miércoles, 6 de agosto de 2014

Mi regalo es mi canción

Mi regalo es mi canción y ésta es para ti.
 Elton John, Your song

Retumban las bocinas del News de Acapulco, las luces cruzan por cada recoveco de esa discoteca que recuerdo inmensa, tengo quince años y como Leonardo Di Caprio en la proa del Titanic, me siento el rey del mundo. Súbitamente suenan esas notas inconfundibles e inicia la voz: I try to discover, A little something to make me sweeter, Oh baby refrain from breaking my heart. Sé donde encontrarla, es su canción favorita, me lanzo a la pista de baile como quien se zambulle en el mar, sin mucho esfuerzo la encuentro cantando con ese característico gesto sonriente-compungido, lanzando su largo cabello de lado a lado mientras mueve suavemente sus caderas, es su coreografía para la canción Little respect de Erasure, nos miramos con esa complicidad de quien reconoce ese íntimo placer del gusto por una canción, bailamos, no es una danza en pareja sino un rito tribal al que se unen todos quienes conocemos lo que dicha pieza le representa. En adelante, esa canción llevará el sello de su recuerdo, mientras escribo estas líneas la escucho y evoco esa historia común.
Look into my eyes, you will see. What you mean to me. Search your heart, search your soul. And when you find me there you'll search no more. Concluye la película Robin Hood, protagonizada por Kevin Costner, los créditos se acompañan con la canción I do it for you de Bryan Adams. Ella está a mi lado, nos rodean amigas y amigos, quienes se desdibujan frente a la ligera decepción por el cese de esos acercamientos “accidentales” propios de las salas de cine, sin proponérnoslo hacemos nuestra la canción, no somos novios, no somos amigos, pero nos queremos con intensidad. En los meses siguientes las circunstancias nos obligan a la clandestinidad, conservo un cuaderno de poemas, el cual da testimonio de las oscilaciones de mi estado anímico en esa época. Es un tiempo donde todavía se acostumbra la escritura de cartas, amante precoz de las letras, le escribo largas epístolas, matizadas siempre con un poema. Fue una historia inconclusa, por eso juego como lo hacen los directores de las películas Corre Lola Corre  y Los amantes del círculo polar, con diferentes opciones de final, sueño con una vuelta en el tiempo, pienso que si bien hice muchas cosas para estar con ella, no fueron suficientes:

Gritos golpean muros,
lágrimas vuelan vacías,
pasos lejanos
entre sombras perdidas.

Manos piden amor,
labios murmuran miedos,
entre miradas irracionales
que no entienden lo que pasa.
(1992)

