lunes, 29 de octubre de 2012

Niño con alma vieja


Fui un niño con alma vieja,
mis años infantiles son el eco de un corazón
que se parceló prematuramente,
para albergarlos a todos y
evitar la fragmentación del amor.
Me gustaba jugar a ser melodía,
embellecer la armonía y el ritmo circundante.
Leí para entender, canté para convocar, escribí para resguardar.
Hijo de la fe, la esperanza y la caridad,
creí devotamente en una bondad superior, en el futuro y en los otros;
hasta que de mi herejía constitucional emanaron las interrogantes
y con ellas mi destierro voluntario de lo infalible.
Reinventé mi infancia,
me le fugué al destino;
con imágenes, letras, ideas y amigos
jugué a crear otro mundo,
que al materializarse no dio cabida a un Dios.
Pero quien ha sido tocado por lo numinoso,
está marcado por cicatrices metafísicas,
que lo impulsan a creer aún frente al vacío.
La mía es una mística blanca,
una fe que se traza tenue sobre la nada,
una esperanza sin paraísos,
una caridad sin redención.
Soy el niño jugando con los elementos,
tierra, agua, aire  y fuego,
creando figuras efímeras,
repitiendo sin cesar lo propiamente humano,
para no vivir sintiendo que muero,
para no morir sintiendo que vivo.



martes, 16 de octubre de 2012

Lacan y "El origen del mundo"

En 1998 vi por vez primera vez la pintura “El origen del mundo” de Gustave Courbet en  el Museo de Orsay de París, una imagen en extremo inquietante no sólo por lo que representa sino la forma en que lo representa. Aunque Coubert no le dio este título a la obra, desde el instante en que la observé me pareció un concepto interesante, otra mirada a lo que podría considerarse el origen del mundo.
     El Museo de Orsay se encuentra en la Rue de Lille, misma calle donde vivió y atendió el psicoanalista Jacques Lacan por cuatro décadas. Sin embargo, la calle no es la única conexión entre el teórico del goce y el lienzo del siglo XIX. La historia de “El origen del mundo” es apasionante, como sólo pueden serlo las narrativas sobre el devenir de pinturas y esculturas famosas.
     “El origen del mundo” nos coloca en la frontera entre lo erótico y lo pornográfico, en el punto exacto donde la mirada puede transitar de ser transgresora a ser transgredida.  
      Les invito a este viaje a través de las vistas de La Otra Gaceta, esta maravillosa revista electrónica a la que retorno gracias al gran anfitrión de las letras que es José Ángel Leyva.
     El link directo al artículo Lacan y “El origen del mundo” es el siguiente:

martes, 9 de octubre de 2012

La espera

Sentado con tu ausencia,
me visitan todas mis esperas,
nueve meses para ver por primera vez la luz,
minutos eternos entre el malestar y el pecho,
el ansia por esa confortante caricia,
la estupidez de todo aquello que no fue juego,
mis pequeñas muertes atrapado en las jaulas de la educación,
los días inútiles entre mi cumpleaños y Navidad,
los días inútiles entre Navidad y mi cumpleaños,
restos de tiempo sin bohemia,
los vacíos secos anhelando labios,
ahogo al navegar en los mares de la vanidad,
el hastío en las conversaciones vacuas,
la inquietante abstinencia de lectura, música y escritura;
los recovecos sin romance,
la silla vacía de quienes no llegan,
otros nueve meses para ver a mi hijo a la luz y
luego las horas añorando sus sonrisas.
Pero tú no llegas.
Te esperaré,
hasta que la espera no me duela,
hasta que seas otra espera.

Las esperas, Juan Pablo Brand



Si fueras mágica,
si fueses música,
si el sol saliera por tu piel,
seríamos amantes.
Si tu fueras mía
podría soportar por fin
este silencio entre las olas de la espera.
El silencio de la espera, Gianpietro Felisatti, Malise y Gloria Nuti

