domingo, 8 de mayo de 2016

Relato. Amor esférico

Tuve una novia fanática del fútbol. Aficionada a un equipo local, otro internacional y al seleccionado nacional, nuestras actividades se organizaban a partir de los calendarios FIFA, CONCACAF y UEFA. Además pertenecía ella misma a un equipo amateur, que capitaneaba con gran entusiasmo. Para ella, el que yo asistiera a sus partidos, era el detalle más romántico que podía obsequiarle, lo cual no me dejó puntos de fuga. Hubo semanas en que sumé veinte horas de mi vida dedicadas al fútbol, la mitad de una jornada laboral. Muchas salidas eran con sus amigas y amigos que también portaban la marca de la pasión futbolera, así que los planes consistían en ver partidos en algún bar y luego platicar varias horas sobre el tema. Nuestras discusiones siempre incluían jerga futbolera por parte de ella: “estás fuera de lugar”, “nuestro balón está dividido” o “te aplicaré la pena máxima”. Llevaba con ella siempre una tarjeta amarilla y otra roja, consideraba que así se evitaba dar explicaciones y que el código no se prestaba a interpretaciones. En una ocasión tuve la ocurrencia de aplicar el mismo lenguaje y replicó que por mi poca formación futbolística no estaba autorizado a expresarme en esos términos. En otro momento salió a colación el futuro, deseaba tener hijos conmigo, pero su sueño era que jugaran al fútbol, es más, ya estaba pensando en que club inscribirles y los nombres en caso de que fueran mujeres u hombres: Lionel, Cristiana, Stefano o Stefanía, Armando, Diego, Hugo, Franz, Dinha, Edson o Edsonia y Zinedine, que podía aplicar a las dos opciones.           
Yo que solía ver solamente algunos partidos cada cuatro años cuando era el Mundial, me sentía desorientado sobre tan intenso ímpetu. Una noche tuve un sueño extraño, me encontraba encerrado en un espacio esférico, sin ninguna entrada de luz, súbitamente la esfera empezó a girar a gran velocidad de un lado a otro, en momentos parecía que volaba y sentía impactos constantes. Tardé varios minutos en descubrir que estaba en el interior de un balón de fútbol en medio de un juego. Desperté angustiado y al girarme hacia mi novia, la encontré dormida pero hablando, en realidad narrando el partido que vimos la tarde previa. 
Solicité consulta con un psicoanalista lacaniano que me recomendaron, necesitaba ayuda para delimitar el horizonte de mi amor. Tras narrarle la situación, me dijo: “Amar es dar lo que no se tiene a quien no es”. Me levanté del diván y le pregunté: “¿Qué significa eso, que aún con mi escasez de tiempo libre le dedico muchas horas al fútbol que apasiona a mi novia, pero en realidad ella no es mi verdadero amor?”. Respondió él: “Nos vemos la próxima sesión”. 
Aturdido por la frase, caminé sin poner atención, dirigí mis pasos a un parque, andaba como si estuviera en un túnel. De súbito, algo me golpeó muy fuerte en la cabeza, sólo alcancé a escuchar primero risas y luego expresiones de preocupación, mientras caía al piso. Me logré despejar de la niebla que me invadía y me encontré con sujetos vestidos de futbolistas con mirada expectante. Mi primer pensamiento fue, morí y en el más allá también todo será fútbol. El golpe fue con un balón, tras la primera reacción, pedí que me lo trajeran, ellos lo hicieron y al tenerlo entre las manos sentí un amor como nunca antes por ese esférico. Los jugadores me observaron con extrañeza y luego con susto cuando les abracé agradeciéndoles el golpe. Lo que no sabían es que el Dios Redondo había actuado a través de ellos para mostrarme la luz a la que estuve ciego por tantos años.
Meses después mi novia terminó la relación al considerar que lo mío ya era enfermizo, una adicción incontrolable hacia el fútbol que me separaba de ella. 
Así entendí la frase que me dijo aquel día el psicoanalista.


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