Ahora ella regresa con cicatrices,
buscándose a sí misma encontró el dolor,
la recuerdo con la fuerza de la
tormenta,
sus sueños atravesaban lo imposible,
su belleza era su mayor devoción,
reía con la soltura del viento en el
ocaso.
“No te enamores de mí”,
me decía cuando cantaba en su oído,
era la expresión de su malicia,
sabía de mi perdición por ella,
la sufrí tanto como la amé,
sus labios eran de arena,
al abrir los ojos ya no estaban.
Evoca las mañanas
con mis poemas escritos en su cuerpo,
dice atesorar nuestras caminatas sin
rumbo,
las disertaciones en busca de la última
palabra,
y esas canciones disímiles que una
vez le grabé.
Sus heridas son las mías,
su retorno prueba que todo sucedió,
me consolaba pensarla como mi fantasía
más preciada,
pero la encarnan sus lágrimas frente a
mí,
el amor más atroz es el que golpea dos
veces,
cuando lo das por perdido y regresa
cuando ya es tarde.
Le digo adiós con un abrazo,
al paso del tiempo me son tan gratos
aquellos días,
que temo que su presencia los
ensombrezca,
veterana de su propia guerra,
vuelve a mí como a un hogar seguro,
pero ya no estoy ahí.
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