Está llena la parte baja de la plaza principal de la Universidad La Salle campus Ciudad de México, el público ha sido convocado a un concurso de bandas, la nuestra se llama Ozono y nuestro tema Obscuridad. Hay ansiedad en el grupo, intento convencer al guitarra principal para que al momento del requinto yo, que soy el vocalista, me vaya hacia la batería y él se lance al frente del escenario, la decisión no es fácil, nunca hemos estado frente a un público tan grande. Inicia el arpegio de la rola, observo al público y en primera fila encuentro a unos buenos amigos y seguidores de la banda. Empiezo a cantar y escucho sus gritos, no logro ver a nadie del grupo pero siento que sonamos bastante acoplados, llega el momento del requinto y nuestro guitarra estrella llega de un salto al frente del escenario, le sonrío y voy a visitar al baterista. Regreso para la segunda parte de la canción, la más difícil, con varias subidas de tono. La emoción está a todo, mientras canto levanto el atril y lo voy reduciendo a su versión más pequeña. Llega el final: Será empiezo a fallecer, será que a caer, será que empiezoooooo…. y termino con el atril y el micrófono encima de mi cabeza, como una espada tras la victoria en una batalla. Al bajar del escenario los amigos comentan que creyeron que aventaría el atril al público, a lo cual les contesto: “lo hubiera hecho si a cambio hubieran lanzado calzones al escenario”. Esa misma noche en La Salle tocó el grupo Maná y en un momento el vocalista pidió apagaran las luces para que quien quisiera lanzara su brassiere, recolectó quince. Fue nuestro gran tema, tuvo muy buenos resultados, ese día ganamos el segundo lugar en el concurso. Un manto de amnesia recorre con lentitud la memoria, imposible es preservar todos los instantes vividos con ellos, pero tengo Obscuridad, grabada en versión unplugged y plugged, con las cuales los invoco para volver al escenario.
Sábado por la mañana de cualquier momento de mi niñez, tiempo en que mi padre hace suyo el modular de sonido para escuchar sus canciones predilectas. Desde mi cama escucho su selección, prefiero permanecer ahí, pues la sola presencia de alguien más lo lleva a guardar sus LP’s y concluir el concierto sabatino. En su ritual es probable que nunca falte la canción Morning has broken de Cat Stevens, sin embargo, cada ocasión para mi es como la primera, me representa una especie de plegaria para recibir el fin de semana, desde pequeño me pareció muy hermoso enunciar el amanecer con la expresión Morning has broken. Hace mucho no he sentido una serenidad como esa, pero la lista de canciones de mi computadora delata mi añoranza, al escribir estas palabras consulto el número de reproducciones de la pieza y encuentro que son más de doscientas. Casi todas las personas atribuyen la religiosidad que han tenido en sus vidas a sus madres, en mi caso, la religiosidad que experimenté por muchos años tuvo su base en mi padre, su espiritualidad no sufriente sino de gratitud y sensualidad hacia el mundo circundante, me obsequió momentos de profunda luminosidad.
Subo veloz por la escalera curva, llego a la planta alta y en estado casi hipnótico viro hacia la izquierda, atraído por la música de la escena del Lago en el claro de luna del ballet de El lago de los cisnes, es el lugar mágico en el que mi abuelo materno ha concentrado su biblioteca y donde le gusta leer, escribir y reposar mientras escucha música de Mozart, Rachmaninov, Bruckner, Chopin o la música de las grandes bandas. Pero un compositor tiene lugar privilegiado en el estudio, su pequeño busto en una de las repisas no deja lugar a dudas, Piotr Illich Tchaicovsky, de ahí que la sola insinuación de las notas de su Concierto número 1 para piano, su concierto para violín y en lo particular la música del Lago de los cisnes, me lleven de vuelta a lado de mi abuelo, a la biblioteca donde pasé horas viendo los dibujos de Gustave Doré en una pesada Biblia y en una edición en dos tomos del Quijote.
      Una tarde entre mis siete y diez años, vago por la planta alta de la casa de mis abuelos paternos, escucho a mi abuela y a mi hermano al piano, con la permanente expectativa de que suene ese tronar de la caja de resonancia que produce el inicio de la Marcha Militar número 1 de Schubert: pam-pararam-pampam-pararam-pampam-pampam-pampam-pam-pam-pam-pam-pam-pam-pam-pam. Esta pieza es como una extensión sonora de la personalidad de mi abuela, suma de rigor, métrica y fuerza. Auscultar su interpretación es para mí una cátedra magistral sobre la importancia del uso adecuado de los pedales del piano, pareciera hacer magia al extender o cortar las notas, elevar o disminuir el volumen. El otro día encontré en YouTube una versión interpretada por Peter Friss Johansson a ocho manos, es un juego de estudio y visual donde Johansson aparece simultáneamente en cuatro pianos, una maravilla que seguramente no habría gustado a mi abuela quien valoraba el seguimiento riguroso de la partitura, para ella los “arreglitos” hacían de las piezas clásicas música de sala de espera de consultorios.
       ¿Qué podría pedir un niño de tres años de regalo? En la mayor parte de los casos un juguete, una película o dulces. Cuando tenía esa edad, mi hijo pidió un CD de Black eyed peas, por eso asocio la canción I Gotta Feeling con esa etapa de su vida. Para él no hay una sola canción, al paso de los años se han ido sumando varias piezas. Es fiel radioescucha de la estación Alfa 91.3 de México, especializada en los lanzamientos de música pop en inglés (con todas sus variantes), esto me ha permitido tener conocimiento de intérpretes y grupos como Pitbull, Miley Cyrus, Avicii, David Guetta, Kate Perry, One Direction, Bruno Mars, Pharrell Williams, Passenger, One Republic, Ellie Goulding, Lorde, Rihanna, Robin Thicke y un larguísimo etcétera. Descansé un poco el día que afirmó que no soportaba a Justin Bieber.
Recientemente una canción se resignificó para mí. La Universidad Intercontinental hizo un convenio de colaboración con CAPYS (Centro de adiestramiento personal y social) que promueve la inserción de niños, adolescentes y adultos con discapacidad intelectual en diferentes espacios educativos, sociales y laborales como parte de un programa de educación para la vida. El coordinador del programa en la UIC, Juan Bribiesca, me preguntó si se podían integrar dos de sus estudiantes en una de las materias que impartí, a lo cual accedí con gusto. Dentro del contexto de la revisión del tema de las emociones, uno de ellos habló sobre una persona significativa en su vida, en este caso fue su novia, al concluir su presentación dijo que le llevaría serenata y le cantaría la canción típica de mariachi de Si nos dejan. Una semana después llevé mi computadora y una bocina, al final de la clase nos conectamos a YouTube para que practicara su canción, al concluir me pidió que buscara también la pista de karaoke de la canción Sueña que interpretó Luis Miguel para la versión castellana de El Jorobado de Notre Dame. La pusimos y cantó con un entusiasmo tan grande que nos conmovió profundamente a todos los presentes. Sé que esa canción ha quedado anclada a su recuerdo, esa mañana, la letra de la canción materializó todo su sentido.
       A través de mi vida he marcado a cada persona querida con una canción (o más), podría redactar un testamento señalando la canción o pieza que a cada quien le corresponde, esto me permite, al escuchar mi lista de iTunes, visitarles y con un sutil susurro hablarles sobre la historia que hemos compartido. Mis regalos son estas canciones y son para ell@s.











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