       La espera es solitaria, aunque esperemos juntos, la espera es solitaria. Nuestra vida es una sucesión de esperas, algunas vidas son los paréntesis entre las esperas, otras vidas son espera. Esperamos por todo, personas, momentos, objetos, en fin somos esperadores. En ocasiones las esperas son cataratas de ansiedad, la expectativa ante un diagnóstico, la incertidumbre por la ausencia prolongada e inexplicable  de un ser querido, la llegada de uno de esos sujetos transformadores de nuestro valle subjetivo, los pasos previos a un tránsito importante en la vida. A veces la espera es pretexto para encontrarnos, aún sin estarnos buscando. El silencio también es espera, sobre todo cuando permite la palabra del otro. La espera es influida por nuestra biografía y nuestro entorno. Aunque antes la gente vivía menos, sabía esperar más, pues con todo y lo absurdo que pueda sonar, tenían más tiempo. Leyendo sobre la historia de la noche, o para ser correcto, la historia cultural de la noche, encontré que antes del dominio de la electricidad, los hábitos de sueño eran diferentes, lo cual rompe el mito de lo saludable de las siete u ocho horas continuas de sueño. Tras el atardecer, las personas iban a dormir, tras algunas horas de inconsciencia se despertaban y salían de sus casas, convivían unos momentos con sus familias y vecinos y regresaban a la somnolencia hasta el amanecer. De esta manera, la noche perdía todo su halo terrorífico, por mas angustias que atraparan al insomne, sabía que en poco tiempo podría acompañar sus malestares. Lo mismo sucedía en los monasterios y conventos, les despertaban a media noche para una oración denominada Maitines, un recurso invaluable para exorcizar a los demonios tentando la espiritual disposición a pasear por el jardín de las delicias.  La gran mayoría de las personas pasaba cada uno de sus días en una pequeña población, se organizaban de manera similar a los hobbits resguardados en su Comarca. Por tanto, la ensoñación aspiracional no robaba tantas horas, la dificultad en la obtención de los recursos amarraba las preocupaciones a la tierra, el mar y las estaciones. Esto no es una nostalgia de la edad de oro, como la llama Woody Allen, es simplemente una breve reflexión sobre las variaciones culturales de la espera.
      Inevitable es preguntarnos ¿por qué o por quién estamos dispuestos a esperar? y ¿qué o quién nos obliga a esperar?  En la espera apostamos nuestros bienes más valiosos, el ser y el tiempo, con la expectativa de verlos multiplicarse. Lo contrario es la resignación, dejar de esperar asumiendo que no hay cambio posible, el resignado es quien retira sus monedas de la mesa o quien lo ha perdido todo y se hunde en la nada. Hay ocasiones donde somos obligados a esperar, bajo el yugo de las tiranías, millones de seres humanos han esperado días, meses y años por su libertad. La enfermedad nos atrapa en esperas que van del suave reposo hasta segundos inacabables de dolor que se resisten al poder de los analgésicos.
       El arquetipo de la espera es Penélope, uniendo y deshaciendo un tejido cuya conclusión sería el punto de no retorno de su amado Ulises. Al paso de los años, la espera puede hacernos olvidar al sujeto de la espera, como la Penélope de Serrat, que dejó de esperar al amado, para amar la espera. Sin embargo, la de Homero tiene a Telémaco (el luchador lejano), el hijo que le recuerda que alguna vez estuvo en los brazos de su amado y su amado estuvo en ella. Como en las épocas troyanas, sigue habiendo guerras, también hay viajes de negocios, estancias académicas o proyectos personales y profesionales que conllevan distancia geográfica. En general, ya no creemos en las sirenas pero existen los Table dance, los prostíbulos, los masajes ejecutivos y otros sex-services. Hombres y mujeres surcan el mundo, mientras otras y otros esperan su retorno, con la expectativa de que hayan resistido el canto de las sirenas o  los tritones. Ulises es el arquetipo del nómada-sedentario, esto es, de quien es fiel a su tierra, que resiste toda invitación a desviarse voluntariamente de su ruta de retorno, es el engrane ideal del arquetipo esperador.
Pero en la actualidad se visualiza a los esperadores del lado de los vulnerables, lo cual se intensifica con el uso de tecnologías de comunicación y las redes sociales. Los teléfonos móviles, los mensajes sms, Facebook, Twitter, etcétera; nos han condicionado. Vamos creando patrones de espera y respuesta, para cada persona tenemos una medida, si esa medida no se cumple aparece la ansiedad y la incertidumbre. Los ositos Teddy han cedido su lugar a los teléfonos móviles, quienes son la compañía más confortable durante la noche, hay quienes podrían prescindir de su pareja en la cama pero no del móvil. Quien hace esperar tiene el poder, quien espera pierde.  Recientemente se anunció que Facebook había llegado a los mil millones de usuarios, aunque la cifra no alcanza a la cantidad de humanos que sufren hambruna, es una cantidad muy significativa de la especie humana viva. El “tiempo real” nos hace impacientes, cuando nos comunicamos por las vías tecnológicas, sabemos que el otro está ahí y salvo que tenga un argumento a favor de su silencio, si no responde, intuimos motivos poco amables. Esta impaciencia ha hecho de las redes sociales el sustituto de los confesionarios y las respuestas o el silencio de los seguidores determinan la expiación o la condenación. Pero no hay de que preocuparse, los pecados se quedan en las redes sociales, ¡Ajá! El extremo de esta intolerancia a la espera se vio ilustrado hace unas semanas con la noticia de una madre británica que tuvo conocimiento de la muerte de su hija a través de Facebook, la joven murió de una sobredosis de drogas y sus buenos amigos intolerantes al dolor y necesitados de catarsis comenzaron a publicar la noticia por este medio negando totalmente las implicaciones para quienes podían recibir la información a distancia de los hechos.
La espera es la antesala del futuro, es el presente tejiendo el mañana. Tenemos derecho a esperar, esto es, a pensar, a reflexionar, a sentir, a digerir la vida. El asunto no es la espera sino por qué, para qué, cómo y por quién esperamos, la medida del sentido es el valor de lo esperado.

jueves, 4 de octubre de 2012

La sombra del adolescente y su proyección en el cine vampírico

Adéntrate en estos brazos otra vez y túmbate junto a mí.
El compás de este tembloroso corazón ahora mismo redobla cual tambor.
Late por ti, sufre por ti.
No conoce ni como es su sonido, puesto que es el tambor de los tambores, la canción de las canciones.

Una vez tuve la rosa más excepcional que nunca antes se había dignado a florecer.
El crudo invierno heló su capullo y me la arrebató demasiado pronto.
Ay, soledad.
Ay, desesperanza.
Para buscar los confines del tiempo, pues no hay en el mundo entero un amor más grande que el mío.

