sábado, 2 de abril de 2011

Atisbos psicoanalíticos a los siete pecados capitales: Gula




¿No será acaso que esta vida moderna está
teniendo más de moderna que de vida?
Mafalda

Presentación
En la actualidad la permanente búsqueda de la felicidad convive con la era de las dietas, dietas de comida, de pensamiento, de inteligencia, de pasión, de existencia. La aspiración al Nirvana en la tierra: No pensar, no mortificarse, no sufrir, no, no, no. La vida en negativo, la restricción como valor supremo asociado a la voluntad de los “winners”. Retorno al útero, entregados completamente a la satisfacción de la necesidad, adormeciendo lo más posible el deseo, del cual se le presume insalubre.
En esta segunda entrega de la serie, abordaré el tema de la gula como el gran pecado de estos tiempos, donde la gordura es concebida como sentencia de muerte física, social, sexual y amorosa.
       A la presente entrega le precedió la que abordó el tema de la soberbia y le seguirán los restantes pecados capitales: avaricia, ira, lujuria, pereza y envidia.
       Para leer la Presentación general a la serie pueden seguir este link:



Gula
“Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y dijeron: Está endemoniado. Luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe y dicen: Es un comilón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores. Sin embargo, los hijos de la Sabiduría la reconocen en su manera de actuar” (Lucas 7, 33-35). Así se expresa el buen Jesús sobre sus propios hábitos, así habla el redentor de los cristianos quien inició su vida pública con el milagro de la transformación de agua en vino en una boda y se despidió de ella con una cena acompañada de pan y vino.
Es cierto que para la tradición judaica la acción de comer  es una santificación, de ahí que los judíos apegados a la ortodoxia, desprecien la comida rápida y las comidas de trabajo. Compartir la mesa es algo sagrado, pues esa tabla con cuatro patas utilizada en casi todos los hogares es la traducción simbólica del altar de sacrificios, siendo la palabra sacrificio una derivación de la palabra korbán que significa “lo cercano”, “lo próximo”. Así, lo que se pone en la mesa es lo más próximo.
En un país como México la comida se sazona con profunda afectividad, al grado de vivirse como un profundo desaire rechazar un platillo cuando se ha sido invitado a comer. Las mujeres son las sacerdotisas, las que toman en sus manos el fruto del sacrificio y lo cocinan para convocar al grupo alrededor del altar, lugar donde las voces se levantan en una oración común y donde se espera se olviden los dolores y los agravios, pues la violencia se ha descargado sobre la víctima ofrendada, dejando limpios de espíritu a los comensales. Es por eso que pararse de la mesa antes del fin del banquete es un agravio, es la interrupción de un ritual que debía llegar hasta el final marcado por la saciedad, la embriaguez y el sopor.
Para Freud, el placer obtenido por los bebés con el chupeteo provoca un deseo de repetir la satisfacción, deslindando lentamente la función primaria de la boca de ser una abertura de ingreso de substancias que procuran energía al cuerpo, en una zona altamente erotizada. Lo cual explica la consideración de la gula como pecado, pues comer más allá de la necesidad corporal es un acto de autoerotismo que conlleva el olvido de la divinidad y de los otros. Comer en exceso es el deseo de mamar el mundo, poseerlo en su totalidad, probar cuanto universo puede albergar el vientre.
Gregorio Magno proponía una fórmula para definir si se incurría en gula: Demasiado pronto, con demasiada delicadeza, a un precio demasiado alto, con demasiada voracidad, demasiado. Cual lista de criterios diagnósticos, Gregorio nos invita a observar nuestros hábitos para saber si cometimos pecado. Pero al mismo tiempo deja claro que el pecado no está en comer sino en “el demasiado”. Con él también inicia la hermandad entre gula y lujuria, pero al igual que todos los llamados Padres de la Iglesia no le fue posible proponer la erradicación de la comida y el sexo, puesto que esto implicaría nuestra desaparición como especie. Dificultad de la cual surgió este argumento de lo más risible: “Se nos permite comer y practicar el sexo, siempre y cuando no nos guste” (Savater). Evidentemente no estaban muy bien informados sobre la fisiología de la reproducción, la cual requiere una eyaculación por parte del hombre y esta a su vez requiere de un orgasmo que a su vez tiene que ser precedido por el placer.  
En su libro La Gula, Francine Prose afirma: “Los castigos que sufre el glotón moderno son, al mismo tiempo, más complejos y sutiles que la condena eterna. Ahora que la gula ha pasado  a ser, más que una ofensa a Dios, una afrenta para los actuales patrones de belleza y salud, el precio del pecado ha cambiado y actualmente implica una versión del infierno en la tierra: la compasión, el desprecio y la repugnancia de los demás mortales”. Satanás ha visto mermada la cantidad de sus clientes a causa de un gran competidor, el espejo, el cual puede ser ese objeto reflejante o la mirada de los demás. Él sabe que las mujeres le temen más al juicio de las otras mujeres que a las llamas del averno, no hay condena más terrible que un pantalón que antes se ajustaba perfectamente al cuerpo y ahora ya no cierra. Pero no se crea que el Creador la pasa mejor, pues ahora el paraíso se encuentra en el gimnasio y la virtud más alta es la talla cero.
