miércoles, 4 de mayo de 2016

Relato. Diálogo sobre el amor de la vida

La otra tarde me preguntaste sobre quién ha sido el amor de mi vida, sonreí y te dije que cada amor había sido mi vida. Nada satisfecha insististe, para ti es inconcebible que no haya un amor por encima de los demás, afirmaste tu convicción sobre quien había sido el amor de tu vida. Fue cuando te pregunté si morirías por la noche, tras mirarme con susto mezclado con odio inusitado, cuestionaste mi planteamiento, te  dije que hablabas del amor de tu vida como si ya no hubiera más vida, si vivirás mas tiempo cómo sabes que no llegará alguien a quien ames más que al supuesto amor de tu vida. Agregué que eso de pensar en términos de “amores de vida” tan sólo era una justificación para prácticas masoquistas de sufrimiento emocional o conformismo, cuando se trata de la relación actual, es como decir, ya lo encontré así que todo está cumplido y ahora sólo falta esperar la muerte.
Guardaste silencio por largos minutos, cuando pensé que quizá había ido demasiado lejos, cambiaste el enfoque y me preguntaste por quien había llorado más, te respondí que no podía medir mi amor en términos hidráulicos,  he tenido facetas en mi vida más dramáticas que otras y eso no da cuenta del tamaño de mi amor. Pero concedí algo, mientras había amores que apenas podía recordar, otros me acompañaban frecuentemente, como musas inspirando mis días. Esos son tus verdaderos amores, dijiste feliz. No lo sé, es probable que un verdadero amor sea aquel que es tan intenso que se agota en cuanto concluye y luego se olvida. No coincido, fue tu respuesta, los amores verdaderos son los que nos hacen ser lo que somos, por tanto no los podemos olvidar. No era mal argumento pero señalé que tenía una falencia, si habían sido tan maravillosos esos amores porque recordarlos con tanto dolor. Porque todo amor conlleva sufrimiento, me dijiste algo desesperada. Entonces apoyas mi teoría sobre el masoquismo, continué, tu parámetro del amor es en términos de dolor y no de placer.
     A dónde va todo esto, murmuraste mientras te torcías los dedos. Como no entendí el sentido de tu pregunta, te pedí puntualizar. Sí, lo nuestro, lo que me dices es que no sabrás lo que significa hasta que estés en tu lecho de muerte. Tuve que aceptar que dicho de esa manera me tomaste por sorpresa, entonces te observé atentamente por un tiempo indefinido. Te amo, afirmé, y mi amor por ti es tan particular que no pretendo ponerlo a competir con otros, mi amor por ti es único y nos pertenece sólo a nosotros dos, por lo que no lo inscribiré en  ningún concurso para probar si es el más grande amor. Pero como prueba de mi amor te puedo cantar ahora mismo la canción de Shania Twain “You’re still the one”. Te reíste y pediste que por favor no lo hiciera, porque si lo hacía dejarías de ser “the one” en ese instante. Te besé y te resististe un poco, pues había logrado esquivar una vez más la pregunta que realmente te importa, la de si tú eres el amor de mi vida.

2 comentarios:

  1. Me llega a resultar confuso esto del primer amor, en ocaciones lo puedo ubicar con amor propio o bien orgullo, dependiendo las circunstancias de como se halla finiquitado la relación, pero ubicandolo en forma fria, si ubico en vida un amor que dejo huella, que en suma fue una relación muy tortuosa, en fin sera como una especie de sensación no definida, pero de algo si estoy seguro, como se recuerda y se llega a revivir.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, hay amores que se quedan impregnados en la piel y de maneras inesperadas su aroma reaparece y nos lanza al pasado. Un abrazo

      Eliminar