Annie Lennox, Love song for a vampire



Estaba totalmente segura de tres cosas: primera, Edward es un vampiro. Segunda, una parte de él, y no sabía que tan potente podía ser esa parte, tenia sed de mi sangre. Y tercera, estaba incondicional e irrevocablemente enamorada de él.
Así habla Bella, doncella posmoderna ávida de acariciar los frágiles bordes de la estabilidad, para ser arrastrada a la espiral del goce donde la temporalidad se detiene para eternizarse en un instante. En su garganta gritan la legión de voces adolescentes saturados hasta la naúsea de reciclar los sueños perdidos de la modernidad y por tanto sus palabras son devoradas día a día por millones de pubertos y pospubertos que ahora esperan impacientes el estreno de la última parte del final de la saga cinematográfica de Crepúsculo basada en el best seller de Stephenie Meyer.
Edward Cullen, el vampiro metrosexual, se une a la pléyade de héroes inmortales, con poderes extraordinarios que han navegado en la última década por ríos de tinta y mares de pixeles. A lado de magos y elfos, Cullen observa a los homo sapiens con un rictus de desdén por sus breves y fastidiosas vidas.
Pero la historia del vampiro en el cine es larga, se remonta casi a los orígenes del séptimo arte. En 1922 se estrenaNosferatu, de Friedrich Wilhelm Murnau, quien por un conflicto con los derechos de la obra de Drácula de Bram Stocker, decide hacer su propia versión y por tanto su personaje principal se nombra diferente. Tomando como punto de partida este filme, resulta necesario enfatizar que no existe el vampiro, sino los vampiros, puesto que cada época le otorga a este hemofílico ser características acordes al clima cultural de la época. Drácula se convierte así en el portavoz de la pulsionalidad del momento. Nosferatu es una creatura poco agraciada, con aspiraciones de empoderamiento y alguna faceta romántica. Esta representación es retomada por Werner Herzog en 1979, logrando una actuación magistral de Klaus Kinski. Nosferatu nada se acerca al Drácula dandy caracterizado por Bela Lugosi, quien ya aparece elegantemente vestido, perfectamente peinado y discretamente acompañado de sus concubinas. Con Lugosi el Drácula cinematográfico va adquiriendo esa dualidad que ha fascinado a millones de espectadores. El violento e insensible hematófago cuyo frío corazón se vuelca frente a la belleza de Mina.
En el inventario no podía faltar el toque de comicidad, el cual es dado magistralmente por Roman Polanski en la película que lleva como título Perdóneme, pero sus dientes están en mi cuello. En este largometraje, Polanski se burla de los tradicionales atributos del vampiro al incluir un vampiro judío que es inmune a la cruz y un vampiro homosexual que sacrifica la búsqueda de sangre fresca a cambio de la atención de Alfred, vampiro representado por el mismo Polanski. No se puede dejar de mencionar aquel singular clásico del cine nacional que es El Santo contra las mujeres vampiro, la cual obtuvo reconocimiento de los intelectuales surrealistas franceses al considerarla una exquisita expresión de su movimiento artístico.
La lista es extensa, pero el objetivo no es detallar la cinematografía vampírica, sino solamente ofrecer breves antecedentes al tema central de este trabajo, que es la fascinación que provoca en los adolescentes la figura del vampiro, enfatizando la apropiación de personajes caracterizados en el cine.
Sin la intención de poner en duda la originalidad de Meyer, quiero hacer referencia a la película The Lost Boys (Joel Shumacher) de 1987. En ella aparecen contenidos narrativos similares a los de la serie de Crepúsculo. Una familia compuesta por varios hijos, en este caso todos varones, los cuales visten al estilo Jon Bon Jovi, los cuales tienen expresiones asociales, mas no hacen sospechar su verdadera naturaleza. Aunque hay una historia de romance, el núcleo narrativo es la relación entre Michael, caracterizado por Jasón Patric y David, estelarizado por Kiefer Sutherland. La inclusión de estos actores, a los que se suman otros con características similares, marca la nueva era del vampiro en el cine, puesto que ya no aparece el mítico Drácula sino jóvenes en plenitud, con apariencia seductora, entregados totalmente a los placeres, ajenos a cualquier afectividad con los humanos, narcisistas y sobre todo, deseados intensamente por las mujeres y envidiados por los varones que al mismo tiempo desean imitarlos. También aparece la paradoja del vampiro, esto es, la elección de la eternidad a cambio del deseo.
Posteriormente se estrena Drácula de Bram Stocker, una obra maestra de Francis Ford Coppola, la cual es fiel al texto original del autor, es más, en buena parte de la película se respeta el estilo epistolar de la obra de Stocker. La obra de Coppola nos muestra a Drácula en todas sus facetas, haciendo de Gary Oldman un personaje protéico, arrastrado de la violencia más implacable al erotismo extremo.
En 1994, se proyecta en la pantalla grande el largometraje Entrevista con el vampiro, la cual adapta la novela de 1976 de Anne Rice, punto de partida de sus crónicas vampíricas. Este filme repite el recurso de The Lost Boys al colocar como protagonistas a los actores Tom Cruise, en el papel de Lestat de Lioncourt, a Brad Pitt como Louis de Pointe du Lac y a Antonio Banderas como Armando. La historia de Rice nos muestra un nuevo semblante del vampiro, la culpa. Sentimiento totalmente ausente en los filmes previos. Louis (Pitt) es un vampiro atormentado, que en su necesidad expiatoria accede a darle una entrevista a un reportero caracterizado por Christian Slater. La historia parte del siglo XX, nos envía al siglo XVIII y vuelve al presente. Entrevista con el vampiro, nos muestra los efectos secundarios de la condición vampírica, también muestra la intensidad de los vínculos entre los vampiros, que alcanzan una cercanía casi homosexual.
Anne Rice es actualmente una autora de culto, es la guía espiritual de darketos y góticos. Su personaje de Lestat se ha constituido en un icono de la posmodernidad y es fuente de identificación para adolescentes en todo el mundo.
La serie deCrepúsculo de Stephenie Meyer se inserta en esta genealogía. Ella va más allá al incluir también a los licántropos, esto es los llamados hombre lobo. Sin embargo, estos personajes requerirían un análisis independiente. Si en el tema de los vampiros es obligada la referencia a lo ominoso de la muerte, los hombres lobo nos remiten a lo ominoso de la locura, además de abrir la puerta a temas como el chamanismo.
Para iniciar el análisis, retomo una cita de la obra de Hamlet, la cual problematiza la condición del adolescente al respecto de las tres preguntas básicas de los seres humanos: ¿De donde venimos?, ¿a dónde vamos? y ¿quién nos quiere?
Cito:
Ser o no ser, ésa es la cuestión ¿Es más noble sufrir mentalmente el golpe de las flechas de la fortuna, o alzarse en armas contra el mar de las dudas y, en el ataque, terminar con ellas? Morir, dormir, no más. Y si al dormir es cierto que acaban los dolores del alma y las heridas mil que nuestra carne hereda, es una apetecible consumación. Morir, dormir; dormir, tal vez soñar. He ahí el inconveniente: dormidos en la muerte, una vez despojados de los mortales vínculos, el temor a los sueños nos paraliza; ese recelo hace tan duradera la desgracia.
Esta es la voz de Hamlet, el trágico adolescente al cual le han sido develados los siniestros hilos de la condición humana, jugando a la locura o huyendo de la cordura, Hamlet es el arquetipo del joven que disuelve la niebla de la novela familiar para descubrir los intrincados lazos de eros con tánatos. Saber duele, por lo mismo para el que sabe la muerte pierde su ominoso semblante y la vida se vuelca sospechosa.
Hamlet muere a consecuencia de un exceso de verdad y como él, todo adolescente camina por la delgada frontera de la muerte y la enajenación. Crecer es morir, cada día transcurrido va cercando las posibilidades de ser. Cada elección es una renuncia. Esto es la base del concepto psicoanalítico de castración. Si una niña o un niño no renuncia a ser todo, no será nada. La verdad es que no hay verdad y eso es lo que carcome a Hamlet, mirar el vacío lo arrastró a la aniquilante angustia.
En tiempos de Hamlet no había cine, por tanto él buscó representar la verdad enunciada por el espectro de su padre en una obra teatral. Ahora que recibimos los frutos del séptimo arte, se amplían las formas de representación. Una puesta en escena teatral es única, si uno es espectador en un teatro, sabe que es testigo de una pieza única que sólo podrán observar quienes están presentes en ese momento. En contraste, el cine es una repetición al infinito, puede variar el formato, pero no así el contenido, las actuaciones, la iluminación, la música, etc.
Cuando uno es atrapado por un largometraje, experimenta un deseo de posesión, si fuera posible nos instalaríamos un chip en el cerebro para ver a voluntad las escenas que más nos han impactado. Pero esta fascinación, se origina en nuestra profunda necesidad de mirarnos, nos arrojamos en océanos de imágenes con el fin de encontrarnos, el que la pantalla se asemeje tanto a nuestra naturaleza yoica, la convierte en un espejo de nuestras fantasías, por tanto la proyección es bidireccional.
Considerando la turbulencia que predomina en la referencia imaginaria de los adolescentes, el cine se constituye en un medio sin precedentes para poner en escena los conflictos que los aquejan.
El pasaje adolescente es la senda que lleva a la escena del gran teatro del mundo. Hasta no hace mucho tiempo el dar los primeros pasos en dicho camino implicaba transitar por rituales de reconocimiento de la tradición y conciliación con los ancestros. Se consideraba que un joven o una joven requeriría un más allá de si mismos para no claudicar. Arropar a sus noveles miembros era un acto de protección por parte de los mayores que preveían el inevitable encuentro con los dobles, el inminente retorno de los antepasados muertos quienes arrastrarían a sus jóvenes en intensas resacas de identificaciones, aturdiéndolos con la aparición azarosa de semblantes de familiares que no cesan de no morir.
Pareciera que los ritos desaparecen pero no así la necesidad de los adolescentes por ser impregnados por poderes superiores que les permitan salvaguardarse de los no-vivos que claman por su sangre para seguir existiendo.
Los adolescentes no saben que saben que las fuerzas que los habitan son la fuente tanto de su prevalencia como de su destrucción. Por tanto al enfrentarse al vampiro joven o adolescente de la pantalla, pueden recrear la representación de las fuerzas más obscuras.
Freud (1919) nos dice que lo ominoso tiene su origen en la presencia de ‘dobles‘ en todas sus gradaciones y plasmaciones, vale decir, la aparición de personas que por su idéntico aspecto deben considerarse idénticas… la identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse sobre el propio yo o situar el yo ajeno en lugar del propio – o sea, duplicación, división, permutación del yo- y, por último , el permanente retorno de lo igual (p. 234). El doble fue en su origen una seguridad contra el sepultamiento del yo, una enérgica desmentida del poder de la muerte (p. 235)
Por tanto el miedo se origina en lo conocido, pues de lo desconocido nada sabemos. No tememos el devenir del muerto sino la posibilidad de su regreso, el cadáver es ominoso al representar nuestro inevitable destino. Tememos no ser porque somos, tememos ser porque fuimos y temimos ser porque teníamos que ser.
El adolescente continuamente se escinde, experimentando terror frente a su doble, si la angustia es muy intensa puede identificarse totalmente con este. Aquí entra en escena el vampiro como otredad representativa de ese yo ideal primitivo, aquel que no conoce límites, el inmortal, el insaciable, pero necesitado profundamente del reconocimiento y amor de una mujer joven y mortal que de cuenta de su existencia.
Acerca de la soledad, el silencio y la oscuridad, todo lo que podemos decir es que son efectivamente los factores a los que se anudó la angustia infantil (p. 251), afirma Freud. Soledad, silencio y obscuridad nos arrebatan las posibilidades de proyección imaginaria lo cual nos hace caminar sobre el valle de las sombras y llamar desesperadamente al Otro, como bien afirman los salmos bíblicos: Aunque pase por el valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan (Salmo XXIII).
El problema es cuando el Otro no responde y tan sólo queda la noche obscura. El mutismo de ese gran Otro, empuja a los adolescentes a darle voz a esa pantalla iluminada, que se alza como un Olimpo de donde emanan mensajes para orientar el destino de los mortales. Las salas de cine se transforman así en templos iniciáticos donde los adolescentes reciben la sabiduría de sus ancestros y donde pueden luchar con su sombra sin los riesgos de la soledad, el silencio y la obscuridad, esa sombra que, como afirma Edgar Allan Poe, habla con la voz de una multitud de seres… con los acentos familiares y harto recordados de mil y mil amigos muertos (Poe, 1983, p. 274).

