sábado, 6 de junio de 2015

La gruta de los asombros

Por el fulgor del fuego
que ningún ser humano puede mirar sin asombro antiguo.

Jorge Luis Borges, Otro poema de los dones.

Apenas cruzó el antiguo umbral, sintió el asombro del neonato al emerger del vientre materno, aspiró por primera vez los aromas, supo que su cuerpo era suyo y conoció el dolor. A unos pasos fue derribado por el terror del poseído, sintió al demonio adentro, escupió sangre espumosa, maldijo a todos los dioses, convulsionó hasta vomitar el alma, la cual fue llevada al recoveco de los moribundos. Entre los estertores escuchó susurros escépticos y ligeros suspiros anunciando: “esto es la muerte”. Las ánimas lo arrastraron en su vuelo, pero la gruta no era un sitio de liberación, cayó a tierra, su pecho fue habitado por una legión de guerreros heridos en batalla, desde aquel ancestral defensor de la sagrada caverna atacado en los linderos del rocoso acceso, hasta el soldado mutilado la tarde previa en alguna lejana ciudad. Con la mirada en el firmamento, la agonía del cuerpo fragmentado y la esperanza abatida, sobre sus labios se deslizó un beso, al instante su piel estaba intacta al igual que la otra piel que lo rozaba. Sin el calor, todo hubiera parecido una ilusión, su bajo vientre se exaltó, lo acariciaban unas manos arcanas, suaves y contundentes en la punción del placer. Su cuerpo fue sacudido por todos los orgasmos de sus ancestros, como si de tos o hipo se tratara los espasmos se sucedían uno tras otro, tocó las aristas más altas hasta escuchar una música insólita, cantada por una voz sin edad, ante la cual los orgasmos se transmutaron en sucedáneos. Se entregó a ella, dejó de ser humano para ser una ecuación, ya no sentía, pero cada una  de sus metamorfosis transformaba el universo, nunca nadie había tenido tanto poder. El cosmos era su tablero de juego, él era su probabilidad. Eliminó galaxias, desvió cometas, devoró la energía. Atraído por un punto obscuro, concentró en él toda su fuerza, sin proponérselo fue absorbido hasta un campo de luz dentro del cual escuchó: “es niño”. Así develó el misterio, todo nacimiento es la consumación de lo improbable, una mínima variación en los encuentros, una eyaculación en cualquier otro lugar, un óvulo antes o después, hubiera significado su inexistencia. Su vida era tan azarosa que constituía el único prodigio, el origen de todos los asombros.

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