Porque
aunque vivan separados,
Todavía hay una posibilidad de que puedan ver,
Habrá una respuesta,
Déjalo estar.
Todavía hay una posibilidad de que puedan ver,
Habrá una respuesta,
Déjalo estar.
Lennon & McCartney, Let it be
Yo soy
de esos que se casaron jóvenes, empachado de certezas, psicoanalista precoz, Golden boy de una generación, me forcé a crecer para acercar mi apariencia
a la imagen de mis aspiraciones. Esto también implicaba las decisiones serias
de vida, aún con los años de psicoanálisis que sumaba para ese momento y mis
continuos cuestionamientos a la religión, portaba todavía el catolicismo como
un tumor, como algo que me hacía daño pero no lograba quitarme. Las radiaciones
freudianas y lacanianas no habían sido suficientes para erradicarlo o quizá
habían favorecido su presencia, pues en esos tiempos vivía el psicoanálisis
como una religión, regulaba mis
hábitos y mis decisiones rezándole al Ello, al absoluto inconsciente en busca
de las verdades últimas, sustituí la voluntad divina por las fuerzas
pulsionales. Así que era una especie de psicoanacólico, un neologismo que
condensa una adicción al psicoanálisis con un catolicismo perseverante. Por
esto mismo, el matrimonio era la única vía posible para vivir en pareja. Me
casé enamorado, pero el paso del tiempo me mostró que el “enamoramiento” está
sobrevaluado, cuando se afirma “tantos años y todavía estamos enamorados”, se está
enviando un mensaje simple con un trasfondo complejo, donde el amor tiene una
presencia pero es uno entre múltiples hilos, probablemente la principal causa
de permanencia en una pareja sea la compatibilidad de hábitos, esto es, que las
rutinas (hasta no tener rutinas se vuelve una rutina) se sincronicen, evitando
roces y abolladuras en la relación, así como constantes obstáculos en los
mutuos proyectos de vida.
Cuando
me divorcié, me sentí como imagino han de sentirse los re-patriados, después de
vivir varios años en una cultura, en una dinámica vincular y en un territorio,
de repente regresas al punto de origen que se ha transformado desde que
migraste. Como todo negador de la pérdida, me deje llevar por las mareas
hipomaniacas, me invadió un ímpetu que me represento ahora como una parrillada
de la Lonchería “El negro” donde solía cenar con mis amigos, la llamaban “¿Qué
me ves?” y era una mezcla de múltiples ingredientes sin ton ni son, que te
“llenaba” al costo de una terrible indigestión. Me dejé fascinar por la
fantasía del “vuelve a la vida”, con el deseo de recuperar los sueños de vida,
esos que nos planteamos en la adolescencia y primera juventud, donde todo son
posibilidades, donde el mundo parece inclinarse a nuestro paso. Pensaba que el
matrimonio había soplado como un fuerte viento apagando esos sueños, mi lista
de culpables era extensa, por supuesto, mi ex-esposa, la educación que me
dieron mis padres, los largos años de estudios con los lasallistas, mi
psicoanalista, en fin, creo que en mi lista sólo quedábamos fuera mi hijo y yo.
Tengo
como premisa que solamente puede controlar la pasión quien no la tiene, lo sigo
sosteniendo pero con matices, las pasiones son engañosas, como se suele decir
“nos dan gato por liebre”, son ilusionistas que nos impulsan a mirar hacia un
lado mientras el truco está en otro. Yo quería “volver a la vida”, esa era la ilusión, el truco,
el centro, era que estaba decepcionado, enojado, frustrado…
como carretera mexicana, atropellado por infinidad de “ado’s” (la línea
de camiones foráneos más conocida de México se llama ADO). El Golden
boy se convirtió en un Bronzed adult.
En la
vida sucede como con las piezas de Lego, reconstruir es más difícil que
construir. Cuando uno arma por primera vez una figura de Lego, las piezas se
engranan perfectamente con las instrucciones. Cuando uno reconstruye, aún con
el instructivo en mano, siempre faltan o sobran piezas y se tienen que ocupar
otras o de plano renunciar a la reconstrucción. Personalmente me sentí como
cuando un Lego cae al suelo y sus piezas se esparcen por lugares impensables, no
lograba reconstruir nada, al contrario, mientras buscaba se me volvía a caer la
figura. A diferencia del Lego, lo que sucede tras un divorcio es que las piezas
no solamente se esparcen sino que al quererlas embonar uno descubre que han
cambiado de forma. El impacto más fuerte fue el esclarecimiento de que muchos
de mis sueños de vida los había construido en conjunto con quien era mi esposa,
eran una co-creación, así que sin ella una buena parte habían perdido todo su
sentido y así llegó la noche
obscura.
En las
crisis es donde uno puede medir la fortaleza de los vínculos. Un divorcio no
sólo golpea a l@s directamente implicad@s sino a todos los sistemas donde la
pareja interactuaba, en contextos de familias tradicionales la reacción es
intensa, al ser la cohesión y la continuidad familiar el valor prioritario, un
quiebre del orden requiere un largo proceso de sanación y reconstitución. Una
vez logrado esto, donde había lazos sólidos, las personas permanecen y
acompañan como un bálsamo cuando viene la resaca. Amigas y amigos también me
ofrecieron presencia, escucha, palabra y espacio. Hubo quienes desaparecieron,
fue una limpieza de corazón, tras la cual lo habitan solo seres con un cariño
remasterizado.