Referencias

Freud, S. (1919/1990). Lo ominoso. En Obras completas V. 17 (pp. 216-251). Argentina: Amorrortu.

Meyer, S. (2007). Crepúsculo. México: Alfaguara.

Poe, E.A. (1983). Sombra. En Cuentos V. 1 (8ª. Ed.) (pp. 271- 274). Madrid: Alianza.

Sopena, C. (Ed.) (2004). Hamlet. Ensayos psicoanalíticos. España: Síntesis.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Enfrentarnos de nuevo a la vida

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Crujidos en el ático de la memoria
delatan mi retorno
al cementerio de las evocaciones,
flores marchitas atajan toda simulación,
indican el recurrente itinerario
de mis duelos frescos.

Niño borroso,
tus amores son mis dolores,
tu fe mi perplejidad,
tu sonrisa mi nostalgia,
tus heridas mi vocación.

He amado demasiado,
de ahí el tamaño de mi pérdida.
En cada separación, en cada partida,
en cada letra abandonada,
quedaron restos de mi.

Duelos frescos, Juan Pablo Brand


Es mentira perdonar,
las cosas que pasaron, pasaron.
Y el amor no es un radio cassette,
donde poder echar atrás y borrar.
Bórrame de tu futuro eso si,
tu adelante sin mi,
yo adelante por mi lado.
Que por mucho que nos duela mi amor,
no hay camino peor,
que el que lleva al pasado.

Y enfrentarnos de nuevo a la vida,
aunque el cuerpo nos pida volver,
a luchar en batallas perdidas,
y volverlas a perder.

