. Es muy probable que no nos podamos desprender de los protocolos
del mundo masculino, iniciar con un saludo fuerte para después preguntar:
“¿Cómo estás, ca’?, “¿Qué estás haciendo?” o “¿Cómo va la chamba?”, así es,
antes que nada presentar los niveles de testosterona. Después todo se suaviza y
empieza el buen tono, como la meseta del orgasmo masculino, la intensidad de
estas reuniones va subiendo hasta alcanzar un clímax, tras el cual hay un relajamiento
con un toque de displacer y una inercia mental. Para concluir, aparece la resistencia
a dar por cerrada la noche, ya el anfitrión anunció que terminaríamos en unos
“taquitos” por su casa.
El
tiempo es relativo, tanto pensar en ellos, tanto recordarles, para verlos unas
horas y separarnos de nuevo por años. Sospecho que por eso me adelanto, para
ganar tiempo y hacerles saber lo que nuestro re-encuentro me significa. Pero no
es la única opción, es probable que esto sea una forma de protección para no
sentirme atrapado por los sentimientos en el momento… En realidad no lo sé. Como
si me estuviera preparando para ir a un concierto, escucho la música que he
compartido con ellos, desde que supe que nos íbamos a ver comencé a extrañarlos
más. Al final, lo verdaderamente grande, lo más bello de la vida, es lo que
hacemos En el nombre del amor.
¿Continuará? Quizá,
quizá, quizá…
Hola Juan Pablo, te deseo un felíz encuentro con tus amigos cuarentones, es muy agradable reencontrarse con personas que no has visto en años, especialmente si fueron tus amigos. Tichi
ResponderEliminarTichi: Muchas gracias, cada encuentro es único y tiene su propia vida, veremos que sucede en esta celebración de la sincronía. Un abrazo
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