La
inspiración de este escrito fue un encuentro inesperado y profundamente
conmovedor. Una separación implica la repartición de los bienes, sin embargo, la
vida en común hace que algunos objetos no tengan una clara definición de
propiedad. Hace casi dos años mi hijo y su mamá se mudaron del lugar donde vivíamos,
por tanto, fui por los últimos vestigios de mi vida ahí, entre ellas había
varias memorias USB, las cuales me llevé sin revisarlas. Hace unas semanas,
buscando una información, abrí todas las memorias y de una de ellas emanó una
imagen más cercana a un sueño angustioso que a una fotografía, tiene la fecha
del día que me salí, aparecemos mi hijo y yo, él muy sonriente, yo con un gesto
completamente decaído. Me tuve que comer una de mis frases más comunes: “Salvo
los reporteros, nadie toma fotos en los momentos difíciles”. Las fotos de boda
abundan, para muchas personas lo más importante de un enlace matrimonial son
las fotografías, más ahora, con la posibilidad de publicarlas en las redes
sociales. Pero que levante la mano quien tenga fotos del día de su separación, no
creo ser el único, pero tampoco creo que seamos tantos. La imagen me dolió, la
sonrisa de mi hijo me recordó mi temor más profundo al momento del divorcio,
que no estuviéramos cercanos, tanto por decisión de su mamá como por el
malestar que el podría sentir conmigo y que yo hubiera respetado, de haber
sucedido.
María
Barbero y María Bilbao escribieron un libro titulado El síndrome de Salomón, retomando la historia bíblica donde dos
mujeres se presentan frente al rey Salomón argumentando cada una ser la madre de un mismo niño, tras escucharlas
el rey decide que se corte al niño en dos y se lo repartan, ante lo que una de
ellas responde entregando al niño a la otra mujer con tal de que no muera, de
esta forma el sabio rey identifica a la verdadera madre. Las autoras plantean
que cuando una pareja que tiene hijos se separa, uno de los grandes riesgos es
dejarse atrapar por este síndrome y que cada parte quiera un pedazo de ellos,
causando un gran daño y dolor a los hijos quienes pueden literalmente sentirse
partidos entre su madre y su padre. Yo agradezco a la mamá de mi hijo que no haya entrado en estas batallas, aún con el dolor y el vértigo de estos
cambios de vida, pudimos conservar protegido a nuestro hijo de embates que no
le correspondían.
La
fotografía me removió de manera indescriptible, a manera de ritual personal la
puse en la pantalla de la computadora junto a una imagen reciente de nosotros
dos, el cambio es significativo, en la nueva él y yo sonreímos, brota de la
fotografía la energía de una complicidad imperceptible en la más antigua. Ha
sido difícil, sin embargo, sabiduría es saber reconocer lo que es de lo que no
es, lo que fue pero ya no es, lo
que pudo ser mas no fue. Un divorcio causa heridas, pero en muchas ocasiones no
divorciarse es mantener a un moribundo con vida artificial, respira y por sus
venas circula sangre, pero es solamente una larga espera a una muerte inminente.
Me
encuentro en proceso de reconstrucción, como muchos bloggeros, abrí el mío en
medio de una crisis, el blog crea la fantasía de una interlocución permanente,
pasado el tiempo el blog va cobrando su propia vida y deja de ser un espacio de
curación, para transformarse en un horizonte para la creatividad y el diálogo,
lo cual comienza a trasladarse a otras facetas de la vida. He renunciado al
sueño de los alquimistas, ya no pretendo convertir todo en oro, ahora sólo quiero
admirarlo y reposar bajo su luz.
En ocasiones me preguntan si el divorcio es una solución, no necesariamente, es una decisión y por tanto es un acto de autonomía y responsabilidad, las consecuencias son siempre un horizonte borroso que solamente aclara el paso del tiempo.
En ocasiones me preguntan si el divorcio es una solución, no necesariamente, es una decisión y por tanto es un acto de autonomía y responsabilidad, las consecuencias son siempre un horizonte borroso que solamente aclara el paso del tiempo.
Hola Juan Pablo: me conmovió este escrito sobre el divorcio, creo que traías es espina clavada y ya te la sacaste, hablr de algo doloroso no es fácil, sin embargo es necesario para que llegue la sanación. Te felicito por ello.
ResponderEliminarUn beso.Tichi.
Muchas Gracias. Un abrazo
EliminarHola Juan Pablo,
ResponderEliminarMe gusta tu conclusión:
El divorcio "es una decisión y por tanto es un acto de autonomía y responsabilidad"
Muy gráfica la analogía del Lego, las partes esparcidas de un todo cuyos ángulos y aristas cambiantes no se pueden volver a unir, la angustia de ver destruido un programa de vida que pensabas compartido. Difícil decisión frente a un profundo sentido de responsabilidad.
Celebro que estés re-construyendo, en compañía de Santiago, las estructuras dañadas por la conmoción telúrica del divorcio.
Un abrazo,
Ricardo
Ricardo: En mi consultorio tengo Legos que son de los juguetes predilectos de las niñas y los niños que vienen a consulta, por tanto, frecuentemente se desarman. En ocasiones he comentado con ellos como algo que tarda en construirse mucho tiempo, puede destruirse en un instante. Un abrazo.
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