Enfrentarnos de nuevo a la vida
, José María Cano

Las separaciones, pequeñas muertes donde algo de nosotros se extingue, se evapora, se esparce. Si nos dejamos transformar con y por alguien, al distanciarnos, eso que fuimos con esa persona no retorna. Cuando hemos amado, esto es, nos hemos impregnado del ser de otra u otro, el rompimiento nos arroja a un minucioso duelo. Como afirma el psicoanalista Juan David Nasio, cuando amamos a una persona nuestro amor la recubre como una hiedra, se escapa por cada recoveco, nos entrelazamos. Si nos separamos, inicia un difícil repliegue donde cada retroceso es la vuelta de un recuerdo, duelo que conlleva el desprendimiento químico, pues los aromas y sabores de esa persona han penetrado en cada uno de nuestros poros, de los tejidos de nuestra ropa, de nuestra cotidianidad. Como dice la canción citada al principio, terminar una relación nos lleva a Enfrentarnos de nuevo a la vida, aunque el cuerpo nos pida volver, la abstinencia de la química de la amada (o amado) puede ser más intensa que la experimentada en ausencia de una substancia adictiva.
Como“amado fantasma” describe Nasio la experiencia de esa ausencia presente, emulando el fenómeno de “miembro fantasma” descrito por el neurólogo Ramachandran, refiriéndose a la permanencia de sensación en una parte del cuerpo que ha sido amputada. Tras la separación, sentimos a la persona, la escuchamos, la olemos, le respondemos, la soñamos, la buscamos al despertar, hacemos planes con ella, conservamos huellas de su presencia que nos sorprenden a cada momento, hasta que lenta y sutilmente nos vamos deshaciendo de todo. Esto en el mejor de los casos, pues en la actualidad se ha puesto de moda conservar medio vivos a los muertos (las relaciones que concluyeron) por si les da por volver o se les guarda en la morgue para invocarlos en tiempos de crisis. En lo personal, coincido con José María Cano: no hay camino peor, que el que lleva al pasado.
Cada persona ha realizado un itinerario muy particular desde su “primer amor” hasta su situación actual, a través del cual ha sumado fantasías, sonrisas, sinsabores, esperas, dolores, decepciones, en fin, ha vivido los encuentros y desencuentros con el otro. De repente la memoria nos arroja el recuerdo de alguien que fue significativo en nuestro pasado y nos preguntamos por su devenir, al tiempo que rememoramos la historia vivida con ella o él. El psicoanalista Christopher Bollas, nos dice que las personas que han provocado transformaciones en nosotros, nos habitan como fantasmas que se manifiestan en diferentes situaciones. Hay quien tiene sus fantasmas muy frescos, como quienes evitan ciertas situaciones porque “ya las han vivido”. Al contrario, hay quienes sufren demencia de amor y dolor, entregándose a cada nueva circunstancia como si acabaran de nacer. Como sea, cuando nos enamoramos lo hacemos con la fantasía de ser transformados por la otra persona, queremos ser otros, esperamos que al lado de esa persona habitaremos mejor este mundo. Quizá esta expectativa es la que posteriormente se convierte en la demanda a la otra o el otro, reclamando la promesa de transformación, de ahí que las parejas que tienen un mejor pronóstico son aquellas que cuentan con los recursos para seguirse transformando al paso del tiempo. Sin embargo, en muchas ocasiones nos cegamos y le colocamos atributos al otro, proyectando nuestra necesidad, creyendo en posibilidades transformadoras sin sustento.
Aún con lo amargo que en ocasiones es el amor de pareja, es probablemente de lo mejor que tenemos como especie, por eso los rompimientos son tan dolorosos, pues la mayor dificultad de la existencia es encontrar personas afines con las cuales transformarnos cada día, con las cuales enfrentar cada instante de la vida.

domingo, 16 de septiembre de 2012

La leyenda de las ventositas (Un cuento infantil)


Hubo un tiempo en el cual los humanos perdieron sus bocas, cansado de los constantes insultos que los humanos expresaban a través de sus bocas y de la pocas palabras inspiradas en el amor que de ellas salían, un hechicero esparció una pócima en todos los ríos, lagos y pozos donde los humanos bebían agua. Mezcla de hierbas misteriosas, el brebaje tenía el poder de borrar las bocas, al tiempo que permitía absorber nutrientes por la piel, de esta manera los humanos no gritarían, no hablarían, ni besarían, pero podrían vivir alimentándose a través de sus poros.
Sin poder hablar, los humanos se vieron obligados a crear nuevas formas de comunicación, llegando a dominar un lenguaje compuesto de movimientos del cuerpo, giros de los ojos y contactos con las manos. Al paso de los años comenzaron a disfrutar de esta nueva manera de convivir, pues al no poder utilizar la voz, necesitaban acercarse y tocarse para poder transmitir cualquier mensaje, lo que hizo a los humanos más cercanos. Sin embargo, no se resignaban a la pérdida de los besos, fueron numerosas las ocasiones en que el corazón de las madres se sobresaltó al intentar besar a sus bebés recordando su falta al sentir tan solo dos porciones de piel en contacto, los enamorados pasaban horas mirándose nostálgicamente, tocándose la cara una y otra vez con la esperanza de que aparecieran esos dos brotes llamados labios, para besar a su amado o a su amada. Aunque disfrutaban su nueva comunicación, los humanos poco a poco perdieron una gran parte de su entusiasmo, los sueños más preciados eran aquellos en los cuales aparecían con boca, momentos que aprovechaban a besar todo lo besable.
Buscaron al hechicero para rogarle revirtiera su encanto, habían aprendido la lección, descubrieron que los labios y la boca eran un don el cual debían utilizar para expresar amor, ya fuera a través de la palabra o de los tan añorados besos. Pero el hechicero había desaparecido, ninguna huella suya permanecía.
La noticia de la tristeza de los humanos, por haber perdido los besos, cruzó de reino en reino, llegando hasta el reino de las Ventositas.  Las ventositas eran unos seres cóncavos que tenían el poder de adherirse a cualquier superficie, para sobrevivir debían pegarse cada cierto tiempo a seres vivos, los cuales sólo sentían unas ligeras cosquillas cuando ellas se acercaban. Cuando la reina de las ventositas tuvo conocimiento del dolor de los humanos, sintió gran compasión por ellos, especialmente por las pequeñas y pequeños privados de tan dulce contacto. Decidió convocar al Consejo de ventositas para discutir la situación de los humanos. Tras una larga discusión acordaron ayudarlos, cada uno tendría a una ventosita como amiga, la cual viviría adherida a su cuerpo y cuando requiriera de un beso le pediría a la ventosita se ubicara a la altura de donde debía estar la boca para hacer contacto con otro ser humano. La reina de las ventositas visitó al rey de los humanos, sabiendo de los años vividos sin un beso, lo saludo con una fuerte adherencia en su cachete, el rey sonrió al tiempo que por su mejilla rodó una lágrima, respondió moviendo su cabeza y con un intenso brillo en sus ojos. La reina explicó su propuesta, la cual fue recibida con gran beneplácito por el rey, dando interminables maromas por su castillo.
Para el encuentro de los humanos con las ventositas se hizo una ceremonia muy solemne, en la cual se presentó a cada quien con su cada cual. El inicio fue difícil para las ventositas, dado el tiempo que los humanos llevaban sin besar, las llamaban constantemente, para besarse entre ellos, para besar a sus mascotas, para besar sus objetos más queridos y, porqué no, para besarse ellos mismos. Algunas ventositas cayeron enfermas por exceso de trabajo, pero pasados los días humanos y ventositas lograron una muy buena convivencia.
Años después regresó el hechicero. Al visitar a los humanos, no cabía en su sorpresa al darse cuenta de los grandes cambios experimentados por los humanos. Los vio mirarse intensamente, abrazarse, tocarse, moverse, pero sobre todo, los vio muy cercanos. Su confusión fue mayor cuando los vio besarse, se preguntó ¿cómo le hacen si no tienen bocas? Decidió averiguar lo que sucedía y fue cuando se encontró con las ventositas.
Impresionado por la buena convivencia entre humanos y de humanos con ventositas, lanzó al aire unos polvos dorados, los cuales tuvieron como efecto la aparición inmediata de bocas en todos humanos, quienes como primera reacción hicieron uso de su voz: hablaron, gritaron, cantaron, después se besaron. Mientras esto sucedía las ventositas se fueron desprendiendo lentamente de sus amigos humanos, con la intención de emprender la retirada, pues ya no eran necesarias. No dejaban de  sentirse tristes por tener que separarse de sus amigos. Cuando ya se retiraban, el rey de los humanos les llamó: “¿adonde van?”, ellas explicaron el cese de su misión. El rey no concebía la posibilidad de la partida las ventositas, pero al mismo tiempo no encontraba una alternativa. Creyó adecuado consultarlo con el hechicero, que era un viejo sabio, el cual tras reflexionar un momento dijo: “Que permanezcan juntos humanos y ventositas, la mayor pena de los humanos es la soledad, por eso cuando se sientan alejados, rechazados, poco abrazados, poco besados, poco queridos, podrán llamar a su ventosita, para que llene su rostro de besos y su corazón de alegría”.
Desde ese día todos los humanos tenemos una amiga ventosita, la cual responderá a nuestro llamado cuando nos sintamos solos o tristes, sin embargo,  las ventositas tienen el poder de ver los sentimientos, por eso sólo aparecerán cuando realmente las necesitemos.

