Hace
poco, en una mañana de domingo, único día que no doy clases ni tengo consulta,
en un fin de semana que mi hijo no estaba conmigo y que por múltiples motivos
no vería a nadie, tuve un pensamiento fascinante y terrorífico a la vez: “Lo
que viva hoy, sólo lo sabré yo” y al final del día eso se corroboró. Lo
fascinante fue la sensación de total libertad, de tener frente a mí un tiempo
que sólo me pertenecía a mí. Lo terrorífico fue sentir que hiciera lo que
hiciera, daría lo mismo, nadie se enteraría, lo cual me confrontó con la
cuestión de si hacemos las cosas siempre con referencia a los otros.
Un
porcentaje muy alto de personas pasamos de la casa parental a vivir con una
pareja, a quienes de alguna manera u otra les informamos siempre dónde estamos
y, en el caso de las parejas, les narramos durante el día o al final lo que
hemos hecho. En estas circunstancias lo difícil es mantener en reserva algunos
eventos de nuestras vidas. Las parejas que tienen hijos agregan testigos a esta
crónica de la vida cotidiana. Por otro lado están las personas con las que se
trabaja, con quienes se tienen historias compartidas las cuales nadie puede monopolizar.
En fin, si alguien vive en pareja, tiene hijos, convive frecuentemente
con amigos y trabaja; tendrá pocos momentos a los que denomino “tiempos
blancos”, esto es, episodios de la vida que sólo quien los vive es testigo de
ellos.
Aunque hay solteros que sufren ansiedades de apego y hacen todo lo
posible por estar siempre acompañados, otros disfrutamos esos
tiempos blancos en los que se da eso que Alejandro Sanz describe con toda
claridad en su canción “Cuando nadie me ve”:
Cuando nadie me ve
puedo ser o no ser
puedo ser o no ser
Cuando nadie me ve
pongo el mundo del revés
Cuando nadie me ve
pongo el mundo del revés
Cuando nadie me ve
no me limita la piel
Como
soltero, uno sabe que los otros solteros (mujeres y hombres) tienen estos
tiempos blancos de los que hablan poco, en las conversaciones se localizan
vacíos sobre los que es prudente no preguntar. Si algún soltero exalta en exceso
esos tiempos blancos, uno sospecha que algo no va bien, toda idealización
esconde un desencanto. En ocasiones estos tiempos blancos no son agradables, se
experimentan con una ansiedad difusa por estar con alguien, lo inquietante es
que no hay claridad sobre el objetivo de la compañía, puesto que uno puede
salir o llamar a alguien, pero no es la resolución a ese estado. En estos
momentos yo suelo escribir, así puedo visualizar mi necesidad y saber si deseo
realmente ver a alguien o es una inercia afectiva.
He
transitado por todos los estados civiles, sólo me falta la viudez. Por un par
de años después de divorciarme, cuando me preguntaban por mi estado civil,
respondía que era divorciado. Sin embargo, el adjetivo es como una especie de
impasse, como un limbo existencial: ya me separé definitivamente pero mi estado
civil es con relación a esa unión. Como no hay ninguna restricción legal para
estas situaciones, decidí que soy soltero, padre soltero. Es en el estado en
que he cobrado mayor conciencia y responsabilidad con respecto al tiempo. Los
extensos lapsos de libertad que se tienen suelen perder a muchos solteros,
pareciera que sobra el tiempo y por tanto se le puede despilfarrar, pero el
tiempo nunca sobra, lo que falta es imaginación y compromiso con la propia vida.
No
suelo agregarme a ninguna causa, prefiero vivir bajo principios simples: la
no-violencia, el respeto al otro, tanto intra-especie como inter-especie, el
desarrollo de los talentos y un enfoque hacia la calidad de vida. Por eso
mismo, este escrito no es un manifiesto, sino una reflexión sobre lo que vivo
ahora, esta experiencia de los tiempos blancos que cambiará si dejo de ser
soltero y si esto sucede, quiero estar en plena conciencia de lo que lo que
estoy dejando.
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