lunes, 7 de diciembre de 2015

En un café. Poema in situ.

Hagamos esto diferente,
olvidemos que somos desconocidos,
dejemos la alternancia de miradas
y hablemos de los viejos tiempos,
cuando soñé conocer a alguien como tú.

La mesa es nuestro tablero,
somos piezas movidas por la sincronía,
un par de horas frente a frente,
sin ninguna palabra,
pareciera un destino que evadimos.

Escribes en todas las pantallas,
me intriga la extensión de tus mensajes,
los imagino dirigidos a la nada,
una forma de fingirte ocupada,
mientras, sin que lo sepas, escribo este poema.

Percibo una mutua tensión,
pero es fácil engañarse,
un metro es un abismo de perplejidad,
si te hablo quizá se desvanezca el encanto
y toda esta historia se desplome.

El reloj es inclemente,
anuncia mi inaplazable partida,
más fácil hubiera sido que volaras primero,
en adelante serás tú la que permaneció
y yo quien se fue sin saber siquiera tu nombre.

Inicio el ritual de salida,
me sorprende un cruce de miradas,
no he dejado de escuchar música,
en el instante el vocalista de Keane canta:
“you're gone from here and soon you will disappear”,
libero la mayor de mis sonrisas,
respondes sonriendo,
me tengo que ir.


Contexto:
Desde hace tiempo he reconocido distintas sucursales de Starbucks como mi lugar de inspiración para el desarrollo de ideas de trabajo, menor es su impacto cuando se trata de ensayos, escritos libres, cuentos y poemas. En particular la que se encuentra frente a la Universidad Intercontinental  en el sur de la Ciudad de México, se ha vuelto en mi punto de fluidez, llego unas horas antes de mis clases y me instalo en una mesa  grande a la cual se van agregando otros comensales, lo cual le da una gran diversidad a mis mañanas, desde los visitantes coreanos que estudian en la universidad, como personas de todas las edades cuyo objetivo es cumplir alguna faena. Una alumna que me ha visto ahí en varias ocasiones lo define como mi rincón hipster, lo cual me agrada salvo por el hecho de que no soy hipster.
La mañana de hoy, una jovenzuela como de mi edad, llegó a la mesa y me sonrió de forma muy espontánea, yo me ocupaba en ese momento en la revisión de unos artículos para el siguiente número de la revista electrónica “Transiciones” que edito con Roberto Vargas. Las clases ya concluyeron pero tenía una reunión para acordar los contenidos de un curso, aún así arribé con gran antelación para escapar del tráfico y adelantar en la resolución de pendientes. Por este motivo durante un par de horas estuvimos mi agradable comensal y yo trabajando frente a frente, con cruces esporádicos de miradas. Tras este tiempo se me ocurrió un experimento, algo que nunca había hecho, escribir un poema de frente a la persona que lo inspira. Así nació este poema, cuyo encanto no es tanto técnico sino circunstancial, pues salvo por el ajuste de algunas palabras, el contenido es una réplica del que escribí frente a ella, quien no pareció haberse percatado en ningún momento de lo que sucedía al otro lado de la pantalla. 
Es un homenaje a esos encuentros azarosos que en cualquier instante nos pueden cambiar la vida. 


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