martes, 4 de septiembre de 2012

Marilyn Monroe y el psicoanálisis: una fidelidad unilateral


Si fueras música,
serías Recuerdos de la Alhambra.
Hermosa, melancólica, exiliada de ti misma,
dolor impregnado de Channel número cinco.

Ángel arrullado en cunas maníacas,
saboreaste las letras cocidas en vapores inconscientes,
fuiste inteligencia atropellada por perturbadas miradas,
sonrisa profanada por labios prosaicos. 

Ingenua coleccionista de instantes,
entregabas por doquier tu cuerpo,
ensoñando con inoculaciones de amor,
añorante de una tierna y furtiva caricia.

Víctima de tu belleza,
te inmolaste en los altares de la vanidad,
devorada por depredadores químicos,
abandonada en el lecho que abrazó tu cadáver precoz.

Norma Jeane en la tierra,
Marilyn Monroe en el cielo,
devota del exceso,
la más humana de las humanas.

Marilyn Monroe, Juan Pablo Brand


El sexo sirve para que te amen. O para creer que te aman, en cualquier caso. O para creer que existes, simplemente. Para perderse sin pertenecer. Para desaparecer sin que te maten. Ahora me digo a menudo que hago el amor con la cámara. No es tan agradable como con un hombre, sin duda, pero también sienta bien. Te dices: no es más que el cuerpo y no es más que una mirada que te posee al pasar. 
Transcripción de la cinta magnetofónica grabada para Ralph Greenson días antes de morir, Marilyn Monroe

La profesión del psicoanálisis es solitaria… 
Técnica y práctica del psicoanálisis, Ralph R. Greenson (Último psicoanalista de Marilyn Monroe, el primero en encontrarla muerta)