Vivimos actualmente en un mundo paradójico donde tres mil quinientos millones de personas en situación de miseria no tienen que comer, mientras los clasemedieros y ricos no quieren comer. Se ha abandonado la mesa como altar de sacrificio, ahora las personas se entregan voluntariamente como víctimas de sacrificio, arrojándose sobre los nuevos altares: caminadoras, elípticas, bicicletas fijas, en fin. Los nuevos sacerdotes son los nutriólogos, los entrenadores y por encima de todos, los cirujanos plásticos. Mujeres y hombres se arrebatan el turno para ser mutilados en planchas quirúrgicas con la esperanza de que al resucitar  obtendrán el amor de todos los seres humanos, ganarán la gracia de la juventud y la belleza eterna.
Agrega Prose: “Nuestros sentimientos con respecto a la comida revelan nuestras creencias más profundas sobre quienes somos y en qué nos convertiremos, y sobre las relaciones y los conflictos que mantienen las necesidades del cuerpo y las ansias del espíritu”. Por tanto podemos entender la anorexia y la bulimia como una incapacidad para reconocer las necesidades del cuerpo e integrarlas en una vivencia total del ser.
Podemos decir desde el psicoanálisis que el cuerpo de las anoréxicas y las bulímicas es un cuerpo que sufre, donde se reproduce de manera inconsciente la relación que tuvieron con sus madres quienes renegaron de su lugar nutricio para colocarse como jueces permanentes de los hábitos alimenticios de sus hijas a las cuales prefieren  anémicas o muertas,  que “gordas”.
         Desde la perspectiva de Savater, los seres humanos comemos y bebemos con la imaginación, pensamos que un plato bien arreglado sabe mejor y un vino en una costosa botella tiene más espíritu. En el caso de los trastornos de alimentación, la comida es imaginada como un ente maldito capaz de arrebatar el bien más preciado, que es la imagen. Esa imagen del yo que siempre es ficticia y fragmentada pero se vuelve la meta existencial de quienes padecen estos males, la comida y su control se convierte en el núcleo de  su ser en el mundo.
          La anoréxica es la ascética, la pura, la inmaculada. Delgada, de voluntad férrea y asexual, la anoréxica confía en que será digna del paraíso de la mirada si cumple sus tiránicos imperativos. La bulímica es la que ha sido poseída, la que en arrebatos casi convulsivos se deja atraer por el refrigerador o la alacena y se entrega a una cópula obscena con el demonio de la gula.  Por tanto requiere de un exorcismo, debe vomitar al espíritu maligno antes de que le procure la peor condena: engordar.
Las anoréxicas y bulímicas suelen provenir de  familias donde la locura habita como un viejo conocido o de familias ampliamente generosas, complacientes, en fin, perfectas. Familias que atrapan a sus hijas en jaulas invisibles en las cuales se pueden mover libremente, siempre y cuando no pretendan volar. De ahí que la sintomatología sea más una protesta que un pedido de auxilio, la anoréxica se infantiliza y reduce sus posibilidades reproductivas para detener el avance de la genealogía, la bulímica se atasca intermitentemente de comida, de sexo y en ocasiones de drogas, entregándose totalmente a lo que Jaques Lacan llama “el goce”, ese incesante placer  impulsado por la pulsión de muerte. Las bulímicas son empujadas por el imperativo “gozarás para no desear, pues el deseo te separa de tus padres”.
         Tradicionalmente la templanza ha sido el contrapeso de la gula. Esta palabra de largo arraigo en Occidente, es hija de la sophrosyne griega que en su origen designaba “la cualidad de tener una mente sana”. En las narraciones homéricas se asocia a la moderación y a la restricción frente al exceso. Para Aristóteles la sophrosyne supera en virtud a la enkrateia, pues mientras la segunda define el autocrontol, el sophrón es quien siente placer al actuar correctamente. Es Tomás de Aquino quien al incluir todo un tratado sobre la templanza en su Summa Theologiae, la convierte en una de las virtudes cardinales.
         Coincido con Savater, quien al hablar de la gula plantea que el verdadero pecado es comerse el alimento de otros, que unos cuantos se colmen de comida, mientras una mayoría se alimenta de sus propias entrañas.  En estos términos, la templanza sería concebir la comida como “la aceptación de la vida” evitando “matarse por el exceso” y colaborar para que ningún ser humano en el mundo sufra hambruna.
         Lo cierto es que mientras continúe la tendencia al desprendimiento del ser, las personas se seguirán atiborrando o sacrificando en un intento por disminuir la  ansiedad y la angustia que les quema detrás los ojos.

