Si me viste perdido,
tembloroso de tanto desperdigar llanto,
errante sonámbulo por las oscuras calles,
tras los pasos “de aquella coqueta y risueña mujer”,
la culpa fue de Gardel.
Todo lo referente al amor me era ya ajeno,
pero la orquesta tocó “Por una cabeza”
y su mirada se me pegó como impronta,
desquiciado lancé mi vaso,
tomé su mano y le dije: “te amo”.
Sonrió.
Como ninguna otra mujer, sonrió,
tras aplastarme con su encanto,
me besó, tres veces me besó,
así anticipé su traición.
¡Oh amigo! Tanto buscamos a la mujer perfecta
que olvidamos el dolor de encontrarla,
sé que a mi vida no volverá el sosiego,
que las noches serán lluvias de veneno,
pero si es por ella,
“qué importa perderme mil veces la vida”.
“qué importa perderme mil veces la vida”.
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