No es luz lo que emana de ella, sino calor: quema la pantalla

 Jean-Paul Sartre, refiriéndose a Marilyn Monroe
 
       Una moneda es lanzada al aire, su trayectoria es la palabra del paciente entrelazando una cadena de significantes, el psicoanalista observa girar sus dos caras, amor y dolor, fundiéndose en una misma imagen, sabe que al caer la moneda mostrará una de las dos, pero solamente será para encubrir a la que subyace. De ahí que se reserve tempranas celebraciones al amor y precipitados consuelos al dolor, quizá por eso Ralph Greenson afirmaba que el psicoanalista se asemeja más a la madre de la separación corporal que a la madre de la intimidad corporal, pretende que sea la palabra la que cure, evitando los placebos del contacto físico que reconforta pero no cura. Es la madre que dice: Te quiero, pero tendrás que aprender a caminar, a hablar y a controlar tus esfínteres. Te caerás, te equivocarás y te ensuciarás pero al final lograrás vivir sin mí.
    Pero el buen Ralph, nacido Romeo Greenschpoon, no llevó a la práctica sus reconocidas enseñanzas en el tratamiento de Marilyn Monroe. Muchos pudieron ser los motivos. Tener una hermana gemela llamada Juliette, lo cual nos habla de un inicio de vida teatral, Romeo & Juliette, pero también de alguna insinuación incestuosa por parte de sus padres quienes nombraron a sus gemelos con el nombre de los amantes adolescentes más famosos de la historia moderna. Otro motivo lo pudo haber constituido la influencia de los colegas, particularmente el diagnóstico que dio Anna, la hija de Sigmund Freud, a la diva: paranoica con tintes de esquizofrenia. No podemos descartar un profundo enamoramiento justificado en las retóricas redes de la jerga psicoanalítica, donde argumentos a la luz de la  transferencia y la contratransferencia tejen el velo tras el cual muchos terapeutas ocultan su sentir. Siendo honestos, no debe ser fácil psicoanalizar a la mujer más deseada de una época, aunque fuese en un tratamiento cara a cara, pues Marilyn se resistió al uso del diván por el temor atroz que le tenía a estar en posición horizontal, por lo que tampoco lograba dormir y prefería el sexo de pie y a la luz del día.
   Ralph Greenson también tenía estrechos compromisos con los estudios cinematográficos, de ahí que participara en decisiones sobre el devenir de sus pacientes famosos en el plató. Fue conocido como “el psicoanalista de las estrellas”, establecido en Los Ángeles, su consultorio se ubicaba en Bervely Hills y su diván se vio iluminado por la presencia de personajes como Tony Curtis, Frank Sinatra y Vivien Leigh. El escenario no era el propicio para establecer un vínculo terapéutico óptimo, tenía que rendirle cuentas a Anna Freud y Marianne Kris, a los estudios cinematográficos, a sus pacientes, además de ser vigilado por el gobierno estadounidense por los vínculos incómodos que su clientela solía establecer, tanto con miembros de la mafia como con presuntos comunistas. Los soplones estaban por todos lados, en las entrañas mismas de Hollywood, ejemplo de ello fue el colaboracionismo del famoso director Elia Kazan en la llamada cacería de brujas.
      Marilyn Monroe fue paciente de Ralph Greenson de enero de 1960 hasta la fecha misma de su muerte, la noche del 4 al 5 de agosto de 1962. Fue tan intenso el apego de la rubia al psicoanalista, que durante un tiempo le pagó a cambio de su exclusividad. Sin embargo, el vínculo de Monroe con el psicoanálisis databa de años atrás, tiempo por el que transitó por los consultorios de Margaret Hohenberg, Marianne Kris y, por una corta temporada, por el de Anna Freud en Londres.
     Impulsada por su maestro Lee Strasberg, director del Actor’s Studio de Nueva York, Marilyn comenzó un psicoanálisis con Margaret Hohenberg en febrero de 1955. Esta invitación formaba parte de los recursos propuestos por el creador de El Método, que es considerada la mayor aportación al teatro del siglo XX,  en palabras de Strasberg, el método tiene la siguiente premisa: Estamos dispuestos a ser influenciados por todo, a tratar todo, no tenemos miedo a dar nada acá. Aquí no hay nada sagrado. Cualquier cosa que nos pueda ayudar a ser mejores, a completar la labor del actor, a contribuir hacia un teatro más vivo y dinámico, es desde todo punto de vista válido y vale la pena trabajar en ello. Por tanto, veía al psicoanálisis y la introspección como vías regias para liberar a las actrices y los actores. Marilyn asistía cinco veces a la semana con Hohenberg. La psicoanalista era una judía de origen húngaro que tras especializarse en neurología y psiquiatría en la Universidad de Viena, se analizó con Eduard Hitschmann y Robert Hans Jokl, integrándose en 1925 a Sociedad Psicoanalítica de Viena, migrando en 1939 a Nueva York.
       La actriz tenía un ritual de salida de sus sesiones, al dejar atrás el consultorio, se llevaba la mano a la boca y tosía hasta hacerse daño. Posteriormente miraba hacia la calle como si hubiera lanzado algo fuera de ella.
     Margaret Hohenberg llegó a tener una gran influencia en Marilyn, le prohibía ver a ciertas personas o le aconsejaba sobre la elección de sus personajes. En 1956 la actriz viaja a Londres para la filmación del único largometraje realizado por Marilyn Monroe Productions,  El príncipe y la corista, para la cual Monroe eligió a Laurence Olivier como director y co-protagonista. La relación fue degenerando al paso del rodaje, Marilyn comenzó a recurrir a sus viejas artimañas para sabotear su trabajo actoral: drogarse, llegar con retraso o desaparecer. Al concluir la película declaró: Creo que Olivier me odiaba. Incluso cuando me sonreía, su mirada era infecta. Yo me encontraba mal la mitad del tiempo; pero él, o no se lo creía o se la sudaba. Me miraba como si estuviera oliendo un tarro de peces muertos. Como si yo tuviera la lepra o algo igual de atroz. Me sentía ridícula constantemente. Cabe agregar que en ese tiempo, Olivier estaba casado con quien fue su esposa veinte años, Vivien Leigh (la mítica Scarlett O’Hara de Lo que el viento se llevó), que también fue paciente de Greenson y fue diagnosticada con Trastorno Bipolar, en los tiempos en que todavía se denominaba a esta categoría psiquiátrica Trastorno maniaco-depresivo. Al parecer la vida de Olivier con Leigh no fue un valle de rosas, pero la amó hasta el día de su prematura muerte.
      Marilyn entró en crisis y logró que su psicoanalista viajara a Londres para atenderla. Las sesiones tuvieron lugar en el mismo plató donde se rodaba la película. Superada por las demandas de Marilyn y no pudiendo interrumpir por más tiempo su práctica en Nueva York, Hohenberg encuentra una solución y deja en manos de Anna Freud la atención de la corista.
     En agosto de 1956, Marilyn arriba en un Rolls Royce negro al domicilio que fuera la última morada de Sigmund Freud, Maresfield Garden 20. Anna Freud no aceptó con facilidad recibir a la ahora productora cinematográfica, temía una mala publicidad, pero finalmente accedió. La hija del Professor utilizó técnicas de juego para tratar a la rubia, iniciando el proceso con una visita al jardín de niños del ahora nombrado Centro Anna Freud. Para la psicoanalista el acelerado tratamiento es un éxito total, Marilyn logra terminar la filmación y regresa a Nueva York. En una tarjeta que todavía se conserva en los archiveros del mencionado Centro, la hija del fundador del psicoanálisis apuntó su conclusión clínica con respecto a Marilyn Monroe: Paciente adulta. Inestabilidad emocional, impulsividad exagerada, necesidad constante de una aprobación externa. No soporta la soledad, tendencia a depresiones en caso de rechazo, paranoica con tintes de esquizofrenia. A manera de comentario clínico, el diagnóstico no fue nada halagüeño.  
      En 1957, la Monroe interrumpió su análisis con Margaret Hohenberg. De este periodo se conserva un sueño escrito por Marilyn en una hoja estilo Art Decó, que era distintivo de la papelería del hotel Waldorf-Astoria. El texto es largo, por lo cual resumiré su contenido: Aparecen Lee Strasberg y la psicoanalista, el primero es un reconocido cirujano y la húngara es su asistente. Han diagnosticado a su paciente y procederán a realizar una operación que traerá a Marilyn de nuevo a la vida. Tras abrirla lo único que encuentran los médicos al interior de su cuerpo es aserrín, el cual se esparce por todo el piso. En el sueño, Strasberg se decepciona por la vacuidad de la operada la cual la hace inútil para el teatro, la Dr. H. pierde las esperanzas de cualquier cura psiquiátrica y Arthur (Miller), su último esposo, también se siente frustrado.