2 comentarios:

  1. Aunque parezca contradictorio a nuestros oídos modernos, la sophrosyne es un concepto ¡hedonista!, esta virtud constituye un "término medio" entre los placeres. En el momento en el que los efectos de algún placer se vuelven proporcionalmente más dolorosos que el placer obtenido, es el momento de buscar la sophrosyne. Es interesante la búsqueda utlitaria del placer por parte de los hedonistas, es como una ecuación: si un placer me trae más dolor que el placer mismo, hay que evitarlo o por lo menos moderarlo, ya que finalmente esto es más placentero.
    En la línea cristiana, varios monjes del desierto señalaban a la gula como la raíz de los demás logismoi (pensamientos erróneos), ya que se trataba de dominar el miedo más primitivo: el miedo a morir de hambre. Los demás logismoi serían una consecuencia gradual de este primero, de aquí la tradición monástica de practicar el ayuno, no para matarse de hambre claro está, sino para enfrentar y superar ese miedo básico. Los logismoi se entendían como pensamientos que deformaban la realidad y hacían sufrir, producían inquietud y no procedían de la naturaleza humana original, creada a imagen y semejanza de Dios.
    Lo más interesante de tu escrito es mostrar cómo estos significados se han transmutado y hasta pervertido volviendo a la “virtud” en una ascética autodestructiva en pos de la aceptación visual por parte de los demás.

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  2. Mike, muy interesante el concepto de "logismoi". Me llama la atención la vinculación con el miedo, pues el miedo realmente trastorna la percepción. Considero que es el sentimiento más frecuente en la actualidad, lo cual se traduce en toda una serie de estrategias para controlarlo. Desde mi perspectiva el miedo no hay que controlarlo, más bien hay que explorarlo, pues reconociendo su raíz descubrimos frente a que o a quien nos hemos sentido realmente vulnerables.

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