      El recuerdo onírico da cuenta de la pasividad con la que Marilyn se entregaba al escrutinio de los demás, dejando a todos emitir su opinión sin argumentar nada a su favor.
     Marilyn solicita a Anna Freud la referencia de otro psicoanalista y ella responde con la recomendación de Marianne Kris, quien era integrante distinguida de la familia psicoanalítica. Su padre fue el pediatra de las hijas e hijos de Sigmund Freud, ella fue amiga de Anna desde la infancia y posteriormente se casó con Ernst Kris y emigró a Nueva York. Ernst Kris, junto con Heinz Hartmann y Rudolph Loewenstein, fueron las figuras que encabezaron la institución psicoanalítica en Estados Unidos en las décadas de los cincuenta y sesenta. Antes de migrar a Norteamérica, Loewenstein radicó en París y fue el único analista del famoso Jaques Lacan, en un tratamiento que duró de 1933 a 1939. Años después, Lacan lanzará diatribas contra estos tres psicoanalistas, denominándolos en su Seminario “el triunvirato de Nueva York”.
      Estando en análisis con Kris, Marilyn comienza a repartir su residencia entre Nueva York y Los Ángeles, por tanto solicita a su psicoanalista que le refiera con alguien en la ciudad californiana, es así que llega a la consulta de Ralph Greenson. Por esta razón, Marilyn tiene dos psicoanalistas simultáneamente, los cuales solían escribirse cartas discutiendo el caso de su paciente compartida.
El fin de la relación analítica con Marianne Kris es un relato de gran dramatismo. Asustada por las rutas decadentes por las que ha decidido circular Marilyn, esto es, abuso de drogas, medicinas, alcohol y sexo; la psicoanalista decide internarla en la clínica psiquiátrica Payne Whitney. Al ingresar a la clínica, la actriz va completamente drogada, por tanto firma el obligado consentimiento de internamiento sin pleno uso de sus facultades. Marilyn tiene 34 años, edad en que su madre fue internada en un psiquiátrico del que nunca salió. Al salir del sopor químico y darse cuenta del lugar donde se encuentra, hace uso de su derecho a realizar una llamada telefónica para informar de su situación a su perpetuo guardián, el beisbolista Joe DiMaggio, quien tras unos meses de matrimonio con Marilyn quedó prendado de ella de por vida y resguardó sus intereses hasta veinte años después de la muerte de la diva, encargándose de que se decorara con flores tres veces a la semana el mausoleo de su amada. DiMaggio vuela esa misma noche a Nueva York y cuatro días después Marilyn está fuera de la clínica, y Marianne Kris fuera de su vida. Años después la psicoanalista confesará a Anna Freud y a Ralph Greenson que había hecho algo terrible, algo realmente terrible. No es lo que quería, pero es lo que acabé haciendo.
      Ralph Greenson se convertiría así en su psicoanalista de tiempo completo. En el año 1960, el director John Huston invitó a  Marilyn Monroe a representar a Cecily, la protagonista de su película Freud: Pasiones secretas, la cual representaría a todas las histéricas del libro de Breuer y Freud Estudios sobre la histeria. A pesar de haber sido su psicoanalista express, Anna Freud se opuso rotundamente a que la rubia apareciera en el largometraje, considerando que esto dañaría la memoria de su padre. Utilizó la vía más rápida y eficaz para lograr su objetivo, instó a Marianne Kris y a Ralph Greenson que incluyeran el tema en el análisis de su paciente y la convencieran de rechazar el papel, lo cual se logró con facilidad. Este hecho pareciera confirmar la crítica que Michel Foucault hizo al psicoanálisis, afirmando que los consultorios funcionaban como confesionarios. Al igual que el uso de estos últimos, pareciera que la confidencialidad tiene sus límites y cuando se ve amenazada la institucionalidad, los consultorios se convierten en juzgados.
      La relación Monroe-Greenson cobró una intensidad que desbordó por todo Hollywood. Se veían todos los días de la semana, en ocasiones hasta dos o tres veces por día, la actriz era atendida en casa del psicoanalista, si se encontraba bajo el influjo de las drogas el alcohol o bajo el peso de la ansiedad o la depresión, le daban alojamiento. Justificándose bajo el rubro de modificaciones a la técnica, argumentando que su paciente no era analítica y requería otro abordaje, la adoptó como parte de su familia, así que comía y cenaba con ellos, asistía a sus fiestas, se hizo amiga de los hijos del médico. Greenson decidía sus tiempos, sus compromisos y sus viajes, con base en las necesidades de Marilyn. Antes que dirigirse a la actriz, los estudios y los directores lo consultaban a él. Le prescribía una gran cantidad de medicamentos, a los cuales la actriz sumaba los que le recetaban otros especialistas. El sarcasmo de los colegas del psicoanálisis y del cine llevó a reconocerlos como Romeo & Marilyn.
      La madrugada del 4 al 5 de agosto, el ama de llaves de Marilyn, Eunice Murray, reclutada por el mismo Greenson, sigue las instrucciones del psicoanalista y le llama al percibir un escenario extraño. Ralph es el primero que ve el cuerpo sin vida de Marilyn Monroe y llama a la Comisaría de West Los Angeles para informar: Marilyn Monroe ha muerto de una sobredosis.
      Al morir, la herencia de Marilyn Monroe fue valuada en 1.6 millones de dólares, en el año 2011 los herederos de los derechos de su imagen obtuvieron ganancias por 27 millones de dólares, más de lo que ganó la actriz en toda su vida. Su testamento estipuló la entrega de una fuerte suma a Marianne Kris para que pudiera continuar con su trabajo en las instituciones o grupos psiquiátricos de su elección. Los derechos y sus regalías tuvieron como beneficiaria a la Hampstead Clinic de Londres, ahora denominada Centro Anna Freud. Por tanto, cada vez que se difunde la imagen de Marilyn Monroe, la institución psicoanalítica recibe fondos.
      Ralph Greenson, vivió a la sombra de Marilyn Monroe el resto de su vida, concluida en 1979. En un claroscuro que iba de la admiración por el lugar que tuvo en la vida de la diva que al morir se mitificó como diosa de la cultura pop, hasta los señalamientos como partícipe de su muerte y complicidad con los Kennedy en el supuesto asesinato de Marilyn.
     ¿Pudo Greenson librar a Marilyn Monroe de su  muerte prematura? Es algo difícil de responder. Si fuera cierta la versión del asesinato, los testimonios lo deslindan como partícipe. Si fuera cierta la versión del suicidio tampoco se le podría acusar, el responsable último de un suicidio es el suicida mismo. Si fuera cierta la versión de muerte por sobredosis accidental, quizá Greenson no saldría tan bien librado, él mismo le procuraba fuertes medicamentos a la actriz y con tal de que ésta cumpliera sus compromisos con los estudios cinematográficos, no se detenía en medicarla para mantenerla al menos de pie y actuando.
      La conclusión de todo esto es que no se puede tener un doble papel cuando del psicoanálisis o la psicoterapia se trata, sólo puede haber un beneficiario directo, si este beneficiario son las instituciones, las empresas, las escuelas, etcétera, no lo podrá ser simultáneamente el paciente. En su trayecto por las rutas psicoanalíticas, Marilyn Monroe nunca se pudo constituir como paciente, tod@s sus psicoanalistas tuvieron una coartada al atenderla. Marilyn le fue fiel al psicoanálisis, aún después de su muerte, pero el psicoanálisis no le correspondió a Marilyn.
      Concluyo con un poema que Norman Rosten, gran amigo poeta de Marilyn Monroe, encontró entre sus pertenencias y que estaba dirigido él. No es alta literatura, pero es literatura que llega a lo alto, la suma de una vida estelarmente dolorosa:

No llores, muñeca
No llores, no.
Que yo te abrazo y te acuno
Shhh, shhh, ahora hago como si
no fuera tu madre muerta…
Al final del camino
Clic clac clic clac
Como mi muñeca en su cochecito
que pasaba sobre las grietas
nos iremos muy lejos.